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¿Bienvenidos, señores Reuben?

Viernes 7 de agosto de 2020, por sods

Los datos son ya conocidos por cualquiera. El lugar: Canto Redondo; se prevé construir un “macrocomplejo” de 650 viviendas “Premium” y un hotel de 7.350 metros cuadrados. El momento: la Comunidad de Madrid (cuyos gobiernos se han mostrado como verdaderos “yonquis” del ladrillo y las grandes infraestructuras) ha aprobado recientemente la tramitación de un anteproyecto de Ley por el que se modifica la Ley de Suelo. De salir adelante, con la excusa de la regeneración económica y reducción de la burocracia, se debilitaría el cumplimiento de las normativas urbanísticas y medioambientales, y se socavaría la acción de vigilancia y control de los ayuntamientos. Se sustituye la licencia urbanística por una Declaración Responsable del tipo “ya si eso tal”. Los héroes (filantrópicos inversores) o villanos (depredadores financieros y especuladores): los hermanos Reuben; al parecer, la segunda fortuna británica, dedicada, según su página web, a la inversión empresarial, el desarrollo inmobiliario y la financiación de la deuda. El entorno, o más bien, el decorado: un paraje de la cuenca del río Alberche, que junto a la cuenca del Cofio y otras zonas limítrofes fueron catalogadas por el Centro Superior de Investigaciones Científicas como “la mejor muestra de bosque mediterráneo del centro peninsular”, protegida, dada su fragilidad ante la acción humana, por figuras jurídicas de nivel europeo: Zona de Especial Conservación, Lugar de Importancia Comunitaria y Zona de Especial Protección de Aves. Al parecer, todos los demás, ciudadanía y ayuntamiento, actuarían de comparsa, figurantes o secundarios durante un tiempo.

Insistir en el listado de maravillosas especies que contiene este espacio, señalar el valor del paisaje o recordar la función ecológica de estas masas forestales en cuanto a la prevención de la erosión del suelo, la mejora de las condiciones de fertilidad, la retención de la lluvia y el aumento de la humedad climática y del suelo, insistir en todo ello, nos tememos, es tener de antemano perdida la batalla de la opinión pública frente a la simple posibilidad de “la creación de puestos de trabajo” (de la cual a día de hoy no existe ninguna garantía). Es más adecuado, nos parece, señalar algunos riesgos que este tipo de iniciativas conllevan para la sociedad. Hablamos, pues, no de cuestiones medioambientales, sino socioambientales.

Se cumple algo más de un año del terrible incendio originado en Almorox que destruyó más de 3.000 hectáreas y tardó once días en ser extinguido. Pues bien, existe una estrecha relación entre la dispersión urbanística y los Grandes Incendios Forestales, pues el territorio de contacto urbano-forestal no ha parado de crecer, lo que multiplica el riesgo de incendios y la dificultad en su extinción, ya que la prioridad de la defensa de bienes e infraestructuras urbanas hace que los frentes se ataquen muy tardíamente. Unas preguntas antes siquiera de pensar en el exclusivo “macrocomplejo”: ¿para cuándo un plan de evacuación de la zona?, ¿para cuándo el control de afluencia, los aparcamientos regulados, las fajas perimetrales para romper la continuidad del combustible?, ¿para cuándo una salida alternativa que evitara que la M-957 pudiera convertirse en una ratonera? De Ciudad San Ramón a Calas de Guisando pasando por la urbanización Costa Madrid, nos podemos encontrar con una especie de continua alfombra urbana, con un paraje forestal salpicado por todas partes de fragmentos urbanos.

Antes de pasar al tema del agua, recordemos el negativo efecto que el monocultivo del ladrillo tiene en el abandono escolar prematuro y la falta de cualificación. En este momento de vulnerabilidad social y económica, estas inversiones nos alejan del modelo hacia el que debemos ir, un modelo que contrapese con educación y cualificación profesional la precariedad e insostenibilidad asociadas al excesivo peso del turismo y la construcción. Eso sí, no somos ingenuos; sabemos lo que significa “un puesto de trabajo” (aunque sea por breve tiempo) para quienes dependen de un salario.

El agua. La probabilidad de lluvias va inequívocamente a la baja; no nos engañemos con la relativa abundancia de estos meses. El año pasado ya hubo problemas muy serios: el ABC (28/07/2019) encabezaba una noticia al respecto con este título “Ávila y Madrid se enzarzan en una «guerra» por el agua del Alberche”. Digamos, de pasada, que es muy probable que aumente la población de los municipios de la zona por el impulso al teletrabajo y la decantación de población urbana que quiere evitar las densidades amenazantes de las grandes ciudades. El Alberche está exhausto. Urge respetar un caudal mínimo para garantizar la higiene y el agua de boca y para que los hidroaviones puedan recoger agua en caso de incendio.

Este tipo de asentamientos son muy ineficientes energéticamente, renuncian a una ética mínimamente responsable en el uso del agua; subordinan el gobierno local a la planificación y capricho de empresas privadas y atrofian constantemente el tejido comercial y hostelero del centro municipal (algo que ya es evidente con el impacto de la autovía M-501). No es poca cosa el efecto, asimismo, que estos proyectos tienen en la difusión de valores relacionados con este crecimiento económico: egoísmo, despilfarro, ostentación, presenteísmo, irresponsabilidad en el consumo y la gestión de los recursos…

Los macroproyectos alimentan amenazas muy serias para las poblaciones vinculadas a la contaminación y destrucción de hábitats naturales (subrayemos los alarmantes niveles de ozono que se dan periódicamente en nuestra comarca), que no por invisibles dejan de ser reales, como los virus pandémicos (con los que dichas amenazas, por cierto, están estrechamente relacionadas).

Por concluir: el lucro privado compromete el bienestar de los habitantes. Conviene subrayar lo evidente: la función de estas inversiones no es aliviar la situación económica de comarcas castigadas no solo por la situación actual, sino por la crisis que se inició en 2008 con el estallido de la burbuja inmobiliaria; su objetivo es sencillamente conseguir, a cambio de dinero, más dinero. La meta es la de siempre: aprovechar situaciones de crisis para esquilmar bienes comunes como el agua y el paisaje, el entorno natural. El modelo es tercermundista. Las cosas buenas (el suelo, el agua, la calidad del aire…), como decían los antiguos, hay que saber condurarlas.