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Estado Laico, ¡Ya!

Por Victoria Sendón de León

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Leo en EL PAÍS del domingo 28 de diciembre, ¡estupefacta!, la noticia de la manifestación en Málaga a favor del imán de Fuengirola, condenado a 15 meses de prisión por el delito de provocación y discriminación contra las mujeres. Y digo estupefacta, porque este clérigo aleccionaba en un libro a sus lectores sobre cómo debían zurrar a sus mujeres sin dejar huellas visibles en sus cuerpos. Y, más estupefacta aún, cuando me entero de que entre los manifestantes había un gran número de mujeres exigiendo “justicia para el imán” en sentido exculpatorio, portando pancartas con la leyenda “el imán nunca discriminó a las mujeres” e incluso con las bocas tapadas como reclamo de libertad de expresión. ¡La bomba!

El letrado que defiende a Mohamed Kamal Mostafa alega que el susodicho sólo se ha limitado a transcribir textos coránicos, pero que en ningún modo recomienda las palizas maritales. ¡Muy mal!, ya que si su misión es predicar las enseñanzas de su religión, debería insistir en que un buen zurriagazo a tiempo mantiene a las mujeres en su sitio y refuerza el poder del marido en la familia. ¡Como debe ser! Es lo que pedían las mujeres manifestantes con lo de la libertad de expresión: ¡que en nombre de Alá pueda decir el imán lo que esa religión recomienda! Por más que ellas se lleven la peor parte, para variar.

Estoy segura que la jerarquía católica, si fuera posible, haría lo mismo. Sí, no se escandalicen: harían lo mismo porque ya lo han hecho en múltiples ocasiones. La Santa Inquisición se cargó, quemó literalmente, a millones de mujeres acusadas de brujería después de torturarlas impunemente para que confesaran no sé qué tratos diabólicos. La prueba del delito podía consistir en un simple lunar, y más si se encontraba en las partes pudendas de la acusada, lo que justificaba toda clase de lascivos reconocimientos. Lo que sucede es que en Occidente ya hemos hecho unas cuantas revoluciones para que cosas como éstas no puedan volver a suceder.

Sin embargo, no las tengo todas conmigo. A la sombra de un Vaticano ultraconservador y al sol que más calienta del retorno de los neocons con el gobierno Bush, muchos atavismos, arcaísmos, misoginias y otras reminiscencias cavernícolas están siendo desempolvadas para volver “donde solían”. Y no lo duden ni un momento: las prédicas de los imanes y las intolerancias de los obispos tienen como objetivo el sometimiento de las mujeres. “Verde y con asas...: una cacerola”. No se puede esperar otra cosa de unas religiones monoteístas que han sido inventadas para fundamentar ideológica y simbólicamente el Patriarcado. Hay que arrumbar esos eufemismos de violencia de género, violencia doméstica o la violencia pasional para darles su verdadero nombre, VIOLENCIA PATRIARCAL. Este tipo de violencia se extiende a otras muchas situaciones no descritas en la violencia de género, actúa de un modo mucho más sutil y la practican muchos más hombres, empresas e instituciones que los que aparecen como culpables.

Pues bien, y para colmo, en nombre de nuestro “Estado aconfesional”, se va a comenzar a sufragar, con nuestro dinero, a unos cuantos imanes para que den clases de religión islámica a los hijos de los inmigrantes musulmanes. Y eso en aras de la igualdad y de los derechos. Estos niños y niñas aprenderán, pues, lo de los zurriagazos de la tradición coránica que “transcribe” el imán. Sin duda. La verdad es que eso no se le ocurre ni al que asó la manteca. ¿De verdad que semejante dislate le parece muy progre a un Gobierno socialista? Son los subterfugios del “Estado aconfesional”: todas las religiones iguales. Mientras, los “estudios de género” a la papelera.

Creo que como mujeres, y más si somos feministas, deberíamos hacer una campaña FUERTE, sin contemplaciones, para definirnos como “Estado laico”. Que las religiones se enseñen en las parroquias, las mezquitas o las sinagogas si esas enseñanzas no vulneran los derechos humanos, pero que no formen parte de los programas educativos, que tienen como misión el formar una ciudadanía ilustrada, así como de educar en valores, valores democráticos y humanistas. Con esto ya tenemos bastante. El aleccionamiento a los “creyentes” es otra cosa: muy peligrosa, por cierto.

Victoria Sendón De León



2004-11


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