¿Qué es lo que
realmente está en juego?:
Los planes de EEUU para
un nuevo mapa de Oriente Medio
Nota informativa CSCAweb, 7 de octubre de
2002
CSCAweb (www.nodo50.org/csca)
La Administración
Bush parece determinada a hacer de la guerra contra Iraq no solo
la ejemplificación de su nueva doctrina militarista internacional
de "guerra preventiva", sino el detonante que abra
la vía para una amplia remodelación del conjunto
de Oriente Medio, que incluiría el aplastamiento final
de los palestinos, la aparición de nuevos Estados y la
pérdida de influencia de los viejos aliados Arabia Saudí
y Egipto. Los pueblos del Oriente Medio árabe, si se desencadena
la guerra y es derrocado el actual régimen iraquí,
están condenados a una nueva y prolongada etapa de dominación
imperialistas, a un nuevo Sykes-Picot para el siglo XXI.
Animada por un buen número de asesores del Pentágono,
la Administración Bush parece determinada a hacer de la
guerra contra Iraq no solo la ejemplificación de su nueva
doctrina militarista internacional de "guerra preventiva"
[1], sino el detonante que abra la vía para una
amplia remodelación del conjunto del Oriente Medio árabe,
remodelación en la que puedan conjugarse la pretensión
histórica estadounidense: el control del suministro y
precio del petróleo y, con ello, la consolidación
de su hegemonía política, económica y militar
frente a potencias medias que -como la Unión Europea,
Rusia o China- pugnan por penetrar los mercados de la región.
Este proyecto -para cuya ejecución la Administración
Bush pretende echar por tierra el ordenamiento legal internacional
y político-territorial regional imperante desde la I Guerra
Mundial- está siendo actualizado fundamentalmente
por el vicepresidente Dick Cheney y el secretario de Defensa
Rumself. Máximos ejecutores de las directrices políticas
y militares, estos dos halcones de la Administración
Bush han recibido el asesoramiento de un grupo de expertos
entre los que se incluyen el vicesecretario de Defensa, Paul
Wolfowitz, su asistente, Douglas Faith y el ideólogo del
Comité Asesor del Pentágono, Dick Perl. De acuerdo
con Alex Fishman [2], Perl habría solicitado al
Instituto Rand -una institución que durante décadas
ha asesorado a las Administraciones estadounidenses- un estudio
sobre la estrategia de EEUU para Oriente Medio cara a la intervención
contra Iraq. El estudio realizado, que lleva por título
"¿Cuál debería ser la estrategia de
EEUU en Oriente Medio?", concluye explícitamente
que " [...] la intervención militar contra Iraq es
un 'objetivo táctico'; Arabia Saudí es un 'objetivo
estratégico' y Egipto es la 'gran presa' [...]".
El estudio del Instituto Rand trata de poner en evidencia
que la amenaza que afronta la cultura de EEUU -"el
terrorismo internacional"- surge y se ubica en los sistemas
educativos, sociales y políticos actuales de países
como Egipto, Arabia Saudí e Iraq. Frente a los modelos
sociales y políticos que representan estos Estados (y
la acusación que se les imputa de ser la fuente y origen
de grupos como al-Qaeda), el estudio propone imponer por todos
los medios posibles el modelo occidental que, reclamando formalmente
la democratización, la liberalización y la occidentalización,
controle y neutralice las posibles amenazas a los intereses
de EEUU en el Mundo Árabe.
Adoptada por los representantes oficiales del Pentágono,
esta estrategia se ha convertido en planes operativos ya en marcha
cuyo primer objetivo -táctico- es Iraq. Según
las propias estimaciones de los responsables del Pentágono,
Iraq, segunda reserva de petróleo del mundo, tiene además
un potencial de recursos humanos (la población actual
del país se sitúa en los 23 millones de personas)
sobre el que habría que operar para potenciar un cambio
en el desarrollo socioeconómico del país, permitir
la penetración del liberalismo económico y energético
y, una vez alcanzada esta meta, satisfacer con su petróleo
las necesidades estadounidenses de suministro energético
[3].
Arabia Saudí, el 'objetivo
estratégico'
Asegurado el control político y económico iraquí
tras la instauración de un nuevo gobierno favorable a
su estrategia, EEUU podría promover un cambio político
en el interior de Arabia Saudí. La intervención
contra Iraq no solo prefigura un cambio de régimen político
en Bagdad y, con ello, un cambio de funcionalidad geoestratégica
de este país en el escenario de Oriente Medio, sino con
toda seguridad remodelaciones fronterizas y cambios asimismo
en el papel regional de otros Estados, muy particularmente de
Arabia Saudí.
Según el documento del instituto Rand, el sistema político
impuesto en este país por la familia de los Sa'ud, aliada
histórica de EEUU, ha resultado ser contraproducente para
los intereses estadounidenses, pues a fin de asegurarse el control
político interno y neutralizar las aspiraciones árabes
de los proyectos progresistas y nacionalistas árabes,
el régimen saudí ha sido el instigador de una ideología
islamista extremadamente reaccionaria que, gracias a los recursos
financieros que han proporcionado los petrodólares,
ha podido extenderse en las últimas décadas en
el espacio árabe y en otros Estados de mayoría
musulmana.
Desde esta perspectiva, tras el 11 de septiembre, EEUU ha
empezado a reevaluar el papel que ha jugado Arabia Saudí
y particularmente la conveniencia de seguir apoyando un sistema
que, tratando de neutralizar al nacionalismo árabe -objetivo
en el que los intereses saudíes y estadounidenses han
confluido históricamente- , ha creado el caldo de cultivo
para el desarrollo de una ideología que sustenta a organizaciones
capaces de amenazar no solo la seguridad interna de EEUU sino
sus intereses políticos, económicos y geoestratégicos.
Esta constatación es la base que ha servido a la Administración
Bush para airear coyunturalmente la falta de democracia en Arabia
Saudí. Además, la negativa explícita de
Arabia Saudí a apoyar un ataque contra Iraq y la reconciliación
entre ambos países durante la última Cumbre Árabe
de Beirut, ha irritado especialmente a la Administración
Bush.
Así, al igual que le ocurriera a Jordania en la crisis
de 1990-91, el régimen saudí contempla con estupor
como Washington cuestiona su preeminente papel como histórico
aliado regional, que podría ser transferido a un nuevo
Iraq recolonizado, en concreto en lo tocante a la gestión
del mercado petrolífero mundial. La negativa de Riad a
ceder esta vez la base Príncipe Sultán [4]
o sus valoraciones sobre la posible fragmentación de Iraq
y los beneficios que de ello obtendría Irán (que,
a través del apoyo directo que brinda a la fuerza opositora
chií Congreso Supremo de la Revolución Islámica
en Iraq, pasaría a controlar la zona meridional de Iraq)
han sido respondidas desde la Administración estadounidense
con filtraciones a los medios de comunicación sobre la
vinculación financiera de la familia real saudí
con la red al-Qaeda y la categorización del reino como
"enemigo de EEUU" en un informe luego matizado por
la Casa Blanca. Más preocupante aún es la filtración
sistemática en los últimos meses de planes detallados
para la división del Reino en tres zonas, proyecto que
-ahora veremos- se asocia con la creación de un gran reino
hachemí en Jordania y la parte central de Iraq que podría
incorporar asimismo la franja occidental de la actual Arabia
Saudí, incluidas las ciudades santas de Meca y Medina.
No es de extrañar que el régimen saudí
haya matizado, tras el discurso de Bush en Naciones Unidas del
pasado 12 de septiembre, un cambio en su posición inicial,
indicando que finalmente podría ceder sus bases y su territorio
si hay una resolución del Consejo de Seguridad que autorice
el uso de la fuerza contra Iraq.
'Palestina es Jordania'
Si EEUU opta por un ataque militar contra Iraq sin sanción
del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, Israel, a diferencia
de lo que ocurrió en la Guerra del Golfo de 1991, intervendrá
abiertamente en la guerra, no ya solo en el frente iraquí,
sino quizás también contra Hezbollah en Líbano
y sin duda contra los palestinos en Gaza y Cisjordania, poniendo
fin a dos años de Intifada.
Ciertamente, la percepción palestina es que el ataque
contra Iraq irá acompañado de una ofensiva final
del ejército israelí en Gaza y Cisjordania [5]
que incluirá la eliminación definitiva de las instituciones
palestinas surgidas de los Acuerdos de Oslo (1993), quizás
la eliminación física -cuando menos política,
con su un forzado exilio- del presidente Arafat y la expulsión
militar (o, como se suele denominar, transfer) de un contingente
de población palestina que podría alcanzar hasta
el medio millón de personas, particularmente de aquéllas
que retornaron a las Áreas Autónomas en estos años
y de buena parte de los habitantes palestinos de la zona de Qalquilia
y Tulqarem, lindante con el Estado de Israel y alta densidad
poblacional, a fin de configurar tres cantones palestinos aislados
y bien definidos en Hebrón, Ramala y Nablus, tras la anexión
-la pasada semana- de zonas de Belén al área metropolitana
de Jerusalén.
Este escenario aparece igualmente recogido en el informe del
Instituto Rand, cuyo capítulo dedicado a esta cuestión
se titula muy clarificadoramente "Palestina es Israel",
explicitando con ello que el territorio del Estado de Israel
(desde 1948 sin fronteras definidas) debe ser entendido en los
límites de la Palestina histórica, es decir, el
actual Estado israelí más los Territorios Ocupados
en 1967, Cisjordania y Gaza.
Un 'Reino Hachemita Unificado'
Ello supone asumir, igualmente, que el territorio natural
de un futuro Estado palestino deberá ser la actual Jordania,
retomando con ello la pretensión histórica del
sionismo que ya desde los años 70 promovió diversos
planes en los que se hacía de Jordania el territorio donde
se pudieran realizar las aspiraciones nacionales del pueblo palestino.
Una "solución final" de la cuestión palestina
que pase por Jordania obligaría así, necesariamente,
a reformular también la función de la monarquía
hachemí, que pasaría a ser el nuevo aliado estratégico
árabe de EEUU -desplazando a Arabia Saudí y Egipto-
junto a Israel.
Derrocado militarmente el actual régimen iraquí,
la fórmula sería unificar bajo la monarquía
jordana hachemí de Abdulá, los territorios de la
actual Jordania y la parte central de Iraq, de mayoría
sunní, dejando como "enclaves autónomos"
federados a Bagdad las regiones kurda (al norte) y chií
(al sur), que son además las áreas de actual explotación
petrolífera en Iraq y de máximo interés
para Washington [6]. Con ello se alcanzarían al
menos dos grandes dos objetivos comunes a Israel y EEUU [7]:
- El primero, encontrar una alternativa "legitimada"
para un futuro gran Estado en Oriente Medio bajo control de EEUU,
evitándose una guerra civil por el control del país
entre sus comunidades kurda, chií y sunní. La Administración
Bush no ha determinado cómo mantener Iraq unificado y
bajo control tras la caída del régimen iraquí,
es decir, quien gobernará el país tras la intervención,
y desconfía de que un personaje como Ahmad Chalabi, que
preside el Congreso Nacional Iraquí (plataforma de grupos
opositores financiada por EEUU y que incluye, entre otros, a
las dos formaciones kurdo-iraquíes UPK y PDK) pueda cumplir
tal misión [8].
- El segundo, permitiría que este nuevo "Reino
Hachemí Unificado" mantuviera una mayoría
de población árabe sunní no palestina, pudiendo
con ello acoger el nuevo éxodo palestino desde
Cisjordania, dado que los palestinos serán minoría
demográfica en el nuevo Estado y podrían, con ello,
quedar debidamente sometidos. La monarquía hachemí,
que hoy reina sobre un Estado de mayoría palestina no
reconocida y en quiebra financiera, pasaría a hacerlo
sobre una potencia demográfica y económica de primer
orden.
Este proyecto, que pudiera parecer especulativo, ha sido discutido
durante un encuentro entre el príncipe heredero Hasán
de Jordania y miembros de la oposición iraquí en
Londres este pasado mes de julio, y según fuentes israelíes
está siendo valorado seriamente por la Administración
Bush, siendo sus principales valedores el vicepresidente Cheney
y el vicesecretario de Defensa Wolfowitz [9]: un gran
reino hachemí sería un Estado que otorgaría
a EEUU un control estratégico definitivo -político,
militar y económico- sobre Oriente Medio, desde el cual
amenazar a los vecinos Irán y Siria (también en
el punto de mira de la "guerra global contra el terrorismo"
de Washington) y hacer declinar definitivamente la influencia
regional de los antiguos aliados Egipto y Arabia Saudí.
Las entidades kurda y chií asociadas a este nuevo Estado
proestadounidense o con un estatuto particular de protectorado
abrirían a las compañías petrolíferas
estadounidenses las principales zonas de explotación de
crudo del actual Iraq [10]. A fin de garantizar la seguridad
en ambos enclaves y su vinculación política con
el nuevo reino hachemí -tranquilizando con ello a Turquía
sobre un Kurdistán independiente y previniendo a Irán
de cualquier veleidad sobre la zona chií-, EEUU podría
justificar el despliegue y estacionamiento prolongado de sus
tropas en la zona [11]. Ciertamente, Turquía teme
que EEUU consolide una alianza con los kurdos-iraquíes
(especialmente con el partido de Talabani, la UPK) que la margine
en este reodernamiento regional que habrá de darse necesariamente
tras la guerra. Turquía ha expresado su preocupación
ante la creación de una entidad kurda al norte de Iraq,
no tanto porque ésta sea inicialmente la pretensión
de los dirigentes kurdo-iraquíes (que han reiterado su
compromiso con un Iraq unificado y buenas relaciones con Ankara
[12]), sino a fin también de obtener concesiones territoriales
tras la guerra sobre las provincias de Mosul y Kirkuk (Suleimaniyah),
con población turcomana y ricas en agricultura y petróleo,
que reclama históricamente como suyas desde el acuerdo
anglo-francés de Sykes-Picot de1916, tema que está
siendo tratado como parte de las condiciones planteadas por Turquía
a EEUU para apoyar la intervención [13].
Un nuevo Sykes-Picot para el siglo
XXI
Como puede advertirse, la intervención contra Iraq
no solo determinará la sustitución ilegal del actual
régimen iraquí por otro aliado de EEUU, sino un
proceso encadenado de cambios que habrá de redibujar el
mapa de la zona en función de los intereses estratégicos
de Washington. El conjunto de los pueblos árabes de Oriente
Medio árabe, si se desencadena la guerra y es derrocado
el actual régimen iraquí, está condenado
a una nueva y prolongada etapa de dominación imperialista,
de recolonización efectiva: un nuevo Sykes-Picot para
el siglo XXI [14].
Notas:
1. Véase en CSCAweb:
Mientras
la Administración Bush da a conocer el contenido de la
nueva estrategia de seguridad nacional de EEUU, Israel da por
iniciada la guerra contra Iraq desencadenando su ataque final
contra Arafat y los palestinos
2. Yediot Aharanot, 6 de septiembre, 2002.
3. "Las reservas probadas de Iraq, calculadas en 112.000
millones de barriles de petróleo, son las segundas del
globo detrás de las de Arabia Saudí. Dado que nadie
ha realizado prospecciones geológicas en Iraq durante
décadas, la cifra real podría ser aún más
elevada, [...] 250.000 millones de barriles. Gran parte del petróleo
iraquí que ya ha sido descubierto sigue estando infraexplotado.
[...] En total, las estimaciones hablan de una producción
de unos 5 millones de barriles de petróleo al día
que aún esperan a ser explotados; de ellos, la gran mayoría
es 'petróleo fácil', que está cerca de la
superficie y cuya extracción es muy barata. Es más:
Iraq cuenta con zonas ricas en petróleo sin explorar en
el desierto occidental y en el noroeste del país. "
(al-Kadiri, R., Middle East Report, núm. 220,
otoño de 2001. Traducido en CSCAweb: Raad Alkadiri: La 'fiebre
del oro negro' iraquí. Petróleo y comercio regional
4. La oposición fue tan explícita en Arabia Saudí
que el Pentágono decidió establecer un segundo
Comando Aéreo en la Península, en Qatar, en la
base de al-Udei, desde el que se dirigirían todas las
operaciones contra Iraq, tras la confirmación reiterada
de que los saudíes no permitirán a EEUU que utilice
en su ataque a Iraq la base Príncipe Sultán, donde
el Pentágono tenía ubicado el centro de mando regional
de su Fuerza Aérea.
5. Según fuentes palestinas a CSCAweb.
6. Ver mapa incluido en este texto.
7. "Uniting Jordan and Iraq Might Be Prime Post-War Strategy",
Al-Awda (EEUU), 26 de septiembre de 2002.
8. Según The Washington Post del 4 de octubre de
2002, EEUU no quiere dar luz verde a la formación de un
"gobierno provisional" opositor, como ha pedido Chalabi,
hasta no tener decidido el modelo de régimen pos-Sadam
para Iraq.
9. Inicialmente se ha especulado con la entronización
en Bagdad del príncipe heredero de Jordania Hasán,
tío del actual rey Abdulá. Sobre la opción
restauradora en Iraq, véase en CSCAweb: EEUU promueve al príncipe
Hasan de Jordania como posible candidato a encabezar un nuevo
régimen monárquico en Iraq tras la ocupación
del país
10. Los dirigentes kurdo-iraquíes ya han informado que,
una vez eliminado el actual régimen iraquí, rebajarían
el precio del petróleo que empezarían a gestionar.
11. La previsión es que EEUU debería mantener en
Iraq tras la caída del régimen iraquí un
mínimo de 75.000 soldados como "fuerza de paz"
durante una década, con un coste de 16 mil millones de
dólares solo en el primer año, según testimonio
ante el Senado del coronel Scott R.Fiel, coordinador de un equipo
de asesoramiento presidencial sobre la situación en Iraq
tras la guerra (recogido en USA Today, 2 de agosto de
2002). Entre las misiones de esta fuerza, "proteger los
principales campos petrolíferos" de Iraq.
12. En el modelo federativo que se estudia para el Iraq post-baasista,
las competencias del territorio kurdo no serían mayores
que las del actual estatuto, de mediados de los años 70.
13. The Guardian, 1 de agosto de 2002.
14. Este acuerdo secreto, que lleva los nombres de los ministros
de Exteriores británico y francés, supuso el reparto
de Oriente Medio entre Reino Unido y Francia y, con ello, la
traición al compromiso de independencia y unidad adquirido
con los árabes por su apoyo a los aliados en la guerra
contra el Imperio Otomano durante la I Guerra Mundial.
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