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Tocar el culo sin consentimiento ya no es ’lo normal’, ahora se señala en público y se denuncia por lo penal

Domingo 17 de septiembre de 2023

“Lo hice por las demás, para que sepan que tenemos derecho”: el cambio de percepción de las violencias sexuales anima a denunciar agresiones que antes no llegaban a los tribunales, y aunque algunas expertas advierten del peligro de judicializarlo todo, otras celebran las herramientas legales y la concienciación

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Ilustración de Marta Sevilla

Ana Requena Aguilar 15 de septiembre de 2023 elDiario.es

“Hace diez años no lo hubiera hecho”. Lo dice Beatriz, una mujer de 41 años que este junio consiguió que la Audiencia Provincial de Valladolid condenara a un hombre que le tocó el pecho sin su consentimiento en plena calle a una pena de alejamiento y multa por un delito de abuso sexual [los hechos sucedieron antes de la entrada en vigor de la ley del ’solo sí es sí]. “Es algo que teníamos normalizado, no se hablaba ni de la posibilidad de denunciar. Ahora hay un clima de información, de saber cuáles son nuestros derechos. El feminismo está tan presente que se ha creado una conciencia que nos ha dado fuerza”, prosigue Beatriz, que se siente reparada por la decisión judicial.

A Beatriz, como a la periodista de televisión Isabel Balado hace solo unos días y en plena conexión en directo, un hombre decidió tocarla sin su consentimiento. En el caso de la reportera, un viandante se acercó y le tocó la nalga sin ningún pudor delante de las cámaras. En el caso de Beatriz, paseaba a su perro cuando se encontró con un hombre que hacía lo mismo y al que conocía de cruzarse en el parque. De repente, él le levantó el pantalón para ver el tatuaje de su muslo y de ahí pasó a tocarle un pecho varias veces. Ella le reprochó el tocamiento con un ’¿qué haces?’. El hombre sonrió y se marchó.

Al principio, ni siquiera pensó en denunciar. “Según me pasó, se lo comenté a dos amigas por WhatsApp y todas despotricaron sobre este tipo de actitudes a las que estamos tan acostumbradas, pero a ninguna se nos pasó por la cabeza denunciar a pesar de que las tres somos feministas. Fue un amigo el que me lo propuso; yo al principio pensé que cómo iba a hacerlo si no había testigos ni cámaras, ni tenía el nombre del hombre. Pero la policía me dijo que ellos harían ese trabajo y que los mensajes de audio que había mandado nada más pasar los hechos eran muy importantes”, relata. Efectivamente, esos mensajes son parte fundamental de la sentencia en la que el tribunal da por probados los hechos.

“Hay un cambio de percepción respecto a las violencias sexuales, se ha ensanchado el concepto y las mujeres y sectores cada vez más amplios de la sociedad tienen ahora conciencia de que las agresiones sexuales no son solo esta idea tradicional de una violación con penetración en un callejón oscuro sino que son parte de un continuum en el que hay desde cuestiones que nos parecen menos graves a otras más graves. Lo que tiene una consideración menos grave ha estado tan normalizado que el salto que hemos dado ahora a que se entienda como agresión sexual es muy importante y tiene que ver con esta década de crecimiento del feminismo, de la respuesta alrededor de ’la manada’ y del debate social acerca de la ley del ’solo sí es sí’ y cómo ha conseguido, aunque todavía cuesta, que el consentimiento sea un concepto legal pero también social”, explica la socióloga Beatriz Ranea.

Reproche social y jurídico

La magistrada y miembro de la Asociación de Mujeres Juezas Lucía Avilés también cree que hay una evolución que viene desde hace tiempo y que está teniendo su reflejo incluso en los juzgados. “Tocar un pecho, una nalga o dar un beso sin consentimiento se entendía o como nada o como unas simples coacciones o vejaciones injustas, no tenía categoría de delito y no se enmarcaba en el ámbito de la violencia sexual. Mucha gente no tenía claro que eso fuera delictivo. La sentencia de ’la manada’, que desemboca en cambios jurisprudenciales y legislativos con la ley del ’solo sí es sí’, ha modificado esto”, añade.

El efecto Rubiales, explica Lucía Avilés, ha tenido un gran impacto social “y ha hecho tomar conciencia de que ese tipo de conductas no solamente son reprochables socialmente sino también jurídicamente”. La ley de libertad sexual deja claro que cualquier conducta sexual no consentida es una agresión sexual “y por eso está reprochada penalmente”. Pero ¿son todas las agresiones sexuales asimilables?, ¿puede que llamar agresión sexual a toda conducta sin consentimiento termine por ser confuso o contraproducente?, ¿hay riesgo de caer en una deriva punitivista?

“Jurídicamente se han dado las herramientas para que se avance un poquito más en esa conciencia social. Esas conductas no nos parecen asimilables a, por ejemplo, una violación grupal pero sí tienen una incidencia concreta en una víctima y, sea más o menos su intensidad o gravedad, no dejan de ser un delito sancionado. La intensidad y la gravedad servirán para valorar qué y cuánta pena se aplica”, asegura Avilés. La jueza subraya que el principio de proporcionalidad garantiza que la pena sea, como su nombre indica, proporcional a los hechos. En el caso de un tocamiento o beso no consentido la horquilla oscila entre uno y cuatro años de prisión: “Cuatro puede ser excesivo pero para eso está la horquilla, para valorar todas las circunstancias concurrentes”.

Cuando los hechos no tienen tanta gravedad se aplica la pena en su horquilla inferior o bien una multa. Es el caso de Beatriz, a la que su agresor tendrá que pagar 2.160 euros de multa y otros 500 euros por daños morales. Además, no podrá acercarse a ella a menos de 200 metros ni comunicarse con ella durante los próximos dos años. Durante ese periodo, el condenado tampoco podrá realizar trabajos o actividades con menores.

La abogada especializada en violencia sexual Carla Vall afirma que antes era más complicado que las mujeres llegaran a denunciar estos comportamientos “sobre todo porque los teníamos más incorporados como el precio a pagar por existir en el espacio público”. “Sí creo que estos hechos deben ser agresiones sexuales y la ley ya dice que no merecen el mismo reproche, por eso tienen un marco penológico concreto, para que el juez o tribunal imponga luego la pena que crea adecuada. Y por eso hay también subtipos agravados, como la violación, el abuso de superioridad y las agresiones grupales”, explica. Vall, que ha llevado casos similares al de Beatriz, confirma que muchos terminan con multas y cursos de respeto al consentimiento.

Reparación

La jurista feminista Adilia de las Mercedes también considera que los debates de los últimos años y los cambios legislativos han incrementado en la población el conocimiento y la conciencia sobre la violencia sexual contra las mujeres, “un éxito, principalmente, del movimiento feminista en todo el mundo”. “Reducirlo a una conquista institucional sería miopía social”, agrega.

Pero De las Mercedes discrepa en otros puntos: “En la legislación anterior estaba muy asentado el término ’abuso’, que dirigía rápidamente al imaginario del abuso de poder y resultaba útil para hablar de violencia sexual sin que mediara necesariamente violencia física. ’Agresión sexual’ se ha convertido en un cajón de sastre donde todo cabe y creo que ello produce problemáticas de indistinción que generan o pueden generar respuestas similares ante realidades diferentes o que ante realidades semejantes haya respuestas diametralmente opuestas”, afirma.

La socióloga Beatriz Ranea está de acuerdo en que ’agresión sexual’ es un término que suena “duro y fuerte” pero defiende su uso: “Todas conocemos agresiones sexuales de extrema gravedad y estos comportamientos son más leves, pero es que no dejan de ser una agresión sexual y para eso hay gradación en la legislación y penas menores, pero es importante para asumir que estos comportamientos no son normales”.

“Creo que la ley debe permitir que las mujeres tengan la posibilidad de denunciarlo, debe de existir en el Código Penal para que podamos decidir cómo lo resolvemos”, asegura la abogada Carla Vall. De las Mercedes alerta de que existe una tendencia general al punitivismo “y esto es contraproducente para la sociedad en general”. “Retransmitir la detención del individuo que tocó el culo a la reportera está fuera de cualquier sistema que se precie de respetar las garantías de cualquier posible investigado o acusado. Todas queremos que se haga justicia a las víctimas de violencia sexual, pero esa justicia jamás puede ser a cualquier precio”, señala.

Beatriz se siente aliviada con su sentencia y cree que compartir en voz alta las agresiones sufridas está ayudando a las mujeres a no quedarse atascadas en el malestar personal y a darle una dimensión política a la violencia sexual. “Me siento reparada porque, aunque fuera una agresión leve, después de sufrirla yo cambié las horas a las que salía y los lugares por los que pasaba con el perro. Ahora, cuando le vea de lejos, no seré yo quien se dé la vuelta. Pero sobre todo, esto lo he hecho por mis amigas, por las demás, para que sepan que tenemos derecho”.

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