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Jornaleras de Huelva se organizan contra el infierno que viven las temporeras

Domingo 27 de junio de 2021

Las temporeras relatan cómo vivían: "No te dejaban ni hablar con tus compañeras, no podías llevar ni agua en el carrito, ni una simple botella. Te gritaban diciéndote que en la cola había muchas como tú y que valías para muy poco".

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Manifestación de Jornaleras de Huelva en Lucha. — Jornaleras de Huelva en Lucha.

madrid 27/06/2021 María Serrano Público

Ana Pinto tiene que tragar saliva antes de hablar de sus compañeras. Jornaleras que se dejan la piel como temporeras en los campos de Huelva, y por las que lucha para la mejora de sus derechos fuera de las cosechas, donde pasó catorce años de su vida trabajando. "Nunca olvidaré mi días en el campo, las relaciones tan fuertes que se creaban con las compañeras y que fueron empeorando por las malísimas condiciones que se impusieron, la competitividad y la falta de derechos que hizo de trabajar en el campo un auténtico infierno", relata a Público.

Pinto trabajaba en la temporada de 2018 en la campaña del fruto rojo cuando conoció a Najat Bassit, empleada junto a Ana en una finca agrícola. "Llegó un momento en el que no te dejaban ni hablar con tus compañeras, no podías llevar ni agua en el carrito, ni una simple botella. Te gritaban diciéndote que en la cola había muchas como tú y que valías para muy poco", reclama.

Ante la situación de vulnerabilidad, Ana comenzó a no callar, a reivindicar sus derechos. La empresa la relegó a trabajar junto a una cuadrilla de temporeras marroquíes y ahí fue consciente de aquella realidad silenciada. "Me quisieron llevar con mis compañeras, las que suponían que vivían en peores condiciones, y ahí coincidí con Najat y juntas hemos creado la asociación ’Jornaleras de Huelva en lucha’". Su valentía les ha costado trabas, incluso amenazas, como perder para siempre la posibilidad de trabajar en el campo. "Yo me fui de la última cosecha en 2018 porque las condiciones eran insoportables. Najat intentó trabajar la siguiente temporada". Y su queja la ha excluido para siempre de las listas de temporeras: "No quieren que volvamos a entrar cuando saben que no nos vamos a callar".

En los inicios de la organización, Ana y Najat comenzaron a recoger historias sobrecogedores cuando explotó la denuncia de nueve temporeras de la empresa Doñana 98, que evidenciaban abusos laborales y sexuales en el campo andaluz desde Almonte. Era la primera historia que salía a la luz pública. Tres años atrás, pero quedaba aún muchos testimonios que contar.

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Temporeras en la manifestación Jornaleras de Huelva en Lucha. — Jornaleras de Huelva en Lucha. "

"Hay tantas historias espantosas", añade Pinto. Recuerda a Público el caso de una compañera que llegó de Marruecos con contrato de origen y enfermó de un cólico nefrítico: "Aquella mujer trabajó en la temporada solo los primeros días. El dueño de la finca sabía que podía echarla durante los primeros días de prueba". Es una laguna en el contrato de trabajo que formaliza la Agencia Nacional para la Promoción del Empleo y las Habilidades (ANAPEC) desde Marruecos. "La dejó aquí tirada obligándola a firmar unos papeles que la dejaban en la más absoluta miseria , al margen de la ley", incide.

Pinto se indigna cuando narra que aquella mujer nunca supo lo que firmaba, y es que "la traductora era de la empresa". "Muchas de estas mujeres cuando sufren enfermedades graves no se les atiende debidamente y se quedan aquí sin recursos y con una ley de extranjería que las obliga a vivir al margen de la sociedad sin derecho a nada", añade. Mientras que Ana denuncia que "muchas vienen con deudas, para pagar el visado, el pasaporte y los gastos del viaje a sus vecinos o familiares. Las contratan desde zonas rurales y con cargas familiares para asegurar que van a volver a Marruecos".

Najat Bassit ha podido trabajar en España con permiso de residencia y desde la organización Jornaleras de Huelva en lucha hace de traductora para las miles de mujeres que viene los meses de temporada desde su país de origen, Marruecos. Es tal la sensación de angustia y miedo, que las reuniones se realizan entre los pinares ocultos de Lepe, en zonas de pueblo donde nadie las ve porque no solo hay temas de abuso laboral, el tema del acoso sexual", es muy latente en este contexto.

14.000 temporeras marroquíes han trabajo esta temporada en el campo onubense

A una mujer temporera y de origen marroquí "le cuesta el doble a denunciar", aclaran desde este colectivo. En las fincas agrícolas se encuentran "alejadas a kilómetros de todo, viven en los cortijos. Si van al pueblo es por pinares, por bosques, por caminos secundarios". "Con el idioma distinto, con las cancelas cerradas, estando en medio de un campo están expuestas a todo", añade.

Las catorce mil temporeras marroquíes que han trabajado en la campaña este año completan el sector. Y son las que llegan sin papeles y residen en asentamientos chabolistas o en casas pateras: "Los ayuntamientos se niegan a empadronarles cuando es un derecho. Incluso se han creado mafias que les piden 400 euros o sexo a cambio del empadronamiento".

"Lo pagan con trabajo al empresario gratis. Y luego, en mucha ocasiones, ni le dan el contrato. Además de sufrir la insinuación constantes"

Pero el infierno no acaba aquí. La precariedad de estas mujeres supera en muchos casos a las de contratación de origen. Van a pedir trabajo y en la oferta les dice el empresario español que cuesta entre tres y cinco mil euros. "Lo pagan con trabajo al empresario gratis. Y luego, en mucha ocasiones, ni le dan el contrato. Además de sufrir la insinuación constantes de los patrones", de estas empresas, según le cuentan sus compañeras.

En cifras, el salario por jornal ronda entre los 40 y 43 euros diarios para jornadas laborales de 6 horas y media horas en el campo onubense. Sin embargo, según una sentencia del Tribunal Supremo se estima que el sueldo de temporera no puede ser inferior a 44,99 euros, como marca el Salario Mínimo Interprofesional: "No se cumple ninguna de las condiciones en la mayor parte de las fincas. Los convenios son precarios porque nunca los negocia y los firma el que está trabajando en el campo, sino los sindicatos que están alejados de esa realidad".

El infierno de la "pandemia para las temporeras" que ha empeorado esta situación

Ana se sobrecoge con la historia de Fátima, una jornalera marroquí que en febrero de 2020 llegó a Huelva dispuesta a deslomarse recogiendo frutos rojos. Era la única manera de que sus dos hijos pudieran tener alimento cada día de la semana.

Fátima no pudo ver de nuevo a su familia al serle diagnosticado un un cáncer de cérvix con metástasis. Falleció en España. "La ayudamos en sus últimos meses. La llevábamos a comprar, al médico, gracias al proyecto con Oxfam Intermon se pudo hacer un contrato para que una chica la cuidara su último mes de vida, y al final de sus días solo la denuncia pública permitió que el consulado de Marruecos hiciera algo por repatriar su cuerpo", explican. Fátima permaneció más de 72 horas en el hospital Vázquez Díaz de Huelva sin que su familia pudiera celebrar su funeral.

"Solo en pandemia tuvimos que paliar la vulneración de los derechos de mujeres que se quedaron sin contrato"

Pinto concluye que queda mucho por hacer: "Solo en pandemia tuvimos que paliar la vulneración de los derechos de mujeres que se quedaron sin contrato". Con el cierre de fronteras, en medio de los cortijos sin sustento, atendidas por organizaciones como Cruz Roja quienes han tenido que llevar alimentos a estas mujeres que estaban atrapadas.

El día a día hace que muchas noches Najat ni Ana puedan conciliar el sueño. "No puedes pasar indiferente ante esta realidad que vivimos cada día con una ley de extranjería que las tiene en mayor irregularización posible y que no se modifica", alerta.

Amira (nombre ficticio) fue una de las temporeras que evidenció desde el colectivo la impunidad del sistema. "A esta mujer la fuimos a ver a la finca donde trabajaba y nos sobrecogió las condiciones infrahumanas en las que se encontraba". Su nevera estaba vacía y el cáncer le había provocado una ulcera en el pecho: "El empresario nunca la dio de baja a pesar de la gravedad de la enfermedad ni le gestionó la cita médica para oncología".

A día de hoy Amira ha podido, gracias a la labor de JHL con la ayuda de otras organizaciones, ser asistida y sus índices tumorales están disminuyendo. Está acogida en Caritas y se le ha gestionado su prestación por enfermedad con carácter retroactivo. Sin embargo, desde ’Jornaleras en lucha’ no olvidan el primera día que Ana y otra compañera fueron a verla a uno de aquellos habitáculos del cortijo. "El hermano del dueño nos cruzó la furgoneta en la carretera y nos amenazó y gritó por ir a asistirla. No quería que hiciéramos nada. Si salía aquello a la luz se les podía caer el pelo", concluye.

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