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UN REGIMEN CORRUPTO

Año VI, No. 137. – 19 al 25 de febrero de 2007.-

El pasado lunes 5 de febrero, el ex ministro Francisco Sánchez Cárdenas publicó un artículo de opinión en el periódico La Prensa, titulado Todos somos lobos y ovejas. Con sinceridad rayana en el desparpajo, Sánchez Cárdenas nos revela una conversación privada sostenida en octubre de 1998 con el entonces aspirante a la Presidencia, Martín Torrijos, y celebrada en la residencia de Mitchell Doens, siendo testigo de ella, además, el actual Ministro de Trabajo, Reynaldo Rivera. En dicha conversación Torrijos confiesa que «sus aspiraciones políticas se basaban en que a su edad aún debía la hipoteca de su casa..». En este caso todo comentario sobra, pues la confesión constituye un retrato hablado de la naturaleza y vocación del poder ejecutivo que ejerce el Presidente Martín Torrijos. A estas alturas esperamos que, como mínimo, haya podido pagar la preocupante hipoteca de su casa.

Ese mismo lunes, ahora en el periódico La Estrella de Panamá, se denunció que el Ministro de la Presidencia, Ubaldino Real, amigo íntimo y socio del Presidente de la República, se estaba construyendo en Costa del Este una mansión valorada en dos millones y medio de dólares. El día martes, y en el mismo periódico, el Ministro daba una explicación diáfana y transparente del cómo había podido construir, en sólo dos años de gobierno, una mansión de tan exorbitante valor: «Soy un hombre con suerte», afirmó el ministro sin el menor rubor. Y para demostrarlo explicó que el terreno que había comprado hacia sólo dos años en 120.000 dólares, valía ahora 878.000. ¡ Vaya suerte la del señor ministro ¡

No cabe la menor duda que han dejado como a un verdadero tonto a Rubén Blades, quien hace poco declaró que en la condición funcionario público nadie ganaba dinero, a menos que fuese un ladrón. A confesión de parte, relevo de pruebas.

¿Y los otros órganos del Estado?

Si el poder ejecutivo sirve para pagar preocupantes hipotecas y rodearse de amigos con mucha suerte, el Tribunal Electoral posibilita, tal como aceptó el Magistrado Pinilla, resolver el trágico desempleo familiar: once de los suyos están nombrados en dicho tribunal. No se queda atrás la Asamblea de Diputados, donde 23 de los padres de la Patria, en este caso delpartido gobernante, han aceptado sin el menor asomo de vergüenza que tienen emplanillados a hermanos, esposas, hijos, sobrinos, primos, etc. Una investigación más pormenorizada revelaría que los otros Magistrados del Tribunal Electoral, al igual que el resto de las bancadas de la asamblea, también se ocupan de sus allegados como buenos padres de familia.

¿Y qué decir de la Corte Suprema de Justicia? Bástenos con recordar que al Magistrado Winston Spadafora el gobierno norteamericano le ha cancelado la visa. Eufemismo más, eufemismo menos, dicho gobierno le cancela la visa a quien ellos consideran malhechores. Y no es que el gobierno norteamericano tenga la más mínima autoridad moral para hacer tales calificaciones, pero lo que no podemos obviar es que, ante tan grave acusación, lo mínimo que podía hacerse era abrir una prolija investigación para descubrir la verdad, y a partir de ella sancionar al Magistrado si era responsable de alguna vergüenza, o presentar nuestra más enérgica protesta ante el gobierno norteamericano si resultaba inocente. Por el contrario, el gobierno prefirió la deshonra de ver a la República exhibir ante el mundo su vergüenza.

No pensamos que sea necesario seguirnos auto flagelando con las terroríficas historias de una Policía Técnica Judicial que asesina a sus propias autoridades, o con las cotidianas narraciones de la sórdida corrupción existente en la Policía Nacional, por no adentrarnos en el escandaloso negociado de la autopista a Colón, que ya explicaremos con lujo de detalles en otra ocasión. Sin necesidad de mayores reflexiones, la conclusión es inevitable: este gobierno está podrido hasta el tuétano.

¿Y los anteriores gobiernos?

Cometeríamos un gravísimo error si pensáramos que la podredumbre de la corrupción sólo es achacable al actual gobierno del PRD y a la Democracia Cristiana, hoy Partido Popular. El gobierno cleptocrático de Mireya Moscos, que fue el que posibilitó e hizo creíble la engañosa ilusión de la promesa de cero corrupción ofrecida por Torrijos, debe recordarnos que no. La totalidad de los gobiernos de la partidocracia neoliberal son responsables de transformar al Estado en su principal mecanismo de acumulación burocrática. Esa forma de acumulación es consustancial al régimen neoliberal, y por ello nada se logra cambiando cada cinco años a un gobierno por otro. Con ello lo único que logramos es una «alternancia» en el festín de transferir a la oligarquía negocios propios del Estado Nacional, y por tanto del conjunto de la sociedad (privatizaciones, externalizaciones, concesiones, tercerizaciones, etc.), a cambio de satisfacer a las burocracias partidistas neoliberales su insaciable glotonería presupuestaria.

No es de extrañar entonces que las luchas entre los denominados partidos de la «oposición» y del gobierno tengan por único objetivo definir a quién le toca mamar de la teta del Estado en el siguiente quinquenio. De ahí que en el marco de la democracia neoliberal partidocrática no haya solución posible a los gravísimo problemas que aquejan a la Nación. Por lo tanto, la única salida existente es la ruptura con el régimen político existente, para de esa manera abrir el camino a la construcción de un régimen político democrático de amplia participación ciudadana, que posibilite la refundación del Estado. Esta premisa implica, necesariamente, la más inflexible independencia de todos y cada uno de los partidos que hoy por hoy son parte inseparable de esta democracia corrupta y restringida que nos oprime.

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