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Solo sí es sí: ante los ‘retoques técnicos’, abracemos la ley

Miércoles 26 de abril de 2023

Aunque la ley no salió de un despacho, sino del grito inmenso, feminista, del “solo sí, es sí” y “no es abuso, es violación”, el pulso de quienes no estaban dispuestos a que estas libertades formaran parte del BOE, lo hemos sostenido unas pocas

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Manifestación en protesta por la sentencia de la Manada en plaça de Sant Jaume en Barcelona. 26 de abril de 2018. ELISE GAZENGEL

María Naredo 26/04/2023 CTXT

Llegó el día. Y sucedió lo que algunas pensábamos que no pasaría, por haber luchado contra ello hasta el final. El 20 de abril de 2023 el PSOE, con el apoyo de la derecha parlamentaria, cambió el paradigma del consentimiento positivo (solo sí es sí), instaurado por la Ley de Libertad Sexual, por el viejo esquema del sometimiento, (no es no, y, si no hay un no, quizá sea sí). Fue un ataque coral, bien organizado, equipado de contadores mediáticos, que contó con la dejación de funciones del Tribunal Supremo como actor protagonista, y culminó con la proposición de ley del PSOE, a modo de puntilla.

En el pleno del Congreso de los Diputados en el que se aprobó esta reforma, mientras el PSOE seguía sosteniendo que se trataba de un “retoque técnico”, el PP desnudó su discurso describiéndolo como “la derogación de una parte fundamental de la ley”, lo que fue aplaudido a rabiar por su bancada, frente a los rostros desorientados de las filas del retoque. Pero, por si con esto no bastara para entender la trascendencia de la reforma, al día siguiente de la votación, el PP, el partido que en su día presentó una enmienda a la totalidad para detener su aprobación, manifestó que, tras esta reforma, la ley ya estaba como querían.

Volver a colocar la violencia y la intimidación, no como una circunstancia más que agrava la pena, sino como un elemento central que define la agresión sexual y la violación, tiene múltiples implicaciones, que, además, impactan especialmente en las mujeres con menos poder y en las más jóvenes. La Ley de Libertad Sexual vino a ensanchar la libertad de todas, también de aquellas en cuya situación es difícil decir NO, porque trasladó el foco y la responsabilidad, en primer lugar, a los que actúan al margen del sí de las mujeres, y, en segundo lugar, a todos los hombres, instándolos a respetar nuestra autonomía sobre el cuerpo como primer territorio soberano.

Quienes nos reconocemos como madres de esta ley hemos sentido la enorme responsabilidad de sostener cada uno de sus avances, que no eran sino el reflejo de los logros colectivos del feminismo. Por ello, durante estos meses, en los que lo planeado era centrarnos en empujar su aplicación e informar a las mujeres sobre sus derechos, hemos debido dedicar cada minuto del día a combatir los discursos punitivistas cuya misión era hacer caer la ley.

Sin embargo, aunque esta ley no salió de un despacho, sino del grito inmenso, feminista, del “solo sí, es sí” y “no es abuso, es violación”, el pulso de quienes no estaban dispuestos a que estas libertades formaran parte del BOE, lo hemos sostenido unas pocas. Durante estos seis meses tan largos, ha habido silencios cómodos, los de aquellas a quienes ya no esperamos, y también silencios confusos, los de algunas compañeras que, presas de la desinformación, no buscaron más allá. Pero los más dolorosos fueron otros, incluido el silencio táctico de alguna política. Porque, ¿hubiera prosperado la reforma si, desde el principio, los feminismos de los que me siento hermana, los de las huelgas transversales, hubieran comprendido que esto no iba (solo) de un ataque contra el Ministerio de Igualdad, y que no se trataba de una lucha partidista en la que la mayoría éramos espectadoras, sino de la reacción violenta contra un avance “intolerable”, simbólico como pocos, que hacía retroceder al privilegio patriarcal sobre los cuerpos de las mujeres? Pienso que sí, que juntas pudimos pararlo. Porque, cuando las mujeres nos apropiamos de nuestros derechos y los abrazamos colectivamente, logramos resistir.

Habrá ocasión de demostrarlo porque la reacción contra los avances solo acaba de empezar. Una vez desvirtuado el paradigma del consentimiento, el PP ya ha manifestado que el resto de la ley (la parte integral, que incluye la prevención y los derechos de las víctimas en clave de itinerario) no les estorba. Y ello porque estos derechos se pueden derogar “de facto”, simplemente recortando el presupuesto para su desarrollo, y precarizando la situación de las compañeras que sostienen los servicios. Ya lo ensayaron con éxito cuando recortaron sin pudor durante años el presupuesto para el desarrollo de la ley contra la violencia de género.

A pesar de lo amargo del retroceso vivido, la última semana, cuando ya era inminente el retroceso, se prendió una mecha: miles de personas firmaron un manifiesto feminista en defensa de la centralidad del consentimiento sexual, y compañeras ausentes meses atrás se unieron a la lucha. Ello me hizo recordar las palabras de la feminista peruana Giulia Tamayo, a quien tanto extraño en este tiempo: “En los escenarios más adversos, la libertad incluso cuando es atropellada, es creadora. Su potencia se expande cuando se enlazan voluntades”.

Frente al cálculo cínico de quienes decidieron negociar con nuestros derechos, su reforma puede ser un punto de partida. Enlacemos voluntades feministas y seremos imparables.


María Naredo es jurista feminista. Es asesora del Ministerio de Igualdad.

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