Argentina piquetera
Colectivo Situaciones
El piquete es un recurso heredado del movimiento
obrero. En aquellas circunstancias, se hablaba de piquete "de huelga", y su
territorio eran la fábrica y sus alrededores. El piquete de fábrica era un instrumento
de lucha de los trabajadores. Se podría decir que esta modalidad del piquete
producía un cierto sujeto que se constituía en la lucha sindical y política.
El piquete era un mecanismo de apoyo de un dispositivo fundamental: la huelga.
Colaboraba, así, con una acción muy particular: la no-producción. Una
forma específica de sociedad, de capitalismo y de la lucha de clases se dejaba
leer a través de estos métodos de lucha.
El piquete actual es otra cosa: su territorio ya no es el de la fábrica, sino
el de los barrios y las rutas nacionales. Sus protagonistas no son obreros empleados
por el capital sino desocupados, y el piquete mismo adquiere ahora una
centralidad antes desconocida. Si antes producía subjetivamente "obreros en
lucha" hoy produce "piqueteros".
Según las ciencias sociales, los piqueteros son los excluidos.
Según la experiencia argentina, en cambio, los piqueteros son quienes mejor
han comprendido que la "exclusión" es lo que el capitalismo actual tiene para
ofrecer: se incluye a los excluidos como excluidos.
El piquete actual opera en la "fábrica social", como el viejo piquete operaba
sobre la planta fabril: interrumpiendo la acumulación del capital. Pero mientras
la potencia de los obreros empleados por el capital es la de hacer que "no se
produzca", la del obrero desempleado por el capital consiste en lograr que "no
se circule". El piquete actual, entonces, no es tanto un subproducto residual
de la lucha de clases (de la planta fabril), como una modalidad contemporánea
de la lucha de clases en un capitalismo posmoderno, que cada vez indistingue
más entre producción y circulación.
El piquete es, a su vez, expresión de la sociedad (argentina) actual.
Sobre todo del desfondamiento del estado nacional y su captura por parte de
un conjunto de bandas mafiosas, que se han apoderado -incluso- de las fuerzas
represivas. Actualmente, la sociedad argentina tiende a dividirse en dos dinámicas
paralelas que conviven complejamente. De un lado, los lazos que ligan al capital
global y al estado mafia (con sus bandas represivas); del otro, las experiencias
mas radicales de un contrapoder: una sociedad paralela que tiende a la
autoorganización. El piquete es parte de este movimiento de contrapoder.
Pero es "parte" y no "todo". La sociedad paralela es múltiple. Abarca
asambleas vecinales, casi 200 empresas y fábricas tomadas y autogestionadas
por sus trabajadores, y una miríada de diferentes experiencias campesinas, educativas,
ligadas a los derechos humanos, a las culturas aborígenes, a experiencias artísticas
e intelectuales, etc. El contrapoder actual, a diferencia del de otras épocas
y lugares, no se organiza a partir -ni a través- de partidos políticos, aún
de los revolucionarios y de izquierda. No posee dirigentes excluyentes, ni centros
condensadores. En este sentido, la experiencia argentina es un verdadero laboratorio.
El piquete, decíamos, es expresión de una nueva lucha de clases. Esa
lucha se extiende a lo largo de todo el territorio social. Atraviesa en su totalidad
el lastimado cuerpo -político- del país. Para comprender aún mejor esta perspectiva,
es preciso otear "mas allá de los piquetes" y mirar lo que sucede con los movimientos
piqueteros cuando "no hacen piquetes". En ese sentido, resulta muy interesante
el modo en que trabajan los Movimientos Trabajadores de Desocupados organizados
en la Coordinadora Aníbal Verón, en el sur de la Provincia de Buenos Aires.
Ellos se consideran, antes que nada, trabajadores. Pero no solo porque
hayan sido obreros o por que demanden "trabajo, dignidad y cambio social", cuanto
por el hecho de que en su misma práctica cotidiana no hacen otra cosa que trabajar
a partir de la autoorganización productiva, la economía alternativa, la educación
popular, los lazos de solidaridad con el barrio y el entramado que los liga
con el resto del movimiento del contrapoder.
Contra lo que creían los partidos de izquierda y los intelectuales consagrados,
estos movimientos nos muestran que no es cierto que fuera de la fábrica no pueda
haber organización. Y más aún: no es cierto que los desocupados estén condenados
a organizarse en tanto víctimas y sujetos de la carencia. Muy por el contrario,
los hechos nos indican hasta qué punto estos movimientos piqueteros nacen y
se constituyen desde sus propias potencias productivas, sus proyectos de elaboración
económica, educativa, de salud, y sus capacidades instituyentes simbólicas y
políticas. Mas allá de la sociedad del salario y el empleo, estas capacidades
sociales -las potencias cooperantes- tienden a activarse de manera autónoma,
anudan lazo social y generan nuevos valores en pugna con los intentos de control
y captura por parte del estado y del mercado.
Los piqueteros no son sencillamente "movimientos sociales": Es decir: su "movimientismo"
no es tanto una forma de organización y acumulación política como un "desplazamiento",
un movimiento en su sentido literal, una modificación de los términos
de la situación que altera las inercias sociales y "hacen pensar".
Se ha dicho que la tesis "11" es la que llama a la acción y ya no tanto a la
interpretación. La Argentina actual -léase, la piquetera- está siendo
profundamente alterada por una revolución de los modos subjetivos del hacer
. Como dijimos en otro lado, se trata de asumir la guerra para evitarla
. Y en Argentina, destruida por el neoliberalismo, esto quiere decir, sencillamente,
experimentar: ser fieles a la potencia que circula en los barrios, en
las asambleas, en los talleres. En quienes nos muestran hoy que "resistir es
crear".
Buenos Aires, 31 de noviembre 2002