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ATACANDO LA LEY DE SALUD SEXUAL, ATACAN DERECHOS HUMANOS

Panamá, Año VII, No. 198

9 al 15 de noviembre de 2008

 

Los ataques a la ley de salud sexual y reproductiva, comienzan a constituir un gravísimo intento de retrotraer a la sociedad panameña a los tiempos en que el machismo era visto y tolerado como lo normal. Entre otras cosas, lo que está en el centro de tales diatribas es la oposición hacia todo intento de preservar el derecho de las personas, particularmente las mujeres, a no seguir siendo consideradas seres de segunda categoría, así como quienes tienen opciones de vida distintas a lo que falsa e hipócritamente, se denominaba como normal.

Hasta hace pocos, demasiado pocos años, en nuestras escuelas y colegios, laslistas de alumnos eran confeccionadas colocando primero a los varones y después a las niñas, ellas iban a educación para el hogar, ellos a artes industriales, cual refuerzo sexista de los roles que aprendidos, la costumbre imponía. Larga y sacrificada sigue siendo la lucha de quienes, desde posiciones humanistas y alejadas de dogmatismos dañinos, reivindican derechos que le eran conculcados a la mitad de la humanidad.

Esa mitad no podía votar, no podía heredar, no podía ni siquiera tener una cuenta bancaria propia si no era con permiso del cónyuge o familiares varones, inclusive, en caso de separación, los hijos eran dados automáticamente al padre en desmedro de la madre. En las primeras décadas del siglo pasado, Clara González, la primera mujer egresada de la Escuela Libre de Derecho, no pudo durante años ejercer la abogacía en nuestro país, porque las mujeres no eran consideradas ciudadanas.

Todo ello no ha tenido ni tiene nada que ver con ninguna naturaleza inferior de las mujeres, sino con un aprendizaje infame, reforzado desde jerarquías religiosas que, valiéndose de las creencias de sus feligreses, se sienten con el derecho de denostar contra las mujeres, asignándoles estereotipos como sexo débil y personas inferiores que deben ser “cuidadas” por los hombres. Detales prédicas y de tales aprendizajes sociales, no están lejanos males como el maltrato familiar y la proclividad de los cónyuges varones a asesinar a sus “amadas” cuando sienten cuestionada su sacrosanta autoridad.

De allí que quienes inventan falsos argumentos contra dicho proyecto, la emprendan contra la perspectiva de género. Esa perspectiva, nutrida en avances científicos y en el reclamo de justicia de millones de afectadas por la discriminación, ha permitido develar que la supuesta inferioridad femenina es un rasgo aprendido, no es para nada algo “natural”, constituyendo un prejuicio que hay que erradicar tanto de hombres como de las propias mujeres.

A eso es lo que se oponen, constituyen el bastión de resistencia contra la justicia y equidad. Les aterra que se desmitifique que no es nada normal que se tenga por verdad una supuesta superioridad masculina, muy alejada de aquellos ideales de libertad, igualdad y fraternidad.

Por otra parte, las alarmantes cifras de transmisión de enfermedades como el VIH, así como el incremento de embarazos adolescentes, dan la voz de alarma sobre la urgente necesidad de impartir una educación sexual en las aulas escolares, como se hace en cualquier país del primer mundo, entendiendo que esa educación sexual debe también estar dirigida a desterrar aquellos prejuicios que sostienen el machismo rampante, que tanta violencia está evidenciando en nuestras familias y calles.

Esas mismas cifras indican que no ha existido una formación pedagógica hacia nuestros docentes que les haya permitido cumplir ese rol, mal por ello se les puede reclamar responsabilidades, en un tema que exige formación especializada y desarrollo de habilidades pedagógicas, que permitan un aprendizaje adecuado a cada momento biopsíquico del educando(a).

Llama la atención la beligerancia que sobre el tema tienen las jerarquías católicas y evangélicas, sin que haya habido un proceso real de consulta hacia sus fieles. La prohibición de uso de anticonceptivos que alguna de ellas hace gala, contrasta con el nulo nivel de seguimiento de sus feligreses ante tales prédicas. Es una resistencia a que se metan en cosas que atañen a cada quien, cual ayatolás fundamentalistas que quieren normar hasta lo más intimo de nuestras vidas, pretensión que nada tiene que ver con lo Divino y si mucho con estructuras de mando a lo interno en dichas instituciones eclesiales, que reproducen el machismo y la exclusión de la mujer de los puestos de poder.

La virulencia contra la perspectiva de género tiene su origen en el miedo a que a la larga se cuestione la estructura de dominio machista que permite, por ejemplo, que no existan obispas y pastoras. Si esas jerarquías se sienten con el derecho de inmiscuirse en temas ciudadanos, no estaría mal que en absoluta reciprocidad, se les exigiera derechos como la elección de las autoridades religiosas. Es que la democracia es para todos(as), sin excepciones.

Candidatos como Martinelli y Varela se han plegado a esta infame campaña, mientras la candidata del oficialismo guarda un total silencio, revelando así sus límites y contrasentidos. Se hace urgente una convocatoria para articular sinergias, que permita unificar a quienes, desde los valores de la ciudadanía y la defensa de los ideales de justicia y equidad, no compartimos el vociferar del fundamentalismo emergente en el país.

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