Elecciones en Marruecos
Socialdemócratas,
istiqlalianos y demoislámicos, ante el reto de la reforma
de las estructuras de poder
Pedro Rojo*
10 de octubre de 2002. CSCAweb (www.nodo50.org/csca)
A pesar de la intensa e
impecable campaña de concienciación y sensibilización
electoral, el pueblo marroquí no ha contestado como sus
dirigentes esperaban. Y es que, las buenas intenciones y las
medidas tomadas para asegurar que los votos que se depositaran
en las inmaculadas urnas transparentes serían respetados,
no han sido suficientes para diluir la desconfianza de sienten
los marroquíes ante su clase política y el sistema
que les envuelve.
Las últimas elecciones legislativas marroquíes
celebradas el 27 de septiembre han sido analizadas principalmente
desde dos vertientes. La primera, que se trataba de los primeros
comicios celebrados desde la independencia de forma transparente;
la segunda, el auge del temido islamismo. Si bien se podemos
asumir que lo primero pueda ser así en un alto porcentaje
lo segundo no está tan claro.
En primer lugar porque los islamistas del Partido Justicia
y Desarrollo (PJD) no son más temibles que muchos partidos
de derechas y algunos democristianos occidentales profundamente
arraigados en ideologías religiosas. ¿Es que no
puede existir un partido demoislámico? Hasta ahora no
se ha permitido, en ningún país árabe, una
experiencia prolongada en este sentido y quizá nos hallemos
ante una buena oportunidad. Los dirigentes del PJD no se han
cansado de propagar un discurso moderado, ni de rechazar la violencia
a pesar de la intensa campaña desplegada por los socialistas
para vincularles con la aparición, este verano, de grupos
integristas violentos de jóvenes veteranos de la guerra
de Afganistán, que finalmente no parecen ser sino una
serie de bandas de matones. El mérito de los demoislámicos
ha sido saber usar la tribuna pública del parlamento para
expandir su mensaje más allá del entorno de sus
redes de asistencia social. Han sabido acercar el partido a las
bases eligiendo éstas al 90% de los cabezas de lista.
Todo esto aderezado con un pulcro respeto a la institución
monárquica.
La otra gran asociación islámica de Marruecos
Adal wa Ihsán (Justicia y Espiritualidad) liderada
por el jeque Yasín, sí es más radical por
lo menos en sus exigencias políticas. Criticaron estas
elecciones porque aseguraban que aunque fuesen limpias y transparentes
los diputados y el gobierno que saliesen elegidos no podrían
implantar su propio programa de gobierno sino que se verían
abocados a seguir las directrices de Palacio.
1997: reparto trucado
En cualquier, caso el primer error está en considerar
los datos de 1997 como una base fiable de comparación.
Los 14 escaños que otorgó el entonces ministro
de Interior Dris Basri al PJD en su primera participación
en el parlamento, no eran reales; se trataba de un reparto trucado
por lo que no se pueden tomar como base empírica para
ninguna comparación. Aspecto que se olvida cuando de lo
que se trata es de propagar el miedo al "ascenso islamista",
que puede ser tal pero en ningún caso estaríamos
hablando de una triplicación de sus resultados.
Hoy disponen de 42 escaños, son la tercera fuerza del
parlamento marroquí y parece que eso asusta a los analistas
y políticos occidentales. Pero si han llegado a este número
de escaños es porque el poder se lo ha permitido, y se
lo ha permitido porque no se les considera una amenaza, han sido
unos "buenos chicos" durante esta legislatura y este
es su premio. En Rabat se especula que el hecho de que el Partido
Justicia y Desarrollo sólo se presentase en poco más
del 60% de las circunscripciones estaba pactado con Interior.
Por su parte el PJD ha asegurado que no querían arrasar
y que ocurriese lo que sucedió en Argelia en 1991. Hay
quien dice que en realidad todavía no tienen arraigo en
las zonas rurales por lo que se han concentrado en sus feudos
más seguros. Especular sobre cual de estas dos razones
es la verdadera pertenece al campo de la política-ficción
en la que no entraremos, pero lo que sí está claro
es que el PJD ha sido el grupo parlamentario que mejor ha sabido
sacar partido de una legislatura sin legitimidad. Su fugaz paso
por la coalición de gobierno y su posterior renuncia para
dedicarse a realizar la única oposición que se
ha visto en el parlamento orientada a las demandas diarias de
la calle les ha granjeado el apoyo de muchos votantes.
Y parece que esto va ha seguir siendo así puesto que
la Unión Socialista de Fuerzas Populares (USFP), primera
fuerza tras las elecciones, ha asegurado que jamás formará
gobierno con el PJD, lo cual puede tener una cierta coherencia
política, pero a cambio han decidido pactar de nuevo con
los conservadores del PI y así resucitar la Kutla
o Bloque Democrático, que muchos analistas y algunos barones
de la USFP daban por muerta, una vez cumplido su cometido de
lograr unas elecciones limpias. Pero parece que la paranoia islamófoba
ha calado hondo en Marruecos, ya que la segunda fuerza política,
el Partido Istiqlal (PI), ideológicamente mucho más
cercano a los islamistas moderados que a los socialistas, también
han declarado su preferencia a pactar con los socialistas. Mientras,
facilitan el crecimiento y el papel de víctima y de oposición
activa de los demoislámicos del PJD en lugar de hacerles
participar en el gobierno, con lo que ello implica de desgaste
político en un país en el que la labor del gobierno
está férreamente encorsetada.
Desconfianza popular
A pesar de la intensa e impecable campaña de concienciación
y sensibilización electoral el pueblo marroquí
no ha contestado como sus dirigentes esperaban. Y es que, las
buenas intenciones y las medidas tomadas para asegurar que los
votos que se depositaran en las inmaculadas urnas transparentes
serían respetados, no han sido suficientes para diluir
la desconfianza de sienten los marroquíes ante su clase
política y el sistema que les envuelve. Desde el Ministerio
de Interior se aseguraba días antes de las elecciones
que más de 11 millones de electores de los 14 censados
habían recogido sus carnés electorales, cuando
en realidad para llegar a esta cifra las autoridades locales
tuvieron que realizar una intensa campaña de entrega a
domicilio de los citados carnés. Sólo el 51,5%
de los votantes censados acudieron a los colegios electorales.
El trabajo realizado por Hasán II y sus ministros de Interior
ha calado hondo en la sociedad marroquí, y hasta que no
se demuestre lo contrario la clase política sigue sin
merecer su confianza tras aceptar el juego trucado de la democracia
hasaniana durante casi cuatro décadas [1].
El primer ministro marroquí, Abderrahmán Yusufi,
aseguró que los marroquíes darían a su gestión
de gobierno la legitimidad de la que carecía al surgir
de unas urnas amañadas con su participación en
estas elecciones, parece que no ha sido así. Seguramente
Yusufi y el ministro de Interior, Dris Yetú, han logrado
convencer a muchos de sus conciudadanos de que en esta consulta
se iba a respetar la voluntad popular. Pero eso no es suficiente
ya que el gobierno que se va a formar en los próximos
meses no va ha tener capacidad ni competencias para solucionar
los graves problemas da la vida diaria de las calles marroquíes.
La gran incógnita que se desvelará en los próximos
años no es si los islamistas serán más o
menos numerosos en el parlamento, sino si el gobierno entrante,
sancionado por una legitimidad popular, de la cual carece el
monarca, se enfrentará a las estructuras arcaicas y antidemocráticas
que les impiden desarrollar su labor con normalidad, y de esta
manera recuperar la confianza del pueblo. ¿Exigirán
una verdadera división de poderes?, ¿harán
frente a los ministros de soberanía?, ¿a los consejeros
reales?, ¿exigirán que se devuelvan las competencias
del Ministerio de Economía que Mohamed VI ha traspasado
a los superwalis de las principales provincias?, ¿defenderán
los intereses económicos de los casi 6 millones de pobres
de Marruecos (el doble que hace cuatro años) o del 40%
de parados? ¿O seguirán privilegiando a la casta
que controla el país desde décadas? Si finalmente
optan por otra legislatura anodina y alejada de la vida diaria
el Majzen habrá logrado mantener la política de
su anterior reinado: desacreditar a la clase política
para aglutinar al pueblo alrededor de la figura del rey. Y mientras
los islamistas haciendo oposición fácil...
Nota:
1. Sobre el
proceso de apertura democrática en Marruecos y su balance,
véase en CSCAweb el trabajo de Manuel Lorenzo Villar:
Marruecos:
La Transición en entredicho

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