Panamá, Año VII, No. 202
14 al 20 de diciembre de 2008
La ofensiva fundamentalista en contra del logro de incuestionables derechos humanos, desatada más recientemente en razón de la consideración legislativa del proyecto de ley de salud sexual y reproductiva, va a contramano de una cada vez más alarmante situación, retratada con verdadera acuciosidad por cifras como las que ofrecía a sus lectores un galeno como Xavier Saéz-Llorens. Indicaba que de 12,000 abortos que ocurren en Panamá, al menos 4000 (más de 10 al día) son provocados; cerca del 20% de todos los embarazos acontecen en adolescentes; casi la mitad de las gestaciones no es deseada (La Prensa, domingo 14 de diciembre).
Quienes desde sus trincheras conservadoras hacen esfuerzos denodados para impedir una sana educación sexual, mal quedan ante cifras que denotan que la ausencia de dicha educación, tiene como consecuencia el crecimiento de embarazos no deseados, acompañados de la existencia de 20,000 personas portadoras del VIH, además de una tercera parte de la población que ha sufrido o sufre infecciones de trasmisión sexual.
La complicidad de Martín Torrijos en la acción legislativa que engaveta el proyecto sobre salud sexual y reproductiva, es otro abandono más de las responsabilidades que le competen al Estado.
El IV Informe Clara González revela también la perfidia de la prédica fundamentalista contra derechos de las mujeres. Ese informe muestra que mientras ellas son el 74.5% de quienes se gradúan en la Universidad de Panamá, en el mercado laboral constituyen la mayor parte (55.3%) de quienes apenas reciben emolumentos ¡entre 100 y 124 balboas! En cambio, en el rango de quienes ganan salarios de 3000 balboas y más, un 60.4% son hombres. En general, el informa indica que las mujeres reciben, en promedio, 100 balboas menos que los hombres en cualquier tipo de actividad.
Aún peor, una reciente investigación sobre femicidio en Panamá, revela que de 221 homicidios de mujeres entre el 2000 y el 2006, la mayoría (133) lo fue por el hecho de que el victimario consideraba a su víctima como de su propiedad y bajo su mando por el hecho de ser mujer, como lo indica el que el asesino provenga, en su mayoría, del entorno afectivo cercano.
De allí lo criminal de los mensajes de pastores evangélicos y jerarcas católicos esgrimidos contra la perspectiva de género, reafirmando imaginarios sociales atávicos, aprovechando la fe religiosa para basar en supuestos bíblicos, la legitimación de una situación de injusticia milenaria contra la mitad de la humanidad. El amor al prójimo que supuestamente predican, queda sustituido por la defensa de la subordinación de la mujer y la férrea persecución contra todo ser humano que tenga opciones distintas a la heterosexual.
Es falso que la perspectiva de género promueva opción sexual alguna. Lo que pasa es que desde ese avance científico del pensamiento humano, se desmitifica aquellas argumentaciones que dan por natural o divina, todo el andamiaje sobre el cual descansa la visión de que las mujeres ocupan una posición de segunda clase, visión en que se nos ha maleducado desde la familia, la escuela y otros entornos sociales.
De allí que en el llamado mundo civilizado se haya extendido cada vez más, el adoptar medidas legislativas para corregir tal desatino, promoviendo educación sexual con perspectiva de género, es decir, combatiendo la educación fundamentada en la discriminación por el sexo u opción sexual, para sustituirlapor una educación, que desde valores de respeto a la persona humana, contribuya al necesario cambio de mentalidades y de costumbres.
En los centros escolares se expresan, cual currícula oculta, los prejuicios en que hemos sido educados por miles de años. Sigue siendo una constante la invisibilización del papel de las mujeres en los libros de texto, así como la repetición, desde el cuerpo docente, de mensajes basados en los roles tradicionales atribuidos a una distinción discriminatoria entre los sexos, que inducen a la creencia de la mujer como subordinada al varón, labor realizada muchas veces sin darse cuenta.
Para muestra un botón. Quién no se acuerda que hasta hace muy pocos años, las listasde estudiantes en los centros educativos estaban ordenadas con los varones primero y después aparecían las niñas, orden inexplicable si no es desde una visión de género que entienda que esos no tan pequeños detalles, son la reproducción de la consideración que la sociedad le atribuye de segunda clase a la mujer, constituyendo aquel “orden” una manera subliminar más de acostumbrar a tan irracional desigualdad.
Este aspecto particular, así como aquella tradicional división de cursos devarones en artes industriales y niñas en educación para el hogar, no existen hoy gracias precisamente a la tan denostada perspectiva de género. El que esa reivindicación no haya partido de los(as) propios(as) docentes, revela la urgencia de capacitación en perspectiva de género, y la ausencia de ella en las instituciones encargadas de la formación de nuestros educadores.
Quienes desde posiciones dogmáticas enfrentaron la necesidad de educación sexual, argumentaron también que esa educación le corresponde a la familia, como si está fuera un dechado de información y buenos ejemplos, alejada de la prédica sexista. Lamentablemente, lo primero que en la familia se enseña es ¡la subordinación de la mujer! “No seas respondona, te vas a quedar para vestir santos”, “los niños no lloran”, “las niñas juegan a casita”, “eso no es juego de niñas”, que más podríamos recordar de nuestra educación en discriminación y desigualdad en el seno familiar.
De allí que el Estado tenga la responsabilidad de promover una educación en valores basados en la equidad y no en la discriminación aprendida. A ello es a lo que se ha negado el presidente y sus legisladores, casi decir Alí Babá y sus cuarenta ladrones.