57
años de la 'Gran Nakba' (desastre) de los palestinos
Nuestro desastre
fue la creación de Israel
Mahmoud Darwix*
The
Guardian
/ CSCAweb (www.nodo50.org/csca), 18 de mayo de 2005
Traducción de Natalia Litvina para CSCAweb
"Nuestras
manos ensangrentadas todavía son capaces de ofrecer la
seca rama de olivo, salvada de los restos de árboles que
la Ocupación ha destrozado, siempre y cuando los israelíes
maduren y reconozcan nuestros legítimos derechos nacionales,
tal y como están definidos por la ley internacional, al
frente de ellos está el derecho al retorno, la retirada
total de los territorios palestinos ocupados en 1967, y el derecho
a la autodeterminación en un Estado soberano cuya capital
sea Jerusalén. No puede haber paz bajo ocupación
militar. No puede haber paz entre amo y esclavo"...
Hoy es nuestro día de
recuerdo. No necesitamos mirar lo que ocurrió ayer para
recordar la cronología de crímenes perpretados.
El presente es un vivo recordatorio de la catástrofe,
la Nakba, los trágicos eventos que perduran todavía.
No es necesario que nos recuerden
la continuidad de la tragedia humana que nos ha atormentado durante
los últimos 53 años. Seguimos siendo definidos
por los elementos de aquella tragedía, aquí y ahora.
Todavía resistimos la expresión de sus efectos,
aquí y ahora, en el suelo de nuestra tierra natal, nuestra
única tierra natal. ¿Cómo podemos olvidar
lo que le ocurrió a esta patria nuestra, esta patria que
sigue perdiendo a sus hijos en la catástrofe?
No podemos olvidar, porque
nuestra memoria colectiva e individual sigue siendo fértil
y capaz de recordar nuestro triste pasado, cuya cronología
es la de una tierra y un pueblo, una cronología de tragedia
y heroísmo, la cronología de un cuento relatado
en gotas de sangre, en conflicto abierto con lo que nos dicen
que somos y que debemos aspirar a ser.
Si los hacedores israelíes
de esta Nakba, esta catástrofe, declaran sobre este día
de recuerdo que la guerra del 48 aún no ha acabado, simplemente
dejan al descubierto el espejismo de una paz que ha sido tejida
durante la pasada década, por la que decían poner
fin al conflicto a través de la fragmentación de
la tierra. Simplemente han dejado claro la imposibilidad de integrar
el proyecto sionista y la paz, cuando el objetivo real de su
programa y su proyecto sigue siendo aniquilar la identidad y
el pueblo palestino.
La percepción palestina
de esta guerra se encuentra en su situación de desarraigo
masivo. Se encuentra en la conversión de sus personas
en refugiados, dentro y fuera de su propia tierra. Se encuentra
en el intento de expulsarles del ser, del espacio, del tiempo,
después de la usurpación de sus hogares y de su
historia, después de su transformación, pasando
de ser una entidad defindia en el tiempo y el espacio a ser un
fantasmal excedente de exigencias, exiliados del ser.
Pero los hacedores de la Nakba,
de la catástrofe, no pudieron romper la voluntad del pueblo
palestino ni erradicar su identidad nacional, mas allá
de la diáspora, de la masacre, de la pretensión
de hacer del espejismo una realidad, mas allá de la creación
de una historia falseada. En las pasadas cinco décadas
han fracasado a la hora de empujarnos fuera de nosotros mismos
o enviarnos a un estado de amnésica demencia.
Han fracasado al intentar disminuir
la presencia palestina de la consciencia mundial, bien creando
mitos, bien creando un inmunidad moral que da a las víctimas
de ayer el derecho de producir sus propias víctimas hoy.
Un verdugo no puede justificarse a sí mismo vistiendo
la más sagrada de las indumentarias.
Hoy el recuerdo de la Nakba
acude por medio de las dificultades sufridas por los palestinos
al defender su esencia humana y su dignidad, su derecho natural
a la libertad y a la autodeterminación en una parte de
su patria histórica, después de hacer concesiones
mas allá de las esperadas por la legislación internacional
para llegar a una paz realmente posible.
Cuando la hora del reconocimiento
se hizo mas cercana, la concepción israelí sobre
la paz se mostró tal cual: volver a la ocupación
bajo una apariencia distinta, bajo condiciones previas mas favorables
y menos costosas a la potencia ocupante.
La Intifada
La Intifada, ayer, hoy y mañana,
es una expresión natural y legítima de la resistencia
a la esclavitud que trajo una ocupación, la cual practica
las peores formas de discriminación racial; una ocupación
que intenta, bajo la apariencia de un proceso de paz fradulento,
expulsar a los palestinos de sus tierras y posesiones, y aislarlos
en bantustanes demográficamente aislados, rodeados por
asentamientos y carreteras, mientras se les ofrece una suculenta
zanahoria (a cambio de estar de acuerdo en "poner fin a
las exigencias y la lucha" ); la zanahoria de poner el nombre
de su propio Estado a las espaciosas prisiones en las que han
sido auténtica y completamente encarcelados.
La Intifada no representa un
ruptura con la idea de la paz, pero intenta salvaguardar esta
idea de un horrible laberinto racista, y reunirla con sus verdaderos
padres, la justicia y la libertad, ni mas ni menos. Intenta reunir
la paz con sus padres legítimos a través de la
resistencia a la continuidad del proyecto colonialista israelí
en Gaza y Cisjordania bajo la apariencia de un proceso de paz,
que el gobierno israelí ha vaciado de todo significado
y sustancia.
Nuestras manos ensangrentadas
todavía son capaces de ofrecer la seca rama de olivo,
salvada de los restos de árboles que la Ocupación
ha destrozado, siempre y cuando los israelíes maduren
y reconozcan nuestros legítimos derechos nacionales, tal
y como están definidos por la ley internacional, al frente
de ellos está el derecho al retorno, la retirada total
de los territorios palestinos ocupados en 1967, y el derecho
a la autodeterminación en un Estado soberano cuya capital
sea Jerusalén. No puede haber paz bajo ocupación
militar. No puede haber paz entre amo y esclavo.
La comunidad internacional
no puede seguir cerrando los ojos frente a lo que está
ocurriendo hoy en la tierra de Palestina, como hizo en el año
de la Nakba. La ocupación israelí continúa
con la destrucción de la sociedad palestina, y por ello
la asedia. Continúa matando y asesinando, con cada medida
de fuerza que estime oportuna, usando su armamento contra un
pueblo aislado que defiende lo que queda de su existencia e identidad
amenazadas, defendiendo lo que resta de sus demolidos hogares,
defendiendo los restos de sus cultivos.
El interés de los paises
de todo el mundo, y de sus pueblos, en el enfrentamiento que
hoy se desarrolla en Palestina, y su apoyo al pueblo palestino
-un pueblo que se ve privado de una vida normal y ordinaria-
es una prueba de catadura moral que revelará hasta qué
punto los valores de justicia, libertad e igualdad tienen credibilidad.
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