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Refundar la izquierda revolucionaria europea de la mano del Che Guevara

Entrevista a Ángeles Maestro, dirigente de Corriente Roja

Néstor Kohan

P: ¿Cuándo nace Corriente Roja?

C.R.: La construcción de Corriente roja (CR) tiene varias fases. Desde 1991 existió en Madrid la Plataforma de Izquierdas dentro de IU [Izquierda Unida] como oposición y denuncia de una dirección regional comprometida en corrupciones económicas varias —–sobre todo urbanísticas—, pactos generalizados con el PSOE [Partido Socialista Obrero Español] y atropellos antidemocráticos diversos contra la disidencia; aspectos estrictamente interdependientes.

A pesar de que estos elementos atravesaban con mayor o menor intensidad el conjunto de la organización, la presencia de Julio Anguita actuaba como manto blanco que ocultaba la podredumbre interna e impedía la configuración de una oposición interna a escala estatal.

La necesidad imperiosa de empezar a construir una alternativa apareció tras los pactos pre-electorales suscritos por F. Frutos (IU) y J. Almunia (PSOE) en el año 2000, en los que se abandonaron aspectos programáticos prioritarios tales como: la salida de la OTAN [Organización del Tratado del Atlántico Norte] y el desmantelamiento de las Bases USA, la ley de jornada laboral de 35 horas, progresividad fiscal, renacionalización de empresas privatizadas, desaparición de Empresas de Trabajo Temporal, etc.

Desde entonces se desarrolló un trabajo de configuración política y organizativa que dio lugar al surgimiento de CR [Corriente Roja] como organización política independiente hace un año, a finales de junio de 2004. Las razones fueron: la ubicación definitiva de Izquierda Unida como satélite del PSOE liquidando cualquier crítica al sistema, la inutilidad de la lucha interna ante las dimensiones del fraude democrático y la imperiosa necesidad de contribuir a la construcción del referente político de la izquierda anticapitalista y antiimperialista.

P: ¿Cuáles son sus objetivos principales?

C.R.: Asumimos, con modestia pero con decisión, una tarea gigantesca: contribuir a la construcción del sujeto revolucionario y del proyecto histórico emancipatorio con otras organizaciones que compartan la necesidad ineludible de destruir el sistema capitalista y sus aparatos de estado.

Sabemos que no surgirá de una fórmula de laboratorio, sino de la transformación de la experiencia en conciencia y teoría, en el seno mismo de la lucha de clases. Creemos que para ello es imprescindible recoger todas las banderas de lucha que han sido traicionadas, pero que forman parte de la memoria histórica y de la identidad popular, para recrearlas en la realidad de ahora mismo. En consecuencia con estos planteamientos, CR no prevé la opción electoral hasta tanto no exista el potente movimiento obrero y popular que, sabiendo que las grandes transformaciones sociales no se hacen en los parlamentos (allí, si acaso, se rubrican), valore la utilidad concreta de la presencia institucional y que sea capaz de controlar a sus representantes. Reiteramos que este proceso de construcción del sujeto político debe ser unitario y necesita la experiencia crítica de todas las grandes ideologías de la izquierda, incluida la anarquista. En el estado español está pendiente de realizar el diálogo, basado en el reconocimiento y el respeto mutuo, entre comunistas y anarcosindicalistas a la luz de las necesidades actuales del movimiento. Hay aspectos de ambas ideologías que se están necesitando mutuamente, como el análisis de papel del Estado, de la asamblea en la democracia obrera, de la crítica de la delegación, de la construcción de poder popular, del proceso de creación de la persona nueva, etc.

P: En la práctica de Corriente Roja se advierte un interés muy marcado en reclamar la República para España. ¿Cómo evalúas desde hoy en día la actitud del PC español ante la muerte de Franco y la continuidad de la monarquía durante la llamada “transición”?

C.R.: Como apuntaba antes, la reconstrucción del sujeto revolucionario en el Estado español no puede llevarse a cabo sin cuestionar de arriba abajo el orden político que la transición instaura:

En primer lugar, por razones de estricta legalidad democrática: la legitimidad republicana es interrumpida por la dictadura en 1936 y se impone posteriormente un rey, en el totum revolutum de la Constitución del ‘78, que juró fidelidad eterna a los Principios Fundamentales del Movimiento Nacional de Franco.

En segunda instancia, porque en la transición se produce un corte histórico: la voladura controlada de las principales organizaciones que vertebraron la lucha contra la dictadura. Tal y como recuerda en sus memorias Martín Villa (dirigente de Falange, Ministro del Interior con la UCD y responsable directo de más de un centenar de asesinatos de militantes antifascistas por paramilitares y “fuerzas del orden”), sin el Partido Comunista Español (PCE) la transición no hubiera sido posible [Citado por el excelente libro de Alfredo Grimaldos (2005) La sombra de Franco en la Transición. Ed. Anaya, Oberón].

Como él mismo escribe, el servicio más importante prestado por la dirección de este partido fue, no sólo aceptar la monarquía, la bandera y el himno de los vencedores de la guerra civil, sino, sobre todo, apostar por la desmovilización popular. El potente movimiento obrero y popular duramente construido en medio del terror y de la represión de la posguerra se hunde, y lo que queda, se compra. La dignidad de las resistencias aisladas, representadas en los últimos años por la lucha de SINTEL, son la excepción. Solamente reanudando el hilo rojo truncado y traicionado, y tomando impulso del tesoro de dignidad combatiente que nos dejaron quienes entregaron la vida y la juventud luchando en la primera trinchera contra el fascismo y por la esperanza de transformación social que la II República representó, seremos capaces de abordar esa titánica tarea diaria de “Descubrir, descifrar, articular, poner en marcha…” en palabras de Roque Dalton.

En tercer lugar, porque la monarquía es la clave de bóveda del mantenimiento intacto de los aparatos del Estado de la dictadura y de la continuidad de la oligarquía dominante, a la que le aparecen - con el PSOE - socios nuevos. Baste recordar en cuanto al primer aspecto que, como establece la Constitución de 1978, el rey que juró los Principios del Movimiento Nacional es el Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas, quienes a su vez, son garantes de la unidad de España. En cuanto al segundo, estremece comprobar cómo los apellidos de ministros de Franco o de “familias del régimen de toda la vida”, se repiten en los consejos de administración de las multinacionales procedentes de empresas privatizadas. Quizá el más significativo es otra vez Martín Villa que fue presidente de ENDESA, nombrado por el PSOE, y designado recientemente consejero ejecutivo de SOGECABLE, vinculada al grupo PRISA, gran arma de comunicación masiva del PSOE.

Tras su decisiva intervención en la transición, el PCE se inmola a sí mismo. La liquidación del PCE como fuerza política que tiene como objetivo la transformación social, no se detuvo tras la creación de Izquierda Unida. La etapa de Julio Anguita fue una esperanza fallida que concentró entorno a su persona ingentes esfuerzos que no lograron ajustar la organización a los objetivos preconizados. No se produjeron los indispensables cambios en la estructura de dirección de un PCE que continuaba siendo carrillista [referencia al viejo líder del eurocomunismo español Santiago Carrillo] y sobre todo, salvo algún tímido intento, no existió la voluntad política de cuestionar la ilegitimidad originaria de todo el aparato institucional español. Las actuales direcciones políticas de Izquierda Unida y del PCE, se inscriben nuevamente en la más estricta trayectoria de aceptar, tal cual, el marco del sistema, en un camino que parece dirigirles, a corto plazo, hacia el extraparlamentarismo. Inquietante escenario para los poderes fácticos que, como señalaba un editorial del periódico ABC (de la derecha monárquica), poco después de las últimas elecciones generales, el PCE y después IU, cumplen una función esencial para la estabilidad del sistema, como dique de contención para evitar que puedan surgir fuerzas rupturistas al margen de los cauces de la democracia [Periódico ABC, editorial, 17 de marzo de 2004].

P: ¿Cual es tu balance del eurocomunismo promovido en España por Santiago Carrillo?

C.R.: Es el mejor instrumento que han tenido las clases dominantes para liquidar unos de los más potentes movimientos obreros y populares del sur de Europa en la década de los 70. Se aprovechó la crítica al estalinismo y a la burocracia soviética, no para identificar las claves de la degeneración, sino para situar toda la perspectiva política en el marco estricto del sistema capitalista. Se evaporó cualquier atisbo revolucionario que implica, antes y ahora, la destrucción del Estado.

El eurocomunismo preparó ideológicamente a la militancia del PCE para el salto mortal (nunca mejor dicho) de la transición. Curiosamente el 3 de marzo de 1977, poco antes de la legalización del PCE y el mismo año de las primeras elecciones tras la muerte de Franco, tiene lugar en Madrid la “cumbre eurocomunista” a la que asisten Georges Marchais de Francia, Enrico Berlinguer de Italia y Santiago Carrillo de España. Aunque el proceso de reconversión fuera mucho más antiguo y estuviera relacionado con la sustitución de Dolores Ibárruri por Santiago Carrillo en la secretaría general. Los contenidos pactados realmente por la dirección del PCE – de la que todos sus dirigentes más conocidos han acabado en el PSOE [La lista es enorme: Pilar Bravo, Cristina Almeida, J.A. Mohedano, Enrique Curiel, Jordi Solé Tura, Nicolás Sartorius, Isabel Vilallonga, Antoni Gutierrez, Enrique Múgica, Jorge Semprún, Manuel Azcárate, Soto y Saborido (del proceso 1001), Vicente Alvarez Areces (actual presidente del gobierno de Asturias en coalición PSOE-IU), etc] - van mucho más lejos de lo suscrito en los Pactos de la Moncloa. Lo pactado incluyó sin duda la entrada en la OTAN, las votaciones de la ley de amnistía de octubre de 1977 – auténtica ley de punto final -, de la ley y pacto antiterrorista, etc.

P: Cómo se expresó eso en la vida política cotidiana de la izquierda española?

C.R.: Bueno, puedo contar una anécdota que viví directamente cuando fui diputada. En 1997 la Asociación de Amigos de las Brigadas Internacionales [referencia a las Brigadas Internacionales que combatieron durante la guerra civil española en defensa de la República] me pidió que presentara una propuesta parlamentaria para que se reconociera, a título honorífico la ciudadanía española a los Brigadistas Internacionales, tal y como les prometió Dolores Ibárruri [antigua líder comunista] en su discurso de despedida el 1 de noviembre de 1938 en Barcelona. Lo hice con todo el rigor y el entusiasmo de que fui capaz, consciente de que era mi más importante trabajo parlamentario, y se aprobó por unanimidad en el pleno del Congreso. Me pregunté y les pregunté cómo había sido posible que se hubiera tardado 20 años en hacer la propuesta, pues no se había realizado antes. Me contestaron que lo habían intentado varias veces con el Grupo Parlamentario Comunista y no habían recibido respuesta. Cuando indagué ante quienes habían tenido responsabilidades en dicho Grupo, me respondieron que antes, esos temas... “no estaban bien vistos”.

¡La losa de silencio sobre la República, Guerra Civil y sobre la resistencia antifascista fue mayor que la que cubre a Franco en el Valle de los Caídos!

P: Existe una documentada investigación de Joan Garcés – ex asesor del presidente Salvador Allende en Chile – publicada con el título Soberanos e intervenidos [Madrid, siglo XXI, 1996] en la cual se analiza el papel de la CIA en España y su intervención en la política de la socialdemocracia europea y en particular en el PSOE. A partir de esos documentos desclasificados ¿qué examen haces del PSOE actual y del PSOE a lo largo de los últimos treinta años de “democracia” en España?

C.R.: Este libro de Joan Garcés es absolutamente clave para descifrar la historia real de la guerra fría en América Latina y en el sur de Europa, mucho más interrelacionada de lo que se podría imaginar. Una de las líneas de análisis más importantes parte de la situación mundial, adversa para el imperialismo, que se vivía a finales de la década de los ‘60 y al principio de los ‘70. El movimiento contra la guerra de Vietnam, la victoria de la Unidad Popular en Chile, los procesos de liberación nacional y el Movimiento de los No Alineados, mayo del ‘68, las revueltas obreras y estudiantiles en Italia, la creciente organización de la izquierda en Grecia, Portugal y España,…etc, eran luces rojas que amenazaban con desbaratar el reparto del mundo acordado en Yalta entre EE.UU. y la URSS. Por otra parte, la puesta en marcha de las respuestas neoliberales a la crisis económica (desregulaciones laborales, privatizaciones, desmantelamiento de sistemas de protección social) exigía promover cambios sustanciales en la escena política que facilitaran la implantación de suficientes mecanismos de control social. El golpe de Pinochet en Chile y la Operación Cóndor serían la brutal respuesta al poderoso movimiento popular en América Latina y las vías facilitadoras de las recetas de la escuela de Chicago.

En el Estado español sucedió de otra manera. El 25 de abril de 1974, cuando estalló la revolución en Portugal, país fundador de la OTAN, todas las alarmas se dispararon en relación con las posibilidades de que el postfranquismo fuera gobernado por un movimiento popular que exhibía una gran capacidad de resistencia y organización. En julio de ese mismo año Franco ingresó en el hospital con una “flebitis”, antesala de su fallecimiento que se produjo al año siguiente. Garcés documenta en su libro cómo las cancillerías de Francia y la República Federal Alemana trabajaron coordinadamente con EE.UU. en la dirección que dirigentes del PSOE habían propuesto algunos años antes al Embajador USA en Madrid [Informe del embajador]: apoyar económica y organizativamente a un partido socialista capaz de evitar que, tras la muerte de Franco, reinara “el caos” o la hegemonía comunista. Se celebró el Congreso de Suresnes, en el que se liquidó la dirección del PSOE del exilio y se configuró un aparato dirigido por gentes, que salvo honrosas excepciones, no habían participado en la lucha antifranquista. Tan tardíamente como en 1994, responsables de la fabrica de armas FLICK declaraban ante una comisión del Bundestag [Parlamento alemán], estar financiando al PSOE. Cuando pregunté por todo esto a Pablo Castellano, ex dirigente del PSOE y diputado de Izquierda Unida en varias legislaturas, además de certificar el rigor y la veracidad del trabajo de Garcés, añadió algo... Antes del Congreso de Suresnes, se hablaba de Nicolás Redondo – secretario general entonces de la UGT [central sindical de inspiración socialista]–, de Felipe González y del propio Pablo Castellano como posibles candidatos a la secretaría general del PSOE. Un mes antes, todo el mundo supo que el Pentágono se había decidido por... Felipe González.

El intento de Golpe de Estado del 23 de febrero de 1981, con sus inquietantes ramificaciones (se habría estado gestando un gobierno de concentración nacional presidido por el general Armada en el que participarían todas las fuerzas políticas parlamentarias, incluidos el PCE, y que contraría con la bendición del Rey) y al que no era ajena la Embajada de EE.UU., sirvió de puesta en escena de la amenaza del terror fascista, por si alguien se había olvidado. Como muestra Soberanos e intervenidos, sobre amplia documentación del juicio, Tejero y Milans del Boch fueron simples marionetas de intereses mucho más poderosos…

No me extiendo más sobre Soberanos e Intervenidos, sólo quiero reiterar la ferviente recomendación de su lectura.

P: A partir de todos esos datos y documentos ¿cuál es entonces la conclusión sobre el Partido Socialista Obrero Español?

C.R.: El papel del PSOE en estos 30 años pudiera resumirse así: ha ocupado el espacio institucional de una izquierda controlada – intervenida, como dice Joan Garcés – y potenciada artificialmente desde fuera, sobre los escombros de las organizaciones políticas y sociales que habían hegemonizado la resistencia antifascista y que habían conseguido penetrar la conciencia popular con fuertes contenidos anticapitalistas y antiimperialistas. Ese fue el juego de trileros, el gato por liebre, dado en la transición y que sustenta el régimen que la Constitución de 1978 representa. PP [Partido Popular] y PSOE se alternan en el gobierno, con sus matices diferenciadores que son objeto de encendidos debates parlamentarios: el GAL [Grupos Antiterroristas de Liberación, organización de extrema derecha], la corrupción, la participación en la guerra contra Iraq, etc. Por encima y por debajo de estos enfrentamientos existe un amplísimo consenso que afecta a los pilares del sistema: la monarquía, la OTAN y las bases de EE.UU., todo lo relativo al ejército y a la policía, el control judicial, la política económica y fiscal, la Unión Europea, los medios de comunicación, etc. En este escenario, el apoyo de IU al gobierno Zapatero – que se une a los gobiernos conjuntos en Comunidades Autónomas y Ayuntamientos – la anula como alternativa parlamentaria y deja libre el enorme espacio político de una izquierda que merezca tal nombre.

P: En los seminarios y actividades de Corriente Roja conviven compañeros y compañeras provenientes de diversas militancias: comunistas, trotskistas, maoístas, luxemburguistas, independentistas, feministas. Para la experiencia argentina resulta sorprendente esa capacidad de conjugar la radicalidad política y el pluralismo entre las diversas familias revolucionarias. Todo hace suponer que ese es, precisamente, uno de los principales desafíos para refundar la izquierda revolucionaria contemporánea...

C.R.: Corriente Roja nace con ese doble código genético que creemos indispensable para refundar la izquierda: una amplia apuesta unitaria basada en la radicalidad anticapitalista y antiimperialista. En Corriente Roja nos declaramos marxistas y hay compañeros y compañeras comunistas de diversos orígenes, pero aspiramos a construir una unidad mayor. Creemos que un legado histórico como el de nuestros pueblos, que une el derroche de valor, heroísmo y dolor, con luchas sangrientas entre diferentes grupos de la izquierda y con la experiencia más amplia y generosa de internacionalismo que la humanidad ha conocido: la de las Brigadas Internacionales, - tras el desastre político e ideológico de la transición -, nos exige construir formas de articulación, debate y lucha conjuntas muy amplias con muchas organizaciones, incluidas las anarcosindicalistas.

Creemos que ha llegado la hora de que ningún grupo, con cualquier “ismo” debajo del brazo, pretenda imponer sus verdades teóricas a nadie. El debate teórico y el histórico son imprescindibles, pero nadie nos va a poder decir qué tenemos que hacer aquí y ahora. De hundir las raíces en la lucha, del reconocimiento mutuo y de la confianza insustituible que genera estar en la pelea codo a codo, se destilará el tejido conectivo de las nuevas formas de organización.

El proceso de superación de recelos mutuos será largo, pero es ineludible si queremos forjar algo serio. Una condición indispensable, en nuestra opinión, es que aparezca con claridad la negativa rotunda a cualquier forma de integración en el sistema. Los gritos que aparecieron de forma espontánea en las manifestaciones contra la guerra: “lo llaman democracia y no lo es” y “no nos representan”, reflejan una descalificación sin precedentes a todo el entramado institucional y es un espléndido punto de partida.

P: La solidaridad con la revolución cubana es una de las tareas centrales de Corriente Roja. Según tu criterio ¿qué papel juega la revolución cubana en la nueva resistencia mundial?

C.R.: Es más importante que nunca, porque esta situación es la más dura que estamos viviendo los pueblos desde 1959. El imperialismo tiene poco margen de maniobra desde el punto de vista económico y militar, las resistencias de los pueblos están en auge – sobre todo en América Latina – y la tensión es muy fuerte. Frente a la barbarie – cuyo aliento se siente cada vez más cerca – Cuba simboliza la posibilidad creíble, de triunfo de la humanidad, del socialismo.

Quiero resaltar el papel enormemente creador y respetuoso de Cuba con Venezuela, intentando aportar lo mejor de su experiencia y su autocrítica con respecto a sus propios errores. La visión de ambas revoluciones, bien distintas, pero cooperando tan sincera, creativa y estrechamente, es absolutamente inédito. El ejemplo más fuerte, que vale más que nada en el mundo es el ¡Sí, se puede! de los que no tienen nada. Cuando no hay más esperanza que la miseria y quienes están transformando el mundo están a tu ladito, hablan la misma lengua y tienen la misma historia, el asunto se vuelve realmente peligroso para los mercaderes y asesinos de la vida.

¡Ahora sí, la historia tendrá que contar con los pobres de América!

[Ángeles Maestro hace referencia con esta frase a la célebre formulación de la “Segunda Declaración de La Habana” leída en una asamblea popular en la Plaza de la Revolución por Fidel Castro el 4 de febrero de 1962].

P: La imagen del Che Guevara está muy presente en la iconografía de Corriente Roja y de sus militantes. ¿Qué significa y qué representa para ustedes, marxistas europeos, el Che Guevara?

C.R.: Para los revolucionarios de todo el mundo el Che simboliza la coherencia y el compromiso hasta las últimas consecuencias. Es el vehículo inmejorable en el que reconocer los millones de ejemplos anónimos de valor, de inteligencia y de integridad que los pueblos han producido a lo largo de la historia. Recuerdo haber leído que uno de los primeros hechos de los que guardaba memoria Ernesto Guevara era haber oído hablar a su familia de la Guerra Civil española, de las Brigadas Internacionales. Quizás la imagen estremecedora de hombres y mujeres llegados de los cinco continentes a luchar en un país lejano, junto a un pueblo que había levantado la primera barricada contra el fascismo, ayudara a conformar su radical y rotunda teoría y práctica del internacionalismo. Él, como tantos hombres y mujeres, nos ha dado algo imprescindible: el ejemplo, que como todo lo real es concreto y nada tiene que ver con el culto a la personalidad. Los intentos de pervertir su imagen, y la de tantos otros, no es inocente. Como decía Rodolfo Walsh: “Nuestras clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores no tengan historia, no tengan doctrina, no tengan héroes y mártires. Cada lucha debe empezar de nuevo, separada de las luchas anteriores: la experiencia colectiva se pierde, las lecciones se olvidan. La historia aparece así como propiedad privada cuyos dueños son los dueños de todas las otras cosas”.

Desde el punto de vista teórico, para quienes procedemos de partidos comunistas en los que hemos vivido la estrecha vinculación entre reformismo y burocracia estalinista, cuando se pretendía que tras el hundimiento de la URSS sólo quedaba la globalización del pensamiento único versión socialdemócrata, la crítica firme y descarnada del Che al llamado “socialismo real” nos llega como un vendaval de aire fresco.

Sus cuestionamientos no se hacen desde despachos o sedes académicas. Se atreve a negar que se esté construyendo el socialismo en la URSS, quien ha participado en una revolución victoriosa y está intentando construirlo, arriesgando y dejando su vida en el intento. Lo hace desde planteamientos de actualidad acuciante: la construcción del ser humano nuevo vinculada a la edificación del poder popular, a la democracia y al internacionalismo. No es una cuestión moralista, proponer solamente nuevos valores, más solidarios o más humanistas. Su afirmación fundamental es que sólo sobre esa persona nueva, individual y colectivamente entendida, puede sustentarse el ejercicio democrático del poder político en la construcción del socialismo. El internacionalismo, el compromiso práctico – real pero sin tutelas – con los procesos revolucionarios de otros pueblos, como bien demuestra Cuba, es consustancial al desarrollo de ese nuevo sujeto y sin el que inevitablemente se degrada.

La figura del Che, ante tanto enano político, ante tanto discurso débil y acomodaticio, resplandece con más potencia cada día. De ahí mismo radica su fuerza.

P: ¿Cómo se ubican ustedes frente a la lucha de la izquierda abertzale y frente a la represión del Estado español – avalada muchas veces por la izquierda institucional – que incluye torturas, detenciones masivas e ilegalización de los sectores juveniles del país vasco?

C.R.: La izquierda abertzale lleva décadas sufriendo una represión feroz que incluye la tortura hasta la muerte y el asesinato, planificado y ejecutado – como se demostró con el GAL [Grupos Antiterroristas de Liberación, organización de extrema derecha]– desde los ministerios de interior y defensa.

Las denuncias de torturas generalizadas realizadas periódicamente por organizaciones independientes y las reiteradas condenas al Estado español, son prácticamente silenciadas por los grandes medios de comunicación y no merecen mayor atención ni por parte de la izquierda institucional, ni por la inmensa mayoría de los intelectuales, que traicionan así su papel esencial de denuncia de los abusos del poder según formuló E. Zola en Yo acuso. El reciente asesinato de un campesino de Almería en un cuartel de la Guardia Civil y a manos de guardias denunciados en repetidas ocasiones – sin que los jueces lo tramitaran – da cuenta de las dimensiones del asunto. Corriente Roja denuncia cada vez que tiene ocasión esta situación de terrorismo de Estado permanente e impune, crimen cualitativamente diferente de los asesinatos realizados por ETA, métodos que no compartimos. Pero no es la solidaridad solamente lo que nos mueve.

Precisamente por las dimensiones del proceso de integración ideológica, política y económica y de desmoronamiento organizativo que se arrastra desde la transición, y que afecta al conjunto de la izquierda de todo el Estado, excepto -curiosamente- a la izquierda abertzale, Corriente Roja entiende que no es posible reconstruir la izquierda revolucionaria y reanudar el hilo del proyecto histórico truncado y traicionado, sin cuestionar todo el orden político que en ese período se instauró y que tiene sus pilares fundamentales en la Constitución de 1978 y en el rey, jefe supremo del ejército, ambos garantes de la unidad de España. En la lucha por la democracia participativa, la soberanía popular, que excluye la aberración de la monarquía, y que implica necesariamente el reconocimiento del derecho a la libre determinación de los pueblos, en la reconstrucción del sindicalismo de clase y combativo y en el proceso mismo de generación del sujeto político revolucionario, entendemos que es muy importante la relación y el diálogo con la izquierda revolucionaria vasca.

P: Para un latinoamericano resulta sorprendente que ustedes como europeos, le otorguen tanta importancia a las luchas de Colombia, Bolivia, Venezuela, Cuba, Iraq o Palestina…¿Por qué te parece que la izquierda europea, aún fascinada con la crítica de la globalización, ha ido abandonando paulatinamente el internacionalismo militante?

C.R.: El sentimiento popular de solidaridad con la lucha de los pueblos latinoamericanos y del imperialismo yanki es mucho más fuerte que en otros países europeos. La lengua, la cultura y la conciencia de la responsabilidad de nuestras clases dominantes en el saqueo y el genocidio hacen que resulte todo más cercano. Otra cosa más complicada, en la que Corriente Roja está especialmente empeñada – porque es crucial en la reconstrucción del movimiento obrero - es en mostrar la responsabilidad actual de las multinacionales españolas en el expolio de los recursos de América Latina y la vinculación directa de ese hecho con la obligada emigración de muchos de sus hombres y mujeres.

Para CR extender y profundizar en este análisis es condición imprescindible para enfrentar con coherencia el racismo y la xenofobia, llevando a la conciencia de trabajadores y trabajadoras autóctonos que - como gritamos en las manifestaciones – “de aquí o de fuera, la misma clase obrera”. Por ello valoramos muy especialmente la creciente importancia de militantes latinoamericanos, árabes, y de otras nacionalidades en CR.

En el caso de Iraq y Palestina, también hay experiencia histórica de convivencia, pero las diferencias culturales e idiomáticas hacen que las dificultades sean mayores. No obstante, desde la primera Guerra del Golfo en 1991 y durante los trece años de embargo genocida ha habido una lucha y un esfuerzo informativo paciente y constante por parte de organizaciones como el Comité de Solidaridad con la Causa Árabe, que ha dado sus frutos. Yo misma, fui en cuatro ocasiones a Iraq por tierra desde Jordania, en viajes colectivos que conseguían ir rompiendo el bloqueo informativo.

Todo ello unido al sentimiento de rechazo a EE.UU. hizo posible la masiva presencia en las manifestaciones, de las más importantes del mundo.

Ahora, tras la retirada de las tropas de Iraq, el objetivo es afirmar la absoluta legitimidad de la resistencia iraquí, además de denunciar la complicidad del gobierno español en el intento, afortunadamente fallido, de restablecer la “normalidad” del Iraq ocupado, formando aquí militares, policías y jueces; otro tanto sucede con la participación de importantes contingentes de tropas españolas en las ocupaciones militares de Afganistán e Haití, esta última silenciada por la izquierda institucional.

El internacionalismo es consustancial a la lucha revolucionaria. Un movimiento antiglobalización, vacío de contenido antiimperialista y desvinculado de las luchas concretas de los pueblos, tiene las alas muy cortas, como se ha demostrado.

P: ¿De qué manera conciben la articulación entre las luchas de género y las luchas de clase?

C.R.: El feminismo es un frente abierto en Corriente Roja, discretamente y con casi todo por hacer porque las fuerzas son limitadas y hay muchos frentes que levantar y luego sostener, pero está en construcción. Ya hace un año, en el II Encuentro Estatal, se aprobó una resolución que pretendía precisamente eso: abrir el frente feminista, que la liberación de las mujeres fuese algo más que un bonito principio teórico inserto en nuestros documentos, la guinda políticamente correcta que adorna cada proyecto político, una problemática subsidiaria y que siempre puede esperar porque existen otras prioridades. Y con la llegada del 8 de marzo de este año se constituyó Mujeres Rojas como frente feminista de Corriente Roja. Salimos a la calle con nuestra pancarta, nuestro primer documento, un tanto improvisado pero combativo, y muchas ganas de contribuir a la reconstrucción del movimiento feminista.

Mujeres Rojas está elaborando una propuesta de feminismo socialista partiendo del análisis de la estructura patriarcal que padecemos las mujeres y los hombres. Pensamos que la correcta comprensión de la naturaleza del patriarcado es condición necesaria para la formulación de un feminismo anticapitalista, y a partir de ello intervenir en los problemas concretos:

La feminización de la pobreza, la doble jornada, la diferencia salarial del 35 por ciento, la violencia contra las mujeres, los asesinatos, las agresiones sexuales, las redes mafiosas de prostitución, el sexismo lingüístico, el menosprecio de “lo femenino", etc., etc.

La familia burguesa sirve, entre otras cosas, para vertebrar el caos de la sociedad capitalista, dulcificar el desorden de la lucha de clases y mitigar los efectos de la enorme violencia generada por un sistema de explotación tan severo.

Dos tercios del trabajo necesario para el funcionamiento de la sociedad lo realizan las mujeres en el seno de la familia patriarcal de forma gratuita, invisible y sin reconocimiento. Ello exige que las personas se separen desde su nacimiento en dos géneros construidos social y rígidamente sobre la base de una diferencia biológica, cuya única consecuencia debiera ser la capacidad reproductiva de uno de los sexos. Por ello las mujeres son forzadas a asumir determinados roles y funciones (también los hombres) y a desarrollar a su costa trabajos despreciados. Por ello la homosexualidad es una opción “incorrecta”, no tiene cabida en el esquema diseñado, es un misil lanzado bajo la línea de flotación del buque insignia capitalista y patriarcal. Y las lesbianas, de nuevo, se llevan la peor crítica porque desobedecen -la mujer debe ser obediente- el mandato "natural" propio de su sexo: dar a luz y criar hijos.

El socialismo por el que lucha Corriente Roja es un socialismo sin clases y sin géneros.

P: Llama la atención que Ángeles Maestro, ex diputada y una de las principales dirigentes de Corriente Roja, se levante bien temprano todas las mañanas y vaya a trabajar como asalariada. ¿No tienen militantes rentados en la organización?

C.R.: Lo que debería ser habitual es desgraciadamente una rareza. He vuelto a mi trabajo como médica en la sanidad pública, tras tres legislaturas como diputada, en contra de la tendencia casi unánime en los cargos públicos de la izquierda, de pasar a otro cargo público o quedarse como “liberados políticos”, que decimos por aquí.

No menosprecio la importancia para las organizaciones revolucionarias de la militancia a tiempo completo de determinados cuadros, pero aquí el auténtico cáncer es el político o el sindicalista que hace lo que sea, por supuesto traicionar su propio pensamiento y seguir el “oficial”, para no volver a su trabajo. Ese es un mecanismo eficacísimo del sistema, que financia las organizaciones vía presupuestos generales del Estado, para integrar precisamente a quienes, supuestamente, existen para luchar contra él. Quien paga, manda, ya sea el gobierno, la patronal o la dirección política de turno. Ésa es una de las razones fundamentales de desprestigio de dirigentes políticos y sindicales y de que la gente piense que “todos son iguales”; en el fondo, en el caso de la inmensa mayoría, es verdad. La democracia, la autonomía y la independencia de pensamiento son absolutamente incompatibles con mecanismos clientelares, inevitablemente basados en la corrupción.

Este asunto es trascendental. Es imposible que exista una organización que persiga en serio acabar con el capitalismo y que al mismo tiempo se financie por el Estado. La independencia económica del Estado y la patronal es una de las claves fundamentales para la reconstrucción política y sindical que hemos iniciado.

Por otro lado, la honestidad personal, el ejemplo, es un gran valor político e intentar ser comunista, una tensión ética permanente. Los discursos, las declaraciones, son papel mojado sin la demostración práctica, cotidiana, de ética revolucionaria insobornable, de intentos de construir el ser humano nuevo. Esa tensión, impulso y objetivo a conseguir, debe presidir la organización y es requisito indispensable de la credibilidad.

Madrid, septiembre de 2005
La Haine

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