Index | Iraq 2004
Informe
IRAQ

Campaña de apoyo financiero al Centro del Observatorio de la Ocupación en Bagdad: Documentar los crímenes de los ocupantes

* Imán Ahmad Jamas, iraquí, es la directora del Centro del Observatorio de la Ocupación en Bagdad. Con su equipo, el Centro se dedica desde pocos meses después de la invasión anglo-estadounidense a documentar los efectos de la ocupación en la sociedad iraquí y a recoger testimonios que aportan en sus informes. Este texto, tercera parte de un informe elaborado durante una visita a la ciudad de al-Qaim -y cuyas dos primeras entregas han sido ya publicadas por CSCAweb (véanse enlaces relacionados)-, ha sido remitido por su autora el 7 de mayo de 2004.

Enlaces relacionados

Imán Ahmad Jamas: Matanza en al-Qaim, otra Faluya desconocida

Iman Ahmad Jamas: Boda de sangre en Mugrldib

Eman Jamas: Las mujeres iraquíes en las cárceles de la ocupación, objetos e instrumentos de violaciones

Hana Ibrahim: Las mujeres iraquíes, objetivo de los ocupantes. La experiencia de Faluya - Conferencia "La Voluntad de las Mujeres", Bagdad, mayo de 2004

Eman A. Khamas: Llamamiento de emergencia en solidaridad con el pueblo iraquí - Programa de emergencia de la CEOSI en colaboración con el Observatorio de la Ocupación

Informe: "Violaciones de derechos humanos y demandas relacionadas con las operaciones militares de EEUU en Iraq"


Testimonios e Informe del Centro del Observatorio de la Ocupación en Bagdad

La tortura como táctica de intimidación colectiva: el caso de al-Qaim

Imán Ahmad Jamas*

CSCAweb (www.nodo50.org/csca), 11 de junio de 2004
Centro del Observatorio de la Ocupación en Bagdad (Iraq), 7 de junio de 2004
Traducción para CSCAweb de Sinfo Fernández Navarro

"Fui detenido durante 12 días en la base 'Kilo 22', y en al-Baghdadi durante otros 16. Me tuvieron con las manos atadas y la cabeza encapuchada. Antes de los interrogatorios me mantuvieron durante seis días en el 'ataúd', una caja vertical de madera, del tamaño de un cuerpo humano, cerrada, pero abierta por debajo de las rodillas para que los guardianes pudieran ver si el prisionero se relajaba o se dormía y entonces empezaban a golpear el 'ataúd' para despertarle. [...] Sin comida, sólo con una botella de agua al día. Me interrogaron durante cinco días. Les dije que no sabía de lo que me hablaban. Cuando me desmayé me llevaron a una habitación de tres por cuatro metros donde había dos hermanos, que me ayudaron para que pudiera dormir. Al día siguiente me llamaron de nuevo para interrogarme"

Al escuchar los relatos sobre torturas en las prisiones y campos de detención de las fuerzas de la ocupación en Iraq [1], una se pregunta por qué los guardianes son tan inhumanamente crueles con los iraquíes. Cada vez se conocen más historias sobre prisioneros que han muerto a causa de las torturas, tantas que hasta llegan a hacerse familiares. Cuando visitamos al-Qaim [2], el ayudante administrativo del hospital, Mayad Nawaf, nos dijo que habían encontrado dos cuerpos arrojados contra la puerta y la valla del hospital que habían sido claramente sometidos a tortura hasta morir. La crueldad innecesaria se ha convertido en una práctica corriente, las palizas en una rutina y la tortura hasta matar o dejar incapacitado en algo normal. La cuestión que se plantea es por qué, debido especialmente a que esos detenidos han sido arrestados sin pruebas, casi siempre bajo sospechas que no son auténticas. Es bien conocida la historia del general Abid Hamad Mhawish, quien se entregó y sin embargo fue humillado y torturado salvajemente frente a todos hasta morir.

Primer testimonio: Nawaf Ghatha Mnawij, 35 años

Nawaf tiene una tienda de equipos electrónicos [en al-Qaim]. El pasado noviembre fue detenido en la calle cuando iba al mercado para abrir su tienda y enviar una transferencia a Bagdad a fin de comprar equipos nuevos. Los soldados estadounidenses le pararon y le preguntaron por los muyahidin [combatientes de la resistencia]. Cuando les dijo que no sabía nada, le arrestaron y le condujeron a las oficinas de aduanas [en la frontera con Siria] que las tropas estadounidenses utilizan como base militar. Le registraron, tenía 8.180 dólares para enviar a Bagdad. Le quitaron el dinero.

"[...] Me pusieron al aire libre en un espacio de 10 metros cuadrados rodeado de alambradas de espino, hacía frío y llovía. Un oficial estadounidense llamado Brown me preguntó por los muyahidin y prometió liberarme en media hora si le informaba; cuando le dije que no sabía nada empezó a torturarme. Me quitó la ropa y me dejó sólo con los pantalones. Por la noche, los soldados [estadounidenses] vinieron y empezaron a burlarse de mí. Uno de ellos trajo una manta empapada de agua y me la puso encima. No hablaban en inglés, sino en una lengua parecida al italiano o al español. El intérprete iraquí venía cada poco tiempo a preguntarme si iba a confesar. Yo temblaba por el frío tan intenso. El intérprete me dijo que le diera los nombres de dos muyahidin para que así pudiera ayudarme. Yo estaba seguro de que aunque les hubiera dado nombres no me hubieran liberado. Permanecí en esa situación hasta por la mañana. Me di cuenta de que había una habitación cerca de mí donde había recluidos otros muchos prisioneros, entre ellos mi hermano, Hammod, que tiene 75 años.

"Nos llevaron, a mí y a cuatro hombres más, a un lugar que nunca había visto antes en mi vida. Le llaman Kilo 8, está a ocho kilómetros de al-Qaim. Estaba conmocionado. Había muchas edificaciones. Hasta donde mis ojos pudieron ver en cada una había unas 200 personas. También había espacios al aire libre rodeados de alambradas de espino. Pensé que habían arrestado a todos los hombres de mi ciudad: los ancianos, los jóvenes, los ciegos, los sordomudos y los discapacitados, como Saad Nayim, que es minusválido mental. Pero lo primero que vi fue a muchos soldados jóvenes estadounidenses arrastrando por el suelo a un viejo con barba. Pregunté quién era y me dijeron que era el general Abid Hamad Mhawish, de unos 65 años, que es uno de los hombres más honestos y reconocidos de nuestra zona. Nunca se metió en política.

"Empezaron a interrogarme. Me preguntaron si yo era muyahidin o si conocía alguno, que era mejor que confesara. Les dije que yo no era muyahidin y que no conocía a ninguno. Les dije la verdad. Y entonces dijeron que yo estaba ayudándoles. Les contesté que no tengo nada que ver con esas cosas. Empezaron a torturarme. Me quitaron las ropas. Me tiraron al suelo boca abajo; me ataron las manos y los pies. Entonces empezaron a tirar de mis pies y manos por detrás hasta juntarlos, uniéndomelos con una cuerda para lo que tuvieron que curvar mi espalda. Me quedé inconsciente [3].

"Cada vez que venían a torturarme, al menos lo hacían durante dos horas. Cuando nos torturaban nos llevaban a habitaciones especiales apartadas de los demás. En Kilo 8 -que era una estación de ferrocarril- nos torturaban en las salas de la estación. Llevaban ropas civiles, no uniformes militares; eran de los servicios de inteligencia. Había mujeres soldado: vi a seis. Eran mujeres moralmente indecentes: hacían cosas delante de nosotros. Nunca nos respetaban. En una ocasión, el estadounidense casi me ahogó tapándome la boca y la nariz cuando estaba debilitado tras la tortura del escorpión, y me preguntaba "¿Confiesas?", y volvía a asfixiarme de nuevo; así estuvo durante más de dos horas. A veces venían en grupo a torturarme, tres o cuatro de ellos, uno se subía a mi espalda o ponía su pie en mi espalda y me la curvaba juntando mis manos y pies atados. Otro me golpeó con una porra que llevaba en la mano y me rompió la mano derecha -puedes ver las cicatrices. Una vez perdí la conciencia a causa del dolor; cuando me desperté de nuevo encontré un clavo que salía por fuera y que mi mano estaba cubierta de sangre.

"Esto estuvo sucediendo durante seis días en Kilo 8. El primer día me interrogaron cuatro veces. Pero no sólo a mí. Había al menos veinte habitaciones donde se llevaban a cabo interrogatorios. Algunas veces me llevaban en medio de la noche, a la una o las tres de la madrugada. No dormíamos, sólo nos acurrucábamos en la oscuridad, con las manos atadas todo el tiempo. Sufrimos mucho allí. No tenían piedad alguna. Todo el tiempo estábamos mojados. Algunas veces nos dormíamos debido al cansancio y al dolor, pero los soldados venían y nos sacudían.

"Nos llevaron, atados y con sacos en las cabezas, hasta un lugar llamado Kilo 22, que está a 22 kilómetros al este de al-Qaim. Estuve en ese lugar durante 24 días. Las celdas tenían allí tejado. Había 194 hombres en una sala. Una vez vinieron y preguntaron por alguien llamado Manaf. No había nadie con ese nombre entre nosotros. Les dije que yo era Nawaf, "quizá me buscas a mí", pero ellos dijeron: "no, es a Manaf. Si no nos decís quién es os castigaremos a todos". Sin dormir, sin comida, sin inodoro, sin poder hacer ni el menor movimiento. Fuimos castigados durante 52 horas, todos nosotros. Las manos atadas, sentados sin poder movernos, sin cerrar los ojos, sin hablar, sin comida, etcSi alguien se movía, se lo llevaban y le torturaban de la misma forma que nos torturaban en Kilo 8, manos y pies juntos atados por detrás de la espalda curvada. Querían a Manaf; pero Manaf no se encontraba entre nosotros.

"Un día, al volver de otra sesión de tortura, otro prisionero me dijo que habían matado al general Mhawish. Me contó que cuando le estaban torturando, un soldado empezó a saltar sobre su pecho. Cuando paró, Mhawish ya nunca se levantó. Vi su sangre en el suelo. Después dijeron que les había dado información sobre los muyahidin y que iba a colaborar con ellos y que nos aconsejaban que hiciéramos otro tanto. Después de eso jamás le volvimos a ver. Nos dimos cuenta de que había muerto. Los soldados estadounidenses son muy crueles. Uno de ellos era amable. Nos gustaba. Venía y leía una lista de nombres y decía: "Beit" ("A casa"). Le llamábamos Mister One. Venía con latas de comida, o con una lista con ocho o diez prisioneros, y los llamaba y decía "A casa". Nos sentíamos muy felices cuando le veíamos aparecer. Después de ser liberado averigüé que no todos los nombres que él llamaba eran para enviarlos a casa, sino a las prisiones de Bagdad, como la de Abu Ghraib. Ese era el mejor de ellos, el hombre bueno. Un día, nos pusieron de nuevo los sacos en las cabezas y nos amenazaron con llevarnos a Guantánamo, con abandonarnos en el desierto y luego dijeron "A casa". Al principio no les creímos. Pero era verdad. Nos dejaron libres."

Segundo testimonio: Hasan Mijlif Jarrah, 50 años

Hasan Mijlif Jarrah está jubilado, aunque tiene ahora una ferretería. Fue detenido junto a su hijo el 10 de abril de 2004. Cuando fuimos a entrevistarle hacía tres días que había sido liberado.

"Más de 10 soldados asaltaron mi casa a la hora de comer, nos lanzaron al suelo y nos ataron las manos sin decir nada. Encapuchados, con las manos atadas a la espalda, nos pusieron boca abajo en el interior de un vehículo blindado. Nos pateaban las cabezas con sus botas. Nos llevaron directamente a las oficinas de aduana que utilizan como base militar estadounidense.

"Durante cuatro días, siempre encapuchados, estuvieron golpeándonos, impidiéndonos dormir o sentarnos, sin investigar ni preguntarnos nada. Por la noche me golpeaban; me rompieron las costillas. Yo tan solo trataba de saber por qué me golpeaban. Permanecí en prisión durante 43 días, 20 de los cuales en las oficinas de aduanas y otros 23 en la prisión de Kilo 22. Nos llevaron allí colocados encima de los vehículos blindados, no en el interior. Nuestras manos estaban atadas, nuestras cabezadas tapadas. Nos utilizaban como escudos humanos. Entonces, durante cinco días, nos obligaron a estar de pie, sin dormir, sin mantas para abrigarnos, con sólo una comida al día a la hora de la cena. Me vine abajo y empecé a gritar que eran injustos, que era inocente, que quería saber por qué me estaban torturando de esa forma No conseguí ninguna respuesta. Dos soldados me atacaron; me ataron las manos, me taparon la boca, de nuevo me pusieron un saco en mi cabeza. Me habían hecho una operación de hernia que no había salido bien y era muy difícil para mí estar de pie durante mucho tiempo, así que un doctor me examinó y recomendó un descanso de 16 minutos.

"Permanecí en Kilo 22 durante 18 días, y después me llevaron a la prisión de al-Baghdadi. Allí nos dejaron tres días sin interrogarnos. Aún no he podido saber de qué me acusaban. Nos preguntaban sobre los muyahidin, decían que veían a mucha gente entrando en mi tienda, lo cual es verdad porque yo arreglo aparatos. Dijeron que fabricaba armas; no es verdad. El otro problema que tenía era estar sentado. Tuvimos que estar sentados durante todo el día, sin levantar las cabezas, sin movernos y sin hablar. No hacen ninguna diferencia entre un inocente y un culpable. Tratan a todo el mundo de la misma forma. Una de las cosas humillantes era la higiene, derramaban una jarra de agua sobre nosotros y teníamos que lavarnos con eso, era muy embarazoso y humillante. Después de 21 días, nos devolvieron de nuevo a Kilo 22, y nos liberaron al día siguiente."

-Imán Jamas: ¿Qué le pasó a su hijo?, ¿Qué edad tiene?
-Hasan Mijlif: Tiene 29 años. Fue llevado a Abu Ghraib. No sé por qué se lo llevaron. Trabaja en la construcción. No tiene nada que ver con los combatientes. No sé dónde se encuentra ahora. Este es mi nieto, si le preguntas dónde está su padre, te dirá que los estadounidenses se lo llevaron. En al-Baghdadi tenía el número 1.872.

Tercer testimonio: Aymen Idham Aftan, 26 años

Aymen Idham es empleado en la oficina de aduanas. Ha sido detenido en dos ocasiones. La primera, un día de diciembre de 2003, cuando los soldados se desplegaron por todos los alrededores de la base estadounidense en al-Qaim.

"Me arrestaron al amanecer con mi vecino Hamid. Nos llevaron a su base, en la que antes estaba situada la oficina del partido Baaz. Me ataron las manos y me pusieron un saco verde en la cabeza. Cuatro de los soldados empezaron a golpearme con las manos, con palos y no sé con qué más. Decían que cuando había una explosión, mi teléfono sonaba, que yo debía tener algo que ver con eso. Siguieron golpeándome hasta la 13:30 horas en que me desmayé. Luego me pidieron disculpas y me liberaron."

-Imán Jamas: ¿Por qué cree que hicieron eso?
-Aymen Idham:
Creo que querían que abandonara mi casa; querían que se evacuara toda la zona que rodea la base. Soy una clase de persona que no se calla cuando ve algo que no está bien. El 2 de febrero de 2004 dije muchas cosas que molestaron a los estadounidenses en una entrevista con Associated Press. Dije que los estadounidenses eran ocupantes y que se debería combatir contra ellos. Después de un tiempo, un oficial, el capitán Brown, me llamó y me preguntó acerca de esa entrevista. Me agarró por el cuello. Hablo un poco de inglés. Le dije que si me pegaba le devolvería el golpe. Intentó llevarme hasta un tanque para arrestarme pero me escapé. El 15 de marzo buscaban un coche que había atravesado la frontera, decían que había algo camuflado dentro de él. Pero no dijeron qué. Habían construido bien la historia. Me detuvieron junto con el conductor, al que liberaron tras unas pocas horas. Hacía mucho frío. Me derramaron tres botellas de agua en la cabeza y me dejaron al aire libre hasta que me desmayé. Había un soldado negro que era el que me golpeaba. Se entrenaba saltando primero contra la pared y a continuación venía y me pateaba a mí. Después de quince días me llevaron a una base que llaman Nimir, el Tigre, también denominada Kilo 22. Allí cuatro soldados me golpeaban diariamente de 21:00 y las 24:00 horas. Me ponían en una caja vertical a la que llamaban el ataúd. Tiene 50 centímetros de ancho. Allí me tuvieron metido durante 10 días. Tenía que permanecer de pie, sin dormir y sin sentarme. Si me dormía o me deslizaba al suelo me castigaban. Nos daban dos comidas y una botella de agua al día. Algunas veces yo cogía parte de la comida y la compartía con otros. Lo descubrieron y a partir de ahí me dieron una comida al día hasta que fui liberado. Solía desmayarme después de tres horas de golpes, a las 24.00 de la noche. Me despertaban echándome agua por encima a las seis de la mañana.. Antes de liberarme, cuatro grupos diferentes me interrogaron en cuatro ocasiones: los marines, el ejército, la CIA y un último grupo que no sé quiénes eran [4].

-Imán Jamas: ¿Cómo sabe que era la CIA?
-Aymen Idham:
Ellos mismos lo decían. El cuarto grupo me ponía un saco verde en la cabeza y una luz enfrente del rostro. Me hacían preguntas extrañas, tales como ¿dónde está Zarqawi?. Y yo nunca había oído hablar antes de él. Quiero decir algo más; los traductores árabes son más criminales que los estadounidenses -una frase repetida por muchos prisioneros-. Solían poner sus zapatos en las bocas de los prisioneros. Algunas veces obligaban a los prisioneros a estar dentro del ataúd cabeza abajo y con los pies hacia arriba en la prisión de Kilo 22. Cuando fui liberado estaba inconsciente. Durante dos semanas no pude caminar. Ahora tengo desprendimiento de cartílago, no puedo estar de pie más de 15 minutos; no puedo estar sentado ni dormir cómodamente.

Ahora que estoy empleado en las oficinas de aduanas los problemas no tienen fin. Tratan a los trabajadores iraquíes como si fueran animales. Les obligan a registrar 30 camiones al día. Cuando acaban traen a los perros para buscar de nuevo, dicen "nuestros perros son mejores que vosotros". Saben muy bien que si hubiera armas llegando a Iraq no vendrían a través de las fronteras. Hay un sargento primera llamado Hoskins, le llamamos Abu Qazma, el hombre-piqueta, porque siempre lleva una piqueta. Utiliza un lenguaje muy soez. No abre las puertas de los coches para registrar su interior. Las rompe con su piqueta. Una vez encontró 25 colillas de cigarrillos, el número permitido es 10. Golpeó al conductor, Qais Chiad, de forma tan brutal que le rompió los dientes y la nariz, le ató las manos a la espalda, le levantó en alto y le estrelló contra el suelo, y destruyó el coche completamente. Eso ocurrió el verano pasado y las fuerzas militares eran de la categoría [denominada] Apache.
Ahora ya no quiero hablar más, porque me mataré si me llegan a detener de nuevo. En la cárcel me someten a un sin fin de vejaciones físicas y psicológicas. Hay un guardián en la prisión al-Baghdadi que tortura a los prisioneros. Se le llama Satán. Es blanco, no muy alto, bien hecho, hombros amplios, con tatuajes en los brazos, hombros, pecho y espalda. Utiliza palabras soeces y blasfemias. Es el más cruel de todos ellos.

Cuarto testimonios de mujeres y adolescentes

Nuriya Zeidan, por encima de los cincuenta años de edad; Bushra Jalaf Aswad, de 16 años; Mina Jalaf Awad, de 17 años; y Nawsuf Jalaf Aswad, de 19 fueron detenidas, amenazadas, aterrorizadas y exhibidas en prisión, lo que es una humillación vergonzante para una mujer en Iraq, por razones que todavía hoy en día se desconocen. Un grupo numeroso de soldados [estadounidenses] asaltó su casa el 14 de mayo de 2004. Se llevaron a las cuatro mujeres y dejaron a los niños solos en la casa. El marido de una de ellas y padre, ha sido arrestado dos veces. En la actualidad sigue encarcelado en Abu Ghraib.

La madre Nuriya nos contaba:

"Nos interrogaban acerca de los muyahidin y de los que colocaban minas [explosivas]. Yo les decía que no los conocía. Me hicieron estar de pie contra la pared durante cuatro horas hasta que me desvanecí. Nos amenazaron con perros. Les dije que de verdad yo no conocía a ningún combatiente. Soltaron al perro que me atacó y me destrozó el vestido. Perdí la conciencia. Una mujer soldado me llevó al hospital; tenía la tensión muy baja. Estaba muy triste y desesperada porque me habían llevado a prisión con mis hijas aunque somos mujeres. Me gritaban en los oídos. La niña estaba sola en casa, con 13 años".

Mina se quedó aterrada cuando el perro la atacó. Le preguntaron sobre los muyahidin. Decían "Hemos encontrado minas en tu casa", pero eso no era cierto:

"Estuvieron gritando toda la noche y no nos dejaron dormir. Nos separaron y pusieron a cada una en una habitación. Pero no sólo estaba aterrada por el perro. Los soldados también nos aterrorizaban. Bushra estaba también aterrada por el perro. Se lo lanzaban, la empujaban. "Nunca he salido de casa -les decía-, no sé nada"."

A Nawsud también la hicieron enfrentarse con el perro, la obligaron a estar de cara a la pared durante largas horas. Repitieron las mismas preguntas a todas las mujeres. "¿Dónde están los muyahidin?". Hicieron que las mujeres escucharan la voz del padre en un disco pretendiendo que había confesado. El padre solía trabajar en el mercado de venta de ovejas.

El pueblo, los sheijs y gente de las tribus de al-Qaim se manifestaron para exigir la liberación de las mujeres. El alcalde también las visitó en la prisión. Después de tres días fueron liberadas. Nuriya y sus hijas ya no viven en su casa; viven con sus parientes en un pueblo que está a dos kilómetros de la ciudad. Los soldados las amenazaron con violarlas si ellos volvían a la casa y las encontraban allí. Eso fue lo que ellas nos dijeron y el traductor confirmó.

Quinto testimonio: Mustafa Farhan Al Rawi, capitán de policía iraquí

Mustafa fue puesto en libertad un día antes de que nos encontráramos con él, tras cuatro meses en prisión. Es capitán de policía iraquí, trabajaba en la oficina de pasaportes. Fue detenido mientras trabajaba, acusado de permitir la entrada de combatientes rusos contra las fuerzas de la coalición:

"No es verdad. Todos los cargos son mentiras. Una vez encontré a un prisionero en la cárcel de Abu Ghraib llamado Abu Abdulla que había sido acusado de ¡atacar a las fuerzas de la coalición con una mirada! Parece un cargo tonto y leve, pero estuvo detenido durante cuatro meses y entonces le enviaron a la prisión de Bucca con otro prisionero minusválido, cuyo nombre era Firas, que tenía 24 ó 25 años y era sordomudo; no podía hablar ni escuchar nada. Estaba acusado de atacar a las fuerzas de la coalición. En Abu Ghraib vimos muchas tragedias. Vi a un hombre, Mijlif Askar, de 65 años en el campo número 6."

-Imán Jamas: ¿Cuál es tu historia?
-Mustafa Farhan:
Fui detenido aquí, en al-Qaim, durante 12 días, en la base Kilo 22, y en al-Baghdadi durante otros 16. Me tuvieron con las manos atadas y la cabeza encapuchada. Antes de los interrogatorios me mantuvieron durante seis días en el ataúd, una caja vertical de madera, del tamaño de un cuerpo humano, cerrada, pero abierta por debajo de las rodillas para que los guardianes pudieran ver si el prisionero se relajaba o se dormía y entonces empezaban a golpear el ataúd para despertarle. Con las manos atadas y la cabeza cubierta. Sin comida, sólo con una botella de agua al día. Yo todavía tenía puesto el uniforme. Me interrogaron durante cinco días sobre los rusos. Les dije que no sabía de lo que me hablaban. Cuando me desmayé me llevaron a una habitación de tres por cuatro metros donde había dos hermanos que me ayudaron para que pudiera dormir. Al día siguiente me llamaron de nuevo para interrogarme. Les dije que me conocían muy bien, que había estado trabajando allí durante ocho meses, que saben perfectamente que no tengo nada que ver con los combatientes.

Farhan prosigue:

"Nos cambiaron a al-Baghdadi. Había 12 trabajadores indios detenidos con nosotros en el camión, acusados de ser luchadores afganos. Tenían pasaportes indios; ni siquiera eran musulmanes, eran sijs. En al-Baghdadi no se podía dormir y siempre estábamos con las manos atadas. Al día siguiente me llevaron hasta Satán, que era el responsable de los interrogatorios. Es pelirrojo, no muy alto, con tatuajes de serpientes en los brazos. Me preguntó sobre armas de destrucción masiva. Le dije que no sabía nada. Me preguntó sobre los muyahidin y sobre los miembros del partido Baaz en al-Qaim. Le dije que esas personas estaban detenidas. De nuevo me preguntó sobre los rusos. Le dije la verdad. Cada persona que entra en Iraq es registrada en un libro. Nos preguntaron si habían llegado saudíes o gente de otros países del Golfo. Un muyahidin no vendría a una oficina llena de tropas estadounidenses.

"Me pidió que le diera los nombres de personas que pudieran dar información. Le dije que yo no conocía a nadie que pudiera hacerlo. Afirmó que no estaba cooperando. Por la noche vino a nuestra habitación y me llamó por mi nombre. Me preguntó de nuevo sobre los rusos. Le contesté que estaría mintiendo si le dijera que yo había ayudado a algún ruso a entrar, me podía seguir preguntando que quiénes eran, cuántos, etc., que yo no tenía esa información, que qué podía hacer. Me lanzó al suelo, me ató las manos y los pies y cuatro de ellos empezaron a torturarme con la postura de el escorpión, que consiste en atar las manos por detrás de la espalda, atar también los pies y juntarlos con las manos doblando la espalda. Podía oír los crujidos de mis huesos. Estuve sosteniéndome sobre mi abdomen entre 10 y 15 minutos. Entonces me dijeron que confesara. Me torturaron durante toda la noche. Otro tipo de tortura que me hacían es que me forzaban a sostener una caja muy pesada de comida enlatada y a dar vueltas con ella alrededor de la habitación. Cuando me agotaba, me volvían a hacer el escorpión. Había dos hombres de al-Baghdadi conmigo, uno se llamaba Amr Karb, y otro, de al-Qaim se llamaba Nawfa Ayil Qozi. Algunas veces doblaban o triplicaban el peso hasta que juntaban seis cajas, unos 90 kilos. Mis brazos eran como corchos. No podía sostener ni un vaso de agua. Me obligaban a empujar las cajas con los pies. Tenía que empujarlas durante 20 metros y entonces volver atrás, así toda la noche. Todo el tiempo mantuvieron mis pies atados. Era muy difícil moverme [hay marcas de las ataduras todavía en sus piernas aunque han pasado tres meses desde esos sucesos], mis amigos me ayudaban a ir al baño."

-Imán Jamas: ¿Qué informaciones nos puede dar sobre Abu Ghraib? ¿Sabe cuántas mujeres hay allí? ¿Vio alguna?
-Mustafa Farhan:
No. Escuché algo sobre ellas. Oí que las mantenían desnudas, que algunas veces las obligaban a caminar desnudas ante los prisioneros, o que obligaban a éstos a dar vueltas desnudos alrededor de las celdas con mujeres. Cuando un miembro del Consejo Gubernativo visitó Abu Ghraib los prisioneros le dijeron que no se ocupara de los hombres, que fuera urgentemente a los confinamientos aislados donde las mujeres iraquíes estaban siendo violadas. Oí que había entonces 40 mujeres allí.

-Imán Jamas: ¿Algo más?
-Mustafa Farhan:
Antes de que dejara la prisión tuvimos que firmar un papel diciendo que renunciábamos a todos nuestros derechos, que no interpondríamos ninguna reclamación contra las fuerzas de la coalición.

Sobre el general Mhawish, 60 años

"Escuchamos muchas veces este nombre en al-Qaim. Casi todo el mundo hablaba de él. Un hombre llamado Mawuf nos dijo que los estadounidenses habían asaltado al-Qaim y detenido a cientos de personas durante el último Ramadán [noviembre de 2003]. Utilizaban el lugar de Kilo 8, que es una estación de tren. Construyeron un gran campo allí con alambradas de espino y entonces trajeron 14 contenedores de hierro, de seis metros de largo cada uno. Arrestaron a todo el mundo, incluso a los discapacitados mentales, como Qais y Saad. El general Mhawish fue torturado salvajemente. Le conozco muy bien. No estaba comprometido con el último régimen; se mantenía al margen. Era responsable del entrenamiento de la milicia al-Quds, que no es un trabajo militarmente de importancia, pero los estadounidenses creían que sí lo era. Los cuatro hijos de Mhawish fueron detenidos, el más joven tiene sólo 16 años. Pero el general se entregó el mismo. Fue torturado durante 10 días en Kilo 8, día y noche, delante de los demás. Había marcas de tortura en su cuerpo cuando su familia lo recibió. Heridas, costillas rotas, shocks eléctricos tienen las fotos.

"Yo vi al general Mhawish en Kilo 22, le mantenían en un baño de 1,20 m. por 1 m., y estaba atado todo el tiempo. Nosotros dormíamos en los contenedores. Una vez trajeron al general, estaba muy cansado y sentía mucho frío. Le di una manta. Le habían torturado con electricidad, con frío, le arrojaban agua y le dejaban fuera del contenedor y sus mantas eran empapadas una y otra vez con agua. Hay un oficial llamado Yomen [nombrado por varios prisioneros], y su ayudante, Satán, que vino de al-Baghdadi. Yomen dijo a los soldados que jugaran con el general, dos de ellos le arrastraron durante dos horas por el barro, saltaron sobre su cuerpo, le golpearon, le rodeaban y lo llevaban al resto de los prisioneros para que le contemplaran en esa situación tan miserable y humillante. Después de 8 ó 9 días, nos anunciaron que el general Mhawish había confesado y que estaba cooperando. Desapareció. Nos dimos cuenta de que estaba muerto; el día anterior se percibía de forma muy clara en su cuerpo y en su cara que se estaba muriendo".

Otro testimonio sobre las torturas al general Mhawish: Mottar, 48 años

Mottar nos relató lo de los contenedores de hierro donde encerraron a los prisioneros por la noche y los soldados empezaron a golpear las paredes para hacer ruido e impedirles dormir:

"Vi a un hombre fuera del contenedor; dijeron que era el general Mhawish. Al día siguiente una mujer soldado vino con el oficial y tomó fotos del general. El oficial ordenó a los soldados que le pusieran conmigo. La primera vez que se lo llevaron estaba bien, pero cuando volvieron con él no podía dar un paso. Un soldado estaba empujándole con sus manos y otro tiraba de él. Le metieron en la celda y animaban a los soldados a que se rieran de él. Estaba muy mal. Hacía frío y llovía. Sus mantas estaban mojadas. Él temblaba. El oficial nos impidió acercarnos a él. Después de dos horas el mismo oficial ordenó que se lo llevaran de nuevo. No se podía tener en pie. Los soldados que se lo llevaron empezaron a torturarle saltando sobre su cuerpo. Después de tres ó cuatro horas volvieron con él haciendo rodar su cuerpo sobre el barro. Su cuerpo estaba cubierto de hematomas azules. Al tercer día, por la tarde, anunciaron que había confesado y que estaba cooperando y que todos los prisioneros iban a ser liberados. Al día siguiente liberaron a seis u ocho prisioneros; al resto los enviaron a Kilo 22 o a las prisiones de Bagdad."

Notas CSCAweb y de la autora:

1. Véase en CSCweb: Mohamed Abu Nasr: Excarcelados iraquíes denuncian hacinamiento y torturas en los campos de detención de las fuerzas de ocupación, y un cifra superior a 10.000 prisioneros | Eman Jamas: Las mujeres iraquíes en las cárceles de la ocupación, objetos e instrumentos de violaciones | Las mujeres iraquíes encarceladas, sometidas a trato vejatorio, abusos sexuales y violaciones y violaciones por parte de soldados de ocupación y miembros de los cuerpos de seguridad iraquíes - Carta de Nur, presa en la cárcel de Abu Ghraib, Bagdad
2. Véase en CSCAweb:
Iman Ahmad Jamas: Boda de sangre en Mugrldib: Testimonios e Informe del Centro del Observatorio de la Ocupación en Bagdad - El Pentágono admitió haber atacado la aldea de Mugrldib, quizás una represalia premeditada e Imán Ahmad Jamas: Matanza en al-Qaim, otra Faluya desconocida: Testimonios e Informe del Centro del Observatorio de la Ocupación en Bagdad
3. Este tipo de tortura se denomina el escorpión y al soldado que la práctica se le llama Satán, quien va a ser mencionado muchas veces por otros prisioneros. [Nota de la autora.]
4. Véase en CSCAweb:
Sinfo Fernández Navarro: La privatización de la tortura: Asesinos y 'expertos civiles' al servicio de la ocupación de Iraq - Las fuerzas de seguridad y de la inteligencia israelíes operan en las cárceles de la ocupación de Iraq