Año VI, No. 148.- 9 al 16 de junio de 2007.-
Lo sucedido en la reunión en Panamá de la OEA ilustra las inequidades consustanciales a tal organismo. En ella Condolezza Rice no dudo en exigir una “visita” de ese organismo a Venezuela, para dictaminar la violación a la libertad de expresión que le atribuye al gobierno de ese país, por el hecho de no renovarle el uso de la frecuencia a un medio afín a los intereses de los Estados Unidos, afirmando en contrapartida que en los Estados Unidos las televisoras si recogen las criticas al gobierno.
Vaya cinismo de quien representa al gobierno que aprovechando los ataques del 11 de septiembre del 2001, impuso la Ley Patriótica (Patriot Act) que recorta importantes libertades a su propia ciudadanía, pues le permite intimidar, acosar y apresar, con la excusa del terrorismo, a todo pensamiento adverso, como efectivamente lo viene haciendo. Vale la pena recordar que es en Estados Unidos donde los grandes medios televisivos practican la autocensura en la información sobre la guerra de Irak, por petición expresa del presidente. Lo que nuevamente desnuda a la OEA es su silencio cómplice tanto con la protección de Estados Unidos al terrorista confeso Posada Carriles, como con el confinamiento extrajudicial del que hace gala la potencia norteña en su base de Guantánamo.
Mientras tanto, el gobierno de Martín Torrijos, a costa del erario público, desplegaba una página completa en los principales diarios resaltando su excelente relación con la Subsecretaría de Estado, mientras que dejaba de utilizar ese foro de la OEA para denunciar y exigir la limpieza de los polígonos de tiro, así como la descontaminación de los lugares de experimentación y almacenaje de armas químicas por parte del ejército estadounidense en nuestro territorio. Hacía apenas una semana que en la prensa nacional se informaba que para la ampliación del canal se tendría que descontaminar de explosivos la ribera oeste, con la consiguiente carga de tal costo millonario a los maltratados bolsillos de la población. ¡Que lejos están de la actuación de Omar Torrijos en aquel histórico Consejo de Seguridad de la ONU efectuado en 1973 en nuestro país!
La reunión de la OEA fue también ocasión para que agrupaciones estudiantiles, indígenas, sociales, ambientalistas, de familiares y afectados por el envenenamiento masivo, de destituidos por la ley 25 en 1990, elevaran su voz de protesta. Vale la pena señalar particularmente lo ocurrido en el Instituto Nacional, el Artes y Oficios y los colegios de Paitilla. Desde diversos sectores se señala la violencia innecesaria por parte de esas protestas, siendo el caso más llamativo el protagonizado por estudiantes del Artes y Oficios.
Su protesta inicialmente pacífica, originada en una razón legitima como es el pésimo estado de sus talleres, desembocó en actos que en nada ayudan a su causa. Cuando finalizaba la demostración estudiantil, grupos incontrolados la emprendieron contra bienes de la humilde barriada contigua al colegio, desatando un enfrentamiento con sus moradores. Una situación similar se dio contra conductores en el área de los colegios de Paitilla, desluciendo su demanda de reapertura del Instituto Nacional y del Artes y Oficios.
¿Por qué pasa cada vez más frecuentemente tal fenómeno en las movilizaciones de estudiantes, incluyendo las reyertas entre colegios? Una atenta mirada nos puede dar la pista. Pareciera apuntar a la razón que llevó en el centenario de su plantel, a grupos de aguiluchos a la calle. Reivindicaban la puesta en vigencia de la histórica Asociación Federada del Instituto Nacional, la AFIN, ilegalizada desde hace buenos años.
Si algo había distinguido a Panamá desde las primeras décadas del pasado siglo, era la conciencia cívica que generaba la existencia de asociaciones federadas de un innegable protagonismo en la vida republicana. Desde que en 1982 las asociaciones estudiantiles fueron ilegalizadas, no existe el cauce que permitía que en asambleas democráticas se decidieran las acciones de lucha, decisiones de las que eran custodios los mismos estudiantes.
El continuado irrespeto al derecho de organización y pensamiento propio ha sido la tónica de la dictadura y de la actual «democracia» . Basta con que un(a) estudiante muestre inquietudes para que sea expulsado del plantel al que pertenece sin contemplaciones. Precisamente son el Instituto, el Artes y los colegios de Paitilla quienes se llevan el record en la aplicación de tales medidas represivas. Esos vientos trajeron estas tempestades. Ante el vacío provocado por una practica autoritaria, los métodos lumpénes propios de la pandilla campean en los colegios, sin el contrapeso que sería, como lo fue antes, la organización estudiantil.
Mal haría el profesorado y su gremio en seguir consintiendo tal práctica, por lo que es obligante prestar oídos sordos a las amenazas injustificadas del actual ministro del ramo, y asumir, con los cuidados requeridos, el papel de facilitadores de la reorganización estudiantil. ¿No es acaso un objetivo actitudinal propiciar la formación cívica del educando?
Es pertinente recordar como en la década del 40 una Asociación de Profesores de la República, a la cabeza de la cual estaba una lucidez como César De León, protagonizaba insignes luchas en unión con la recientemente reorganizada Federación de Estudiantes de Panamá, nutrida de quienes llegarían a ser destacadas personalidades. El país se merece y agradecería un protagonismo estudiantil que, a partir del resurgimiento de las asociaciones federadas como ejercicio de la libertad de expresión y organización, diera oportunidad a la existencia de un movimiento estudiantil maduro y fuerte. Ese sería el camino para que las protestas estudiantiles tengan mejores derroteros.