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Cuba: Constitución y peligros

Malime

Debate sobre el artículo Cuba: Constitución vs. ¿socialismo reversible?, de Manuel David Orrio

Cuando las palabras no se corresponden con los hechos, pero se las sigue considerando ciertas, algo muy grave sucede, estamos idealizando a las palabras, escribimos una nueva Biblia “materialista”.

Si estamos convencidos que el socialismo es la única salida posible en la transición del capitalismo al comunismo, deberemos comprobar en dónde se manifiesta la contradicción entre las palabras y los hechos para que ese proceso peligre, máxime tras la experiencia de la caída del llamado socialismo real.

Si damos por cierto, desde la concepción marxista, que el Estado surgió como una necesidad de la clase social en el poder para perpetuar sus privilegios, que solo se extinguirá cuando la sociedad ya no esté dividida en clases sociales y “menos antagónicas”, deberemos analizar cuál es la forma institucional que permite a la burguesía organizarse como clase dominante, y cual es la forma que permite realmente al proletariado organizarse como tal, en tanto el desarrollo productivo y moral de la nueva sociedad permite llegar al comunismo, para dar a cada uno según lo que necesita en vez de por lo que produce, como sucede en la fase de desarrollo socialista.

Y entonces en el comunismo el Estado, cuya principal función fue la represiva y burocrático-administrativa, ya no tiene sentido de ser porque no existen clases o sectores a los que reprimir y además la sociedad se ha organizado de forma tan natural que es autogestionaria, cada uno puede disponer de lo que necesita, sin la necesidad de funcionarios administradores. Como la historia del comunismo primitivo nos enseñó, pero ya en una espiral inimaginable del mundo material gracias al grado de desarrollo alcanzado por la especie humana. Actuando desde una libertad como nunca fue ejercida, con la racionalidad y práctica que permite el conocimiento científico y el dominio del método de análisis basado en el materialismo dialéctico convertido ya en parte material del cuerpo humano.

Lo que es inadmisible, como Marx denunció ante los falsos adoradores del Estado, al decir que el “Estado no está colgado del cielo”, es que desde posiciones marxistas se siga con esa adoración, sin realizar el esfuerzo necesario para descolgarlo del cielo y verlo en su interrelación dialéctica con el mundo material en su práctica. Ver formas organizativas institucionales que respondan a las nuevas necesidades de los trabajadores organizados como clase dominante, todo ello, a pesar de las experiencias organizativas que las propias masas explotadas nos expusieron tras La Comuna y el Soviet, que los grandes teóricos Marx y Lenin nos destacaron como las verdaderas formas alternativas de poder, formas de democracia directa permanente que responden a las necesidades reales de las clases populares.

Si el capitalismo establece como determinante la propiedad de los medios de producción, y utiliza el Estado, “colgado del cielo”, para que mantenga su propiedad y ponga su orden, los trabajadores tienen que actuar sin adoraciones, de forma materialista y dialéctica, mandado al basurero de la historia al caduco Estado capitalista con su falsa democracia. Los medios de producción ya están en sus manos y son ellos mismos los que los administran desde su organización como clase dominante en los lugares naturales donde pueden ejercerlos sin los falsos y alejados parlamentos burgueses. Desde donde laboran en las diversas áreas, desde los centros donde producen, o ejercen la actividad social, educacional y cultural.

En tiempos de la URSS, a los trabajadores se les decía que eran soviéticos porque, a propuesta de Stalin, el 11 de junio de 1936 se abolió la constitución soviética leninista, reemplazada por otra que seguía llamándose soviética, pero con las formas institucionales burguesas, con el sufragio universal burgués, que separaba el poder de los trabajadores desde los centros de producción y sus lugares de convivencia. Lo que se consiguió fue subir al cielo al Estado “Soviético”. De por vida a los trabajadores se les condenó a ser sociedad civil, a la división clasista del Estado capitalista en el ejercicio de sus derechos políticos. El sufragio universal permitía elegir a la clase política en el parlamento y el gobierno, al partido erigido ya en Estado que nombraba los directores de fábrica y que controlaban el proceso productivo al servicio de ese Estado burocrático-socialista-capitalista, que debemos insistir no era producto de la democracia directa participativa permanente de abajo hacia arriba, sino del sufragio institucional burgués. Por muchos noventa y tantos por cientos de votos que había a favor del PCUS en los procesos formales electorales, a semejanza de nuestra “democracia” capitalista, con tantos trabajadores votando a partidos administradores del poder capitalista.

Podemos imaginar, de existir la democracia soviética leninista (que nunca se pudo implantar en aquel inmenso y atrasado país), a los obreros reuniéndose y controlando directamente el proceso productivo en las fábricas, aportando ideas, eligiendo de entre los compañeros que por sus iniciativas fueran considerados los mejor dotados y gozaran de la mayor confianza para ejercer la responsabilidad en los puestos de gerentes de ramas de producción y eligiendo a los propios directores. Cómo imaginar que esos trabajadores, organizados con esa democracia, no sintiesen suyas las fábricas y permitieran que les fueran arrebatadas para ser entregadas a manos capitalistas, una vez caída la URSS con su falso socialismo real.

Podemos imaginar que, de existir en Cuba esa forma marxista y leninista de poder y organización desde abajo hacia arriba, desde los centros de producción que permita controlar el proceso productivo y los bienes sociales generados colectivamente, sentidos propios y colectivos, pudiera coexistir con el robo, con gentes que roban tabaco o gasolina, sin ser controlados por los propios compañeros. ¿O es que todos los trabajadores son ladrones y unos se encubren a otros, cuando no les toca ejercer su cuota de robo? Es imposible imaginar ese grado de corrupción en un pueblo que ha dado muestras de heroísmo en su lucha antiimperialista. Algo falla en la Constitución Cubana que impide el ejercicio permanente de la democracia directa desde los centros de producción nacionalizados, que posibilite el control de los medios de producción y la integración real, la forma de poder que impida el retorno al capitalismo. No bastan con los tres puntos moralistas en que se sustenta las premisas de Pérez Roque, ni con infinitas charlas moralistas. Hay que ligar la moral a la base material que permite ejercer el poder directamente al pueblo organizado como clase dominante, de abajo hacia arriba, que las enseñanzas morales se interrelacionen dialécticamente y puedan ejercerse desde la práctica productiva y desde la práctica política en general.

Desgraciadamente, a pesar de su buena intención Manuel David Orrio* en su trabajo Cuba: Constitución vs. ¿socialismo reversible? publicado en Insurgente y en Rebelión, es de temer que cuelga del cielo a la Constitución Cubana, ya que la cita de Lenin** con la que justifica el fondo de su argumentación no se ajusta al contexto histórico actual de Cuba. No es el partido el que tiene que ejercer el poder estatal, no es el que tiene que salvaguardar los derechos económicos de los trabajadores, sino los propios trabajadores cubanos organizados como clase dominante los llamados a realizarlo directamente. La situación cultural y política e incluso productiva del pueblo cubano no tiene punto de comparación con la que existía en aquella atrasada Rusia, cuando Lenin tuvo que apoyarse en el partido como la fuerza que asegurase el poder socialista, en tanto se generaban las condiciones objetivas que permitieran al pueblo ejercer el poder directamente.

Ello sí implica que los militantes del partido deben saber interpretar el marxismo al actual momento político, para poder convencer a los trabajadores en cada confrontación dialéctica ante los múltiples problemas que en el proceso de desarrollo se suscitan. Convencer en vez de imponer, porque existen verdaderos mecanismos de participación democrática desde donde el pueblo siempre está para poder hacerlo, desde abajo, desde ese lugar natural que es la fábrica y desde donde reside, estudia, ejerce su cultura y su ocio. Cuando no somos capaces de convencer, dejar que el pueblo se pueda confundir, porque si creemos en el pueblo y existen los mecanismos de base organizativa y participativa que le permite corregir sus errores, el poder popular no peligra.

Con una constitución no basada en la democracia directa de abajo hacia arriba, en un momento de crisis que obligue al ejercicio del sufragio universal, entonces si puede peligrar el socialismo, que se retorne al capitalismo por los anteriores errores “democráticos” cometidos. Los Varelas y Cía. ganarían “democráticamente”. Sin embargo el proyecto Varela, discutido fábrica por fábrica barrio por barrio, no necesitaría tener que ser rechazado por la Comisión de Asuntos Constitucionales y Jurídicos de la Asamblea Popular, que decidió archivarlo y dar cuenta a sus promotores de ese veredicto, serían los propios trabajadores cubanos, fábrica por fábrica, barrio por barrio, los que mandarían a la mierda ese proyecto avalado por 11.020 firmas, de cubanos “democráticos” que tanta resonancia tiene en los merdideros “democráticos” capitalistas.

La Haine

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* N de la R: Uno de los “periodistas independientes” estrella de la disidencia cubana, con entrada libre a la Oficina de Intereses de estadounidense en La Habana, Manuel David Orrio, resultó ser el agente Miguel, de la Seguridad del Estado, cuyo trabajo permitió desenmascarar las falsedades de los "disidentes" pagados por EE.UU. Sus empleadores eran Cubanet y Carta de Cuba principalmente, que reciben fondos de la National Endowment for Democracy. Más información.

** N de la R: La cita en cuestión es “El capitalismo, en su lucha triunfante contra el feudalismo, garantizó la igualdad de derechos jurídicos de todos los ciudadanos.Corresponde a nosotros [los partidos obreros de la época]… garantizar la igualdad de derechos económicos”. V. Lenin, Réplica a Tugan-Baranovski. Obras Completas, tomo 24. Editorial Progreso, Moscú.

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