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Las sobrevivientes de violencias machistas exigen memoria social feminista y más apoyo institucional

Martes 3 de noviembre de 2020

Teresa Villaverde 28-10-2020 Pikara

Las jornadas Memoria Eraikiz (Construyendo Memoria, en euskera), organizadas por la ONG Mugarik Gabe, han reunido a colectivos de víctimas, sobrevivientes, expertas y organizaciones por la memoria para exigir verdad, justicia y reparación frente a las violencias machistas, así como su erradicación.

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Joana Etxano, de Mugarik Gabe, y Anabel Sanz, Técnica de Igualdad y Cooperación del Ayuntamiento de Basauri. Sanz habló del proceso de búsqueda de un lugar de la memoria de las mujeres en Basauri. | Foto: J. Marcos

“Se plantó en la casa donde sabía que estaba y dijo ‘buenos días, yo vengo a por mi hija’. Ella nos contaba que en ese momento no sabía lo que eran los derechos humanos, no sabía nada. Solo sabía que su hija tenía 14 años y no podían meterla a la guerra”, explica Alejandra Mi-ller al hablar de las historias de vida de mujeres que han recogido como acto político en Colombia tras el fin del conflicto armado.

Mi-ller ha sido la primera feminista en formar parte en un Comisionado por la Paz en Colombia. El objetivo de este trabajo era abrir un proceso de investigación en el que la verdad de las mujeres víctimas del conflicto se recogiera, y que lo hiciera además de forma rigurosa y con una metodología feminista. Presentó esta iniciativa los pasados días 22 y 23 de octubre en Bilbao, en el marco de las jornadas Memoria Eraikiz (Construyendo Memoria) organizadas por la ONG Mugarik Gabe. “Estos testimonios, aparte del horror, nos transmitieron también la fuerza de esas mujeres. Nos llamó la atención su capacidad de preservar la memoria de lo que les ha pasado”, contó Mi-ller.

Esta es justo la premisa de la que parte el proyecto Memoria Eraikiz, que cuenta ya con diez años de trayectoria: la idea de que hacer memoria con las víctimas y sobrevivientes de las violencias machistas es esencial para conseguir justicia y reparación para ellas. “Las voces de las mujeres que ya no están se relegan a un segundo lugar”, dijo Joana Etxano, de Mugarik Gabe, al presentar las jornadas. Etxano también quiso subrayar que construir nuestra memoria social desde el feminismo supone poner la base para no reproducir hechos violentos y que, para ello, es necesario el “trabajo conjunto con mujeres y colectivos”. Ese trabajo conjunto se plasmó en las jornadas, donde se presentaron, además de la mencionada, otras seis iniciativas; así como el trabajo de distintos colectivos de mujeres sobrevivientes.

La experta en estudios de género y de memoria social, Luz Maceira, abrió la primera mesa haciendo hincapié en que la memoria de una sociedad, el relato que perdura, construye el significado de lo que dicho grupo entiende que es. Subrayó así mismo el potencial que tiene la memoria para construir una sociedad más plural o más justa. “Fue maravilloso, después del Black Lives Matter, ver que hay sociedades dispuestas a que se oiga la injusticia y se cuestione a figuras históricas”, explicó respecto a las memorias coloniales.

Las luchas de la memoria son, por tanto, aquellas en las que distintos grupos tienen diversos relatos y entran en conflicto. “Los grupos que tienen más poder, tienen más posibilidades de construir sus memorias. Los de menos poder, como las mujeres, tienen menos recursos. Si una sociedad es patriarcal, construirá una memoria patriarcal, por eso es importante que las feministas podamos difundir otras voces y otros significados”, sentenció.

Las jornadas estuvieron marcadas, además, por una interpelación constante a las instituciones. La abogada María Naredo explicó que, reivindicar la memoria de las sobrevivientes con enfoque feminista implica, además, incidir en el factor social y estructural de la violencia machista y en la obligación del Estado a cumplir con el derecho a la reparación. “Las violencias machistas y sus impactos están afectadas por un doble componente que no afecta a otro tipo de violencias: es la doble discriminación, en la violencia machista primero y, al salir de ella, la violencia institucional”. Señaló que, si bien la ONU recoge cuatro elementos de derecho en la reparación -la compensación o indemnización económica, la restitución, el derecho a la verdad y las garantías de no repetición-, existe un quinto elemento que no tiene en cuenta, pero que sí consta en todas las recomendaciones: ¿qué sucede cuando, además de estos impactos, hubo violencia institucional o fallos en el sistema que llevaron a más violencia o incluso feminicidio? Instó a las instituciones a hacerse cargo de dichos errores sistémicos. También quiso recordar que la justicia todavía es patriarcal e incluso los derechos de reparación que sí se cumplen, dejan mucho que desear. “El Estado español tiene aún grandísimas dificultades para que las víctimas reciban una indemnización acorde al daño sufrido. Son las gafas de la justicia patriarcal a través de las cuales se mide ese daño. Por ejemplo, en la violación de cinco hombres a una menor en Manresa, se habló mucho de que la condena fue por abuso y no por agresión, pero no se habló del elemento de la indemnización: 12.000 euros entre cinco hombres. Es un caso clamoroso”.

“Sigue sin haber formacion específica, esto supone un maltrato del sistema”

Cristina Fallarás había resumido en el cierre del primer día la idea que sobrevolaba por aquella sala, tanto entre las 40 sillas colocadas a dos metros unas de las otras en la sala como más allá del auditorio, en las pantallas de cada casa donde se seguían las jornadas por streaming. Las abstracciones no son relatos, los relatos recogen vivencias específicas y nos permiten entender lo que nos están pasando. “Quizá la abstracción más grande -de el Estado español- sea la Transición. Imaginad que todas y cada una de las torturadas y represaliadas hubieran narrado sus historias. Eran miles. Pues hoy, la vicepresidenta Carmen Calvo no se habría permitido la licencia de decir que la Transición fue una época magnífica. Ahí está la diferencia entre la abstracción y el relato”, dijo Fallarás.

Construir ese relato, más allá de la abstracción, es el trabajo del Grupo Feminista del Foro Social Permanente. Su objetivo es recoger los testimonios de mujeres para hacer un proceso colectivo de paz en Euskal Herria, después del conflicto vasco. Olatz Dañobeitia contó que la iniciativa vio la necesidad de la perspectiva feminista en un proceso colectivo de paz en Euskadi: «En el caso de las torturas se menciona la violencia sexual, pero no se ha categorizado como violencia machista ni se le da visibilidad». Durante el proceso reunieron los testimonios de siete mujeres que habían sufrido violencia machista, entre ellas una detenida por la policía nacional y una migrada que fue encarcelada. Escuchar estos casos les llevó a entender que “la violencia machista se entrelaza con la raza, con la ideología y con la clase social», reflexionó Arantza Urkaregi.

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El dúo artístico Art al Quadrat presentó su iniciativa por la memoria de las mujeres rapadas durante la Guerra Civil y el Franquismo, ‘Yo soy memoria de las rapadas’. «Estas mujeres habían sido rapadas porque habían sido libres. Habían tomado sus propias decisiones, habían intervenido en política, en la vida pública», contó Mónica del Rey Jordá. | Foto: J. Marcos.

“Las mujeres que formamos parte de asociaciones como las que estamos aquí hoy, muchas veces no tenemos el don de la oratoria de otros agentes sociales o institucionales, pero somos voz. Algunas no tenemos ni estudios. ¿Es necesario esto para que una sociedad valore nuestras palabras? Cuando alguien cuenta verdades que ha sufrido en su piel, da igual su nivel, su color, el impacto en los oyentes es enorme”. Amaia Gaya Rodríguez recogía así la voz de sus compañeras de la asociación Goizargi Emakumeak de Vitoria-Gasteiz, creada para acoger a víctimas y sobrevivientes de violencias machistas.

Las integrantes de colectivos y asociaciones de apoyo mutuo, dedicadas a acompañar a las víctimas en el proceso de salida de la situación de violencia, fueron quienes cerraron dos días de jornadas con sus testimonios y reivindicaciones. De nuevo se repitieron las demandas a las instituciones y a la sociedad.

“Sigue sin haber formacion específica en las instituciones y esto supone un maltrato del sistema”, dijo Yolanda Torres, de la asociación Guerreras. Y añadió: “Qué diferente habría sido mi historia si hubiera tenido a alguien al lado que entendiera qué me estaba pasando. No solo qué pasaba, sino qué me está pasando a mi, qué estaba pasando por mi cuerpo, no solo qué pasa al denunciar”. Las y los profesionales “con teoría, pero sin vivencia” deberían coordinarse con recursos de acompañamiento como el que ofrecen estos colectivos, que respetan los tiempos y “pueden lidiar en algún momento con las instituciones, porque la frialdad y la soledad son brutales”. Desde la mesa se demandó apoyo institucional, recursos y financiación para que estas organizaciones puedan realizar ese acompañamiento de la mejor manera posible.

“La sociedad sigue normalizando algunas violencias. Matar no se tolera; un golpe, si es visible, se tolera menos; pero la violencia pasiva, psicológica, que es la que se vive más a menudo… Algunas personas de algunas instituciones nos apoyan, pero es porque estamos de moda, no porque la violencia de género sea un problema social”, denunció Goya. Y para rematar: “El reto es erradicar la violencia física y rechazar la violencia pasiva, que todavía no es ilegal. Os pedimos que nos ayudéis y que os ayudéis. Gracias”.

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