Xarxa Feminista PV

Foro Social Ibérico Por la Educación: Educación y Políticas públicas

Lunes 14 de noviembre de 2005

FORO SOCIAL IBÉRICO: Córdoba 29 Oct.- 1 Noviembre Charo Altable Vicario.

La Marcha Mundial de las Mujeres, de la que formo parte, identifica al Patriarcado como el sistema de opresión hacia las mujeres, y al capitalismo como el sistema de explotación de una inmensa mayoría de mujeres y de hombres por parte de una minoría. Estos sistemas se fortalecen mutuamente y fundamentan el sexismo, misoginia, racismo, xenofobia, homofobia, colonialismo, imperialismo, esclavismo y trabajos forzados. Son la base de fundamentalismos e integrismos que impiden a mujeres y hombres ser libres. Generan pobreza y exclusión, violan los derechos humanos, particularmente los de las mujeres, y ponen en peligro a la humanidad y al planeta. Por ello rechazamos este mundo y proponemos construir otro, donde la integridad, la diversidad, los derechos y libertades de todas y todos sean respetados. Estos derechos se basan en los valores de: igualdad, libertad, solidaridad, justicia y paz.

(Carta Mundial de las Mujeres para la Humanidad, Guía Didáctica elaborada por el grupo de la Marcha de Valencia)

¿Cuáles son los síntomas de este patriarcado que no queremos porque es injusto?

Lo que está pasando hoy es algo más que un síntoma del malestar de nuestra cultura; polución de la atmósfera, contaminación de tierras, mares y ríos, alimentos altamente contaminados y dañinos para la salud, especies envenenadas, pueblos enteros, destruidos por las guerras de las armas o las guerras comerciales del modelo económico, obligados a emigrar, miles de mujeres violadas y obligadas a prostituirse por las mafias o como único medio de vida, niños y sobre todo niñas vendidas como esclavas sexuales, mujeres y chicas adolescentes maltratadas por sus compañeros y amantes de todos los grupos sociales, etc., etc.

Todo esto nos lleva a considerar que la violencia forma parte del patriarcado, y que éste nació y se alimenta del militarismo y de la obediencia al líder superior, es decir, de las jerarquías de poder y el respeto a ellas con la exclusión de los diferentes, “los enemigos”. Este racismo, no es sólo cultural sino económico, es decir racismo hacia otras maneras de entender las economías de los pueblos, racismo e imperialismo como base también de la economía internacional, que funciona con amenazas, boicots y competitividad feroz, aún a costa de la pobreza de millones de seres humanos, sobre todo mujeres y niños.

La cara más evidente del patriarcado son las guerras, todo tipo de guerras. Podríamos decir que las guerras son la punta del iceberg del sistema patriarcal, ya que en ellas todo es posible; rapiñas, violaciones, torturas, muertes, robos, intimidaciones, raptos, asesinatos. Y todo en nombre de un solo dios, pueblo, raza, economía o patria, como excusa para ocupar territorios, con los consiguientes desplazamientos de poblaciones en campos de refugiados, que quedan como mano de obra disponible, barata, expulsados de sus tierras, de su economía y cultura, en nombre- dicen- del progreso humano. Recordemos las desplazadas y desplazados de Chiapas, de toda América Latina, de los Balcanes, de Palestina, de Ruanda y de tantos y tantos lugares del planeta. En estas situaciones las mujeres ocupan un lugar importante en la reconstrucción de la vida cotidiana y del mantenimiento de la lengua y cultura de esos pueblos, pasando muchas veces a ser las únicas mantenedoras de la economía con sus trabajos manuales.

En las guerras las mujeres son las más denigradas. En ellas perdemos todos nuestros derechos y nos convertimos en tierra donde castigar al enemigo. Recordemos a las mujeres violadas de Bosnia, de Bolivia, a las mujeres violadas de todas las guerras, a las mujeres amenazadas por oponerse a las guerras o al uso de la violencia, a los miles de niños soldados, a quienes se les entrega un fusil en las manos en lugar de un libro, a quienes se les enseña el odio, en lugar del amor.

Pues bien, en todas estas guerras, los gobiernos, llamados democráticos, y sus industrias armamentísticas se lucran a costa de muertos y violaciones. Sabemos que la economía norteamericana no puede subsistir si no hace guerras, si no vende armas, pues su industria se basa fundamentalmente en la proliferación de armas, cada vez más sofisticadas, cada vez más caras. También España y otros países europeos venden armas. Podemos hablar también de los traficantes de armas y de las implicaciones de algunos miembros de gobiernos, como el exjefe de los servicios secretos de Perú, acusado de vender 10.000 fusiles a la guerrilla colombiana de las FARC y el gobierno español que vendió tanques y obuses al gobierno de Colombia por valor de 16 millones de dólares.

Existe también la guerra ecológica que devasta aguas, tierras, alimentos, animales y personas, a manos de empresas y militares, con la venia de sus gobiernos. Como dice María Mires y Vandana Shiva (1997) en el libro Ecofeminismo, “Pensamos que la devastación de la Tierra y de los seres que la pueblan por obra de las huestes empresariales y la amenaza de aniquilación nuclear por obra de las huestes militares son preocupaciones feministas. Son manifestaciones de la misma mentalidad masculinista que pretendía negarnos el derecho a nuestro cuerpo y a nuestra sexualidad y que se apoya en múltiples sistemas de dominación y de poder estatal para imponerse.”

Otro de los aspectos lucrativos y devastadores de las relaciones humanas es el tema de la prostitución. Esta industria representa entre 5.000 y 7.000 millones de dólares en el mundo y el tráfico de 4 millones de personas, sobre todo mujeres y niñas. De las personas que se introducen ilegalmente en Europa el 90% se hace con el fin d explotarlas sexualmente, aproximadamente 500.000 cada año. Toda esta industria de la prostitución no sería posible si no hubiera consumidores de ella, hombres que alquilan, por dinero, los servicios sexuales de algunas personas, mujeres sobre todo, que se prestan a los caprichos del amo o cliente por diversas causas, entre las cuales el hambre y las violaciones familiares, cuando no son raptadas y obligadas, con amenazas y chantajes, a ejercer la prostitución como esclavas. Y aquí, en el contrato sexual que hacen estos hombres se despliega toda una serie de fantasías sexuales masculinas, no exentas de violencia, que están influyendo en la concepción dominante de la sexualidad. De esta manera se puede ver como normal la visita de un hombre a un club de carretera, a un lujoso castillo del sexo, con mujeres de todos los colores, “señoritas” las llaman ellos, de alto standing. No podemos extrañarnos que los adolescentes de los institutos vean normal el insultarlas y apedrearlas, como ocurrió en el puerto de Valencia.

Podríamos hablar también del turismo sexual; de las orgías de japoneses con prostitutas chinas o de europeos con filipinas o tailandesas, por no hablar de otros países. Y en esta explotación sexual no están libres los miembros de la Iglesia, como los casos del orfanato portugués ( la Obra Pía), los casos de sacerdotes españoles, que se destapan ahora, los de los obispos norteamericanos o los de algunos miembros del gobierno chileno y algunos alcaldes y concejales españoles, “buenos cristianos”, según un párroco, por citar sólo algunos ejemplos. Y es que existe un consenso y una complicidad, en mucha población masculina, acerca de la utilización de la prostitución. No hay más que abrir los periódicos de las ciudades españolas para ver las numerosas ofertas de chicas para ellos, para todos los gustos, deseos y precios. Nos explicaremos así que la industria de la prostitución mueva más dinero que todos los presupuestos militares del mundo entero, y por supuesto más que todos los presupuestos de educación que son mucho menores que los presupuestos de los ministerios de defensa o guerra. ¿Saben esto nuestros alumnos y alumnas?

En definitiva, esta estructura patriarcal de nuestra sociedad, afianzada en las tradiciones guerreras, jurídicas, religiosas, científicas, festivas y de vida cotidiana,... basada en la superioridad masculina y en el uso de la fuerza y el chantaje, como valor para conseguir el poder y el dominio, hace que la violencia sea ejercida fundamentalmente por los adultos varones, unos más que otros, ciertamente, y algunas mujeres que participan en el poder con los mismos presupuestos que los poderosos del planeta, que responderían así a esa imagen del arquetipo viril protagonista de la historia, como muy bien lo llamó Amparo Moreno Este arquetipo, que podemos percibir en el uso del lenguaje y en muchas de las esculturas de nuestras ciudades ( hombres ilustres), en la utilización del deporte de alta competición, como ejercicio de la virilidad, y en la utilización de las armas, con la excusa de la caza, el deporte o la guerra, contribuye a la naturalización y reproducción del modelo violento, modelo que se reproduce en nuestra escuelas si no se actúa sobre él, tarea prioritaria de la Coeducación como educación para la paz.

Hoy se habla mucho de la violencia en las aulas, ejercida, en su gran mayoría, por los adolescentes varones sobre otros varones, considerados más débiles y menos hombres, y sobre las mujeres, sirviéndose de amenazas, insultos, desvalorizaciones o burlas de su físico o de la manera de ser u opinar. Hay que decir que estos adolescentes violentos han aprendido de otros hombres, sobre todo de los hombres de su familia, la violencia y el trato a las mujeres. Sabemos que muchos de los niños y niñas de la calle escaparon de hogares, donde el maltrato y los abusos sexuales estaban a la orden del día. Además, por si esto fuera poco, lo aprenden diariamente en las series y telefims, donde, como en la vida real, la mayoría de actos violentos y malos tratos se ejercen sobre las mujeres u hombres más débiles. Esta familiarización televisiva con la violencia y el abuso sexual hacia las mujeres tiene como consecuencia el convertirla en un hecho aparentemente natural, inevitable, no educable, como si la agresividad o la cólera, fundamentalmente la masculina, llevara inevitablemente a la violencia o la venganza.

Otro de los aspectos donde se puede observar el arquetipo viril es en las relaciones amorosas. En los institutos, sobre todo en la ESO, podemos observar ya modelos amorosos dominantes y pautas de relación no justas. Vemos como muchos chicos se ríen, desprecian descalifican o no consideran a las chicas. Esto constituye en sí maltrato, preparándose así para futuros y mayores maltratos. Vemos cómo las chicas aunque se quejan de ellos están dispuestas a todo, o casi todo, por amor. Se preparan así para ser maltratadas.

Todo esto nos indica la necesidad de analizar las historias de amor de la realidad cotidiana, la real y la que está en el imaginario, las historias de ficción del cine y de las teleseries que ven, así como las historias y modelos o parámetros amorosos que subyacen en las letras de las canciones que escuchan. Pero no sólo es necesario analizarlo, lo más difícil es desaprender los modelos violentos y aprender relaciones justas, sin chantajes, desvalorizaciones, indiferencias o dominaciones ni sumisiones. Esto nos demuestra que la micro estructura de las relaciones individuales guardan una similitud, en su organización, con las colectivas de la macro estructura. Las relaciones económicas, como las relaciones hombre- mujer son de dominio / subordinación, no son justas ni democráticas, y los medios de comunicación, con la televisión a la cabeza, son responsables en parte. Por ello es necesario cambiarlos. Es necesario que todas y todos ejerzamos la democracia participativa en el control de lo medios.

Todo este triste panorama que he pintado, al que podrían añadirse muchas más cosas y más espeluznantes, no ocupa todo el espacio de la tierra ni de nuestras conciencias. El patriarcado ya no tiene ningún prestigio ni credibilidad para muchas mujeres y hombres, aunque esté presente aún en los poderosos del planeta. Hemos sido fundamentalmente las mujeres las que desde nuestras conciencias hemos alzado nuestras voces, nos hemos unido y no hemos parado ni pararemos para pedir, exigir y construir un mundo más justo, pacífico y solidario. Recordemos las insistentes reivindicaciones de las Madres de la Plaza de Mayo, la construcción de comedores populares y ayuda mutua para paliar el hambre de las mujeres americanas, la insistencia de Mujeres de Negro (mujeres de Israel y Palestina, de la ExYugoslavia y de otros muchos lugares), Mujeres de la Ruta del Pacífico, de Ciudad Juárez, y tantas otras, en la resolución de conflictos por vías pacíficas, en la necesidad de dialogar y cooperar por un mundo más justo. Por un mundo más justo están trabajando miles de mujeres desde sus puestos de trabajo, desde las aulas, desde los Servicios Sociales y Sanitarios, dando sentido al quehacer cotidiano y sirviendo de mediadoras en los conflictos.

Prevenir la violencia y construir la solidaridad.

Se previene la violencia construyendo otro mundo posible, otro mundo que ya existe, si bien no es todo el mundo, donde se deconstruye el arquetipo viril y su modelo de masculinidad de sociedad, economía y ciencia y se da prioridad a otras maneras de ser hombre y mujer, y a otras maneras de responder a los conflictos. Existen ya ejemplos comunitarios de resolución de conflictos mediante la cooperación solidaria entre mujeres, entre mujeres y hombres y entre gentes de diferentes pueblos. El lado cooperativo y constructivo del ser humano es lo que debemos resaltar en debates, obras literarias y artísticas, medios audiovisuales y deportes.

Conscientes de lo que significa el patriarcado en nuestras propias carnes, las mujeres feministas de todo el planeta hemos elaborado la Carta Mundial de las Mujeres para la Humanidad, basada en los valores de: Igualdad, libertad, solidaridad, justicia y paz. Enuncio aquí solamente algunos de los puntos esenciales:

- No hay costumbre, tradición, ideología o sistema económico que pueda justificar el poner a una persona en situación de inferioridad.

- Antes de ser esposas, compañeras, madres o trabajadoras, las mujeres somos ciudadanas de pleno derecho.

- Las tareas no remuneradas que aseguran la vida y la continuidad social, son actividades económicas que generan riqueza, y como tales deben ser valoradas y compartidas.

- Las mujeres tomamos libremente las decisiones sobre nuestro cuerpo y sexualidad y decidimos si tener o no hijos.

- La economía está al servicio de las personas y se centra en la producción e intercambio de riquezas socialmente útiles, distribuidas entre todas y todos, garantizando el bienestar de la colectividad, eliminando la pobreza y asegurando el equilibrio entre interés general e individual.

- La justicia social está basada en una redistribución equitativa de las riquezas, de manera que se elimine la pobreza, se limite la riqueza y se garantice la satisfacción de las necesidades esenciales de la vida para todas las personas.

- Todos los seres humanos tienen derecho a vivir en un mundo sin guerras, ni conflictos armados, ocupación extranjera o bases militares. Nadie tiene derecho sobre la vida de las personas y de los pueblos.

¿Qué proponemos las mujeres en este principio de siglo en la educación?

Son muchas las propuestas y muchos los deseos. Podemos decir que los avatares de la vida, el hecho de estar en contacto con la violencia visible e invisible, el hecho de escuchar a otras mujeres de diversos países, que ahora están en éste, el ser conscientes del dolor de las desposeídas y desposeídos del planeta a causa de los numerosos atropellos, desastres y violaciones de personas, derechos y tierras, nos ha hecho levantar la voz como mujeres de este planeta que no conocemos fronteras y marchar por todas las ciudades del mundo, “haciendo una llamada a todas las mujeres y hombres, a todos los pueblos oprimidos del planeta, para proclamar individual y colectivamente su poder para transformar el mundo y desarrollar relaciones basadas en la igualdad, la paz, la libertad, la solidaridad y la justicia, convocando a la acción a todos los movimientos sociales y a todas las fuerzas de la sociedad, para que los valores que defendemos, en la Carta Mundial de las Mujeres para la Humanidad, sean verdaderamente puestos en práctica y para que las instancias de poder político tomen las medidas necesarias para su aplicación”.

Todos estos valores son los que promueve la Coeducación, puesta en marcha fundamentalmente por las mujeres feministas, a la que se han añadido algunos hombres antipatriarcales, e invitamos a hacerlo a todos para que promuevan otro tipo de masculinidad.

La Coeducación la entiendo como una serie de acciones y reflexiones a favor de las niñas y niños, adolescentes y jóvenes que tienen como finalidad el desarrollo integral de todos los aspectos de las personas, hacia la construcción de una feminidad y masculinidad que acabe con la violencia y sumisión entre hombres y mujeres, entre todas las personas y, por consiguiente, que acabe con la dominación en la construcción de la ciencia, de la cultura, de la economía y de la entera sociedad.

La Coeducación se centra, entre otros, en los siguientes puntos:

· Partir de las propias experiencias y nombrarlas, hablando, escribiendo y actuando para construir una cultura de paz, solidaridad y justicia.

· Reconocer que las mujeres a partir de la discriminación efectuada sobre nosotras hemos desarrollado una resistencia y rebeldía promotora de los derechos humanos para todas y todos, sin distinción de sexo, etnia o cultura. Es por eso que tenemos un plus y no un menos, que los hombres y la entera sociedad deben reconocer. Queremos incorporar a las mujeres y a los hombres a las teorías y prácticas de equidad y justicia entre mujeres y hombres. Esto supone:

· Llevar toda nuestra vida a todas partes, sin separar lo privado de lo público, es decir, estando en todos los espacios enteramente y no ajenas o separadas de aquello más íntimo.

· Hacer de la relación, el pacto y contrato, entre mujeres, el punto de palanca para cambiar lo real, lo cotidiano, el mundo.

· Cambiar la socialización de los varones, deslegitimando la fuerza y creando vínculos emocionales entre ellos a la vez que se crea una conciencia crítica acerca de la construcción histórica de la masculinidad y sus efectos perniciosos sobre las mujeres y sobre ellos mismos.

· Educar para la vida, educando en emociones, relaciones y sexualidad justas y de buen trato, haciendo teoría desde la práctica en el aula y desde la experiencia de sí.

· Aceptar las diferencias y desarrollar estrategias y técnicas para transformar los conflictos y la agresividad en problemas y éstos en soluciones creativas, transformando así la violencia en relaciones de diálogo y comunicación con lo más profundo de sí y los otros.

¿Qué puede hacer la escuela y la educación no formal respecto a la Educación?

Lo que estamos proponiendo las mujeres desde todos los ámbitos educativos, desde las aulas, las familias, los medios de comunicación, los ayuntamientos, servicios sanitarios y sociales y desde todas las organizaciones civiles, son planes y proyectos concretos que erradiquen la violencia de género y la violencia de todo tipo en todos los ámbitos de la vida, porque la raíz de la violencia es una, como hemos explicado anteriormente al referirnos a la sociedad patriarcal.

Lo que estamos proponiendo las mujeres enseñantes son planes y proyectos de Coeducación. Cuando se oye la palabra Coeducación la mayoría de las personas piensan que consiste en educar en igualdad. Educar en igualdad es la propuesta que hoy se nombra en los medios de comunicación y en la asignatura que será obligatoria en un curso de la ESO. ¿Pero qué es esto de la igualdad? La soldado Lynch también torturó. ¿Es esto la igualdad que queremos? Pues no. No se trata de enseñar que hombres y mujeres somos iguales, porque no lo somos ni queremos serlo. Evidentemente tenemos los mismos derechos y deberíamos tener los mismos deberes. No se trata de copiar el modelo del arquetipo viril. Se trata de deshacer el modelo de violencia, llamado paradigma patriarcal. Se trata de transformar el malestar, la inseguridad y la agresividad en emociones que me acerquen al conocimiento de mí y de los otros, para tender redes, vínculos de relación y cooperación, de amor y de amistad, al expresar mis emociones y problemas, cualesquiera que éstas sean; temores, miedos, penas o alegrías, porque eso significa compartir la vida en cercanía, sintiéndonos próximos a otras y otros, nuestros prójimos. Este es el cometido de la Coeducación, porque no queremos oportunidades para ejercitar la violencia o la rapiña y la guerra. La Coeducación es una manera pacífica y amorosa de entender la vida y las relaciones entre mujeres y hombres y entre todos los humanos y los recursos del planeta.

Habrá que realizar, y muchas mujeres lo están realizando ya, todo un plan de intervención para estudiar las relaciones de hombres y mujeres en la Historia, en la Literatura, en las diversas culturas y en la cultura del barrio o ciudad donde vivimos. Habrá que enseñar a practicar y vivir otro tipo de relaciones laborales, domésticas, afectivas, sexuales y de ocio, que destierren la violencia y el dominio de unos sobre otros y otras, ensayando y practicando otras relaciones y amores posibles. Es necesario analizar también las historias de amor interiorizadas en nuestros psiquismos y patentes en las series televisivas, canciones y realidades cotidianas que vemos en el aula y en el patio.

Pero la escuela, como cualquier otro ámbito educativo, no sólo tiene la función de analizar lo dado sino la función de enseñar a encontrar los recursos que den sentido y conciencia a las vidas que están presentes en estos espacios y que van más allá de los currículos instaurados o de las funciones de ayuda u orientación. En el aula no sólo existen alumnas y alumnos sino que detrás está el mundo de las familias, del barrio, de la ciudad, de los medios de comunicación, de la sociedad de consumo. Están los problemas laborales, de supervivencia, de inmigración, de violencia, de enfermedad, etc. La escuela, por tanto, puede servir de mediadora de problemas y conflictos varios, dando sentido y mesura al reflexionar sobre ellos junto con otras instancias sociales. Creo que la escuela, pero no solamente ella, puede promover, porque se está haciendo ya en algunos casos, la reflexión y el tratamiento de los conflictos que en ella aparecen y que no son otros que los que existen en toda sociedad y que he nombrado:

¿Qué hacer con las personas, los grupos o los gobiernos que se apropian de la riqueza o las tierras de otros? ¿Cómo dar más poder a las ciudadanas y ciudadanos? ¿Qué hacer con los traficantes de armas, drogas o personas? ¿Qué hacer con los especuladores de territorios, aguas o viviendas? ¿Cómo podemos los ciudadanos y las ciudadanas decidir más en nuestras vidas? ¿Qué tipo de democracia tenemos? ¿Es ésta la que queremos o deseamos otra más participativa? ¿Qué podemos hacer para defendernos de las personas, de las instituciones y de los gobiernos abusivos que hacen todo a nuestras espaldas? ¿Dónde podemos encontrar la libertad más allá de estos parámetros?

La libertad podemos encontrarla en la reflexión conjunta y en la acción, pues, como dice Paulo Freire (1971) “no puede haber palabra verdadera que no sea un conjunto solidario de dos dimensiones indicotomizables, reflexión y acción”, derecho de todos los humanos. Por eso la verdadera educación es diálogo en relación y acción transformadora junto a otros seres humanos, pues ¿de qué serviría, si no, la conciencia y la palabra? Y es diálogo, relación y acción en una sociedad determinada, lo cual significa que nadie se educa solo y que nadie educa a nadie sino que todos los humanos nos educamos entre sí, mediatizados por el mundo, por otros y otras a quienes concedemos autoridad en su saber, su saber de la vida, un saber que ha hecho suyo en la reflexión y en la acción, diferente a ese otro saber académico de lo dado para siempre, sin dudas ni fisuras. Es el reconocimiento del otro y de lo otro lo que puede llevarnos a la autorreflexión, a la conciencia de sí y del mundo en el que vivimos, de lo cual, como dice Paulo Freire, resulta nuestra inserción en la historia como actores y autores.

Resumiendo, la educación es fundamentalmente una relación de diálogo, escucha, reflexión y acción participativa, lo cual va íntimamente relacionado con el concepto de democracia participativa, es decir, democracia que significa poder participar en la selección del currículo, poder participar en la organización, gestión y decisión de lo que se enseña y cómo se enseña, se organizan los tiempos, espacios y personas. Pero la escuela por sí sola no puede educar si no lo hace conjuntamente con las familias, las asociaciones culturales o de defensa de los derechos humanos y los servicios sociales y sanitarios de los barrios y ciudades.

¿Qué se puede y debe hacer desde las aulas?

Hoy se habla de la necesidad y urgencia de establecer programas de derechos de ciudadanas y ciudadanos. En muchos institutos de enseñanza secundaria se están llevando a cabo programas de resolución de conflictos por medios pacíficos. Sin embargo esto no es suficiente si no se extiende a un mayor número de personas, si no se democratiza en el sentido de extenderlo a todas las personas que componen una comunidad, pues no es sólo una tarea de personas expertas.

Además debieran ser obligatorios, impulsando experiencias ya existentes, los programas de educación afectivo-sexual y de relaciones justas para que los hombres no dominaran a las mujeres ni éstas fueran víctimas. ¿Cómo prevenir el maltrato? ¿Qué hacer con las emociones como el miedo o la rabia? ¿Cómo enseñar a amar, escuchar y respetar a quien ha tenido otros modelos en su familia y en la esfera pública? ¿Cómo enseñar una sexualidad que respete a las otras personas y sus deseos? ¿Cómo enseñar la ternura y el cuidado de los otros, de los animales y plantas, de los ríos y las aguas y del aire que respiramos? ¿Quién controla todo esto? Si la educación obligatoria formal, y la informal de otros ámbitos, no tiene la obligación de acrecentar la conciencia ética de este mundo, ¿quién si no?

Se necesita además una educación diferente en las estrategias para hombres y mujeres, porque diferente ha sido su socialización y porque diferente ha sido la construcción de la masculinidad y de la feminidad. ¿Quién educará a los hombres en su sexualidad si no son los propios hombres, que hayan construido su nueva sexualidad sin violencia, es decir, antipatriarcal? Porque se necesita educarlos en una nueva masculinidad. ¿Quién educará a las mujeres, preparadas para supeditarse por amor, sino otras mujeres independientes que conozcan y defiendan su deseo, sus opiniones y sentimientos? Porque es necesario educarlas en otro tipo de feminidad.

¿Cómo preparar a profesores y profesoras, a madres y padres, a médicos y médicas? ¿Cómo educar al mundo de la justicia, de la política, de la empresa, de los medios de comunicación, y etc., etc.? Somos todas las ciudadanas y ciudadanos conscientes de estos problemas los que podemos educar, al participar socialmente en todo aquello que nos concierne, al elevar las quejas y el malestar al rango de política. Para ello debemos unirnos, hablar, reflexionar, proponer y realizar proyectos de investigación-acción-participación de la propia realidad, la cotidiana, la del aula, la del barrio, de la ciudad, del campo y de los recursos naturales Esa es la verdadera democracia.

Se necesita, por tanto:

- UN PLAN DE COEDUCACIÓN en todas las etapas educativas de la Enseñanza Obligatoria, con aprendizajes progresivos de conocimientos a nivel cognitivo, emocional y de comportamientos.

- Un Proyecto Coeducativo de Centro que implique a las Familias, Ayuntamientos y Medios de Comunicación, con interacciones en Servicios Sociales y Unidades Primarias de Salud Mental y en relación con asociaciones culturales y de derechos humanos.

- Un gran plan de Formación del Profesorado, y de todos los agentes educativos, desde la Coeducación, que comprenda el tratamiento de conflictos o educación para la paz, la educación emocional y sexual y el buen trato entre hombres y mujeres, entre razas y culturas, donde la práctica y la teoría vayan unidas para dar sentido al quehacer cotidiano del aula, del mundo laboral, doméstico o de ocio, que no es otro sino el quehacer cotidiano de la vida.

Sin duda que en este quehacer la educación no formal de las asociaciones civiles, asociacionesdevecinos,demujeres,asociaciones ecologistas, de defensa de la tierra, la selva o las aguas y todo tipo de asociaciones en defensa de los derechos humanos tienen un gran cometido, porque la educación y la escuela la hacemos mujeres y hombres de carne y hueso, no una institución, ni el estado. Nuestro deber es exigir lo que necesitamos,

- porque queremos cambiar la escuela y la cultura,

- porque queremos cambiar las relaciones,

- porque queremos cambiar el mundo.

Ese es nuestro deseo: cambiar las relaciones entre todos los humanos, entre hombres y mujeres y entre todos los pueblos de la tierra, porque otro mundo, más justo y solidario es posible.

Por decirlo con otras palabras- las de Edgar Morin- “Si es cierto que el género humano,...posee los recursos inagotados para crear, entonces podemos vislumbrar para el tercer milenio la posibilidad de una nueva creación: la de una ciudadanía terrestre cuyos gérmenes y embriones ha aportado el siglo XX. Y la educación, que es a la vez transmisión de lo viejo y apertura de la mente para acoger lo nuevo, se encuentra en el corazón de esta nueva misión”.

BIBLIOGRAFÍA. Altable Vicario, Ch. (2000) Educación sentimental y erótica para adolescentes. Miño y Dávila. Madrid, Buenos Aires.

Freire, P. (1971) La educación como práctica de la libertad. Siglo XXI. Madrid.

Martínez Bonafé, Angels (1999) Viure la democracia a l’escola. Graó. Barcelona.

Mies, M y Vandana Shiva (1997) Ecofeminismo. Icaria&Antrazyt. Barcelona.

Montoya Ramos, Mª M. (coord.) (2002) Escuela y Ecuación. Sofías. Horas y horas. Madrid.

Moreno, Amparo (1986) El arquetipo viril protagonista de la historia. La Sal. Barcelona.

Morin, E. (2004) Los siete saberes necesarios para la educación del futuro. Paidós Studio. Barcelona.

Piussi, A. M y Bianchi, L. (ed.) (1996) Saber que se sabe. Icaria&Antrazyt. Barcelona.

Sau, Victoria.(2000) Reflexiones feministas para principios de siglo. Horas y horas la editorial. Madrid

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