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REFLEXIONES SOBRE UNA AGRESIÓN EN LA UNIVERSIDAD DE PANAMÁ

Año VI, No. 149.

17 al 23 de junio de 2007.

 

No había pasado una semana que compartíamos en el pasado editorial serias preocupaciones referidas a hechos que deslucían luchas por demandas justas de estudiantes de colegios secundarios, cuando un brote de violencia en la Universidad de Panamá venía a sumarse a este malestar.

El jueves 14 de junio, dos estudiantes de sociología, organizados en la Unión de Estudiantes Revolucionarios, eran agredidos tanto por estudiantes como por empleados administrativos de otra agrupación. De insultos y amenazas proferidas en mitines efectuados esa mañana en las facultades de Derecho y Humanidades, pasaron en esta última a los golpes por parte de un abultado número de agresores.

La memoria retrotrae a otro 14 de junio, el del año 1978. Ese día había llegado a Panamá el presidente de Estados Unidos James Carter. Aprovechando los ánimos caldeados que derivaron en un enfrentamiento estéril en razón de las legítimas discrepancias que existían entre los universitarios sobre la valoración de los Tratados Torrijos Carter, organismos de la seguridad del Estado ingresaron a nuestra primera casa de estudios, dando como resultado el asesinato de los jóvenes Jorge Camacho y Demóstenes Rodríguez.

Quienes efectuaron tal agresión en el aniversario de sus muertes, flaco favor le hacen a su memoria, pues reproducen los mismos métodos que las clases dominantes esgrimen para acallar las voces adversas, y que provocaron aquella tragedia. La impunidad de que hacen gala, seguramente está enraizada en la creencia de que su vinculación a autoridades de la actual administración universitaria, les da licencia para actuar contra quienes no comulgan con su adscripción política.

El mesianismo, el sentirse poseedor de la verdad absoluta, es mal consejero, y ha causado estragos en los movimientos sociales. Así fue como en una histórica reunión de la dirección del FSLN hacia 1976, un Tomás Borge sacaba de ella con la pistola en la cabeza a Jaime Wheelock, por plantear éste que la revolución contra Somoza no tendría su fuerte en la montaña sino en una insurrección popular. Por igual planteamiento, unJoaquín Villalobos consentía el asesinato del poeta Roque Dalton en El Salvador. En esa práctica nefasta se inscriben también en la insurgencia salvadoreña el asesinato de la Comandante Ana María y la muerte en extrañas circunstancias de Cayetano Carpio.

En nuestro país, las ansias hegemonistas no han permitido unificar los esfuerzos que deparen el que importantes movilizaciones sociales enfrenten, con merecidas victorias, los embates del neoliberalismo y la partidocracia. La reciente agresión en la casa de Méndez Pereira adquiere mayor gravedad, cuando es notable la escasa participación de los(as) universitarios(as) en las luchas sociales, a diferencia del movimiento estudiantil entre las décadas de los 60 y los 80 del pasado siglo.

En aquellas épocas, no había organización que se le ocurriera desarrollar acciones que no pasaran por la toma de decisiones en nutridas asambleas, en tanto mecanismos incluyentes de la participación mayoritaria del estudiante de a pie, de allí la masividad de las manifestaciones de la época. Se hizo tradición participar, pues eran dueños(as) de las decisiones que se adoptaban.

En los años recientes se ha sustituido por las acciones de grupos de vanguardia en nombre de los estudiantes, en una especie de foquismo estudiantil que nos retrotrae a aquellas predicas que postulaban que acciones armadas de pequeños grupos incentivarían el levantamiento popular. La sangría de una generación completa en el Cono Sur y el surgimiento de feroces dictaduras le dieron un mentís a tal imaginario.

Hoy la triste realidad es que en parte de las agrupaciones estudiantiles universitarias, primala canonjía y el mercantilismo de la fotocopiadora, intereses muy alejados de las urgentes preocupaciones que deberían motivarlas.

Incentivar la participación del actual estudiantado de la universidad es una tarea titánica, pero no tiene atajos. Sólo una esforzada labor de concientización orientada a lograr nuevamente la participación y protagonismo de las mayorías estudiantiles, volviendo al mecanismo de las asambleas de escuela, facultad, centros regionales y del conjunto de la universidad, podrá volver a poner en escena la fuerza decisoria de los estudiantes.

La agresión del pasado 14 de junio va en sentido totalmente opuesto, busca provocar la desarticulación de tales esfuerzos, incentiva que el estudiantado se aleje de cualquier participación y activismo, pues se le presenta como un peligro para su propia seguridad. ¿No es acaso ese el método de la pandilla que pretende instaurar su terror en su comunidad?

En un pasado número de la prestigiosa Revista Tareas, se le daba un solidario reconocimiento a Buscando Camino como el más importante esfuerzo de boletín electrónico nacional. Vale la pena destacar que la agresión de marras fuera dirigida contra estudiantes que desarrollan una seria reflexión, que de manera mancomunada se expresa en el boletín Buscando Camino, con el cual hacen una labor de orientación política en el seno de las aulas universitarias. ¡Cuantas veces no hemos escuchado a quienes lo reciben expresar un ¡“por fin una reflexión de nivel”!

Recuperar un necesario protagonismo del estudiantado es la mejor defensa contra quienes practican la violencia como su sinrazón. El empoderamiento producto de una participación masiva es el mejor antídoto contra quienes se juran mesías de las “masas” a las cuales calculadamente no incentivan en su autoorganización.

Llamamos a los(as) lectores de este su boletín, a desarrollar las iniciativas necesarias que impidan atropellos como el perpetrado, para que la casa de Méndez Pereira sea el santuario del debate de altura y no de aquellas prácticas que pretenden emular a aquel general fascista, que cuando defenestraba al rector de la Universidad de Salamanca Don Miguel de Unamuno, expreso con meridiana claridad su ideario con un “MUERTE A LA INTELIGENCIA”.

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