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A muchos parece haber impresionado que hace poco los zapatistas, englobados alrededor del EZLN (Ejercito Zapatista de Liberación Nacional) y dentro de su participación en el CNI (Congreso Nacional Indígena) que llevó a cabo su quinto congreso, precisamente durante su 20 aniversario de nacimiento, hicieron un declaración conjunta en la que manifiestan, además de continuar con su lucha desde abajo y a la izquierda, participar articuladamente en hacer una deliberación en todas las localidades de los procesos adheridos al CNI. Esta deliberación será sobre lo decidido en este quinto congreso, además de escoger un grupo de personas que conformaran un Consejo Indígena de Gobierno, del cuál emergerá una mujer indígena que será candidata tanto del CNI como del EZLN para las elecciones mexicanas del 2018. ¹

Esto impresiona a muchos simpatizantes del EZLN, de los MAREZ (Municipios Autónomos Rebeldes Zapatistas), y mejor dicho, de todo el proceso de lucha que han venido teniendo los zapatistas, que vienen a ser mayoritariamente los sectores libertarios. Pero la impresión solo puede ser fruto de una ortodoxia o un esquematismo inflexible.Mejor dicho, si en realidad a alguien le ha impresionado bastante este viraje – la verdad es que no hay ningún viraje ideológico considerable -, de la abstención activa usual a la participación en las elecciones en conjunto con el CNI, entonces es simplemente una miopía, en lo que respecta tanto al proceso de transformación que han venido llevando los zapatistas, como también a la forma de hacer una política verdaderamente transformadora, y que sea simultáneamente horizontal.

Así pues, este proyecto político en el que se han embarcado los zapatistas es positivo, tanto social y políticamente, para generar cohesión en el movimiento popular mexicano, aunque mayoritariamente los pueblos originarios; como también para para generar controversia y dar ejemplo, dentro de los sectores libertarios que consideran un principio inalienable y estático el de la participación en la institución burguesa de las elecciones representativas, así sea tácticamente. Primero, generará controversia alrededor de esta disputa, y segundo, hará replantear de nuevo la posición de muchas personas sobre lo que implica hacer política amplia y popular, al mismo tiempo que se busca promover la horizontalidad y la autonomía.

El CNI es un proceso amplio que se impulsó fuertemente por los zapatistas, además de otros procesos de base indígenas, entre el 9 y 11 de Octubre en 1996. Esto se hizo precisamente por las luchas que empezaron los zapatistas el 1 de Enero de 1994, y que desembocaron en 1996, en lo que serían los Acuerdos de San Andrés ². Un intento de construcción conjunta de acuerdos entre los movimientos de base indígenas y el Estado, encabezado en ese momento por Ernesto Zedillo, perteneciente al PRI (Partido Revolucionario Institucional), por construir una política institucional que respetará la autonomía y la vida digna de los pueblos indígenas. Vale la pena aclarar que los acuerdos no se cumplieron, pero esta asamblea que emergió dentro de la pugna entre el Estado y el EZLN fue un proceso que se convocó para sectores amplios de las comunidades originarias mexicanas, y que se siguió promoviendo como un espacio programático amplio, donde se nacionalizaban las luchas indígenas y se generaba cohesión social de las resistencias a nivel nacional, generando así una coordinadora de las reivindicaciones que aspiran los pueblos originarios mexicanos, esto proceso es el que vendría a llamarse el CNI. Desde su nacimiento, el CNI fue un espacio amplio, y así ha seguido siendo. Es decir, el CNI lo conforman procesos ideológicamente disimiles, y con proyectos políticos diferentes, cuyo fin organizador son las reivindicaciones de la vida digna de los pueblos originarios. Es un espacio que permite unificar las diferentes luchas locales que están dando alrededor de México los pueblos originarios, y proyectarlas de forma organizada a nivel nacional. No hay en la actualidad mexicana otro procesos coordinador como es el CNI.

Como espacio amplio, el CNI es impulsado por los zapatistas, que han manifestado históricamente su abstención al electoralismo, sin incitar al sí o al no, sino simplemente invitando a organizarse desde abajo, más allá de la decisión electoral ³. Los zapatistas en este proyecto de impulsar en conjunto con el CNI una candidata electoral no están sino materializando aún más lo que manifestaron en el 2005, en la Sexta Declaración de la Selva de Lacandona ⁴, en la cuál hacen un llamado a La Otra Campaña. Las transformaciones sociales se hacen con los desposeídos del mundo. Aún sí los zapatistas son decididamente anti-electorales, no toda la gente en el CNI lo es, pues aún no han llegado a la conclusión de lo árido que puede ser la lucha electoral. Los zapatistas han mostrado con este proyecto, que en lugar de alejarse del movimiento amplio popular, estarán ahí, impulsándolo y luchando con este, para que este mismo aprenda de su propia lucha, las conclusiones políticas que necesita, para seguir avanzando en métodos más eficaces y autónomos. La otra solución habría sido simplemente imponerse como vanguardia en el CNI y obligar a las personas a no participar de elecciones, lo que habría roto con su dinámica política horizontal, desde abajo y además hubiera generado posiblemente una ruptura del CNI, que cada vez está volviéndose más fuerte. Es de hecho, de este congreso, que ya se decide por ejemplo crear una página web propia para el CNI, para que desde esta se puedan difundir de una forma más rápida y organizada las diferentes luchas, reivindicaciones y proposiciones que desde este espacio articulador emergen.

No hay nada entonces de que preocuparse o impresionarse. Los zapatistas siguen en su lucha por transformar la realidad desde abajo y a la izquierda, solo que quieren cada vez más incrementar la fuerza social mexicana. Todos los que abogamos por un proyecto transformador libertario debemos mirar esto como una lección; porque tenemos que superar esa visión abstracta y mistificada de que el pueblo que hace las transformaciones sociales debe ser el revolucionario por excelencia. Porque si esperamos eso, nos quedaremos haciendo soliloquios en nuestras mentes o en un pequeño guetto de sujetos re-ideologizados pero sin verdaderamente hacer una inserción social. Y en el caso que nos lancemos a la arena popular continuando con esta visión oscurantista, entonces simplemente saldremos decepcionados de las enormes contradicciones que hay en el seno del pueblo, o terminaremos imponiendo sobre este ritmos a los que no están acostumbrados en ese momento. Mejor dicho, aún sonando redundante, para construir pueblo, hay que hacerlo con el pueblo, con todas sus contradicciones. Es eso lo que están haciendo los zapatistas, y es lo que tenemos que hacer todos los que buscamos transformar la realidad, construir un mundo donde quepan muchos mundos.

1. QUE RETIEMBLE EN SUS CENTROS LA TIERRA. http://enlacezapatista.ezln.org.mx/2016/10/14/que-retiemble-en-sus-centros-la-tierra/

2. ¿Qué son los Acuerdos de San Andrés?. (1996). http://www.cedoz.org/site/content.php?doc=400

3. SOBRE LAS ELECCIONES: ORGANIZARSE. Subcomandante Insurgente Moisés. 3 de mayo. http://enlacezapatista.ezln.org.mx/2015/05/03/sobre-las-elecciones-organizarse-subcomandante-insurgente-moises-3-de-mayo-2/

4. SEXTA DECLARACIÓN DE LA SELVA LACANDONA. http://enlacezapatista.ezln.org.mx/sdsl-es/

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Aunque la práctica del despojo contra los pueblos indígenas ha sido constante desde la colonia, es posible distinguir en este largo proceso tres momentos centrales. El despojo de tierras en el periodo colonial para el establecimiento de haciendas desde el siglo XVI hasta el XVII, cuando cesan los grandes esfuerzos bélicos de las comunidades indígenas del Cauca y sur del Tolima por expulsar al invasor español, el último de ellos registrado para 1656 (1).

La expansión terrateniente de finales del siglo XIX hasta entrado el siglo XX, para entonces familias latifundistas del Cauca como los Mosquera, los Zambrano, los Valencia y los Arboleda, detentaron títulos de propiedad sobre terrenos ancestrales de los pueblos indígenas, pese a que la ley 89 de 1890 garantizó el carácter no enajenable de las tierras de los resguardos. El mecanismo para el logro de estas propiedades fue la ilegalidad y la violencia (2).

Por último, para la mitad del siglo XX, se combinaron distintos factores que desembocaron en un nuevo momento de usurpación de tierras indígenas. Por un lado la violencia de los años 50 permitió el aumento de la propiedad terrateniente del Norte del Cauca. En los años 60 las políticas de modernización agraria y el aumento internacional de la demanda de azúcar colombiano, generado por el bloqueo a la comercialización de la producción cubana a raíz de la revolución de 1959, permitió el aumento y la consolidación de los cultivos de caña en el Norte del Cauca, lo que implicó un nuevo ciclo de expropiación de tierras indígenas (3).

La historia que explica la manera como las tierras bajas del Cauca se encuentran hoy bajo títulos de propiedad de grandes terratenientes e ingenios, da clara cuenta de la ilegitimidad del origen de estas propiedades, sustentadas en la violencia como mecanismo que permitió la concentración de la tierra y la acumulación necesaria para la posterior reproducción del capital. En contra, la lucha de las comunidades indígenas no es por la apropiación privada de estos territorios, el movimiento busca que las tierras entren a formar parte de los territorios colectivos de los resguardos.

La manera como las comunidades indígenas Nasa asumen la propiedad de la tierra señala un proceso histórico de construcción de identidades colectivas que los distingue del movimiento campesino. Si bien ambos movimientos luchan por la tierra en contra de los monopolios latifundistas, sin embargo el movimiento campesino busca la titulación en parcelas privadas, mientras que la pertenencia cultural del movimiento indígena, como pertenencia a una comunidad de origen ancestral, con lengua, cosmovisión, formas de gobierno e historia propia, hace que se acentúen las tendencias a la colectivización y la vida comunitaria. De allí que los indígenas que lucharon contra el terraje en los años 70, se negaron a aceptar los planes presentados por el hoy liquidado Instituto Colombiano para la Reforma Agraria INCORA, en donde se quiso establecer la entrega de tierras bajo la creación de cooperativas o empresas de producción campesinas, sin integrar estas tierras a los resguardos (4). Su resistencia a los planes del INCORA señala que las demandas indígenas no se limitaban sólo a la entrega de tierras, sino que la memoria indígena operaba en la forma de reconstrucción de los resguardos.

La propiedad de la tierra es la base de la dominación sobre el trabajo indígena. Cuando en mayo de 1851 se terminó oficialmente con la esclavitud, la libertad para las comunidades afro e indígenas fue sólo de papel. Los terratenientes del Cauca se negaron a perder la fuerza de trabajo indígena, por lo que se estableció el terraje como forma de explotación servil, en donde las comunidades se vieron obligadas a pagar con trabajo el derecho a vivir y cultivar en sus propias tierras, usurpadas por los hacendados. El trabajo tributario que los indígenas tenían que darle al hacendado consistía normalmente en largas jornadas de tres semanas al mes, mientras que el tiempo restante podían dedicarlo a labrar una pequeña parcela dedicada al autoconsumo. Por su parte las mujeres debían prestar servicios como servidumbre en la casa de la hacienda.

Dado que el terraje, como la desarticulación de los resguardos, encontraron su origen en el problema de acumulación de la tierra a través del despojo, los dos primeros puntos de la plataforma de lucha del CRIC en febrero 24 de 1971, y que aún hoy continúan vigentes, son 1- recuperar las tierras de los resguardos y 2- ampliar los resguardos, pues sólo de este modo las comunidades indígenas podrán dar cumplimiento al mandato espiritual de proteger y preservar la madre tierra, como garantizar la seguridad alimentaria de las generaciones venideras.

La figura del terraje dominó las haciendas del Cauca desde la segunda mitad del siglo XIX hasta el inicio de las luchas de los años 70 del siglo XX, articuladas alrededor del CRIC. El no al terraje constituye el punto 4 de su plataforma de lucha.

LA SITUACIÓN ACTUAL DE CONCENTRACIÓN DE LA TIERRA

La reacción de los gremios vinculados a la gran producción agraria, después de iniciado el proceso de liberación en Corinto, en diciembre de 2014, no se hizo esperar, Isabella Victoria, directora ejecutiva de la Sociedad de Agricultores y Ganaderos del Cauca SAG, afirmó que los indígenas han recibido cerca de 721.000 hectáreas. “Eso es -según sus palabras- una cuarta parte del Cauca” (6). La SAG, que aglutina al exclusivo grupo de grandes propietarios de la tierra en el departamento, se opone a cualquier nueva ampliación de los resguardos en las zonas bajas porque, según ellos, los indígenas tienen demasiada tierra. Lo que coincide con la posición tomada por el alcalde de Corinto, quien lleva acabo una agresiva campaña para que mestizos y afros rechacen el resguardo indígena.

Pero las verdades a medias son otra forma de mentir. Es cierto que los resguardos de las diferentes comunidades indígenas que habitan el Cauca, entre ellos las comunidades Nasa, Mizak, Eperara, Ambaló, Guanaca, Inga, Kokonuvo, Kokonuco, Polindara, Totoró y Yanacona, alcanzan las 721.000 hectáreas, sin embargo de estas tierras 252.000 hectáreas pertenecen a reservas forestales, 75.000 hectáreas son paramos no explotables, mientras que 25.000 hectáreas son tierras improductivas. De las tierras que pertenecen a los resguardos solo 91.000 hectáreas son aptas para cultivos (7), de manera que la distribución de tierras cultivables entre las comunidades indígenas sólo llega a 0,37 hectáreas por persona (8), lo que constituye una difícil situación para la seguridad alimentaria de estas comunidades.

El informe del 2009 realizado por el IGAC registró, del 2000 al 2009, una tendencia marcada a la concentración de la tierra en pocos propietarios. El 85.4% de los propietarios del Cauca sólo poseen el 26,03% de la tierra, en pequeñas extensiones de micro y minifundio, mientras que el 7,8% de propietarios posee el 60,22% de la tierra, de ellos el 0,52% de propietarios domina el 15,63% de la tierra (9). Ahora, gran parte de la tierra del Cauca está clasificada de baja y muy baja fertilidad, solo el 3% de la tierra está clasificada como de alta fertilidad, 25% fertilidades bajas y 32% muy bajas, de allí que la presión que ejercen los terratenientes cañeros y la multinacional Smurfit Kappa Cartón de Colombia por la posesión de las tierras de mayor fertilidad, ha devenido en un nuevo proceso de expulsión de las comunidades indígenas, afro y campesinas, confinadas en las tierras altas no productivas. Así, en municipios como Cajibío, Sotará y Timbío, en donde las comunidades mantenían cultivos transitorios de café, caña panelera y sorgo, poco a poco la gran industria de la caña los ha desplazado a las laderas de las cordilleras (10).

La lucha de las comunidades indígenas Nasa por la liberación de la tierra involucra reivindicaciones ancestrales que hacen parte de una autentica cultura de la resistencia, con una historicidad y una cosmovisión propia que no puede ser confundida con los procesos de lucha campesina. Sin embargo, dadas las dinámicas del conflicto actual por la tierra, los procesos de liberación pueden ser interpretados como un conflicto de raíz étnica que se entrecruza con conflictos de clase por la tierra. Su lucha tiene por destino salir del confinamiento de las tierras altas, bajar a las zonas de mayor productividad, vencer el monopolio de la industria cañera y recuperar los territorios ancestrales para garantizar la seguridad alimentaria de las generaciones venideras. Y es allí, en la lucha contra la expansión terrateniente, en donde se encuentran las posibilidades de articulación entre los movimientos indígena, campesino y afrodescendiente del Cauca, proceso que se ha venido entretejiendo desde los años 70 y que, con la articulación de las comunidades afro descendientes y el movimiento indígena en la liberación de López Adentro en 1984, como con la acción conjunta de indígenas y campesinos por la liberación de la hacienda la Emperatriz en el municipio de Caloto, iniciado desde el 2005, se trata de un complejo proceso de articulación regional que aun continua su marcha.

1- Bonilla Víctor Daniel. Historia política del pueblo Nasa. Ed ACIN. 2014. pg18.

2- Uribe Vasco Luis Guillermo. Quintín Lame. Resistencia y Liberación. Ed Tabula Rasa. Bogotá – Colombia, No.9 julio-diciembre 2008.pg 373.

3- Peñaranda Daniel Ricardo. La organización como expresión de resistencia. En Nuestra vida es nuestra lucha. Centro de Memoria Histórica. Ed Taurus. 2012. pg21.

4- Findji María Teresa. Movimiento indígena y recuperación de la historia. Buenos Aires, Alianza Editorial/FLACSO, 1991.pg131.

5- Las tierras que tienen alta la tensión en el Cauca. 12 de marzo del 2015. El Tiempo.

6- Mondragón Héctor. Cómo encadenaron a la madre tierra y a la gente. Una historia del norte del Cauca. Grupo Semillas, Revista 34/35, 2008.

7- Análisis de la posesión territorial y situaciones de tensión interétnica e intercultural en el departamento del Cauca. Universidad Javeriana. Diciembre 2013.

8- Mondragón Héctor. Cómo encadenaron a la madre tierra y a la gente. Una historia del norte del Cauca. Grupo Semillas, Revista 34/35, 2008.

9- Atlas de la Distribución de la Propiedad Rural en Colombia. IGAC 2009.

10- Análisis de la posesión territorial y situaciones de tensión interétnica e intercultural en el departamento del Cauca. Universidad Javeriana. Diciembre 2013.

Tomado de: Centro de Comunicación y Educación Popular - CEP Enraizando

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Lanzamos un profundo, insumiso y rebelde NO al plebiscito, no solo a sus detestables resultados, sino a su procedimiento y estrategia. Lo reconocemos como un mecanismo para usurpar la reflexión y la decisión de las comunidades de abajo, lo reconocemos como un mecanismo de plataforma política para las distintas fuerzas partidarias, politiqueras y jerárquicas de la derecha, pero también de la izquierda. Como un nuevo intento de interferir y manipular los procesos sociales de abajo, desde las dirigencias de las grandes estructuras políticas que siempre se acercan a los procesos populares para captar su capital político, para luego desaparecer, sin llevar adelante ningún proceso o compromiso con las comunidades.

La manipulación y la estrategia de dominación inherente al plebiscito se hacen evidente en tan tristes resultados. En el Catatumbo, en el Choco, en el Cauca, en Urabá y Magdalena Medio ganó el Si…..En todas las regiones rurales en las cuales las comunidades han tenido que vivir el terror, las pérdidas humanas y la opresión de esta guerra la gente dijo SI….. En la ciudades, donde la mirada irreflexiva y la seguridad que da estar lejos del conflicto armado han hecho a las clases medias indolentes y fácilmente manipularles por las medios de comunicación hegemónicos, ganó el No.

¡Qué fácil es pedir la guerra desde la seguridad cobarde de las ciudades!, ¡Qué fácil es hablar tanta y tanta mierda sobre la paz!, cuando solo se está dispuesto a votar, cuando otros y otras son los que asumen las consecuencias directas de esta guerra, los que siempre han tenido que asumir esta guerra: indígenas, afros, campesinos y las muchachadas de los barrios populares.

La decisión sobre la vida y la muerte en las zonas rurales no puede quedar en manos de la indolencia y brutal inconsciencia de las clases medias urbanas. Ese es el gran absurdo de un plebiscito, entrar en el juego en el cual las decisiones sobre la vida y la muerte de las comunidades les es negada, sustituida por maquinarias partidistas, electorales y mediáticas.

Aceptar cualquier tipo de mecanismo liberal de decisión es entrar en el juego de poder de los opresores. La paz no se construye con un voto, la paz no es un regalo de los de arriba, la paz se construye poco a poco, en las luchas y formas de organización de los de abajo, transformando este país, ejerciendo la autonomía y el poder desde las comunidades, tal y como lo hizo la Comunidad de Paz de San José de Apartadó desde los años 90, tal y como lo hizo la comunidad indígena Nasa cuando expulsó a las bases militares del cerro del Berlín en julio del 2012. ¡No más militarismo ni dominación militar de los territorios!, ¡todos a construir la paz en resistencia, desde los territorios y con las comunidades!