Los niños de las pateras,
un nuevo fenómeno migratorio
Mercedes Jiménez*
CSCAweb (www.nodo50.org/csca),
22 de diciembre de 2003
"La
migración de los menores es un efecto pernicioso de nuestra
política migratoria; es decir, es una bofetada de realismo,
la constatación más clara del rotundo fracaso del
cierre hermético de las fronteras europeas. Nuestra política
migratoria no gestiona ni ordena la migración, sólo
la controla y de forma muy restrictiva. Estos menores sí
pueden esconderse en las rendijas de nuestro 'Estado del bienestar'".
Un nuevo fenómeno migratorio
se está produciendo en Marruecos desde finales de los
años 90: la emigración de los menores de edad.
Los niños, adolescentes y jóvenes menores de 18
años emigran solos a Europa cruzando la frontera de manera
irregular. Hasta hace pocos días, la legislación
nacional los protegía impidiendo su expulsión por
ser menores.
Es bien sabido que Marruecos
es un país con una larga tradición migratoria a
Europa. El periodo de máximo crecimiento de la emigración
marroquí hacia el continente europeo, específicamente
a Francia, se da entre los 60 y principios de los 70. Esta "mano
de obra" procedía básicamente de la región
del Sus y del Rif Oriental. Son principalmente hombres los que
inician la cadena migratoria: una década después
comenzarán a reagrupar a sus familias. Más adelante,
en los años 80 y 90, surgen nuevos destinos y nuevos actores.
España e Italia comienzan a recibir una nueva migración:
las mujeres. La mujer marroquí comienza a adquirir "autonomía
migratoria". Marchan solas, son mujeres solteras, o divorciadas
o casadas con hijos. Y hoy por hoy, la cuestión migratoria
en Marruecos es un elemento que afecta a todas las zonas y regiones,
y asistimos al comienzo de una nueva etapa protagonizada por
los menores de edad.
Migración
y menores
La emigración de menores
empieza a producirse a finales de la década de los 90,
apenas hace unos siete años. Los menores que llegan a
España proceden de varias zonas de Marruecos, si bien
destaca su origen urbano frente al rural, mayor procedencia de
las ciudades del norte que de las del sur. Aquéllos que
viajan en pateras proceden de zonas rurales, mientras que los
menores que viajan como polizones o escondidos en los camiones
proceden de la periferia de las grandes ciudades, particularmente
de Tánger y su zona metropolitana, la principal ciudad
de origen. Hasta finales de 2002 los menores emigraban principalmente
como polizones en los barcos o escondidos en los bajos de los
camiones (a excepción de los menores que emigran desde
Tarfaya a las Islas Canarias, que sí utilizan la patera).
Pero desde enero de 2003 comienza a aumentar el número
de menores que llegan en pateras a las costas andaluzas, una
novísima variante: la paterización de la
migración de menores.
El 24 de septiembre llegó a Tarifa una patera con 21 menores;
el más pequeño tenía 13 años. Era
la primera vez que tantos niños y adolescentes llegaban
en una sola patera. Dos pateras más llegan en el mes de
octubre, una el 16 y otra el 29, con un total de 49 menores.
El 27 de octubre el Fiscal General del Estado responde con la
Instrucción 3/2003 en la que se posibilita el retorno
en 48 horas a los menores que tengan más de 16 años.
La mayoría de los menores
emigran sin el apoyo de sus familias pero con el consentimiento
tácito de los padres, que se sienten impotentes ante las
escasas expectativas de futuro que pueden ofrecer a sus hijos.
Pero la presencia cada vez más frecuente de menores en
pateras nos lleva a formular la pregunta: ¿quién
apoya al menor en el proyecto migratorio?, ¿forma parte
la migración de los menores de una estrategia familiar?,
¿existe la decisión en el seno de familia de apostar
por el hijo menor de edad que tiene menos posibilidades de ser
retornado frente a los hermanos mayores que sí pueden
ser expulsados inmediatamente? Indudablemente, sí. El
niño asume antes de tiempo un papel que no le corresponde:
ser "el que saque a la familia adelante". Los menores
participan del imaginario social donde la migración ocupa
el lugar estrella, y por primera vez, la migración de
los niños forma parte de una estrategia familiar, como
un día se apostó por el padre o por la madre.
Efectos
de la política migratoria
La migración de los
menores es un efecto pernicioso de nuestra política migratoria;
es decir, es una bofetada de realismo, la constatación
más clara del rotundo fracaso del cierre hermético
de las fronteras europeas. Nuestra política migratoria
no gestiona ni ordena la migración, sólo la controla
y de forma muy restrictiva. Estos menores sí pueden esconderse
en las rendijas de nuestro "Estado del bienestar".
El fiscal general del Estado
sostiene que estos menores emigrantes están prácticamente
emancipados y que viven de forma independiente; es decir,
que no son sujetos merecedores de ninguna medida de protección
-al menos en nuestro país. La realidad es bien distinta:
justamente estos menores son los más desprotegidos, debido
al fracaso escolar, a las tempranas experiencias laborares, por
creer que la solución está fuera. Es más,
los menores que emigran viven en su país una especial
situación de desprotección, ante la cual tanto
Marruecos como España prefieren cerrar los ojos. Es la
exclusión social y el deseo de salir de ella, de promocionar,
de cambiar de vida, de "buscarse la vida", lo que les
lleva a emigrar en busca de papeles y trabajo.
La instrucción policial
y judicial enfatiza el carácter de inmigrantes ilegales
y desdibuja su condición de menores, una lógica
contradictoria que los protege por ser menores pero los
expulsa, una lógica que los incluye y excluye al tiempo.
Y ¿luego se les exige que sean coherentes? Finalmente
son ellos y quienes los acogen los que se pasan el tiempo lidiando
con las contradicciones: papeles que no llegan, menores que no
pueden ser escolarizados, retornos sin garantías, desamparos
no decretados, menores a punto de cumplir los 18 años
y con la irregularidad como único futuro, menores que
se escapan de los centros donde se les aparca hasta que
pasan nueve meses, mafias que los usan para los trabajos sucios.
En suma, una verdadera carrera de obstáculos hacia la
normalización.
¿Soluciones?: hace falta
arraigarlos, enraizarlos, negociar su proyecto migratorio, agilizar
los trámites burocráticos y evitar la indefinición
competencial de las administraciones. Y retornarlos a casa si
quieren, si es por su interés superior, si hay una medida
que los integre. Si no es así, volverán una y otra
vez a intentarlo, porque como ellos me dicen: "Slo tengo
una cosa que perder: la vida".
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