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El Brasil de Lula: continuidad o discontinuidad del neoliberalismo?

Ricardo Antunes (1)

I

Si en 1989, Lula y la izquierda tuvieron una enorme oportunidad de victoria, fue en 2002 que, finalmente se concretizo, después de un periodo de enorme desertificación social, política y económica del Brasil, consecuencia de la implantación del neoliberalismo durante la era de Fernando Henrique Cardoso. Fue, en este sentido, una victoria tardía y en un contexto que combina elementos más favorables con otros bastante desfavorables. Comencemos por los puntos desfavorables.

Si en 1989, Brasil se encontraba en un ciclo de fuertes luchas y avances sociales, como el nacimiento del PT ( Partido de los trabajadores), de la CUT ( Central Única de los Trabajadores), del MST ( Movimiento sin Tierra), además de un significativo movimiento de huelgas en el ámbito nacional, en resumen una fase de aumento de las luchas sociales, hoy, el cuadro es bastante diferente, pues presenciamos un retroceso de parte de estos movimientos, como es el caso del propio PT.

Y fue inclusive como parte de este contexto que, al implementar su política electoral, el PT hizo una serie de concesiones que no podrían haberse pensado en 1989 y que, en las elecciones de 2002, fueron asimiladas como necesarias. En contra de muchos de los valores que marcaron su génesis, donde la autonomía política ere el eje central, el PT implanto, a lo largo de la década de 90, una política que creció dentro del Orden, adaptándose a esta fase histórica de reflujo de las luchas sociales.

Todo ese cuadro se torna más complejo al saber que el contexto económico y político internacional es de crisis acentuada, con la ampliación de la política destructiva de los Estados Unidos y su arrogancia imperial e imperialista, de la que la política de guerra contra Irak es un ejemplo. Con un contexto económico internacional desfavorable, los límites encontrados por el PT de Lula son de gran envergadura.

Pero, hay elementos nuevos y favorables, en este nuevo ciclo que se inicia. Paralelamente a este cuadro desfavorable, las luchas sociales anti-globalizacion y anti-mundializacion se ampliaron significativamente a partir de Seattle, avanzando las manifestaciones de descontento contra la mercadorizacion del mundo, su superfluidad, su carácter involucral y su sentido agudamente destructivo. Aunque esos movimientos hayan también sentido el golpe después de la reacción norteamericana al atentado del 11 de septiembre, la bandera “otro mundo es posible” se mantiene y se amplia en varias partes. E, inclusive, adquiere un nuevo significado, que podría resumirse en la consigna otro mundo socialista es posible.

En el análisis de los últimos acontecimientos del continente latinoamericano puede verse que salió de la letargia neoliberalizante para las rebeliones y explosiones sociales en la Argentina, para la fuerte resistencia popular anti-golpista en Venezuela, para las victorias electorales y políticas en Brasil y Ecuador (independiente de su desdoblamientos, que son por lo menos preocupantes), la lucha política en Colombia, las explosiones sociales en Bolivia y Perú, entre tantos ejemplos

Las huelgas generales de los trabajadores italianos y españoles, en el primer semestre de 2002, contra la precarización de los derechos de trabajo, las recientes huelgas y acciones de los trabajadores públicos franceses, contra la reforma de la ley de previsión social, son otros de los excelentes ejemplos de lucha de los trabajadores y trabajadoras de la Unión Europea. Es en ese contexto que combina, contradictoriamente, situaciones extremadamente adversas, que el gobierno Lula busca su camino.
Victorioso electoralmente, dado ya el primer paso de ese desafío, el PT y las izquierdas brasileñas tendrán que rediseñar su opción y buscar un nuevo camino para la sociedad brasileña, teniendo como centro la nueva morfología del mundo del trabajo y su carácter compositivo y multifacético, buscando recuperar su sentido de dignidad.

Transcurridos cerca de seis meses de gobierno Lula, entretanto, no es esto de ninguna manera lo que estamos presenciando.

II

Pasados mas de seis meses de gobierno no tenemos todavía ningún elemento substantivo o substancioso para responder categóricamente si el Gobierno Lula significa el fin del nefasto neoliberalismo de la fase FHC en Brasil, si él significara el inicio de una nueva y auspiciosa fase, o si será, como ha parecido tristemente, una forma diferenciada de continuidad del periodo anterior, prisionero del pragmatismo neoliberal, bajo la gerencia destructiva del FMI. Podemos hasta decir que, si los primeros seis meses indican algunas tendencias – y por cierto lo indican- este comienzo no apunta para lo nuevo.

No será difícil hacer un juicio ponderado y conclusivo, sobre el real significado del gobierno Lula, a su debido tiempo, una vez que, en algunos puntos cruciales, las diferencias o serán profundas o habremos perdido una monumental oportunidad de transformar el Brasil. Los puntos centrales, que marcaran el cambio o, en contrapartida, expresaran la continuidad, pueden ser enumerados claramente:

1) Cuál será nuestra política económica alternativa, volcada para la mayoría de la población trabajadora?
2) Cómo realizaremos el desmontaje de la dependencia estructural con el FMI, con el capital financiero internacional e afines?
3) Cómo enfrentaremos la brutal concentración de tierra, una de las más injustas del mundo?
4) Cómo recuperaremos el sentido publico y social de varias actividades estatales que fueron privatizadas a lo largo de los años 90?
5) Qué legislación social y sindical será constituida, aquella exigida por los capitales transnacionales, o aquella que interesa al mundo del trabajo, a la clase-que-vive-del-trabajo?
6) Cuales serán los mecanismos que van a definir la política salarial: las necesidades del pueblo que trabaja, buscando rescatar su dignidad o la aceptación de los valores del mundo financiero internacional, con su lógica destructiva, medida por los “temores” del “riesgo-Brasil”?
7) Honraremos todos los acuerdos con los bancos e instituciones internacionales, o no habrá llegado el momento de honrar nuestro proyecto con los hombres y mujeres trabajadores y desposeídos, que no tienen nada mas que perder?. Será que, en el Brasil, solo tienen validez los acuerdos que atienden los intereses del capital? O será que llego el momento de convalidar los compromisos con la totalidad de los asalariados del campo y de las ciudades, con “los de abajo”, como le gustaba escribir a Florestan Fernández?
8) Será que no llego el momento de alterar- o, por lo menos, comenzar a alterar- los engranajes y los mecanismos de dominación?

III

El “modelo económico” que desarrolla hoy Brasil, desde los años 50, se estructura con base en la creciente dependencia con los capitales financieros externos. De ese engranaje resulto un monumental endeudamiento interno y externo que hoy sofoca y oprime al país. Y en este circulo vicioso, mientras más el país recurre a los prestamos externos, mas y más se encaja en el endeudamiento. Mientras más aumenta la tasa de intereses, (como también hace el gobierno Lula), mas aumenta el escurrimiento, haciendo con que casi todo lo que aquí se produce sea canalizado par pagar los capitales foráneos. Y, prisionero de esa lógica, los capitales transnacionales y nacionales exigen, en el plano interno, el mantenimiento de un salario mínimo nacional que degrada a la fuerza de trabajo brasileña, sub-remunerada y super-explotada.

De los militares a Collor, de Sarney a FHC, la política económica fundada en la superexplotación del trabajo se mantuvo esencialmente inalterada, combinando salario degradante y degradado. De los más bajos de América Latina, absurdo cuando se sabe que Brasil esta entre las grandes economías del mundo, además de ser la mayor de nuestro continente. (2)

Sabemos de la herencia que el gobierno Lula recibió del desastre de la era FHC. Sabemos de las innumerables presiones internacionales que Brasil enfrenta. El pueblo brasileño es muy sabio y, con esperanza, desalojo el esquema FHC y su partido ( el PSDB) del núcleo del poder. Pero espera señales claros, límpidos, que muestren que Brasil busca un camino alternativo, contrario a la barbarie destructiva vigente en los años 90. Señales que están demorando mucho en aparecer. Y las medidas de política económica y social implementadas apuntan tristemente a la línea de continuidad del gobierno anterior.

Los trabajadores, los sindicatos, los movimientos sociales y los partidos de izquierda comienzan a exigir al Gobierno Lula la elaboración de programas y de políticas que garanticen y amplíen los derechos y conquistas de los trabajadores contra la lógica destructiva, anti-social de los capitales globales y de sus apéndices nativos. El movimiento sindical de los trabajadores públicos confronta claramente la propuesta de (contra) reforma de la Previdencia, tratada por el gobierno Lula con clara imposición del FMI, y aceptada durante el gobierno anterior.

Si el (des)gobierno FHC solo supo gobernar para los intereses financieros y transnacionales, lo mismo no se puede aceptar del gobierno Lula. Su compromiso es con el “cambio”, y no con la “continuidad”, con la “transformación” y no con la “conservación”

Hay una nueva coyuntura social y política en el Brasil y en América Latina, que puede permitir nuevas conquistas sociales y políticas. Pero, es necesario decir que, hasta el presente, el gobierno Lula se ha mostrado defensor del Orden, quiere conseguir la confianza del FMI, de los capitales financieros volátiles y destructivos. Y los argentinos saben bien lo que eso significa, para donde lleva al país la política del FMI. Por eso, es necesario repetir, solo con la fuerza y propulsión de las luchas sociales provenientes del mundo trabajo, en su sentido multiforme y polisémico, solamente a través de la fuerza social de los que trabajan, de los que están empobrecidos y de los que están desempleados es que América Latina podrá cambiar.

El gobierno Lula, terminada su fase inmediatamente postelectoral, e iniciada la fase de confrontaciones de fondo, tendrá que decir de qué lado del mundo social esta: si avanzara en dirección de un dibujo político alternativo, contra el orden de los capitales,
con elementos de claro confronto en relación a la lógica destructiva que preside el mundo (lo que todavía ni siquiera comenzó) o si tratara de ser una nueva forma de continuidad, sutil y ablandada, de adhesión a los programas del FMI y de los engranajes financieros globales. Es este el desafío que ahora se inicia, en Brasil, y creemos que también en la Argentina.


Notas

(1) Profesor de la Universidad de Campinas ( UNICAMP/Brasil) y autor de entre otros Adiós al trabajo? ( Herramienta/ Ed. Antídoto, Argentina) y Os sentidos do Trabalho (Boitempo). Es miembro del Comité Editorial de las revistas Margem Esquerda ( Brasil), Herramienta ( Argentina) y Latin America Perspectives ( USA).

(2) Para que se tenga una idea de la degradación del salario mínimo, según los cálculos del DIEESE, el salario mínimo debería ser hoy , en Brasil, casi siete veces más que el actual, que es un poco más que US$80. Este calculo del DIEESE, tiene en cuenta solo las necesidades básicas de la clase trabajadora, tales como: alimentación, vivienda, salud, vestuario, transporte, higiene, jubilación y esparcimiento.


Publicado en la revista argentina La Maza

     
   
   
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