Testimonios
e Informe del Centro del Observatorio de la Ocupación
en Bagdad
La tortura como
táctica de intimidación colectiva: el caso de al-Qaim
Imán Ahmad
Jamas*
CSCAweb
(www.nodo50.org/csca), 11 de junio de 2004
Centro del Observatorio de la Ocupación en Bagdad (Iraq),
7 de junio de 2004
Traducción para CSCAweb de Sinfo Fernández Navarro
"Fui
detenido durante 12 días en la base 'Kilo 22', y en al-Baghdadi
durante otros 16. Me tuvieron con las manos atadas y la cabeza
encapuchada. Antes de los interrogatorios me mantuvieron durante
seis días en el 'ataúd', una caja vertical de madera,
del tamaño de un cuerpo humano, cerrada, pero abierta
por debajo de las rodillas para que los guardianes pudieran ver
si el prisionero se relajaba o se dormía y entonces empezaban
a golpear el 'ataúd' para despertarle. [...] Sin comida,
sólo con una botella de agua al día. Me interrogaron
durante cinco días. Les dije que no sabía de lo
que me hablaban. Cuando me desmayé me llevaron a una habitación
de tres por cuatro metros donde había dos hermanos, que
me ayudaron para que pudiera dormir. Al día siguiente
me llamaron de nuevo para interrogarme"
Al escuchar los relatos sobre
torturas en las prisiones y campos de detención de las
fuerzas de la ocupación en Iraq [1], una se pregunta
por qué los guardianes son tan inhumanamente crueles con
los iraquíes. Cada vez se conocen más historias
sobre prisioneros que han muerto a causa de las torturas, tantas
que hasta llegan a hacerse familiares. Cuando visitamos al-Qaim
[2], el ayudante administrativo del hospital, Mayad Nawaf,
nos dijo que habían encontrado dos cuerpos arrojados contra
la puerta y la valla del hospital que habían sido claramente
sometidos a tortura hasta morir. La crueldad innecesaria se ha
convertido en una práctica corriente, las palizas en una
rutina y la tortura hasta matar o dejar incapacitado en algo
normal. La cuestión que se plantea es por qué,
debido especialmente a que esos detenidos han sido arrestados
sin pruebas, casi siempre bajo sospechas que no son auténticas.
Es bien conocida la historia del general Abid Hamad Mhawish,
quien se entregó y sin embargo fue humillado y torturado
salvajemente frente a todos hasta morir.
Primer testimonio:
Nawaf Ghatha Mnawij, 35 años
Nawaf tiene una tienda de equipos
electrónicos [en al-Qaim]. El pasado noviembre fue detenido
en la calle cuando iba al mercado para abrir su tienda y enviar
una transferencia a Bagdad a fin de comprar equipos nuevos. Los
soldados estadounidenses le pararon y le preguntaron por los
muyahidin [combatientes de la resistencia]. Cuando les
dijo que no sabía nada, le arrestaron y le condujeron
a las oficinas de aduanas [en la frontera con Siria] que las
tropas estadounidenses utilizan como base militar. Le registraron,
tenía 8.180 dólares para enviar a Bagdad. Le quitaron
el dinero.
"[...] Me pusieron al
aire libre en un espacio de 10 metros cuadrados rodeado de alambradas
de espino, hacía frío y llovía. Un oficial
estadounidense llamado Brown me preguntó por los muyahidin
y prometió liberarme en media hora si le informaba;
cuando le dije que no sabía nada empezó a torturarme.
Me quitó la ropa y me dejó sólo con los
pantalones. Por la noche, los soldados [estadounidenses] vinieron
y empezaron a burlarse de mí. Uno de ellos trajo una manta
empapada de agua y me la puso encima. No hablaban en inglés,
sino en una lengua parecida al italiano o al español.
El intérprete iraquí venía cada poco tiempo
a preguntarme si iba a confesar. Yo temblaba por el frío
tan intenso. El intérprete me dijo que le diera los nombres
de dos muyahidin para que así pudiera ayudarme.
Yo estaba seguro de que aunque les hubiera dado nombres no me
hubieran liberado. Permanecí en esa situación hasta
por la mañana. Me di cuenta de que había una habitación
cerca de mí donde había recluidos otros muchos
prisioneros, entre ellos mi hermano, Hammod, que tiene 75 años.
"Nos llevaron, a mí
y a cuatro hombres más, a un lugar que nunca había
visto antes en mi vida. Le llaman Kilo 8, está
a ocho kilómetros de al-Qaim. Estaba conmocionado. Había
muchas edificaciones. Hasta donde mis ojos pudieron ver en cada
una había unas 200 personas. También había
espacios al aire libre rodeados de alambradas de espino. Pensé
que habían arrestado a todos los hombres de mi ciudad:
los ancianos, los jóvenes, los ciegos, los sordomudos
y los discapacitados, como Saad Nayim, que es minusválido
mental. Pero lo primero que vi fue a muchos soldados jóvenes
estadounidenses arrastrando por el suelo a un viejo con barba.
Pregunté quién era y me dijeron que era el general
Abid Hamad Mhawish, de unos 65 años, que es uno de los
hombres más honestos y reconocidos de nuestra zona. Nunca
se metió en política.
"Empezaron a interrogarme.
Me preguntaron si yo era muyahidin o si conocía
alguno, que era mejor que confesara. Les dije que yo no era muyahidin
y que no conocía a ninguno. Les dije la verdad. Y
entonces dijeron que yo estaba ayudándoles. Les contesté
que no tengo nada que ver con esas cosas. Empezaron a torturarme.
Me quitaron las ropas. Me tiraron al suelo boca abajo; me ataron
las manos y los pies. Entonces empezaron a tirar de mis pies
y manos por detrás hasta juntarlos, uniéndomelos
con una cuerda para lo que tuvieron que curvar mi espalda. Me
quedé inconsciente [3].
"Cada vez que venían
a torturarme, al menos lo hacían durante dos horas. Cuando
nos torturaban nos llevaban a habitaciones especiales apartadas
de los demás. En Kilo 8 -que era una estación
de ferrocarril- nos torturaban en las salas de la estación.
Llevaban ropas civiles, no uniformes militares; eran de los servicios
de inteligencia. Había mujeres soldado: vi a seis. Eran
mujeres moralmente indecentes: hacían cosas delante de
nosotros. Nunca nos respetaban. En una ocasión, el estadounidense
casi me ahogó tapándome la boca y la nariz cuando
estaba debilitado tras la tortura del escorpión,
y me preguntaba "¿Confiesas?", y volvía
a asfixiarme de nuevo; así estuvo durante más de
dos horas. A veces venían en grupo a torturarme, tres
o cuatro de ellos, uno se subía a mi espalda o ponía
su pie en mi espalda y me la curvaba juntando mis manos y pies
atados. Otro me golpeó con una porra que llevaba en la
mano y me rompió la mano derecha -puedes ver las cicatrices.
Una vez perdí la conciencia a causa del dolor; cuando
me desperté de nuevo encontré un clavo que salía
por fuera y que mi mano estaba cubierta de sangre.
"Esto estuvo sucediendo
durante seis días en Kilo 8. El primer día
me interrogaron cuatro veces. Pero no sólo a mí.
Había al menos veinte habitaciones donde se llevaban a
cabo interrogatorios. Algunas veces me llevaban en medio de la
noche, a la una o las tres de la madrugada. No dormíamos,
sólo nos acurrucábamos en la oscuridad, con las
manos atadas todo el tiempo. Sufrimos mucho allí. No tenían
piedad alguna. Todo el tiempo estábamos mojados. Algunas
veces nos dormíamos debido al cansancio y al dolor, pero
los soldados venían y nos sacudían.
"Nos llevaron, atados
y con sacos en las cabezas, hasta un lugar llamado Kilo 22,
que está a 22 kilómetros al este de al-Qaim. Estuve
en ese lugar durante 24 días. Las celdas tenían
allí tejado. Había 194 hombres en una sala. Una
vez vinieron y preguntaron por alguien llamado Manaf. No había
nadie con ese nombre entre nosotros. Les dije que yo era Nawaf,
"quizá me buscas a mí", pero ellos dijeron:
"no, es a Manaf. Si no nos decís quién es
os castigaremos a todos". Sin dormir, sin comida, sin inodoro,
sin poder hacer ni el menor movimiento. Fuimos castigados durante
52 horas, todos nosotros. Las manos atadas, sentados sin poder
movernos, sin cerrar los ojos, sin hablar, sin comida, etcSi
alguien se movía, se lo llevaban y le torturaban de la
misma forma que nos torturaban en Kilo 8, manos y pies
juntos atados por detrás de la espalda curvada. Querían
a Manaf; pero Manaf no se encontraba entre nosotros.
"Un día, al volver
de otra sesión de tortura, otro prisionero me dijo que
habían matado al general Mhawish. Me contó que
cuando le estaban torturando, un soldado empezó a saltar
sobre su pecho. Cuando paró, Mhawish ya nunca se levantó.
Vi su sangre en el suelo. Después dijeron que les había
dado información sobre los muyahidin y que iba
a colaborar con ellos y que nos aconsejaban que hiciéramos
otro tanto. Después de eso jamás le volvimos a
ver. Nos dimos cuenta de que había muerto. Los soldados
estadounidenses son muy crueles. Uno de ellos era amable. Nos
gustaba. Venía y leía una lista de nombres y decía:
"Beit" ("A casa"). Le llamábamos
Mister One. Venía con latas de comida, o con una
lista con ocho o diez prisioneros, y los llamaba y decía
"A casa". Nos sentíamos muy felices cuando le
veíamos aparecer. Después de ser liberado averigüé
que no todos los nombres que él llamaba eran para enviarlos
a casa, sino a las prisiones de Bagdad, como la de Abu Ghraib.
Ese era el mejor de ellos, el hombre bueno. Un día, nos
pusieron de nuevo los sacos en las cabezas y nos amenazaron con
llevarnos a Guantánamo, con abandonarnos en el desierto
y luego dijeron "A casa". Al principio no les creímos.
Pero era verdad. Nos dejaron libres."
Segundo
testimonio: Hasan Mijlif Jarrah, 50 años
Hasan Mijlif Jarrah está
jubilado, aunque tiene ahora una ferretería. Fue detenido
junto a su hijo el 10 de abril de 2004. Cuando fuimos a entrevistarle
hacía tres días que había sido liberado.
"Más de 10 soldados
asaltaron mi casa a la hora de comer, nos lanzaron al suelo y
nos ataron las manos sin decir nada. Encapuchados, con las manos
atadas a la espalda, nos pusieron boca abajo en el interior de
un vehículo blindado. Nos pateaban las cabezas con sus
botas. Nos llevaron directamente a las oficinas de aduana que
utilizan como base militar estadounidense.
"Durante cuatro días,
siempre encapuchados, estuvieron golpeándonos, impidiéndonos
dormir o sentarnos, sin investigar ni preguntarnos nada. Por
la noche me golpeaban; me rompieron las costillas. Yo tan solo
trataba de saber por qué me golpeaban. Permanecí
en prisión durante 43 días, 20 de los cuales en
las oficinas de aduanas y otros 23 en la prisión de
Kilo 22. Nos llevaron allí colocados encima de los
vehículos blindados, no en el interior. Nuestras manos
estaban atadas, nuestras cabezadas tapadas. Nos utilizaban como
escudos humanos. Entonces, durante cinco días, nos obligaron
a estar de pie, sin dormir, sin mantas para abrigarnos, con sólo
una comida al día a la hora de la cena. Me vine abajo
y empecé a gritar que eran injustos, que era inocente,
que quería saber por qué me estaban torturando
de esa forma No conseguí ninguna respuesta. Dos soldados
me atacaron; me ataron las manos, me taparon la boca, de nuevo
me pusieron un saco en mi cabeza. Me habían hecho una
operación de hernia que no había salido bien y
era muy difícil para mí estar de pie durante mucho
tiempo, así que un doctor me examinó y recomendó
un descanso de 16 minutos.
"Permanecí en Kilo
22 durante 18 días, y después me llevaron a
la prisión de al-Baghdadi. Allí nos dejaron tres
días sin interrogarnos. Aún no he podido saber
de qué me acusaban. Nos preguntaban sobre los muyahidin,
decían que veían a mucha gente entrando en mi tienda,
lo cual es verdad porque yo arreglo aparatos. Dijeron que fabricaba
armas; no es verdad. El otro problema que tenía era estar
sentado. Tuvimos que estar sentados durante todo el día,
sin levantar las cabezas, sin movernos y sin hablar. No hacen
ninguna diferencia entre un inocente y un culpable. Tratan a
todo el mundo de la misma forma. Una de las cosas humillantes
era la higiene, derramaban una jarra de agua sobre nosotros y
teníamos que lavarnos con eso, era muy embarazoso y humillante.
Después de 21 días, nos devolvieron de nuevo a
Kilo 22, y nos liberaron al día siguiente."
-Imán Jamas: ¿Qué le pasó
a su hijo?, ¿Qué edad tiene?
-Hasan Mijlif: Tiene 29 años. Fue llevado a Abu
Ghraib. No sé por qué se lo llevaron. Trabaja en
la construcción. No tiene nada que ver con los combatientes.
No sé dónde se encuentra ahora. Este es mi nieto,
si le preguntas dónde está su padre, te dirá
que los estadounidenses se lo llevaron. En al-Baghdadi tenía
el número 1.872.
Tercer testimonio:
Aymen Idham Aftan, 26 años
Aymen Idham es empleado en
la oficina de aduanas. Ha sido detenido en dos ocasiones. La
primera, un día de diciembre de 2003, cuando los soldados
se desplegaron por todos los alrededores de la base estadounidense
en al-Qaim.
"Me arrestaron al amanecer
con mi vecino Hamid. Nos llevaron a su base, en la que antes
estaba situada la oficina del partido Baaz. Me ataron las manos
y me pusieron un saco verde en la cabeza. Cuatro de los soldados
empezaron a golpearme con las manos, con palos y no sé
con qué más. Decían que cuando había
una explosión, mi teléfono sonaba, que yo debía
tener algo que ver con eso. Siguieron golpeándome hasta
la 13:30 horas en que me desmayé. Luego me pidieron disculpas
y me liberaron."
-Imán Jamas: ¿Por
qué cree que hicieron eso?
-Aymen Idham: Creo
que querían que abandonara mi casa; querían que
se evacuara toda la zona que rodea la base. Soy una clase de
persona que no se calla cuando ve algo que no está bien.
El 2 de febrero de 2004 dije muchas cosas que molestaron a los
estadounidenses en una entrevista con Associated Press.
Dije que los estadounidenses eran ocupantes y que se debería
combatir contra ellos. Después de un tiempo, un oficial,
el capitán Brown, me llamó y me preguntó
acerca de esa entrevista. Me agarró por el cuello. Hablo
un poco de inglés. Le dije que si me pegaba le devolvería
el golpe. Intentó llevarme hasta un tanque para arrestarme
pero me escapé. El 15 de marzo buscaban un coche que había
atravesado la frontera, decían que había algo camuflado
dentro de él. Pero no dijeron qué. Habían
construido bien la historia. Me detuvieron junto con el conductor,
al que liberaron tras unas pocas horas. Hacía mucho frío.
Me derramaron tres botellas de agua en la cabeza y me dejaron
al aire libre hasta que me desmayé. Había un soldado
negro que era el que me golpeaba. Se entrenaba saltando primero
contra la pared y a continuación venía y me pateaba
a mí. Después de quince días me llevaron
a una base que llaman Nimir, el Tigre, también
denominada Kilo 22. Allí cuatro soldados me golpeaban
diariamente de 21:00 y las 24:00 horas. Me ponían en una
caja vertical a la que llamaban el ataúd. Tiene
50 centímetros de ancho. Allí me tuvieron metido
durante 10 días. Tenía que permanecer de pie, sin
dormir y sin sentarme. Si me dormía o me deslizaba al
suelo me castigaban. Nos daban dos comidas y una botella de agua
al día. Algunas veces yo cogía parte de la comida
y la compartía con otros. Lo descubrieron y a partir de
ahí me dieron una comida al día hasta que fui liberado.
Solía desmayarme después de tres horas de golpes,
a las 24.00 de la noche. Me despertaban echándome agua
por encima a las seis de la mañana.. Antes de liberarme,
cuatro grupos diferentes me interrogaron en cuatro ocasiones:
los marines, el ejército, la CIA y un último
grupo que no sé quiénes eran [4].
-Imán Jamas: ¿Cómo
sabe que era la CIA?
-Aymen Idham: Ellos
mismos lo decían. El cuarto grupo me ponía un saco
verde en la cabeza y una luz enfrente del rostro. Me hacían
preguntas extrañas, tales como ¿dónde está
Zarqawi?. Y yo nunca había oído hablar antes de
él. Quiero decir algo más; los traductores árabes
son más criminales que los estadounidenses -una frase
repetida por muchos prisioneros-. Solían poner sus zapatos
en las bocas de los prisioneros. Algunas veces obligaban a los
prisioneros a estar dentro del ataúd cabeza abajo
y con los pies hacia arriba en la prisión de Kilo 22.
Cuando fui liberado estaba inconsciente. Durante dos semanas
no pude caminar. Ahora tengo desprendimiento de cartílago,
no puedo estar de pie más de 15 minutos; no puedo estar
sentado ni dormir cómodamente.
Ahora que estoy empleado en
las oficinas de aduanas los problemas no tienen fin. Tratan a
los trabajadores iraquíes como si fueran animales. Les
obligan a registrar 30 camiones al día. Cuando acaban
traen a los perros para buscar de nuevo, dicen "nuestros
perros son mejores que vosotros". Saben muy bien que si
hubiera armas llegando a Iraq no vendrían a través
de las fronteras. Hay un sargento primera llamado Hoskins, le
llamamos Abu Qazma, el hombre-piqueta, porque siempre
lleva una piqueta. Utiliza un lenguaje muy soez. No abre las
puertas de los coches para registrar su interior. Las rompe con
su piqueta. Una vez encontró 25 colillas de cigarrillos,
el número permitido es 10. Golpeó al conductor,
Qais Chiad, de forma tan brutal que le rompió los dientes
y la nariz, le ató las manos a la espalda, le levantó
en alto y le estrelló contra el suelo, y destruyó
el coche completamente. Eso ocurrió el verano pasado y
las fuerzas militares eran de la categoría [denominada]
Apache.
Ahora ya no quiero hablar más, porque me mataré
si me llegan a detener de nuevo. En la cárcel me someten
a un sin fin de vejaciones físicas y psicológicas.
Hay un guardián en la prisión al-Baghdadi que tortura
a los prisioneros. Se le llama Satán. Es blanco,
no muy alto, bien hecho, hombros amplios, con tatuajes en los
brazos, hombros, pecho y espalda. Utiliza palabras soeces y blasfemias.
Es el más cruel de todos ellos.
Cuarto testimonios
de mujeres y adolescentes
Nuriya Zeidan, por encima de
los cincuenta años de edad; Bushra Jalaf Aswad, de 16
años; Mina Jalaf Awad, de 17 años; y Nawsuf Jalaf
Aswad, de 19 fueron detenidas, amenazadas, aterrorizadas y exhibidas
en prisión, lo que es una humillación vergonzante
para una mujer en Iraq, por razones que todavía hoy en
día se desconocen. Un grupo numeroso de soldados [estadounidenses]
asaltó su casa el 14 de mayo de 2004. Se llevaron a las
cuatro mujeres y dejaron a los niños solos en la casa.
El marido de una de ellas y padre, ha sido arrestado dos veces.
En la actualidad sigue encarcelado en Abu Ghraib.
La madre Nuriya nos contaba:
"Nos interrogaban acerca
de los muyahidin y de los que colocaban minas [explosivas].
Yo les decía que no los conocía. Me hicieron estar
de pie contra la pared durante cuatro horas hasta que me desvanecí.
Nos amenazaron con perros. Les dije que de verdad yo no conocía
a ningún combatiente. Soltaron al perro que me atacó
y me destrozó el vestido. Perdí la conciencia.
Una mujer soldado me llevó al hospital; tenía la
tensión muy baja. Estaba muy triste y desesperada porque
me habían llevado a prisión con mis hijas aunque
somos mujeres. Me gritaban en los oídos. La niña
estaba sola en casa, con 13 años".
Mina se quedó aterrada
cuando el perro la atacó. Le preguntaron sobre los muyahidin.
Decían "Hemos encontrado minas en tu casa",
pero eso no era cierto:
"Estuvieron gritando toda
la noche y no nos dejaron dormir. Nos separaron y pusieron a
cada una en una habitación. Pero no sólo estaba
aterrada por el perro. Los soldados también nos aterrorizaban.
Bushra estaba también aterrada por el perro. Se lo lanzaban,
la empujaban. "Nunca he salido de casa -les decía-,
no sé nada"."
A Nawsud también la
hicieron enfrentarse con el perro, la obligaron a estar de cara
a la pared durante largas horas. Repitieron las mismas preguntas
a todas las mujeres. "¿Dónde están
los muyahidin?". Hicieron que las mujeres escucharan
la voz del padre en un disco pretendiendo que había confesado.
El padre solía trabajar en el mercado de venta de ovejas.
El pueblo, los sheijs
y gente de las tribus de al-Qaim se manifestaron para exigir
la liberación de las mujeres. El alcalde también
las visitó en la prisión. Después de tres
días fueron liberadas. Nuriya y sus hijas ya no viven
en su casa; viven con sus parientes en un pueblo que está
a dos kilómetros de la ciudad. Los soldados las amenazaron
con violarlas si ellos volvían a la casa y las encontraban
allí. Eso fue lo que ellas nos dijeron y el traductor
confirmó.
Quinto testimonio:
Mustafa Farhan Al Rawi, capitán de policía iraquí
Mustafa fue puesto en libertad
un día antes de que nos encontráramos con él,
tras cuatro meses en prisión. Es capitán de policía
iraquí, trabajaba en la oficina de pasaportes. Fue detenido
mientras trabajaba, acusado de permitir la entrada de combatientes
rusos contra las fuerzas de la coalición:
"No es verdad. Todos los
cargos son mentiras. Una vez encontré a un prisionero
en la cárcel de Abu Ghraib llamado Abu Abdulla que había
sido acusado de ¡atacar a las fuerzas de la coalición
con una mirada! Parece un cargo tonto y leve, pero estuvo detenido
durante cuatro meses y entonces le enviaron a la prisión
de Bucca con otro prisionero minusválido, cuyo nombre
era Firas, que tenía 24 ó 25 años y era
sordomudo; no podía hablar ni escuchar nada. Estaba acusado
de atacar a las fuerzas de la coalición. En Abu Ghraib
vimos muchas tragedias. Vi a un hombre, Mijlif Askar, de 65 años
en el campo número 6."
-Imán Jamas: ¿Cuál
es tu historia?
-Mustafa Farhan: Fui
detenido aquí, en al-Qaim, durante 12 días, en
la base Kilo 22, y en al-Baghdadi durante otros 16. Me
tuvieron con las manos atadas y la cabeza encapuchada. Antes
de los interrogatorios me mantuvieron durante seis días
en el ataúd, una caja vertical de madera, del tamaño
de un cuerpo humano, cerrada, pero abierta por debajo de las
rodillas para que los guardianes pudieran ver si el prisionero
se relajaba o se dormía y entonces empezaban a golpear
el ataúd para despertarle. Con las manos atadas
y la cabeza cubierta. Sin comida, sólo con una botella
de agua al día. Yo todavía tenía puesto
el uniforme. Me interrogaron durante cinco días sobre
los rusos. Les dije que no sabía de lo que me hablaban.
Cuando me desmayé me llevaron a una habitación
de tres por cuatro metros donde había dos hermanos que
me ayudaron para que pudiera dormir. Al día siguiente
me llamaron de nuevo para interrogarme. Les dije que me conocían
muy bien, que había estado trabajando allí durante
ocho meses, que saben perfectamente que no tengo nada que ver
con los combatientes.
Farhan prosigue:
"Nos cambiaron a al-Baghdadi.
Había 12 trabajadores indios detenidos con nosotros en
el camión, acusados de ser luchadores afganos. Tenían
pasaportes indios; ni siquiera eran musulmanes, eran sijs.
En al-Baghdadi no se podía dormir y siempre estábamos
con las manos atadas. Al día siguiente me llevaron hasta
Satán, que era el responsable de los interrogatorios.
Es pelirrojo, no muy alto, con tatuajes de serpientes en los
brazos. Me preguntó sobre armas de destrucción
masiva. Le dije que no sabía nada. Me preguntó
sobre los muyahidin y sobre los miembros del partido Baaz
en al-Qaim. Le dije que esas personas estaban detenidas. De nuevo
me preguntó sobre los rusos. Le dije la verdad. Cada persona
que entra en Iraq es registrada en un libro. Nos preguntaron
si habían llegado saudíes o gente de otros países
del Golfo. Un muyahidin no vendría a una oficina
llena de tropas estadounidenses.
"Me pidió que le
diera los nombres de personas que pudieran dar información.
Le dije que yo no conocía a nadie que pudiera hacerlo.
Afirmó que no estaba cooperando. Por la noche vino a nuestra
habitación y me llamó por mi nombre. Me preguntó
de nuevo sobre los rusos. Le contesté que estaría
mintiendo si le dijera que yo había ayudado a algún
ruso a entrar, me podía seguir preguntando que quiénes
eran, cuántos, etc., que yo no tenía esa información,
que qué podía hacer. Me lanzó al suelo,
me ató las manos y los pies y cuatro de ellos empezaron
a torturarme con la postura de el escorpión, que
consiste en atar las manos por detrás de la espalda, atar
también los pies y juntarlos con las manos doblando la
espalda. Podía oír los crujidos de mis huesos.
Estuve sosteniéndome sobre mi abdomen entre 10 y 15 minutos.
Entonces me dijeron que confesara. Me torturaron durante toda
la noche. Otro tipo de tortura que me hacían es que me
forzaban a sostener una caja muy pesada de comida enlatada y
a dar vueltas con ella alrededor de la habitación. Cuando
me agotaba, me volvían a hacer el escorpión.
Había dos hombres de al-Baghdadi conmigo, uno se llamaba
Amr Karb, y otro, de al-Qaim se llamaba Nawfa Ayil Qozi. Algunas
veces doblaban o triplicaban el peso hasta que juntaban seis
cajas, unos 90 kilos. Mis brazos eran como corchos. No podía
sostener ni un vaso de agua. Me obligaban a empujar las cajas
con los pies. Tenía que empujarlas durante 20 metros y
entonces volver atrás, así toda la noche. Todo
el tiempo mantuvieron mis pies atados. Era muy difícil
moverme [hay marcas de las ataduras todavía en sus piernas
aunque han pasado tres meses desde esos sucesos], mis amigos
me ayudaban a ir al baño."
-Imán Jamas: ¿Qué
informaciones nos puede dar sobre Abu Ghraib? ¿Sabe cuántas
mujeres hay allí? ¿Vio alguna?
-Mustafa Farhan: No.
Escuché algo sobre ellas. Oí que las mantenían
desnudas, que algunas veces las obligaban a caminar desnudas
ante los prisioneros, o que obligaban a éstos a dar vueltas
desnudos alrededor de las celdas con mujeres. Cuando un miembro
del Consejo Gubernativo visitó Abu Ghraib los prisioneros
le dijeron que no se ocupara de los hombres, que fuera urgentemente
a los confinamientos aislados donde las mujeres iraquíes
estaban siendo violadas. Oí que había entonces
40 mujeres allí.
-Imán Jamas: ¿Algo
más?
-Mustafa Farhan: Antes
de que dejara la prisión tuvimos que firmar un papel diciendo
que renunciábamos a todos nuestros derechos, que no interpondríamos
ninguna reclamación contra las fuerzas de la coalición.
Sobre el
general Mhawish, 60 años
"Escuchamos muchas veces
este nombre en al-Qaim. Casi todo el mundo hablaba de él.
Un hombre llamado Mawuf nos dijo que los estadounidenses habían
asaltado al-Qaim y detenido a cientos de personas durante el
último Ramadán [noviembre de 2003]. Utilizaban
el lugar de Kilo 8, que es una estación de tren.
Construyeron un gran campo allí con alambradas de espino
y entonces trajeron 14 contenedores de hierro, de seis metros
de largo cada uno. Arrestaron a todo el mundo, incluso a los
discapacitados mentales, como Qais y Saad. El general Mhawish
fue torturado salvajemente. Le conozco muy bien. No estaba comprometido
con el último régimen; se mantenía al margen.
Era responsable del entrenamiento de la milicia al-Quds,
que no es un trabajo militarmente de importancia, pero los estadounidenses
creían que sí lo era. Los cuatro hijos de Mhawish
fueron detenidos, el más joven tiene sólo 16 años.
Pero el general se entregó el mismo. Fue torturado durante
10 días en Kilo 8, día y noche, delante
de los demás. Había marcas de tortura en su cuerpo
cuando su familia lo recibió. Heridas, costillas rotas,
shocks eléctricos tienen las fotos.
"Yo vi al general Mhawish
en Kilo 22, le mantenían en un baño de 1,20
m. por 1 m., y estaba atado todo el tiempo. Nosotros dormíamos
en los contenedores. Una vez trajeron al general, estaba muy
cansado y sentía mucho frío. Le di una manta. Le
habían torturado con electricidad, con frío, le
arrojaban agua y le dejaban fuera del contenedor y sus mantas
eran empapadas una y otra vez con agua. Hay un oficial llamado
Yomen [nombrado por varios prisioneros], y su ayudante, Satán,
que vino de al-Baghdadi. Yomen dijo a los soldados que jugaran
con el general, dos de ellos le arrastraron durante dos horas
por el barro, saltaron sobre su cuerpo, le golpearon, le rodeaban
y lo llevaban al resto de los prisioneros para que le contemplaran
en esa situación tan miserable y humillante. Después
de 8 ó 9 días, nos anunciaron que el general Mhawish
había confesado y que estaba cooperando. Desapareció.
Nos dimos cuenta de que estaba muerto; el día anterior
se percibía de forma muy clara en su cuerpo y en su cara
que se estaba muriendo".
Otro testimonio
sobre las torturas al general Mhawish: Mottar, 48 años
Mottar nos relató lo
de los contenedores de hierro donde encerraron a los prisioneros
por la noche y los soldados empezaron a golpear las paredes para
hacer ruido e impedirles dormir:
"Vi a un hombre fuera
del contenedor; dijeron que era el general Mhawish. Al día
siguiente una mujer soldado vino con el oficial y tomó
fotos del general. El oficial ordenó a los soldados que
le pusieran conmigo. La primera vez que se lo llevaron estaba
bien, pero cuando volvieron con él no podía dar
un paso. Un soldado estaba empujándole con sus manos y
otro tiraba de él. Le metieron en la celda y animaban
a los soldados a que se rieran de él. Estaba muy mal.
Hacía frío y llovía. Sus mantas estaban
mojadas. Él temblaba. El oficial nos impidió acercarnos
a él. Después de dos horas el mismo oficial ordenó
que se lo llevaran de nuevo. No se podía tener en pie.
Los soldados que se lo llevaron empezaron a torturarle saltando
sobre su cuerpo. Después de tres ó cuatro horas
volvieron con él haciendo rodar su cuerpo sobre el barro.
Su cuerpo estaba cubierto de hematomas azules. Al tercer día,
por la tarde, anunciaron que había confesado y que estaba
cooperando y que todos los prisioneros iban a ser liberados.
Al día siguiente liberaron a seis u ocho prisioneros;
al resto los enviaron a Kilo 22 o a las prisiones de Bagdad."

Notas CSCAweb
y de la autora:
1. Véase
en CSCweb: Mohamed
Abu Nasr: Excarcelados iraquíes denuncian hacinamiento
y torturas en los campos de detención de las fuerzas de
ocupación, y un cifra superior a 10.000 prisioneros | Eman Jamas:
Las mujeres iraquíes en las cárceles de la ocupación,
objetos e instrumentos de violaciones | Las mujeres iraquíes encarceladas,
sometidas a trato vejatorio, abusos sexuales y violaciones y
violaciones por parte de soldados de ocupación y miembros
de los cuerpos de seguridad iraquíes - Carta de Nur, presa
en la cárcel de Abu Ghraib, Bagdad
2. Véase en CSCAweb: Iman Ahmad Jamas: Boda de sangre
en Mugrldib: Testimonios e Informe del Centro del Observatorio
de la Ocupación en Bagdad - El Pentágono admitió
haber atacado la aldea de Mugrldib, quizás una represalia
premeditada
e Imán
Ahmad Jamas: Matanza en al-Qaim, otra Faluya desconocida: Testimonios
e Informe del Centro del Observatorio de la Ocupación
en Bagdad
3. Este tipo de tortura se denomina el escorpión y
al soldado que la práctica se le llama Satán,
quien va a ser mencionado muchas veces por otros prisioneros.
[Nota de la autora.]
4. Véase en CSCAweb: Sinfo Fernández Navarro: La
privatización de la tortura: Asesinos y 'expertos civiles'
al servicio de la ocupación de Iraq - Las fuerzas de seguridad
y de la inteligencia israelíes operan en las cárceles
de la ocupación de Iraq
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