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La memoria bélica y el patriotismo estadunidense: Pearl Harbor y el Once de Septiembre

Geoffrey White

Este artículo, así como el de Laura Hein "Citizens, Foreigners and the State in the United States and Japan since 9/11" se publicaron originalmente en Crossed Memories: Perspectives on 9/11 and American Power, de Laura Hein y Daizaburo Yui, Centro de Estudios de América y el Pacífico, Universidad de Tokio, 2003 (http://www.cpas.c.u.-tokio.ac.jp). Los textos han sido revisados y condensados para Japan Focus.

Este artículo examina las reacciones en Japón y Estados Unidos a los ataques del Once de Septiembre visto desde ambas perspectivas. Demuestran asimismo la manera en que los viejos marcos de referencia que dominan en cada nación, en particular respecto a la Guerra en el Pacífico, han forjado actitudes ante los devastadores sucesos que rápidamente dieron paso a la "guerra contra el terror". Laura Hein sitúa tales reacciones en relación a los debates que se han llevado a cabo en ambos países sobre la guerra, la ciudadanía, los derechos de los extranjeros y en particular a los movimientos sociales que buscan responsables y retribución a víctimas de crímenes de guerra, vindicando los esfuerzos de aquellos que luchan por la igualdad y el multiculturalismo. Geoffrey White estudia las insinuaciones que supone Pearl Harbor en las reacciones estadunidenses sobre el Once de Septiembre, para luego considerar las implicaciones del simbolismo de Pearl Harbor (y la Guerra del Pacífico) en la "guerra contra el terror" del gobierno de Bush.

Los acontecimientos más recientes nos dejan un siniestro recordatorio de que vivimos en una sociedad global donde los sucesos más significativos nos afectan a todos, sin importar fronteras, regiones o culturas. Pero a pesar del incremento en interconexión global como resultado de las corrientes de capital y cultura a nivel mundial, el significado del Once de Septiembre sigue presentándose en términos marcadamente nacionalistas. Esto puede aplicarse en especial a los estadunidenses, quienes fueron el blanco principal de los ataques en el 2001 y quienes, por lo general, los consideran ataques a su nación. Tal como lo observa John Dower, basta con ver el incremento en actos patrióticos que conmemoran el Once de Septiembre en Estados Unidos con banderas, canciones, ceremonias y comentarios (así como operaciones militares), proclamando el fervor nacionalista y la solidaridad. (John Dower, en su discurso durante un simposio que marcó el 60 aniversario de Pearl Harbor, señalaba que dichas reacciones le recordaban la propaganda nacionalista japonesa al comenzar la Guerra del Pacífico). Pero el "nuevo" patriotismo estadunidense derivado del Once de Septiembre a menudo nos recuerda otras expresiones de patriotismo, en particular ciertas imágenes de la Segunda Guerra Mundial, la "guerra justa". El presente documento analiza el papel que desempeña el bombardeo de Pearl Harbor en la difusión del patriotismo estadunidense en la era posterior al Once de Septiembre, con particular énfasis en la práctica cultural de la memoria.

Para cualquiera que haya presenciado la cobertura de la prensa estadunidense sobre los sucesos del Once de Septiembre y la posterior "guerra contra el terror", resulta evidente que estos sucesos han dado lugar a un patriotismo revisionista en Estados Unidos que no se había visto desde la Segunda Guerra Mundial. Incluso en Hawaii, lejos de tierra firme, en la mayoría de los barrios abundan los emblemas estadunidenses; en las tiendas se venden banderas, botones y pancartas; los automóviles portan estampas que proclaman la unión y el orgullo nacionalista. Ya sea arrastrados por este renovado patriotismo o preocupados por el concomitante aumento del racismo y descarado militarismo, todos nos hemos visto afectados.

¿Cómo se producen resultados tan marcadamente nacionalistas a pesar de la prominente globalización? Al plantear esta pregunta, mi énfasis reside en el ejercicio de la memoria como un medio para recrear la comunidad nacional. Me interesa el proceso por el cual el ejercicio de la memoria expresa una narrativa personal, ya sea de sacrificio o de dolor, dentro de la historia del Estado en general. De todo el acervo histórico que cada nación construye de sí misma, la historia y la memoria bélica resultan los medios más efectivos para formarse una idea de la comunidad nacional y reproducir imágenes de un pasado colectivo. La historia de la memoria no surge de la nada; se comenta, se escribe, se filma y se representa de cierta manera, según el momento, el lugar o el público específico. Dicho de otra manera, la historia y la memoria son mediatizadas por la manera cultural de relatar los sucesos y por la gente que los difunde. El estudio del aspecto reconstructivo de la historia ha dado lugar a un auge en la documentación de la memoria histórica y en el proceso mediante el cual los individuos y la sociedad recuerdan los sucesos históricos. El propósito de este documento, cuyo interés es la memoria, es reiterar el significado de los sucesos más que los sucesos en sí, y reinterpretar el Once de Septiembre como parte del pasado de Estados Unidos, fuera de polémicas. Insisto en aclarar que mi intención al investigar los paralelos entre Pearl Harbor y el Once de Septiembre no pretende confirmar o negar el fundamento histórico de dicha comparación, sino cuestionar el mensaje inherente respecto a la nacionalización de la historia que se está desarrollando y a la conmemoración de los ataques del Once de Septiembre . En el presente documento mi atención se centra en la exposición de los ataques al Centro de Comercio Mundial, aunque un estudio más completo incluiría el ataque al Pentágono y la caída del vuelo 93 de United Airlines.

¿Cómo constituye el Once de Septiembre y sus secuelas un suceso exclusivamente estadunidense? Al contemplar esta pregunta, quisiera elaborar sobre cómo al evocar la Segunda Guerra Mundial y Pearl Harbor en particular se establecen trasfondos aplicables al Once de Septiembre y a la subsiguiente "guerra contra el terror". Hoy que han pasado sesenta años desde la Guerra del Pacífico, podemos también averiguar cuánto hemos asimilado en materia de historia bélica, permitiéndonos dilucidar el significado del Once de Septiembre en la cultura popular estadunidense contemporánea. A medida que el Once de Septiembre se institucionaliza y se reinventa en el acontecer público a todo nivel, su naturaleza se viene definiendo para las generaciones futuras.

Para los estadunidenses, los hechos del Once de Septiembre constituyen una tragedia humana sólo comparable a la Segunda Guerra Mundial. Resulta lógico, por lo tanto, que en Estados Unidos se invoquen a menudo crónicas e imágenes de la Segunda Guerra Mundial para dar significado al Once de Septiembre y lograr asimilar sucesos que de otra manera resultarían incomprensibles. Dado que las crónicas de guerra casi siempre poseen un carácter nacionalista, al utilizar imágenes de la Segunda Guerra Mundial con objeto de representar el Once de Septiembre se consigue el efecto de nacionalizar aún más la asimilación de la más reciente época de violencia. Me propongo investigar tal influencia examinando primero las referencias a la Guerra del Pacífico en las representaciones del Once de Septiembre, con especial atención a Pearl Harbor, por ser el suceso más difundido en relación al Once de Septiembre, para luego indagar cómo el proceso de memoria bélica, y sobre todo los ritos en honor de los caídos, confieren al Once de Septiembre su particular tinte nacionalista en la conciencia estadunidense. Mientras que la memoria de la Segunda Guerra Mundial articula la percepción del Once de Septiembre, asimismo el Once de Septiembre ha logrado un tremendo impacto en la percepción de los estadunidenses con respecto a la Segunda Guerra Mundial -una historia que ha continuado evolucionando y transformándose durante los últimos sesenta años. Este documento refleja la actual transformación de la memoria estadunidense con respecto a Pearl Harbor en la era posterior al Once de Septiembre.

Resulta obvio argumentar que el impacto emocional de las representaciones de Pearl Harbor y el Once de Septiembre, por su mayor parte, se deriva del hecho de que ambas conllevan el propósito de rendir honor a los caídos. Tanto Pearl Harbor como el Once de Septiembre reclaman la violenta y repentina muerte de miles de gentes; por lo tanto, no solamente son recordados por medio de la historia como sucesos, aunque importantes, abstractos, sino que son enaltecidos con ceremonia, ya que sufrieron una muerte violenta. Dicha ceremonia es efectuada por sus deudos, sus amistades, y sus conciudadanos, unidos por el afán de compartir un común interés por medio de sus interpretaciones personales. En el presente documento examinaré los medios de conmemoración que han derivado del Once de Septiembre.
Invocando a Pearl Harbor a partir del Once de Septiembre

Hace ya tiempo, los historiadores han advertido cierta contradicción entre las memorias estadunidenses y japonesas respecto a la Guerra del Pacífico. Mientras los estadunidenses han dedicado abundantes recursos a la conmemoración de Pearl Harbor, el bombardeo atómico sobre Hiroshima y Nagasaki continúa siendo un recuerdo marginal y nebuloso (Lifton, 1995). En Japón, donde la memoria bélica es por lo común más ambigua e impugnada que en Estados Unidos, el bombardeo atómico mantiene, por razones obvias, una suma importancia a nivel nacional. Mientras que el centro oficial de la memoria estadunidense sobre Pearl Harbor se encuentra en el monumento nacional y el relicario construido sobre el portaaviones hundido USS Arizona, cierto proyecto para abrir en el Smithsonian Institute una exposición en 1995 sobre los bombardeos atómicos resultó en recia controversia y la clausura de dicha exposición (Linenthal y Engelhardt, 1996).

Con tales antecedentes, es normal que Pearl Harbor resulte inmediatamente el punto de referencia para la interpretación del Once de Septiembre y que tanto Hiroshima como Nagasaki han sido desplazadas (a pesar de la apropiación del término "punto cero" en referencia al área de impacto en el Centro de Comercio Mundial). Aunque las razones para comparar el Once de Septiembre con Pearl Harbor le parezcan obvias a los estadunidenses, la falta de referencia a los bombardeos atómicos es también evidente, considerando que la zona de destrucción urbana adyacente al Centro de Comercio Mundial ha sido llamada "punto cero", un término asociado al experimento previo de bombas atómicas en Los Álamos durante la Segunda Guerra Mundial. Cabe señalar que ambos sucesos resultaron en exterminio civil masivo ocasionado por ataques anteriormente inconcebibles.

Dichas comparaciones han sido refutadas por la obvia razón de que Pearl Harbor fue un ataque militar sobre un objetivo militar. Por ejemplo, Gary N. Suzukawa ventiló tales razonamientos en una carta al Honolulu Advertiser inmediatamente después de los ataques del Once de Septiembre (18/IX/01, A13):

No se compara con Pearl Harbor

"Como soy estadunidense de origen japonés, me opongo enérgicamente a los noticieros que comparan el cobarde ataque al Centro de Comercio Mundial con el ataque japonés contra Pearl Harbor.

(Los sucesos de) el pasado martes son mucho peor para todo estadunidense. El ataque sobre Pearl Harbor fue un ataque militar sobre un objetivo militar. Despreciable, encubierto, quizá, pero el ataque a Pearl Harbor no se encuentra en la misma categoría".

Noam Chomsky ha rechazado la comparación señalando la desfachatez del imperialismo estadunidense que implica considerar a Hawaii parte de su territorio. En una entrevista publicada sobre el Once de Septiembre, Chomsky comenta: "Para Estados Unidos ésta ha sido la primera vez desde la guerra de 1812 que el territorio nacional ha sido atacado o aún amenazado. Muchos comentaristas realzan la analogía de Pearl Harbor pero eso resulta engañoso. El 7 de diciembre de 1941, las bases militares en dos colonias de Estados Unidos fueron atacadas -no el territorio nacional, el cual jamás fue amenazado. Estados Unidos se refiere a Hawaii como "territorio", pero era de hecho una colonia". (12/XI/2002).

Sin embargo, muchos han hecho comparaciones que incorporan significados tanto psicológicos como culturales e incluyen similitudes tanto visuales como narrativas entre los dos sucesos (al contrario de cualquier tipo de memoria histórica formal). Para un país que ha estado en la posición privilegiada de no tener que presenciar el devastador efecto de la guerra moderna en su propio suelo, tanto Pearl Harbor como el Once de Septiembre resaltan como ataques al "hogar" que, al ocasionar muerte súbita y masiva, acarrean como consecuencia una larga guerra. Dichas similitudes, aparentemente, bastaron para evocar comparaciones desde los primeros minutos del atentado del Once de Septiembre. Surgieron inmediatos y abundantes paralelos con Pearl Harbor en los noticieros que reportaron los ataques. Por un lado, la simple magnitud de muerte y devastación bastó para evocar comparaciones, sin importar el motivo de los ataques. El comentarista de televisión Tom Brokaw, reportando ese día para la NBC, dijo: "Este ha sido el ataque más grave a Estados Unidos desde Pearl Harbor". (www.abcnews.com/wire/US/ap20010911_1453.html). Los senadores y diputados coincidieron: el senador de Virginia, John Warner, se refirió a "nuestro segundo Pearl Harbor", el senador Hagel, de Nebraska, llamó a los ataques "el Pearl Harbor de esta generación" (Honolulu Advertiser, 12/XI/2001, A1). No solamente los estadunidenses hicieron esta analogía. La cadena CNN reportó que Chris Patten, Comisionado de Relaciones Exteriores de la Unión Europea, "comparó los ataques con los que Japón efectuó en contra de Estados Unidos en la base naval de Pearl Harbor en 1941", y se le citó al decir, "Esta es una de esas raras veces en la vida cuando se puede decir que todo ha cambiado". (www.cnn.com/2001/WORLD/europe/09/11/trade.centre.reaction).

El diario Usa Today reportó los ataques bajo el título "Estados Unidos se recupera del 'segundo Pearl Harbor'" (Honolulu Advertiser, 12/IX/2001, A1). Un ejemplo del paralelo entre Pearl Harbor y el Once de Septiembre es el repetido uso del término "infamia" o "día de la infamia" también aludido en varias crónicas, reviviendo la frase que diseñó Franklin Roosevelt en el discurso donde declaraba la guerra al día siguiente del ataque a Pearl Harbor (cuando, en realidad, la referencia fue: "una fecha que marcará la infamia"). La revista Time tituló su edición especial sobre los ataques simplemente "Día de la infamia". El título del reportaje en el Honolulu Advertiser al día siguiente de los sucesos, ya se refería a Pearl Harbor como "aquel otro día de la infamia" ("Ataque repentino invoca el fantasma de aquel otro día de la infamia" (12/IX/2001, A1).

Desde el principio, tanto los comentaristas como la gente común y corriente intentaban explicarse el porqué de los ataques. Estados Unidos se consideraba en guerra sin saber en contra de quién. Pero al describir el ataque como "guerra" se extiende el significado del término que denota ciertos contrincantes determinados enfrentándose cara a cara en un campo de batalla. En las semanas y meses posteriores al Once de Septiembre, las ceremonias conmemorativas adquirieron suma importancia al ubicar los ataques del Once de Septiembre en el marco de la historia bélica del país. En dicho contexto, los nexos a Pearl Harbor demostraron ser útiles como enlace simbólico entre la ya impugnada y dudosa "guerra contra el terror" y la Segunda Guerra Mundial, la "guerra justa" estadunidense (Terkel, 1984). Las referencias a Pearl Harbor y la Segunda Guerra Mundial intentan interpretar sucesos inconcebibles en términos comúnmente familiares y esquemas históricos conocidos.

En el año 2001 se cumplió el 60 aniversario de Pearl Harbor y fue conmemorado a escasos tres meses del Once de Septiembre. Fue entonces cuando el Honolulu Advertiser publicó una serie de artículos comparando los dos sucesos. El título "Dos momentos clave, una decisión común" apareció sobre un collage fotográfico donde se contraponían los escombros del CCM y el casco hundido del USS Arizona (con las fechas 7 de diciembre y Once de septiembre sobrepuestas). No obstante la rutinaria comparación ejemplificada en tales reportajes, el paralelo continuaba siendo problemático. En un artículo que apareció junto al título de "los dos momentos decisivos", el escritor John Griffin advierte que "en realidad, no se deben llamar a los ataques del Once de Septiembre 'un nuevo Pearl Harbor' ya que las diferencias en método y la masacre de civiles deben enfatizarse". (Honolulu Advertiser, 1/XII/2001, B1). Sin embargo, habiendo señalado tal clasificación, Griffin pasa a señalar "ciertas advertencias y conjeturas de ambas tragedias", indicando que ambos sucesos cerraron un período de "aislamiento" y concluye que "quizá pudiéramos crear un nuevo lema para el futuro: 'Recuerden Pearl Harbor, recuerden el Once de Septiembre ': ya que están vinculados". (B4)

Pero, igual que Griffin, otros escritores insisten que las posibles comparaciones con Pearl Harbor resultan parciales e inadecuadas:

Aunque el Once de Septiembre del 2001 no fue el día más trágico, sí resultó el peor. En Estados Unidos se mencionaba "un segundo Pearl Harbor" y "un acto de guerra", pero la comparación muestra incongruencias.

Esta vez, se trataba de civiles victimados en los ejes políticos y financieros del país; no soldados o marinos en un distante territorio en el Pacífico. Esta vez los objetivos no eran obsoletos barcos de guerra, sino edificios conocidos por cualquier colegial.

Y si el país estaba en guerra -86% de estadunidenses, en una encuesta de USA Today/CNN/Gallup Poll Tuesday así lo afirmaron- ¿Quién era el enemigo? ¿Qué quería? ¿Cuándo sería la próxima batalla? (Honolulu Advertiser, 12/IX/2001, A1).

Quisiera sugerir dos factores que contribuyen a la percepción de paralelos entre los dos sucesos. En ambos casos (1) las imágenes visuales condensan la importancia de sucesos trascendentales en un siniestro momento de destrucción, mientras que (2) la narrativa bélica reduce sucesos complejos a simples historietas de ataque sorpresa, destrucción catastrófica y reacción nacional colectiva (solidaridad ante un ataque). Por un lado, las imágenes visuales condensan la historia en imágenes perdurables e impactantes; mientras que otras formas de narrativa más abstractas amplían el significado social y moral de dichas imágenes por medio del diálogo.

Presenciando el pasado: Imágenes instantáneas

Pearl Harbor ha sido reiterado a los estadunidenses por más de sesenta años en fotografías de navíos explotando en llamas. Paralelamente, el Once de Septiembre se ha documentado en fotos y videos de las torres gemelas del Centro de Comercio Mundial en llamas. En ambos casos, las imágenes visuales de ataques devastadores en momentos reales de muerte y destrucción han llegado a representar eventos históricos de singular magnitud: "sucesos que hacen historia". Haciendo patente el impacto de las imágenes de navíos de guerra explotando en Pearl Harbor, dichas imágenes se han continuado reproduciendo durante la posguerra, alcanzando su mayor nivel de difusión en el 50 aniversario del bombardeo, en 1991, cuando se publicaron en revistas tales como Time. La misma imagen del USS Arizona en llamas aparece al frente del folleto oficial que se distribuye en el monumento nacional de Honolulu.

Para el año 2001, el avance tecnológico facilitó a los estadunidenses no solamente presenciar imágenes de los ataques, sino que también las presenciaron en directo, trasmitidas en reportes televisivos que hoy día constituyen una densa documentación videográfica de la "historia". Aparte de la terrible magnitud de violencia y víctimas en el Centro de Comercio, el público por lo general considera que ese lugar simboliza el Once de Septiembre (y no el Pentágono o el avión estrellado en Pennsylvania) debido a que los ataques en Nueva York proporcionan una mayor secuencia de acontecimientos, empezando con los aviones estrellándose, las explosiones, el incendio y el consiguiente derrumbe de las torres. Esos acontecimientos generaron un acervo fotográfico y videográfico el cual a su vez ha sido reproducido y distribuido ampliamente en reportajes mediáticos, tornando las imágenes de las torres gemelas en símbolos oficiales del Once de Septiembre, así como los navíos de guerra en llamas son los símbolos del 7 de diciembre de 1941.

Pearl Harbor y el Once de Septiembre comparten la distinción, junto con algunos otros sucesos en la historia, de ser considerados momentos claves en nuestras vidas debido a su inmediata difusión en los medios electrónicos (la radio en 1941, la televisión y la internet en 2001). Muy adecuadamente, ciertos psicólogos han creado el término "memoria instantánea" al referirse a esos significantes acontecimientos, suficientemente importantes como para cautivar la atención de la sociedad entera, al grado de hacernos recordar dónde estábamos cuando oímos la noticia (Neisser 1982, Sturken 1997). Para los estadunidenses a mediados del siglo XX, Pearl Harbor fue la "memoria instantánea" más importante. Para los de principios de siglo, es el Once de Septiembre. En ambos casos, la metáfora de "instantánea" sugiere que el impacto de las imágenes visuales constituye una memoria de sucesos mucho más complejos.

Pero, ¿qué significan dichas imágenes? Obviamente, significan cosas distintas para distintos espectadores. Para muchos estadunidenses, las horrendas imágenes del Centro de Comercio Mundial elevaron la noción de sentirse parte de una comunidad nacional, la cual ha sido agredida y cuya vulnerabilidad evidencia un cambio a nivel global. Se atribuyen emociones parecidas a los estadunidenses en 1941 y 1942 al ver imágenes de navíos explotando en Pearl Harbor. Susan Moeller (1989), al escribir acerca del rol de la fotografía en la Segunda Guerra Mundial, señala que los navíos en llamas llegaron a convertirse en imágenes simbólicas de una nación en guerra. Esas imágenes hicieron patente la desesperación de un mundo en llamas, un mundo en un riesgo tal que requiere la movilización de los Estados Unidos.
Narrativa de la nación

El significado de ciertas imágenes históricas se expande a la narrativa, situando dicho significado en escenas que se transforman en parábola, anclada a contextos históricos más amplios, atando los acontecimientos a ciertas causas y consecuencias. Al cuestionar el significado cultural de ciertos eventos históricos, o "imágenes instantáneas", podemos preguntarnos qué tipo de historias invocan. Debido a que Pearl Harbor se encuentra ya codificado como uno de los episodios míticos de la historia en Estados Unidos, al invocar su analogía con el Once de Septiembre se moviliza una narrativa preconcebida que provee un marco para interpretar acontecimientos que siguen desafiando la comprensión. Los libros y películas que han narrado la historia de Pearl Harbor al público estadunidense a través de los años, comúnmente describen el suceso por medio de una básica, y a veces mítica, estructura narrativa que empieza con (1) un ataque sorpresivo, seguido por (2) dramática muerte y destrucción, lo cual ocasiona (3) una respuesta determinada por parte de una nación unificada. Como se ha dicho en otras fuentes, aún cuando los productores de documentales se han abocado a recontar la historia sin recurrir a imágenes y propaganda "hollywoodense", terminan reproduciendo básicamente la misma narrativa (White, 2001): una estructura que representa los sucesos como una moraleja cuyos actores personifican a súbditos ciudadanos solidarios.

Al integrar estos elementos de la historia de Pearl Harbor, es importante señalar que los significados de tal suceso para los estadunidenses no son ni singulares ni estáticos; se han desarrollado desde el período de posguerra y continúan siendo impugnados. Por ejemplo, el significado de Pearl Harbor para muchos estadunidenses de extracción japonesa, quienes fueron sujetos a discriminación racial y detención por manos del gobierno estadunidense, el cual se mostró incapaz o renuente a reconocer su lealtad a la nación, ha emergido en años recientes como una parte bastante importante de la historia de Pearl Harbor en la memoria popular.

Mientras que las imágenes de navíos explotando y las torres gemelas en llamas capturan los momentos claves de destrucción, las referencias a Pearl Harbor detallan los ataques del Once de Septiembre colocándolos en un escenario bélico más amplio. Ambos sucesos empiezan con ataques "sorpresa" interpretados como particularmente "infames" debido a sus inocentes víctimas. A pesar de que el ataque a Pearl Harbor fue dirigido en contra de fuerzas armadas que habían estado en alerta por varias semanas en espera del comienzo de la guerra del Pacífico, el ataque "sorpresa" o "inesperado" el domingo por la mañana siempre se representa como un ataque imprevisto contra hombres inocentes, contra jóvenes distraídos, durmiendo o rezando. La narrativa popular de Pearl Harbor comúnmente presenta imágenes de inocencia con el fin de exagerar la vulnerabilidad de los hombres que cayeron víctimas de los ataques. Turnbull (1996) examina las estrategias de personalización utilizadas en el museo conmemorativo del USS Arizona para describir el ataque en términos piadosos y emotivos.

El título de "ataque sorpresa", aunque controversial, denota la perspectiva estadunidense dominante con respecto al ataque, la cual revela un cierto significado cultural y psicológico para los estadunidenses. La connotación de ataque sorpresa fue el motivo por el cual Franklin Roosevelt le nombró el "Día de la Infamia", un epíteto que rápidamente se aplicó a los ataques del Once de Septiembre, como señalé anteriormente. En el caso del ataque de Pearl Harbor, la Prensa Asociada (AP), diseminó un comunicado, una semana después del bombardeo, el cual comenzaba diciendo: "El pasado domingo, debido al truculento ataque de Japón en Hawaii, ha surgido, de la noche a la mañana, un grito de guerra que reza: 'Recuerden a Pearl Harbor'".

Al definirlo como un "ataque sorpresa" en términos populares, la historia de Pearl Harbor da la impresión de ignorar el contexto más amplio del ataque japonés y la extensa pugna entre Asia, Estados Unidos y el Japón. La historia se centra solamente en los detalles del ataque en sí y de la repentina muerte de los estadunidenses fallecidos ese día. El más popular libro sobre el ataque, El día de la infamia, de Walter Lord, es básicamente un recuento de los hechos que se efectuaron el día del ataque, cual fueron descritos por los sobrevivientes. Ese tipo de narrativa "seudoempírica", aunque pueda considerarse un eficaz mecanismo literario para relatar historias conmovedoras, ignora una visión más amplia que pudiera colocar el ataque en una perspectiva histórica de mayor alcance. Los pocos esfuerzos para ampliar (o complementar) la historia del ataque añadiendo referencias al conflicto entre potencias colonialistas en Asia que presionaron a Japón, toparon con resistencia. Por ejemplo, un documental exhibido en el centro conmemorativo de Pearl Harbor fue severamente criticado de presentar a un Japón "entre la espada y la pared". Cualquier esfuerzo de ampliar la perspectiva del público respecto a los ataques del Once de Septiembre tomando en cuenta la política y las acciones de Estados Unidos en el Medio Oriente ha sido criticado de deshonrar la memoria de aquellos que perecieron ese día. El alcalde Rudolph Giuliani, por ejemplo, regresó un cheque por un millón de dólares enviado por el príncipe saudita porque en una carta, el príncipe sugirió la posibilidad de examinar los conflictos que provocaron el ataque.

Si el ataque a Pearl Harbor sugiere únicamente imágenes de destrucción, ¿por qué ha sido tan difundido en la historia estadunidense? Después de todo, dichas imágenes representan la derrota; nos muestran un ejército sorprendido por un enemigo aparentemente superior. Existen al menos dos aspectos de la historia que la transforman en una experiencia más positiva, uno de ellos con un enfoque moral. Por un lado, emergen acciones heroicas en el fragor de la batalla, demostrando el patriotismo de leales ciudadanos. Aunque fuera una batalla perdida, los actos de valor individuales representan a una ciudadanía dispuesta al sacrificio en aras de la nación. Pero lo más importante, por otra parte, es que la historia de Pearl Harbor no termina el 7 de diciembre. Empieza en esa fecha, pero finaliza en la reacción y la respuesta de una nación unida que lucha y triunfa en una contienda. Aunque las imágenes captan una rotunda derrota que resultó en la muerte de miles de estadunidenses, al invocar a Pearl Harbor se alude a una historia mayor, la cual unifica la respuesta de una nación, llevándola a la victoria.

Aquí la metáfora del "despertar" conlleva el sentido de una nación aislada que se apresta a la batalla al ser interrumpido su "sueño" (de la misma manera que las tropas "dormían" en Pearl Harbor la mañana del domingo 7 de diciembre). Dicha metáfora del sueño y el despertar se han utilizado en relación al Once de Septiembre. Por ejemplo, el 11 de noviembre de 2001, Día de los Veteranos en Estados Unidos y apenas dos meses después del ataque, un oficial jubilado del ejército y veterano de guerra, durante un homenaje celebrado en el cementerio de veteranos en Honolulu, usó la metáfora del "gigante dormido" refiriéndose a Estados Unidos antes del Once de Septiembre. Dicha imagen, comúnmente usada para representar la falta de preparación antes del ataque de Pearl Harbor, tiene una función pragmática que señala la necesidad de una determinación semejante para ganar la "guerra contra el terror", tal como Estados Unidos ganó la Segunda Guerra Mundial.

Fred Weyand, un jefe militar jubilado que tomó parte en la Segunda Guerra Mundial y en las guerras contra Japón y Corea, dijo que Estados Unidos no debiera en adelante enorgullecerse de ser considerado un "gigante dormido", ya que el precio de cada despertar "ha sido pagado con la sangre y las vidas de demasiados estadunidenses y muchos veteranos, a quienes homenajeamos esta mañana".

Decenas de personas acudieron a estrechar la mano del centenario coronel Frank Steer, sentado en su silla de ruedas, condecorado en su pecho con medallas de la Legión de Honor y Sobreviviente de Pearl Harbor.

Ambos ataques, declara parcamente Steer, fueron "inteligentes y efectivas operaciones militares que fueron bien planeadas. Nos bajamos un poco los pantalones. Nos sorprendieron y nos siguen sorprendiendo".

Invocando las imágenes de una guerra que comenzó con una desastrosa derrota hace sesenta años pero que resultó en una victoria decisiva, los comentaristas y el público estadunidense pudieran quizá construir un marco optimista para los ataques del Once de Septiembre. Al mismo tiempo pudieran quizá articular una imagen idealista de la comunidad nacional, elaborada a partir de la narrativa nacional dominante de Pearl Harbor.

Al lograrse una resonancia visual utilizando la alegoría de las columnas de humo y los navíos en llamas para evocar comparaciones con la Segunda Guerra Mundial, otra imagen visual emergió al día siguiente, exaltando el sentimiento patriótico colectivo. Fue la fotografía de los bomberos izando la bandera estadunidense en los escombros de las torres, la cual inmediatamente se convirtió en imagen de referencia a los ataques en el Centro del Comercio Mundial. Dicha foto imitó gráficamente la imagen más conocida de la Guerra del Pacífico: aquella de los marines izando la bandera estadunidense en Iwo Jima (Bradley and Powers, 2000). Esa imagen de los marines empujando una bandera improvisada en un asta rústica en Iwo Jima ha tenido una larga y prolífica historia en la cultura popular estadunidense, generando infinitas copias y estatuas de todos tamaños, incluyendo el monumento oficial de los marines estadunidenses en Washington, D.C. (Marlin and Wetenhall, 1991). La imagen de los bomberos izando una bandera en medio de las ruinas del Once de Septiembre no solamente contiene una resonancia visual con la foto de Iwo Jima (el asta en el CCM también inclinado en un ángulo similar al asta que alzaron los marines en 1945), sino que también pudiera implicar la narrativa de una victoria obtenida por medio de costosas campañas que representan las acciones de quienes están determinados a "mantener ondeando la bandera" en medio de la cruda batalla. La sustitución de bomberos por marines separa las distintas clases de "guerra" que estas fotos representan, así como la manera en la cual la policía y los bomberos apoyan a su ejército en ciertas representaciones y remembranzas de los ataques al Centro de Comercio Mundial.

Esta es la dimensión triunfalista de la historia que se encuentra en el fondo de la utilería de Pearl Harbor como narrativa de una nación puesta y dispuesta a unirse y apoyar una guerra, protagonizada por héroes, bomberos o marines izando banderas. Como historia del triunfo sobre la derrota con el esfuerzo de ciudadanos dispuestos a sacrificarse por la nación, Pearl Harbor es una parábola de subjetivismo patriótico. Los comentaristas que invocaron a Pearl Harbor durante los primeros momentos del Once de Septiembre frecuentemente citan dicho aspecto de la narrativa. Un artículo periodístico al día siguiente observaba que "en cierta manera, las imágenes de Pearl Harbor auguran esperanza", citando al ex secretario de estado Lawrence Eagleburger respecto a que "Pearl Harbor nos unió para enfrentar un problema; quizá esto también lo logrará" ("America recovering from the 'second Pearl Harbor'", Honolulu Advertiser, 12/IX/2001). El Honolulu Advertiser también reporta en un artículo que los turistas en el centro conmemorativo del Arizona al día siguiente de los ataques hicieron comentarios similares. Aunque el centro fue cerrado el 12 de septiembre por razones de seguridad, los reporteros del Advertiser salieron a entrevistar a los visitantes para indagar acerca de sus impresiones con respecto a la asociación simbólica de los dos acontecimientos. James C. Rasnick, coronel del ejército estadunidense, comentó que "era (el Once de Septiembre) una señal de alerta, igual que aquella (Pearl Harbor) lo fue... han despertado al gigante dormido"(Gordon, Cole y Blakeman, Honolulu Advertiser, 12/IX/2001). Esa visión de la historia, la de una nación empecinada a pelear ante toda adversidad, hoy prevalece en el apoyo popular a la guerra en el Medio Oriente, tanto en Afganistán como en Irak (aun cuando no existe clara evidencia de complicidad que implique a Irak en los ataques del Once de Septiembre).

La narrativa del ataque sorpresa y la movilización a la guerra no significa solamente una historia que representa sucesos en el pasado. Entre 1941 y 1945 las imágenes de Pearl Harbor fueron ampliamente difundidas (en cromos, canciones, notas de prensa, etc.) con el propósito de incitar al público. Al invocar la "memoria" del bombardeo, se intenta implementar una campaña con el fin de lograr una reacción colectiva para emprender una guerra con el apoyo de la población entera. De la misma manera que el mito de Pearl Harbor pudiera utilizarse con el objetivo de engendrar la necesaria reacción patriótica para emprender una guerra, hoy día se usa dicho paralelo para ocasionar un sentimiento parecido. El uso de la analogía entre Pearl Harbor y el Once de Septiembre se evidencia en discursos realizados durante eventos nacionales en los cuales frecuentemente se realizan rituales con el fin de rendir homenaje al sacrificio de los soldados del país en un sortilegio que expresa emociones de lealtad patriótica. Como ejemplo, en un discurso del presidente George Bush durante un festejo del Día de Pearl Harbor, él comparo ambos sucesos en la siguiente manera:

"En la mañana del 7 de diciembre de 1941, Estados Unidos fue atacado sin advertencia en Pearl Harbor, Hawaii por las fuerzas navales y aéreas del Imperio Japonés. Más de 2,400 personas perecieron y más de 1,100 resultaron heridas, lo cual nos forzó a participar en la Segunda Guerra Mundial.

Hoy, rendimos honor a los que murieron hace 60 años y a los que sobrevivieron para luchar en distintos frentes durante los cuatro años siguientes de la guerra. Asimismo recordamos a los millones de valientes estadunidenses que acudieron a la llamada del país a la batalla, a las fábricas, a los campos, recordando a Pearl Harbor con sus hechos, su dedicación al deber y su decisión para pelear por la libertad. El ataque sobre Pearl Harbor encendió el espíritu estadunidense con la determinación de que la libertad no caería en manos de los tiranos, y que Estados Unidos y sus aliados pelearían hasta vencer para preservar un mundo en el cual florezca la democracia. La tragedia del 7 de diciembre de 1941 seguirá fundida en la memoria nacional colectiva como recordatorio cuyo propósito no solamente edifica el simbolismo del carácter de las fuerzas militares y el público estadunidense, sino que también nos advierte sobre la presencia del mal en el mundo y sobre la necesidad de mantenerse en guardia para derrotarlo.

Hoy, otra fecha quedará grabada junto al 7 de diciembre: el Once de Septiembre del 2001. Ese día nuestra gente y nuestra forma de vivir fueron repentina y brutalmente agredidas y esta vez no por una maniobra militar, sino por las escurridizas maniobras de unos malvados terroristas los cuales tomaron cruel y despiadada ventaja de las libertades que esta nación defiende. Su objetivo no fue solamente militar, sino inocentes civiles. Hoy peleamos para defender la libertad, salvaguardar la civilización y asegurar la supervivencia del estilo de vida estadunidense (George W. Bush, Jr., Proclamación de la Celebración del Día de Pearl Harbor el 7 de diciembre del 2001)".

Al pelear para defender lo que consideramos justo, recordamos el sacrificio de aquellos que nos precedieron; no solamente los héroes de Pearl Harbor, sino la totalidad de hombres y mujeres de las más ilustres generaciones.
Campo Sacro: Pearl Harbor y el Centro de Comercio Mundial

Tanto en Pearl Harbor como en el Centro Mundial de Comercio, los equipos de rescate que intentaban extraer cuerpos pronto comprendieron que la mayoría de las víctimas nunca serían recuperadas. Con la fuerza del impacto y la intensidad de las explosiones, los cuerpos se habían sencillamente desintegrado. En Pearl Harbor, 1177 personas perecieron en una enorme explosión dentro del USS Arizona; la mitad de las víctimas del ataque. Por esa razón, el monumento nacional en conmemoración de Pearl Harbor se llama Monumento del USS Arizona y se extiende a lo largo de los restos donde el portaaviones fue hundido el 7 de diciembre de 1941. En el Centro de Comercio Mundial, donde más de 2800 personas murieron el Once de Septiembre de 2001, solamente 1100 han sido identificadas. El resto desapareció sin dejar señal.

Podemos inferir que, en sus entornos radicalmente diferentes, tanto el USS Arizona como el Centro de Comercio Mundial se han convertido en cementerios y sepulcros para los muertos y desaparecidos. Se han transformado en un "Campo Sacro" donde se realizan rituales que expresan reverencia hacia aquellos que allí perecieron (Linenthal, 1993). Hay que recordar que los muertos en Pearl Harbor y el Centro de Comercio Mundial no eran solamente víctimas, sino que también eran ciudadanos o residentes de los Estados Unidos. Entonces, el conmemorar a los muertos se transforma en una tarea a nivel nacional, con el objetivo de cimentar una comunidad nacional. La importancia de dichos lugares como centros de conmemoración nacional es quizás más evidente en el caso de Pearl Harbor debido al rango militar de los caídos, quienes perecieron durante el primer acontecimiento de una guerra convencional. Dichas personas están hoy en la lista del Monumento USS Arizona, con sus respectivos grados y detalles militares. Es casi seguro que, sin importar el diseño que se elija para el complejo conmemorativo del CCM, los nombres de todas las 2800 víctimas serán desplegados prominentemente. Por ejemplo, una de las propuestas para el monumento incluye un amplio corredor de este a oeste, exhibiendo placas con el nombre de cada una de las víctimas.

A pesar de que centenares de victimas en el Centro de Comercio Mundial no eran ciudadanos de Estados Unidos, se perciben elementos de una nacionalización de la memoria. Se evidencia particularmente cuando se llevan a cabo rituales durante las varias etapas de rescate. Por ejemplo, durante una ceremonia efectuada al final de la etapa de rescate en mayo de 2001, había una camilla vacía cubierta por una bandera estadunidense en honor de aquellos cuyos restos no se lograron recuperar. Fue transportada por bomberos, policías y obreros, seguidos por el último equipo de operadores de maquinaria, siendo puesta sobre una plataforma cubierta de negro y colores patrios. Himnos nacionales y música de instrumentos tradicionales enmarcaron el evento.

Tanto en el caso de Pearl Harbor como en el Centro de Comercio Mundial se han suscitado debates sobre la manera de conmemorar dignamente a los muertos. Aunque no existe consenso general sobre el proceso o la viabilidad de erigir un monumento, a pocos años de los acontecimientos, a mediados de la década de los 50s, se empezaron a recaudar fondos para un proyecto que sería inaugurado en 1962. [Nota: Existe un aspecto de suma importancia que contrasta los dos casos: la indemnización a los deudos, los procesos legales y las ingentes compensaciones respecto al Once de Septiembre]. Hoy, el monumento del USS Arizona constituye un centro histórico a nivel nacional (Slackman, 1986). Administrado por el Servicio de Parques Nacionales (NPS) y la Marina, el monumento es el lugar más frecuentado en Hawaii, con cerca de 1.5 millones de visitantes al año. La Marina estadunidense y el NPS realizan eventos conmemorativos en el Arizona cada Día de los Veteranos y cada 7 de diciembre (fecha del bombardeo). La marina conduce asimismo ceremonias de reclutamiento y recibe visitas oficiales en dicho monumento.

Mientras que el proceso de conmemoración nacionalista en el monumento del USS Arizona resulta ya rutinario (aunque cuestionado y aún en proceso), el significado de los sucesos en el Centro de Comercio Mundial se encuentra todavía crudo y sin digerir. Precisa inventar un proceso de rituales para conmemorar a los muertos, ya que sencillamente no existe precedente. ¿Qué emociones, perspectivas o significados pueden atribuirse a un universo tan variado y contradictorio como lo es la ciudad de Nueva York? A partir del Once de Septiembre, se han organizado grupos y actos espontáneos de homenaje y conmemoración. Uno de los propósitos del ritual y la ceremonia intenta crear un contexto el cual derive significados para el público que siente particular afinidad con los lugares y sucesos en cuestión.

Poco después de los atentados, se comenzaron a realizar planes y proyectos para conmemorar los acontecimientos. El director del Museo de Arte Metropolitano, por ejemplo, publicó un artículo sugiriendo que la última sección de un muro que quedó en pie sea preservado como icono recordatorio de la destrucción. Ese destrozado tramo del muro, curiosamente parecido a la inclinada torre de control del USS Arizona, así como a ciertos sectores del Domo de Hiroshima, se encuentra hoy día almacenado en espera de los planes de arquitectura conmemorativa.

La comisión en el Ayuntamiento de la Ciudad de Nueva York a cargo de examinar los planes de diseño y reconstrucción del CCM ha ignorado un agrio debate acerca del carácter y la magnitud del espacio conmemorativo que se erigirá en ese lugar. A medida que el proceso fue avanzando, se fueron incluyendo en el proceso de consulta a las familias de las víctimas. Hubo quienes sugirieron que el predio de 16 acres en su totalidad se transformara en un monumento, considerando que si se revirtiera a espacio comercial, sería denigrante para los que ahí murieron (ver "Blueprint for Ground Zero", New York Times, 4/V/2002). Todas las propuestas examinadas en un principio adjudicaban cerca de la mitad de los 16 acres como "Campo Sacro" con el fin de "incorporar en el diseño un tangible recordatorio de las torres en sí". Los nueve acres restantes se convertirían en espacio comercial. El diseño recién seleccionado, el cual fue presentado por el grupo alemán Libeskind, dedica 4.5 acres para un parque conmemorativo treinta pies bajo el nivel del suelo, conservando los cimientos originales de ambas torres.

Tal como sucedió en el caso del monumento al USS Arizona, el tema fundamental del monumento en el CCM será conmemorar las personas que allí murieron y aquellos que sobrevivieron. La muerte de miles de gentes ha sido ya deplorada en abundancia (por ejemplo, en las páginas del New York Times se publicaron, por meses, bosquejos biográficos de vidas truncadas súbitamente, narradas de manera conmovedora por sus deudos). La adjudicación de una pérdida es una táctica conmemorativa característica de la memoria bélica nacionalista en general, presente en la literatura y en películas de guerra que humanizan lo inhumano por medio de crónicas de individuos sorprendidos en circunstancias fatales. Phyllis Turnbull ha detallado dicha perspectiva en el caso del pequeño museo del USS Arizona, que exhibe cartas escritas a casa y otros artículos conmemorativos de la malograda tripulación del USS Arizona (Turnbull, 1996). Dicha interpretación de ciertos acontecimientos históricos vivifica su significado moral y emocional, lo cual no solamente nacionaliza la memoria, sino que también emociona a la nación.

Conclusión

En el presente documento he hecho hincapié en la capacidad que poseen los mecanismos de la memoria y de los actos conmemorativos para crear importantes procesos de reflexión nacionalista. La experiencia bélica se agrega a la causa del nacionalismo en toda instancia con el fin de amoldar la subjetividad individual para que se integre a una imaginaria comunidad determinada a combatir. La gran ironía y contradicción de la era de la globalización en el principio del presente milenio radica en el hecho de que las mismas corrientes que cruzan y difuminan las barreras nacionales mediante el flujo económico y tecnológico son las mismas que evidencian y profundizan el nacionalismo y los movimientos de revitalización cultural. En ningún lugar dichas barreras se hacen más tangibles e inmarcesibles que en sus sitios sagrados -aquellos lugares que señalan el lugar donde murieron sus conciudadanos y por consiguiente circunscriben ciertos márgenes de subjetividad nacional. Los altares a la muerte y a la pérdida fortuita se transforman en espacios inmarcesibles que vinculan la memoria personal a la historia nacional. Los rituales de conmemoración logran fundir lo íntimo y lo personal con lo público y lo colectivo.

Si la historia de Pearl Harbor nos ha servido de algo, podemos anticipar que el Once de Septiembre seguirá siendo representado en situaciones diversas y se revisará para ser adaptado y recirculado en el futuro. Variadas representaciones de Pearl Harbor han resultado durante los sesenta años de posguerra, produciendo eventos tal como la película Tora! Tora! Tora! en 1970 y alcanzando su cúspide durante el 50 aniversario en 1991 (Dingam 1994; White 1997). Mientras que muchos hubieran esperado que el interés en Pearl Harbor hubiera decrecido en proporción a la edad de los combatientes, el verano de 2001 presenció un resurgimiento de interés al exhibirse la película Pearl Harbor de la compañía Disney Studios. Con un público mucho más joven como objetivo, dicha película se exhibió en más de 3,200 salas a lo largo de Estados Unidos, ocasionando la avalancha de al menos 22 documentales y programas de televisión, centrándose en diversos aspectos de la "historia real" y creando un repentino interés impulsado por la máquina publicitaria de Hollywood (White, 2002).

Habiendo descrito algunas de las maniobras utilizadas para invocar a Pearl harbor con el fin de asimilar el Once de Septiembre, es importante también subrayar que el Once de Septiembre ha tenido una importante influencia en la interpretación de Pearl harbor y otras guerras anteriores, especialmente Vietnam. El día en que se celebró el fin de las maniobras de rescate en el CCM, el senador John McCain señalaba que muchos de aquellos que rechazaron la guerra contra Vietnam podían establecer un nuevo "pacto con su país". Su deseo era que los "fantasmas de Vietnam" pudieran "encontrar reposo". El año 2001, con la película Pearl Harbor y los documentales que originó, fue de nuevo un episodio más incrustado en la cultura popular estadunidense. Poco después del Once de Septiembre, la prensa de Honolulu publicó varios artículos señalando que los turistas en el monumento del USS Arizona mostraban un renovado interés en el sitio, invistiendo la llamada a "estar preparado" con un nuevo significado.

La constante referencia a Pearl Harbor y otras imágenes de la Segunda Guerra Mundial en las interpretaciones del Once de Septiembre, así como la falta de referencia a los bombardeos atómicos, cobran un mayor significado cuando se les considera actos de representación y memoria con cierta finalidad -en este caso validar un sentido de determinación frente un ataque catastrófico. [Aquí se pudiera elaborar un poco: la movilización específica de la nación hacia una serie de guerras, incluyendo guerras preventivas, la militarización a nivel global, la expansión del poderío militar estadunidense, etc.] Sin embargo, en esta era de flujo mediático, debiéramos preguntarnos cómo es posible que ciertas imágenes nacionalista producidas por la prensa y consumidas por el público estadunidense pueden tener tan singular impacto. En el presente documento, he sugerido que la capacidad de concebir el conflicto en la estructura de una memoria generada durante guerras anteriores continúa moldeando el significado de ciertos acontecimientos conforme al gastado esquema del conflicto entre naciones a nivel mundial.

Debido a que el ataque a Pearl Harbor, como foco de la propaganda y la determinación estadunidense, resultó desfavorable para Japón durante la guerra, proporcionando un motivo para la rabia y la ofensiva estadunidense, habría que preguntarse si aquellos que planearon los ataques terroristas del Once de Septiembre conocen la historia de la Guerra del Pacífico. Por otra parte, si acaso el objeto de los ataques fue el de crear un ambiente bélico simulado -más que ganar una guerra- con el fin de provocar reacciones que ponen en manifiesto el conflicto global entre el Islam y Occidente, entonces tales ataques, si intentan crear un simulacro de la Segunda Guerra Mundial, han resultado un éxito quizás mayor que aquellos que los cometieron jamás imaginaron.


REFERENCIAS

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Lifton, Robert Jay y Greg Mitchell. (1995) Hiroshima in America: Fifty Years of Denial. New York: G.P. Putnam's Sons

Linenthal, Edward, y Tom Engelhardt, (1996) History Wars: The 'Enola Gay' and Other Battles for the American Past. New York: Henry Holt and Co.

Linenthal, Edward T., (1993) Sacred Ground: Americans and Their Battlegrounds. Urbana: University of Illinois Press

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Slackman, Michael. (1986) Remembering Pearl Harbor: The Story of the USS Arizona Memorial. Honolulu: Arizona Memorial Museum Association

Sturken, Marita. (1997) Tangled Memories: The Vietnam War, the AIDS Epidemic, and the Politics of Remembering. Berkeley, CA: University of California Press

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Turnbull, Phyllis. (1996) Remembering Pearl Harbor: The Semiotics of the Arizona Memorial. In Challenging Boundaries: Global Flows, Territorial Identities. H.A. Jr. and M. Shapiro, eds. Pp. 407-433. Minneapolis: University of Minnesota Press

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Young, Donald J. (1992) December 1941: America's First 25 Days at War. Missoula, MT: Pictorial Histories Publishing Co, Inc.

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Publicado en ZNet en español. Traducido por Miguel Alvarado

     
   
   
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