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¿Por qué es tan difícil entender (y decir) que ’no es no’ y que ’solo sí es sí’?

Miércoles 8 de junio de 2022

El trabajo de cuatro investigadoras universitarias de Aragón y Andalucía constata la irrelevancia con la que los agresores desdeñan el asentimiento y su carencia de control conductual para solicitarlo, pero también cómo las víctimas mantienen "ideas, actitudes y comportamientos que no van de la mano" con su obtención.

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Una joven con un cartel en una manifestación estudiantil feminista por el 8M, Día Internacional de la Mujer, en la Puerta del Sol, a 8 de marzo de 2022, en Madrid. — EUROPA PRESS

ZARAGOZA 05/06/2022 EDUARDO BAYONA Público

"No existe una definición de qué es el consentimiento y cómo debe comunicarse", explica Mar Sánchez-Fuentes, profesora de Psicología en la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad de Zaragoza en Teruel y una de las cuatro autoras del primer estudio sobre consentimiento y violencia sexual que se elabora en España, publicado bajo el título de Solo ’sí’ significa ’sí’: la negociación del sexo y su vínculo con la violencia sexual, y que ha puesto de manifiesto las lagunas existentes en torno a este requisito que la ley consagra como previo para cualquier tipo de contacto sexual.

El estudio, basado en las respuestas a una encuesta de 1.681 personas de 18 a 66 años, un 78,5% mujeres y un 60,2% con estudios universitarios, y que en cuyo desarrollo han participado la psicóloga Nieves Moyano (Universidad de Jaén), Reina Granados (Laboratorio de Sexualidad Humana de la Universidad de Granada) y la jurista Sandra Parra, pone de manifiesto las lagunas existentes en torno a su aplicación en la vida cotidiana, estrechamente relacionadas con los roles de género y con algunas tradiciones culturales.

El "primer estudio que proporciona hallazgos sobre el vínculo entre el consentimiento sexual y el riesgo de agresión sexual y victimización sexual en hombres y mujeres, respectivamente", llega a dos conclusiones fundamentales. Por una parte, la constatación de que "los agresores sexuales no consideran relevante obtener el consentimiento sexual explícito, y además carecen de control conductual para solicitarlo y adoptan una actitud negativa ante esta práctica"; y, por otra, el hecho de que "si bien las víctimas sexuales son conscientes de la relevancia de obtener el consentimiento sexual explícito, aún mantienen algunas ideas, actitudes y comportamientos que no van de la mano con la obtención del consentimiento sexual, lo que deja a las mujeres en una posición de vulnerabilidad".

¿Se trata de algo frecuente en la sociedad española? "Las cifras son alarmantes, muy superiores a las de la macroencuesta del Ministerio de Igualdad", que concluía que casi una de cada siete mujeres (13,7%) mayores de 16 años han sufrido violencia sexual.

El trabajo de las investigadoras arroja un porcentaje de victimización del 70,2% de las mujeres y una tasa de agresores del 20,8%, es decir, que casi tres de cada cuatro han sido sometidas a actos sexuales sin su consentimiento y más de uno de cada cinco admite haberlos perpetrado.

"No solo evaluamos la violación y el intento de violación, sino también el haber sufrido presión para mantener relaciones sexuales y haber padecido tocamientos. Violencia sexual no es solo que te intenten violar en un portal por la noche o que ocurra esa violación, sino que va mucho más allá", explica Sánchez-Fuentes, que matiza que por cuestiones de métrica los resultados no son extrapolables al conjunto de la población, aunque sí revelan la desmesurada prevalencia de este tipo de ataques.

El equipo de investigadoras se encuentra ahora en plena fase de recogida de muestras para un segundo estudio (participe aquí), aprobado por los Comités de Ética del Gobierno de Aragón y de las universidades de Granada y de Jaén, con el que pretenden "evaluar de manera cualitativa qué es el consentimiento sexual, cuándo se establece y cuándo no se da".

El objetivo del programa, cuyo planteamiento surgió hace tres años, a raíz del asunto de La Manada de Pamplona, consiste en "evaluar desde el campo de la psicología por qué se dan esas actitudes y comprender qué variables podrían estar asociadas, con el propósito no solo de generar este conocimiento científico sino de que podamos implementar programas de educación sexual con cuestiones afectivo sexuales en los que se hable desde las emociones más básicas, la libertad sexual, el consentimiento, los derechos sexuales y, en definitiva, educar·.

"Debe ser afirmativo, libre, voluntario, reversible y específico"

Uno de los primeros problemas que surgen en torno a la aplicación del consentimiento sexual es el de su indefinición, que la ley resuelve estableciendo que existe "cuando se haya manifestado libremente mediante actos que, en atención a las circunstancias del caso, expresen de manera clara la voluntad de la persona" de mantener las relaciones.

Las investigadoras avanzan en la concreción: "El consentimiento, que se establece como un elemento clave relacionado con la libertad sexual, debería cumplir cinco características y ser afirmativo, libre, voluntario, reversible y específico", señala la psicóloga, que destaca cómo "el silencio no puede ser considerado como consentimiento", cómo "se puede retirar en cualquier momento, incluso después de haber comenzado la relación", y cómo "está directamente relacionado con una actividad sexual en un momento concreto. Haber prestado antes ese consentimiento no significa que este prevalezca", tampoco en una relación de pareja.

"Es importante obtener y otorgar el consentimiento de una forma explícita y con la menor ambigüedad", añade. Sin embargo, ¿a qué puede deberse que algo que parece de lógica como pedirlo y obtenerlo de manera previa a cualquier contacto sexual sea desdeñado por un porcentaje tan elevado de los hombres?

"Comprobamos que los hombres agresores otorgaban menos importancia a establecerlo que los que nunca habían sido agresores, y esto puede ser explicado por los roles tradicionales de género y por la doble moral sexual, con la que un mismo comportamiento se valora de manera distinta si lo realiza un hombre o una mujer", expone la psicóloga.

"Una mayor falta de control conductual"

Esos roles, añade, "atribuyen al hombre que lleve la iniciativa y que lleve a cabo la actividad sexual, y a la mujer, que no debe iniciarla y que debe rechazarla aunque la desee", unos patrones que dan lugar a "conductas totalmente peligrosas. Puede haber hombres que crean adecuados esos roles y que llevan a cabo actividades sexuales sin importarles ni considerar que la mujer lo está rechazando; lo que hacen es insistir y rechazar la negativa, con lo que pueden presentarse conductas coercitivas o de violencia sexual".

A eso se le une otra de las aportaciones de la investigación, que apunta a "una mayor falta de control conductual percibido para obtener el consentimiento" entre los agresores que entre los varones que no han cometido agresiones. Los primeros, apunta, "tenían una actitud menos favorable para obtener el consentimiento".

"Lo que tienen en común todos los casos de violencia sexual es la falta de consentimiento por parte de la víctima", señala la psicóloga, que vincula esas conductas agresivas y omisivas de ese asentimiento previo con lagunas en el ámbito educativo.

"Tener una actitud positiva hacia el consentimiento o ser capaz de solicitarlo es un asunto de educación. Más que no entenderlo es que no se lo han enseñado, porque, al ser un tabú, nunca se ha hablado con claridad de la sexualidad y de las relaciones sexuales, y eso está influyendo: nunca nos han enseñado a solicitar ese permiso y a preguntar a mi pareja o a un desconocido si quiere o no mantener relaciones sexuales", explica la psicóloga, partidaria de "incluir en los programas de educación afectivo-sexual cómo se negocia una relación".

"Mayor inclinación a negociar el consentimiento"

En el caso de las mujeres, el posicionamiento ante el requisito del consentimiento varía en función de si han sido o no victimizadas en cualquiera de los tipos de violencia sexual. "Las que han sufrido ataques tienen más inclinación a negociar el consentimiento", mientras que las agredidas con tocamientos o coerciones "perciben mayor falta de control conductual ante él", explica Sánchez-Fuentes, que plantea que estas últimas "probablemente tienen menos asertividad [capacidad de exponer las posiciones con firmeza] para exponerlo" tanto en el inicio como a la hora de parar o ante el uso de métodos anticonceptivos.

En este sentido, los resultados del estudio apuntan que "existe una relación entre la asertividad y el consentimiento sexual", algo vinculado a su vez con el empoderamiento, ya que "de acuerdo con los roles de género ellas aceptan o rechazan, pero no proponen".

Esas diferencias entre las mujeres que han sido victimizadas y las que no también se observan en las normas en las relaciones de pareja. "Las víctimas sí consideran que el consentimiento debe otorgarse con independencia de que antes se hayan mantenido o no relaciones sexuales o de que se trate de una pareja estable, mientras que las no victimizadas consideran que en una pareja estable no es tan importante establecerlo", describe la psicóloga.

La psicóloga apunta como motivo para esas diferencias la posibilidad de que, en el caso de las primeras, "probablemente esa violencia sexual les ha llevado a reflexionar sobre el consentimiento", mientras plantea la hipótesis de que, cuando se han producido esos ataques, "es posible que la posición de vulnerabilidad sea previa a la relación como consecuencia de los roles de género".

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