Las buenas noticias sobre el hallazgo de gas y
petróleo se ven contrastadas con la crítica situación
económica, social y política del país
Marruecos: La Transición en entredicho
Manuel Lorenzo Villar
Arabista y miembro del TEIM (Universidad Autónoma
de Madrid), reside actualmente en Rabat
Publicado en Nación Árabe, núm
43, invierno de 2001
El pasado 20 de agosto se celebró en Marruecos el 47 aniversario
de la denominada 'Revolución del Rey y del Pueblo', que coincidió
con el 37 cumpleaños del rey Mohamed VI. En el discurso que éste
dirigió al país con motivo de tal acontecimiento, anunció
el descubrimiento de petróleo y gas "de buena calidad y en cantidades
abundantes" en la región de Talsint [1].
En la misma alocución, el monarca exhortó a su pueblo a no
caer en la tentación de "una economía rentista donde
el único y principal recurso resida en la riqueza proveniente del
petróleo". Se trata, sin duda de unas afirmaciones un tanto
aventuradas, máxime cuando las exploraciones no han hecho más
que comenzar y las cifras en torno a los recursos del subsuelo marroquí
no están muy claras, habiendo establecido las previsiones para iniciar
su comercialización no antes del año 2003. En cualquier caso,
las buenas noticias sobre el hallazgo de gas y petróleo se ven contrastadas
con la crítica situación económica y social, y por
un nuevo gobierno de Yusufi.
La euforia no tardó en instalarse en una sociedad necesitada de
esperanzas, elevando, en algunos casos, a Marruecos al rango de "nueva
monarquía petrolera". El ahora ex-ministro de Energía
y Minas, Yusuf Tahiri [2], no dudó
en declarar que el país se integraba desde ese momento entre los
países productores de petróleo, con unos recursos que supondrían
la autosuficiencia energética para 22 años y un volumen de
10.000 a 20.000 millones de barriles, según las informaciones aportadas
por la compañía concesionaria, Lone Star Energy [3].
A pesar de la confusión creada en torno a la cuantía de
las reservas de hidrocarburos, los numerosos estudios y sondeos que se están
realizando actualmente en el territorio marroquí parecen indicar
que existen importantes yacimientos. El incremento del interés de
las compañías petroleras se debe en buena medida a la entrada
en vigor de un nuevo código de los hidrocarburos [4]
donde queda estipulado el precio de alquiler del suelo para estos
trabajos en 1.000 dirhames (17.000 pesetas) por km2 y año, incluyendo
numerosas ventajas fiscales como la exención de impuestos durante
diez años para las compañías operadoras y tasando la
participación estatal en un 25%. Por tanto, las petroleras recogerán
el 75% de las ganancias quedando establecidos unos royalties que
varían del 3,5 al 10%.
El autoabastecimiento como objetivo
El principal objetivo que se ha marcado el gobierno marroquí,
en primera instancia, es llegar al autoabastecimiento a partir del año
2003, un verdadero reto para un país que hasta ahora debe importar
todo el crudo del exterior, con un consumo diario establecido en 125.000
barriles y nueve millones de toneladas anuales, lo que eleva a 13.000 millones
de dirhames la factura anual en este concepto.
La cuantía de las cifras aportadas por el ministro era, a priori,
realmente desorbitada, lo que provocó un buen número de reacciones,
en su mayoría encaminadas a desmentir tales afirmaciones. Las primeras
surgieron de la persona de confianza que el rey había nombrado el
mismo día 20 de agosto para estar al frente de la ONAREP (Office
National de Recherches et d´Explotations Pètroliéres),
Amina Benkhadra, que fijó las reservas momentáneas del yacimiento
de Talsint entre 50 y 100 millones de barriles, lo que equivaldría
a la producción de diez días en Arabia Saudí.
En todo este baile de cifras que se manejaban en torno a las reservas
de petróleo, cobraron especial relevancia las declaraciones hechas
por Abraham Serfaty al diario Al-Ahdat Al-Magribia
[5], donde criticaba
con dureza los datos aportados por el ministro de Energía, acusándole
de irresponsable y de "haber caído en la trampa de las
compañías americanas" e igualmente, de "inducir
al rey a cometer un error de peso y con ello, a todo el pueblo marroquí".
Estas duras afirmaciones del antiguo opositor venían precedidas
de una entrevista publicada por Le Jeune Afrique-Intelligent [6] donde afirmaba que "el majzen
ya no existe en Marruecos", una aseveración que ha sorprendido
notablemente a buen número de analistas, entre quienes toma cada
vez más fuerza la idea de una neomajzenización del
sistema marroquí [7]. Las palabras
de Serfaty resultan realmente contradictorias y sorprendentes, ya que el
sistema, después de algo más de un año de reinado de
Mohamed VI, no ha sufrido transformaciones considerables, puesto que el
majzen sigue implantado con fuerza en la sociedad marroquí
y los cambios llevados a cabo durante este periodo han tenido más
un carácter simbólico que estructural, permaneciendo prácticamente
inalterables los cimientos heredados de la época anterior. Si bien
es cierto que las intervenciones del rey tienen un marcado tinte progresista
así como un amplio eco social, también lo es que sus mensajes
no se traducen en hechos concretos.
El mismo día de la publicación de la entrevista en Al-Ahdat
Al-Magribia, Serfaty fue nombrado consejero de la ONAREP. Con anterioridad
a su designación, el secretario de Estado de Interior, Fuad Ali al-Himma,
uno de los hombres de confianza del rey, se había desplazado al domicilio
de Serfaty para comunicarle la proposición de Palacio, que éste
último aceptó. Sin duda, la medida adoptada por el monarca
no obedece totalmente a cuestiones puramente científicas, ya que,
desde su encarcelación en 1972, Serfaty no ha vuelto a ejercer su
profesión de ingeniero de minas; se trataría más bien
de una manera de excusarse y de rehabilitarle por todos los males sufridos.
En cierta medida, toda la euforia desatada alrededor del petróleo
ha eclipsado otros acontecimientos de gran relevancia que han tenido lugar
en Marruecos en estos últimos meses en el ámbito social y
político.
Las buenas perspectivas de futuro en torno a los hidrocarburos se ven
contrastadas con la actual situación económica y social del
país. El pasado 23 de junio fue presentado un informe del Banco Mundial [8] cuyas conclusiones no son excesivamente
optimistas. El informe señala que, durante la década de los
90 los resultados de la economía marroquí se han ido estancando,
contrariamente, a lo sucedido en los años ochenta, en los que se
conocieron momentos de mayores dificultades con el Plan de Ajuste Estructural.
Para el periodo1991-98, la tasa de crecimiento anual se sitúa en
el 1,9%, mientras que la población crece el 1,8% por año.
Por primera vez después de diez años, el país ha registrado
un fuerte crecimiento del paro y de la pobreza. Sólo en 1998, el
sector textil y la construcción han perdido 50.000 empleos. El desempleo
se aproximó al 22% en el medio urbano en 1999. La sequía padecida
durante el año pasado ha provocado un nuevo éxodo rural, estableciendo
las estimaciones de un 19% de la población que vive en el umbral
de la pobreza en 1998, mientras que en 1991, era del 13%.
Para anticiparse a una crisis económica y social previsible, el
Banco Mundial estima que deben alcanzarse cotas de crecimiento económico
del 6 al 8%. Asimismo recomienda que, para alcanzar estos índices,
deben afrontarse dos grandes tabúes: la devaluación del dirham
y la cuestión del empleo. Según este organismo, dos de las
lacras que arrastra Marruecos en materia laboral son el elevado número
de trabajadores en el sector público, que absorbe el 11,6% del PIB,
así como la escasa flexibilidad laboral existente en la empresa privada.
Las posibles soluciones que se barajan para atemperar esta difícil
coyuntura se centran especialmente en los procesos de liberalización
y de privatización iniciados en el sector de las telecomunicaciones,
que prevén unos ingresos de 4.000 millones de dólares en los
tres próximos años, que podrían contribuir a la contención
del déficit presupuestario, ampliándose las inversiones públicas,
dirigidas especialmente a la protección de las capas sociales más
desfavorecidas.
Las repercusiones de este crítico informe apenas han tenido eco
en la sociedad y en los medios de comunicación, ya que desde las
instancias oficiales no ha sido difundido, bajo el pretexto de que no se
trataba de un documento oficial, sino simplemente de un estudio preliminar
sobre la situación del país.
Nuevo gobierno Yusufi
Al margen de las cuestiones económicas y sociales, la esfera política
ha estado marcada por tres acontecimientos: el nuevo gobierno de Yusufi,
las elecciones legislativas parciales celebradas en seis circunscripciones
y la consulta electoral para la renovación de un tercio de la Cámara
de Consejeros.
El 6 de septiembre, Mohamed VI presentaba el primer gobierno de su reinado
y el segundo gabinete de la era de la alternancia
[9], también denominado Yusufi II [10].
En lo sustancial, este nuevo gobierno apenas aporta cambios profundos respecto
al anterior. La principal novedad presentada ha sido la reducción
de 41 ministerios a 33, así como la entrada de cuatro nuevos ministros,
donde destaca la figura de Abbas El-Fassi (secretario general del Partido
del Istiqlal) que asume la cartera de Empleo, así como la función
de portavoz del gobierno.
Al frente de los ministerios claves, también llamados de soberanía
[11], permanecen los mismos titulares.
Entre las salidas más notables destacan las de Jalid Alioua (Unión
de Fuerzas Socialistas Populares, USFP), que estaba al frente del ministerio
del Empleo, la de Habib al-Malki (USFP) que detentaba la cartera de Agricultura,
y la de Larbi Messari (Partido del Istiqlal), que regía las directrices
del ministerio de la Comunicación, siendo su gestión muy criticada
desde la prensa por las diversas medidas de censura adoptadas [12].
Por otro lado, hay que destacar que, por primera vez en la historia de Marruecos,
una mujer alcanza el rango de ministra: Nezha Chekruni [13],
antigua secretaria de Estado, se sitúa al frente del ministerio encargado
de la Condición de la Mujer, de la Protección de la Familia
y de la Infancia y de la Integración de los Disminuidos, sustituyendo
a Said Saadi, que fue quien presentó el polémico Plan de Integración
de la Mujer, que sirvió como pretexto para la convocatoria de dos
masivas manifestaciones en Rabat y en Casablanca el pasado 12 de marzo [14].
Entre las primeras valoraciones que se pueden extraer de este nuevo gabinete
observaremos que los cambios introducidos se han basado fundamentalmente
en la continuidad y en la búsqueda de un difícil equilibrio
entre las siete formaciones políticas que lo integran. Tres partidos
pertenecientes a la Kutla (USFP, PI y Partido del Progreso y del
Socialismo, PPS) y cuatro aliados políticos, el Reagrupación
Nacional de Independientes (RNI), el Movimiento Nacional Popular (MNP),
Partido Socialista Democrático (PSD) y el Frente de Fuerzas Democráticas
(FFD), dan forma al nuevo gobierno, lo que le convierte en una verdadera
caja de Pandora, donde están integrados, desde hombres de Palacio
y militantes de la izquierda hasta nacionalistas conservadores y berberistas,
cada uno con unos postulados y unas metas distintas, más aún
cuando las próximas elecciones legislativas se perfilan en el horizonte
del 2002.
En cuanto al reparto de carteras ministeriales, la USFP cuenta con diez
ministros (Primer Ministro incluido); el Partido del Istiqlal está
representado con cuatro ministros y el PPS con dos. Fuera de la coalición
se encuentra el RNI con cuatro ministros, el MNP con tres y el PSD y el
FFD ambos con una cartera ministerial.
La apuesta de Abbas El-Fassi con su entrada en el gobierno plantea un
buen número de incógnitas. En primer lugar, habría
que plantearse en qué medida puede afectar su participación
al futuro de la Kutla. Puede reforzar la coalición con su aportación
pero, desde otra óptica puede tratarse de un regalo envenenado
por su, hasta ahora, apoyo crítico [15]
que ha ofrecido al gobierno, con un pie dentro de la coalición y
otro fuera ejerciendo las críticas; incluso la implicación
directa de su partido en el gobierno podría inscribirse en el marco
de una táctica electoralista con miras a la preparación de
las próximas legislativas. Además, estar al frente del ministerio
de Empleo podría ser un arma de doble filo, por la gran problemática
que encierra este departamento (crecimiento del desempleo, diplomados en
paro, plan de integración de la mujer, aumento considerable de las
huelgas, adopción del nuevo código de trabajo) y la gran repercusión
que tiene ante la opinión pública, lo que supone un verdadero
desafío para él mismo y para su partido.
Las resonancias de la entrada en el gobierno del jefe de filas del Istiqlal
han salpicado a su propia formación, siendo numerosas las voces que
han discrepado abiertamente por tal decisión. El caso más
significativo es el de Jalid Jamaï, miembro del Comité Ejecutivo
del partido y hasta el pasado 20 de septiembre, redactor jefe del diario
L'Opinion, de donde fue destituido por las críticas vertidas
contra el máximo mandatario istiqlaliense, "por la ausencia
de democracia con la que dirige el partido" [16].
Entre todos estos vaivenes políticos, se han organizado dos consultas
legislativas que han dejado entrever la abierta crisis que sufre la clase
política marroquí, no sólo en su seno, sino frente
a la sociedad, donde la credibilidad y la confianza en sus representantes
parece estar muy lejos de lo deseado.
El 31 de agosto se convocaron elecciones legislativas parciales en seis
circunscripciones (tres en Casablanca y otras tres en Tetuán, Uxda
y Settat respectivamente). Globalmente, los resultados de esta consulta
podrían considerarse como un primer test con vistas a las elecciones
legislativas del 2002. Entre las primeras valoraciones que se pueden hacer
destacan, por encima de todo, los altos índices de abstención,
que han sido el denominador común (la media de participación
se situó por debajo del 10%), siendo éste un indicador que
revela la cada vez mayor separación y el escaso interés que
suscita la política en la sociedad marroquí, un dato que debería
hacer reflexionar a las formaciones políticas sobre la labor y la
veracidad de su acción. En segundo lugar, el balance obtenido por
los partidos de la Kutla es realmente negativo, ya que sus candidatos sólo
vencieron en una de las seis circunscripciones, siendo el PJD (Partido de
la Justicia y el Desarrollo) [17] el
que puede considerarse como vencedor de esta consulta con la designación
de dos de sus candidatos (en Mabruka, circunscripción de Casablanca
y en Uxda).
La segunda de las convocatorias electorales, celebrada el 15 de septiembre,
se centraba en la renovación del tercio de la Cámara de Consejeros
(90 escaños sobre un total de 270) [18].
Ateniéndose a los resultados del escrutinio, se observa cómo
han sido los partidos de la Kutla los grandes derrotados, ya que tanto la
USFP como el Istiqlal no han recuperado más que siete escaños
de los 17 que dejaban vacantes (lo que deja a ambas formaciones con un total
de 30 representantes). Los partidos de la llamada derecha y de centro han
sido quienes aglutinado la mayoría de los escaños; concretamente
el RNI (Reagrupación Nacional de Independientes) es la primera fuerza
en la segunda cámara con 44 representantes
[19]. Pero dejando a un lado lo estrictamente estadístico,
lo más significativo de esta consulta ha sido la corrupción
electoral, quedando constancia de la compra de votos por un buen número
de candidatos. Muchos habían pensado que con la marcha de Dris Basri,
estas prácticas habían desaparecido, pero la realidad demuestra
que este tipo de acciones fraudulentas han llegado a impregnar seriamente
tanto a la clase política como a la sociedad marroquí, resultando
una ardua tarea su erradicación.
El pasado 15 de septiembre pasará a la historia, ya que, por primera
vez, el ministerio del Interior, famoso en etapas anteriores por la fabricación
de hombres y formaciones políticas y por la manipulación de
elecciones, reconoció, por medio de su actual ministro, Ahmed al-Midaoui,
lo que todo el mundo sabía y que desde la administración se
había negado en tantas ocasiones, "en este proceso electoral
se ha recurrido al dinero para la compra de votos". Pero en esta ocasión,
al margen de la ineficacia administrativa para evitar dichas prácticas,
quien se ha visto interpelado no es el ministerio sino la clase política,
que recurre a estas prácticas con cierta regularidad. Por ello, todo
parece indicar que en el campo político marroquí no se han
producido cambios notables. En ese sentido, la corrupción se erige
como un verdadero mal endémico y continúa siendo una de las
grandes asignaturas pendientes en Marruecos.
Recomposición y renovación políticas
Ante una situación como la actual donde la sociedad se aleja y
vive de espaldas a la política, parece cada vez más necesaria
una recomposición del campo político y una renovación
de los planes de acción de los partidos, de sus discursos y de sus
programas, así como de una democratización interna que dé
paso a nuevas generaciones (no hay que olvidar que un buen número
de dirigentes permanecen en sus puestos desde hace 20 o 30 años)
con quienes la ciudadanía se identifique y se reconozca.
Algunas formaciones, como la USFP llevan más de once años
sin celebrar su congreso (previsto para marzo de 2001), creciendo gradualmente
las discrepancias internas como sucede con su organización juvenil,
la Chabiba Ittihadia, que desde su publicación semanal Annachra,
expresa su disconformidad con las instancias superiores del partido. Esta
actitud ha desembocado en el cierre de la publicación desde el pasado
verano. Dicha acción pone de manifiesto las diferentes concepciones
políticas que las nuevas generaciones socialistas mantienen respecto
a su órgano superior, integrado mayoritariamente por aquellos que
provienen del movimiento de la independencia.
A la crisis de los partidos ha hecho referencia Mohamed VI en varias
de sus intervenciones, lanzando serias alusiones a la regeneración
de la clase política. En su discurso de apertura del año parlamentario,
el pasado 13 de octubre, interpeló a todos los políticos y
a su acción. "Insistimos en la rehabilitación de la acción
política, en el sentido noble del término que implica toda
la legitimidad de las ambiciones personales y humanas, pero entre las cuales
la finalidad sea la emergencia de hombres de Estado, que se distingan por
su servicio y no por la búsqueda de intereses personales o de una
categoría." [20].
Las alusiones con cierta regularidad por parte del monarca a la instauración
de un verdadero juego democrático, implicando en ello a las formaciones
políticas, contrasta con la pasividad y la falta de iniciativas de
éstas, en sus llamadas para que todo aquello que se preconiza desde
Palacio se traduzca en hechos concretos. En este contexto, el semanario
Le Journal [21], publicaba el
siguiente titular: "¿Por qué hay que cambiar la Constitución?".
En sus páginas interiores se señalaba que "Actualmente,
el desarrollo de los dominios de intervención del soberano, en detrimento
de las prerrogativas del gobierno, deja entrever que es el rey quien dirige
la política de la nación ofreciendo sus directrices a corto
y a medio plazo al equipo del gabinete de Yusufi" [22].
Transcurrido algo más un año de reinado de Mohamed VI y
ante el descrédito que se vive entre la clase política, la
pasividad en la entrada en vigor de las reformas previstas por el gobierno
y su escaso calado ante la opinión pública, se erige cada
vez con más fuerza la figura del rey que, basándose en su
gran popularidad, alarga cada vez más sus competencias, mostrándose
como el epicentro de todas las decisiones de importancia y ejerciendo, más
que de árbitro, de actor principal de la escena política,
todo ello, ante la escasa capacidad de reacción de los partidos políticos.
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