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Carácter básico y universal del humanismo como valor. Su manifestación en el pensamiento marxista-leninista cubano

Freddy Varona Domínguez

A mediados del siglo XX el autor Corliss Lamont expuso en uno de sus libros que el humanismo ha tenido muchos significados: el estudio de las humanidades, sobre todo del arte, la literatura y la ética grecolatinas, la libertad de religiosidad, la sensibilidad y pasiones humanas, una filosofía de la que el hombre es su centro y justificación, entre otras acepciones (1). Esta polisemia quizás haya sido el secreto de la existencia de tan abundante bibliografía y de la constante actualidad de dicho tema.

Su actualidad y atractivo permanentes pueden deberse asimismo a ser el humanismo la revelación de la aspiración del hombre de ser cada vez superior en tanto más humano y de vivir en un mundo donde todas y cada una de las cosas se subordinen a él como existencia insustituiblemente suprema.

En algunas épocas el humanismo ha constituido un tema central, como ocurrió en los siglos XV y XVI, cuando la burguesía incipiente depositaba todas sus esperanzas en el hombre visto como individuo de infinito poderío físico y espiritual.

En la juntura de los siglos XX y XXI el humanismo vuelve a ser tema de especial interés. A ello contribuyen varios factores. Dentro de ellos cabe destacar: el creciente desarrollo científico-tecnológico y el consiguiente incremento del papel del hombre. La significación del quehacer humano aumenta con el número cada vez mayor del dominio sobre procesos naturales. Se torna común la provocación de alteraciones con un dinamismo y una profundidad nunca vistos. Los cambios propician complejidad y novedad a las tareas de la práctica social, empeorada por la aplicación de políticas guerreristas y antihumanas que convierten la Tierra en un planeta trágico. Esta situación desfavorable al desarrollo humano incrementa la lucha por la supervivencia, los derechos humanos y la humanización.

Por otro lado, contribuye al incremento del interés por el humanismo, la difusión de concepciones, como las postmodernas, que despojan a los hombres de su lugar central en las reflexiones, tachan por irrealizable cualquier proyecto emancipador y argumentan que el desarrollo de los medios masivos de comunicación ha eliminado la alienación.

En los últimos tiempos la producción teórica sobre el tema en cuestión ha crecido en otra dirección: la necesaria defensa del humanismo marxista debido a la exigencia de rescatar su credibilidad, disminuida como consecuencia del derrumbe del socialismo en el este de Europa, donde fue catastrófica la contradicción entre teoría y práctica y el olvido en no pocos casos de la espiritualidad. En este caso resulta de gran actualidad destacar la subjetividad. Una considerable cantidad de autores no materialistas frecuentemente han caracterizado a todo el materialismo por el apego a los bienes terrenales y el desprecio al enriquecimiento de la espiritualidad. Entre esos autores está Xavier Cacho, quien afirma: "el triunfo del siglo habrá sido para el humanismo materialista, ese que hace valer más el capital que el trabajo, el dinero más que el hombre" (2). En esas palabras es evidente que el del hombre es tenido en consideración únicamente su universo espiritual. Es recalcable que una teoría, ideas o proposiciones que sobreponga cualquier cosa al hombre, recibirá algún nombre, pero no humanismo.

El humanismo es por encima de cualquier definición un conjunto de puntos de vista, teorías y proposiciones que sitúan al hombre en el centro del quehacer teórico y práctico a fin de crear óptimas condiciones para su desarrollo, con lo cual es concebido como fin y nunca como medio (3).

La tendencia medular del humanismo es el logro de la humanización, es decir, la socialización de los hombres. Proceso complejo que ha de abrir paso al desarrollo armónico humano. Para ello no bastan las condiciones objetivas. Estas han de ser cada vez superiores. Pero también son decisivas la posibilidad de enriquecimiento espiritual, con su correspondiente despliegue y la armonía entre el individuo y la sociedad. Este equilibrio ha de ser condición sine qua non y erguirse sobre la apertura a la conformación de proyectos.

Los proyectos en el humanismo tienen la especial connotación de ser la perspectiva. Cada individuo, y la sociedad en su conjunto, ha de tener la posibilidad de conformarlos. Ellos son la muestra del derecho a ser y la vía al deber ser. La acción de proyectos está en proporción con el reconocimiento de la dignidad del hombre y la humanización. Toda acción humanizadora incluye igualdad y ausencia de discriminación. La alta estima por la vida humana y la tolerancia ante las diferencias que no atenten contra la propia humanidad, son significativas en la humanización.

En los finales del siglo XX y principios del XXI (lo que puede llamarse puente entre ambas centurias) junto con el humanismo, y otros temas, diversos especialistas ponen su empeño y dedicación en reflexionar acerca de los valores. La axiología deviene temática de frecuentes debates.

Los valores surgen y se desarrollan en los diversos tipos de relaciones entre el sujeto y el objeto, las cuales tienen como fundamento la actividad práctico-material. A través de ella son reflejadas las necesidades del hombre y se materializan sus intereses y fines. Los valores expresan el ser de las cosas para el hombre; son la significación socialmente positiva de la realidad en su totalidad o de cada fenómeno u objeto por separado. Desempeñan un papel favorable al desarrollo de la sociedad. Pueden ser tanto los objetos creados por el hombre, como los naturales que intervienen en su actividad material (4).

Los objetos y fenómenos pueden tener simultáneamente significación social positiva para unos hombres y negativas para otros. Pero lo realmente determinante es su significación favorable para el desarrollo de las relaciones humanas y su contribución al perfeccionamiento del hombre. Lo que entorpece el desarrollo social es un anti-valor. En la representación acerca de los valores incide la pertenencia clasista.

Los valores pueden ser captados en varios planos: la realidad objetiva, las instituciones oficiales, su reflejo en la conciencia y conducta de cada mujer u hombre, niña o niño, anciana o anciano (5). Ellos "poseen simultáneamente un carácter objetivo-subjetivo o subjetivo-objetivo. Si los valores objetivos actúan, como objetos o cosas de las necesidades e intereses de los hombres, los valores subjetivos constituyen la expresión de esa relación del hombre con el mundo, concebida desde la perspectiva del sujeto, en el cual los intereses y necesidades se traducen al lenguaje de lo ideal, de lo pensado y de lo representado"(6).

Definir los valores es una acción compleja y polémica. Son todos aquellos objetos, hechos, conductas o cualquier otra cosa de interés, deseo y finalidad, de individuos, grupos de hombres y de la sociedad en su conjunto. Son una forma peculiar de manifestarse las relaciones entre el sujeto y el objeto en las cuales las propiedades del objeto se someten a la valoración de su correspondencia con la satisfacción de las necesidades del sujeto. Son imperativos espirituales superiores, no apriorísticos, no inmutables, ni eternos. Son estímulos de la actuación de los hombres y se encaminan a la satisfacción de sus necesidades. Forman un sistema apoyado en la base económica social. Se realizan en el marco social. Como objeto de determinación espiritual son la expresión de las relaciones sociales. En ello está implícito el reconocimiento de las propiedades que satisfacen cualquier tipo de demanda (7).

Los valores son la capacidad de los objetos, fenómenos y hechos de satisfacer necesidades, intereses y fines humanos. De ahí que constituyan atractivos de disímiles tipos, representen preferencias y se estructuren como una significación positiva. Esta se debe a su concordancia con el progreso de la sociedad. La práctica revolucionaria está directa y sólidamente enlazada a los valores. En la actividad creadora aparecen las necesidades del hombre. Entre ellas se establece una relación dialéctica de donde parten los intereses. Los valores son un modo de aceptación. Pueden ser aceptados y preferidos en el contexto social de modo generalizado o parcial. También pueden ser rechazados (8).

El carácter preferencial es una propiedad de los valores. Aunque la preferencia puede variar con relativa facilidad y hasta perderse. En este caso la motivación y los conocimientos son de extrema importancia. Propician que los valores cumplan una función normativa, al regular actitudes y gustos. Cumplen también una función motivacional dada por su carácter de meta, es decir, son un ideal, una fuerza propulsora que proyecta al hombre a una superación constante.
Los valores se transmiten mediante la ininterrumpida humanización. En ello son importantes la comunicación, la motivación y las actitudes. Los valores están presentes en todas las relaciones sociales y no por ello poseen solamente carácter ético. En todo el accionar humano hay valores estéticos, religiosos, políticos, lógicos, económicos, jurídicos, entre otros (9).

El humanismo constituye un valor. Su significación social positiva está enlazada al desarrollo de la vida de cada individuo y de toda la sociedad en su conjunto. Afirma la valía y la dignidad del hombre, su derecho al desarrollo libre sin diferencias humillantes y tiene como centro de atención las relaciones humanas(10). Impregna todas las formas históricas de comunicación y tiene un aspecto moral acentuado. El devenir y ascensión de la moralidad dependen en grado sumo de la concienciación del humanismo como regulación de la actividad humana en todas sus manifestaciones.

Para que las relaciones entre los hombres adquieran un carácter humano, en el sentido estricto de la palabra, hace falta una acción mancomunada. Esta acción ha de incluir ante todo cambios radicales en el régimen social. Las transformaciones deben conducir y favorecer el perfeccionamiento moral de cada individuo y de todos en su conjunto, y la comprensión de la irracionalidad del régimen social capitalista con sus desmanes y derroches. Pero lo más significativo es que cada individuo tome conciencia de la impostergable exigencia de tomar al ser humano como valor de valores.

El humanismo está indisolublemente enlazado a otros valores, tanto éticos, como lógicos, estéticos, religiosos, jurídicos etc. De ahí, su condición de valor básico. Es a su vez universal por estar presente en cualquier régimen social, área geográfica e incluso etapa histórica. Sin él los restantes valores aparecen lastrados o limitados.

En la concienciación del humanismo como valor básico y universal, y por ello relacionado con los valores de cualquier índole, la publicidad es importante. En el mundo de inicios del siglo XXI los medios masivos de comunicación influyen de modo increíble sobre la mente de millones de seres humanos. Si todos esos medios en vez de difundir la violencia, el egoísmo, el consumismo y la deshumanización, propagaran todo lo contrario, el humanismo ganaría universalidad y poderío. En ese caso se reduciría la distancia entre la riqueza y la pobreza y el desarrollo y el subdesarrollo que divide a los pasajeros de este barco cada vez más complejo que es la Tierra. Si él naufraga, el naufragio será parejo para poderosos y desposeídos (11).

El bienestar humano no es sólo material, la justicia social, la paz, la soberanía e independencia y la dignidad son parte inseparable del bienestar de los hombres, quienes no sólo de pan viven. A veces renuncian al pan para vivir con decoro.

El humanismo como valor básico y universal no se limita a la confianza en la perfectibilidad humana y al papel enriquecedor de la moral, como componentes esenciales (12). El humanismo como valor ha de apoyarse en la fuerza desalienante de todo el quehacer humano: el arte, el trabajo físico, la política, la ciencia, el deporte, las leyes. La desalienación epistemológica es de marcada trascendencia, pero su importancia crece cuando se alía a la política y a la actividad revolucionaria en cualquiera de sus manifestaciones y liquidan tiranías y dictaduras enajenantes.

La aspiración de crear un hombre virtuoso y digno es posible sólo en medio de relaciones sociales capaces de conformar y consolidar tales cualidades. La sociedad capitalista demuestra a cada instante incapacidad. No es que en el capitalismo no existan hombres virtuosos, pero no es la generalidad. Además, la dignidad y la justicia se deterioran y derrumban en medio de la corrupción, de los vicios, la idolatría por lo material y las abismales diferencias entre los poderosos países del Norte y los cada vez más pobres del Sur y entre los sectores sociales dominantes, adinerados, poderosos y las amplias masas hambriadas quienes, como en Argentina a mediados de diciembre del 2001, se han lanzado a los supermercados a tomar por la fuerza lo que les es inalcanzable mediante un trabajo decoroso. El hombre debe realizar todo tipo de esfuerzo para alcanzar niveles superiores factibles a su desarrollo íntegro.

El humanismo como valor básico y universal presupone la creación de una cultura verdaderamente humanista. En este tipo de cultura no puede tener cabida la palabra enajenación. La alineación puede aparecer mediante la explotación del hombre por el hombre, la discriminación de cualquier índole, la limitación o autolimitación, los temores, indecisiones, incapacidad o por cualquier empequeñecimiento del hombre. El humanismo es desalienación, es emancipación perenne y lucha eterna contra todo lo que atente contra el creciente poderío del cada mujer y hombre en beneficio de sí mismo y de todos sus semejantes.

El humanismo es comprendido como respeto y amor a todos los hombres y mujeres y a cada uno de ellos. Es también conciencia de la necesidad de perfeccionar las formas del trato humano en el afán interminable de hacerlo cada vez superior no sólo por ser más social, sino por ser más justo, digno y enaltecedor. Visto de este modo expresa una de las tendencias más profundas del desarrollo humano en todas sus dimensiones, aunque sea en la moral donde se vea con más marcada insistencia. Mas a él no puede escapar ningún aspecto racional o emocional.

El humanismo no puede ser sólo una filosofía profesional. Ha de ser un modo de pensar en pos de la felicidad y la utilidad. Esta última no debe reducirse sólo a lo que puede servir al hombre. Debe abarcar lo que haga de éste un ser realizado, pleno, gozoso por saberse necesario a sus congéneres y aceptados por ellos con sus particularidades y diferencias. En esta compleja relación el hombre no puede ser visto aislado, ni inactivo. La actividad y la realidad han de ser tenidas muy en serio. Las circunstancias, las características del momento histórico, los caracteres de los grupos humanos, han de ser tenidos en la más minuciosa atención, sean clases sociales o simplemente grupos determinados por cualquier clasificación.

El hombre, aunque se hable de él en singular, es la síntesis de miles de hombres pasados, presentes y futuros. Es él con toda su producción; con sus cosas, tanto materiales como espirituales. Es él con la sociedad y la naturaleza, su preservación y reproducción.

A la luz del humanismo el hombre ha de ser el centro de reflexiones. Se le debe dar toda la fuerza y capacidad para la transformación progresiva del mundo y de sí mismo. Aunque sea visto como un resultado de la evolución de la naturaleza y su pensamiento como producto de la materia más altamente desarrollada, ninguna concepción humanista respetable puede representar un ataque contra credo religioso alguno. Poseer creencia religiosa o no es un derecho humano.

El humanismo ha de tener dentro de sus reglas de oro que todos los hombres son iguales porque son distintos (13). La diferencia ha de ser respetada. La uniformidad monótona y avasalladora ha de ser expulsada por inconsistente e inhumana. La tolerancia ha de ser enarbolada como pendón de nuevos tiempos, cuando los hombres han aceptado que son los mismos porque son otros, tan iguales como distintos. La aceptación de las diferencias no puede ser interpretada como sinónimo de discriminación.

El humanismo, utópico en tanto sueño por realizarse, es incompatible con cualquier tipo de discriminación. Por eso, más que del hombre ha de hablarse del humano, para no menospreciar al sexo femenino, ni usar frases largas debido a la utilización de sustantivos y adjetivos en masculino y femenino. Esta discriminación y otras, no pueden ser erradicadas con juegos de palabras. El asunto es profundo. Los cambios han de tener su fundamento en las relaciones sociales. El modo de producción tiene que dejar de producir diferencias sociales y discriminaciones. La existencia del rico y el pobre no es compatible con el humanismo. Aceptar ser distintos, no es aceptar la coexistencia de la hambruna y la opulencia. Ante tal diferencia la intolerancia ha de ser rápida y radical.

La liberación del humano en abstracto no puede ser pregón del humanismo. El humano es concreto y ha de ser visto en su marco histórico. Cada etapa de la historia tiene sus características y problemas. Las necesidades e intereses de cada momento conducen a determinadas soluciones. El humanismo ha de traspasar el marco de los anhelos. La realización ha de imponerse.

La meta del humanismo es el bienestar de los humanos. La humanización como socialización y ascensión humana ha de extenderse en todas direcciones. El humanismo abarca las más variadas teorías, aspiraciones y comportamientos relacionados con la superación del género humanal como acción de sí mismo. La composición clasista de la sociedad no puede ser menospreciada.

Hoy hacen falta las ideas que preparen a los pueblos para el mundo venidero. La lucha por el futuro ha de librarse hoy. Los hombres y mujeres de estos días tienen conciencia de los problemas actuales, pero una época tan compleja requiere de mucha conciencia y de la observación rigurosa de principios y del humanismo como valor. Este pensamiento tiene que formarse con la suma de las ideas más revolucionarias y humanistas, sean de corte religioso o no. En esta unidad han de estar fundidas las aspiraciones más humanales. Sobre esta base ha de buscarse la comunidad y afinidad. Así han de trabajar cristianos, marxistas y todos aquellos hombres que como Simón Bolívar y José Martí soñaron con un mundo mejor, justo y donde el humano sea el elemento más importante.

El ideal humanista no tiene que ser sinónimo de antropocentrismo. La gran variedad de concepciones que existen acerca del humanismo conduce a una idea: el humanismo debe ser repensado (14) porque el mundo cambia y las tareas y metas también. El mundo actual conduce a pensar en problemas que atentan contra el hombre: la guerra, los desmanes de la ciencia y la tecnología con sus implicaciones ecológicas, entre otros aspectos. En la actualidad ocuparse del humano es preocuparse, además, y sobre todo, por la naturaleza. Sin ella o con ella dañada, las esperanzas, ideales y sueños de los humanos son quimeras que terminarán en plañidos.

El humanismo en el siglo XXI no puede asemejarse al humanismo renacentista en cuanto a la búsqueda de soluciones en el pasado. Sin que el ayer sea menospreciado, las soluciones de hoy han de partir de los problemas actuales y proyectarse superadoramente. El amor es un buen camino, pero no es la única vía verdaderamente eficiente para alcanzar fines humanistas. La violencia no puede ser desechada acríticamente. No toda es injustificable.

La búsqueda de soluciones ha de ser de conjunto. La mayoría de la población ha de realizar un control estricto sobre la realización y cumplimiento de medidas y tareas. En esta faena no puede tener cabida el sociocentrismo. El individuo ha de tener espacio para su desarrollo. El individualismo tampoco puede ser sobrevalorado, porque reduce al ser humano a un algo solitario que realmente no es. No pocas veces se ha subrayado la naturaleza individualista y no colectivista del humano. La consideración del humano como ser social ha sido motivo de divergencias de varios pensadores con los marxistas (15). El humano en su entorno comunitario es cada vez más atractivo a investigaciones. La comunidad es de vital importancia para todo niño y niña, hombre y mujer.

Los hombres y mujeres han de pretender la conversión de su comunidad en un lugar fraterno. Soñar no es difícil. La realización es la gran obra compleja. Pero sin sueños no hay realización. Pensar en la labor comunitaria humana puede parecerle a algunos un disparate o cuando menos una creencia fantasiosa. La historia está llena en gran medida de otroras locuras, fantasías y herejías.

En la comunidad, la escuela ha de ser el centro por excelencia de debates, reflexiones y medidas humanistas. Como dice un autor argentino, el ser humano por naturaleza es pobre, débil, limitado físicamente y para rebasar esas limitaciones y crear una vida mejor tiene que trabajar duramente, ahorrar e invertir (16), pero en colectividad.

El humanismo como valor incluye normas humanas generales que contribuyen a fortalecer e integrar la comunidad en cualquiera de sus grados de manifestación y magnitud. Es el humanismo el curso humanizador en tanto victoria del principio social sobre lo puramente animal, de lo racional sobre lo instintivo. Pero es más que otra cosa una eterna utopía. Es una lucha incansable por el desenvolvimiento libre e integral del hombre.

En la realización del humanismo no basta la labor de las instituciones. El Estado, los partidos políticos, las organizaciones benéficas, las distintas iglesias y ante todo la escuela, podrán hacer un trabajo profundo para desarrollar la conciencia humanista. Pero es cada humano el protagonista y responsable mayor. La voluntad de cada cual, las aspiraciones, la disposición de cada uno y de todos en conjunto son decisivas. No obstante, es esperanzador y necesario un sistema educativo donde el ser humano sea la preocupación central y el valor supremo (17), donde la importancia del alumno y del profesor no se disuelva en la excesiva atención al proceso educativo. Lo importante es la educación del humano, no la educación en sí como algo objetivo.

El humanismo como valor está integrado a la cultura, a las diversas formas de existencia del humano y a sus múltiples necesidades. De tal modo se estructura como componente de una axiología de la acción que va a la raíz humanal existente en la interioridad de los humanos y en las relaciones sociales donde se desarrolla

El humanismo es un valor que contiene un ideal de racionalidad. Compendia en síntesis conocimientos, emociones y actividad humana. Encarna un cuerpo cultural de entraña política. La ascensión humanal es progreso socio-cultural propiciado por la política. La política propensa al humanismo es la que conduce a la cultura humanista: realización de todo a favor del humano.

No importa el nombre de la sociedad donde se logre la cultura humanista. Sólo será significativo esperar el día en que nadie necesite hablar del humanismo. Entonces la axiología de la acción habrá dado su fruto perfecto.

En la realidad es donde el humanismo se concreta y se despliega como valor, como devenir cultural, donde el humano es el artífice y benefactor. Las relaciones sociales son la manifestación por excelencia. De ahí su mayor connotación ética. El humanismo se concreta en las acciones del humano, estas constituyen su medida, su parámetro cualificador y el conducto por el cual permea toda dimensión cultural.

En la realidad y en las relaciones sociales el humanismo se torna valor estético, no sólo en lo aparencial. La intimidad humana es bella según las acciones. Decía José Martí: "Mira a una mujer generosa: hasta vieja es bonita, y niña siempre."(18)

Las mujeres y los hombres se forman esencialmente como sujeto de talla humanística con el desarrollo de su capacidad racional, emocional y creativa en función de los restantes humanos. El deber, el amor, la responsabilidad, la honradez, la belleza y otros valores son tributarios del humanismo. Pero para que ello fructifique es imprescindible una cultura de los valores y del humanismo ante todo. Es discursar y actuar a partir de los seres humanos y de la actividad humana como elemento de la cultura. Así brota lo bello, lo lógico, lo político, lo jurídico, entre otros, como algo natural e integrado en un solo valor.

Una cultura que propicia y sostiene la libertad es la base del valor mayor: el humanismo. Pero no una libertad abstracta, ni individualista, sino social y para todos por igual. Lo cual no significa excesos incorregibles, sobre todo los que dañen la esencia cultural de un pueblo.

Con el humanismo, la axiología se inserta en una concepción cultural concreta que fija la obra humana en tiempo y espacio y la entroniza holgadamente en un proyecto emancipador de amplias y legítimas pretensiones.

El humanismo como valor fundamental destaca como componente suyo de alta estima, la lucha contra la violencia devastadora y antihumana. Renglón aparte ocupa la violencia revolucionaria imprescindible para erradicar tiranías, dictaduras sangrientas y estructuras sociales engendradoras de desigualdades sociales abismales y de explotación de otros hombres para apropiarse de ellos como si fueran un objeto más.

La médula espinal del humanismo como valor radica en el reconocimiento del humano como lo más importante dentro de todo lo más significativo, como el valor supremo. Su manifestación está en la progresiva preocupación del individuo por la sociedad y de ésta por el primero. Entre ambos ha de existir una perdurable armonía. El principio supremo del humanismo es, y ha de ser, en todo momento: el beneficio de cada miembro de la sociedad y de toda ella en su conjunto, independientemente del sexo, la edad o cualquier particularidad.

Vivir en un mundo donde se pueden compartir las opiniones, las ideas, los conocimientos, las culturas, los modos de ser, es un modo factible para conocer al ser humano concreto, sus deseos, caprichos, anhelos, ideales (19). El humanismo como valor representa un modo de vida. Sus características medulares son la tolerancia, el reconocimiento al derecho del otro, la solidaridad, la apertura al diálogo. En la comunicación y con el conocimiento de esas particularidades puede realizarse la concreción de cada individuo y de la sociedad en general. La incomunicación perjudica al humanismo.

Desarrollar una teoría acerca del humanismo como valor no es una tarea de extrema complicación. Aunque tal afirmación no significa negación del tiempo y del esfuerzo mental que requiere. El resultado racional enaltecedor es fruto del sacrificio. La pujanza suele venir acompañada del dolor. Mas lo verdaderamente escabroso es lograr la realización de un modo de vida donde el humanismo sea el primer valor en la jerarquía. Si difícil de lograr resulta la convivencia humanista cotidiana entre vecinos y entre compañeros de estudio y trabajo, aún es más compleja su realización en los niveles de la práctica política oficial. No todos los gobiernos toman mediadas a favor de los humanos. Son menos los que las toman en beneficio de la generalidad. Este despliegue exige acción mancomunada, donde prevalezca la conjugación de sentimientos y razón. Los conocimientos han de fundirse en beneficio de los humanos.

El conocimiento y realización del humanismo está influido por el contenido no sólo de las disciplinas denominadas humanidades: filosofía, historia, arte, literatura, entre otras. Las ciencias particulares, como la matemática, la física o la química, contribuyen a la realización del humanismo y están enlazadas a él. El humanismo fundamenta y cala los restantes valores. La ciencia se desarrolla no sólo por encontrar conocimientos nuevos, sino para prolongar la vida humana y hacerla cada vez más confortable. No siempre esa esencia humanista prevalece y el envilecimiento y mercantilización de científicos conducen a efectos inversos al humanismo.

En la filosofía marxista está presente lo mejor de cualquier tipo de humanismo: su esencia desalienadora y la consideración del hombre como fin de las más variadas proposiciones, siempre enaltecedoras. Pero el marxismo es superior. Su superioridad está dada, entre otros aspectos, por la concepción de la actividad práctica como vía de concreción de toda aspiración humanista.

Ser marxista no es sinónimo de militancia en algún partido comunista o socialista. Aunque sí significa posición política de izquierda y coincidencia con las tesis medulares marxistas como: la concepción dialéctico-materialista de la historia, la lucha contra el capitalismo, la transformación radical de la sociedad en beneficio de los trabajadores entre otros aspectos también significativos como la justa distribución de la riqueza social.

El remache de las aspiraciones marxistas es la sociedad comunista: humanista por excelencia. A ella se habrá llegado "cuando haya desaparecido la subordinación esclavizadora de los individuos a la división del trabajo, y con ella, la oposición entre el trabajo intelectual y el manual; cuando el trabajo no sea solamente un medio de vida, sino la primera necesidad vital, cuando, con el desarrollo de los individuos en todos sus aspectos, crezcan también las fuerzas productivas y corran a chorro lleno los manantiales de la riqueza colectiva (...)" (20).

Las propuestas humanistas marxistas pueden armonizar con otras propias de cada país, región o cultura. En América Latina así ha ocurrido, donde existe una marcada tradición humanista. En Cuba durante el siglo XX se articula con el ideario martiano: síntesis de las ideas revolucionarias y humanistas enarboladas por varios próceres y pensadores, como Félix Varela, José de la Luz y Caballero y Enrique José Varona. En esta articulación los humanistas marxistas cubanos tienen el deber de realizar el humanismo, tarea interminable y encaminar la cultura a un nivel superior, donde sea verdaderamente humana. Esta es tarea de los trabajadores guiados por el marxismo.

El pensamiento marxista cubano es materialista y esencialmente humanista, no del modo vulgar, ni enemigo de la espiritualidad como caracteriza a todo humanismo materialista el autor mencionado al inicio de este artículo.

En el presente trabajo solamente son estudiados algunos de los representantes cimeros de este pensamiento marxista cubano: Carlos Baliño, Julio Antonio Mella, Rubén Martínez Villena, Juan Marinello Vidaurreta, Raúl Roa García, Carlos Rafael Rodríguez y Blas Roca Calderío. El límite histórico seleccionado es la primera mitad del siglo XX.
El humanismo en el pensamiento marxista cubano se erige como valor básico y universal. Esta característica está dada por ser contendiente de una gran cantidad de valores entre los cuales sobresalen los éticos y los políticos. La ética y la política aparecen integrados casi hasta la identificación. En ello incide que se funden entre sí varias facetas de la conducta humana. La causa está en gran medida en que el pensamiento marxista cubano se encamina a la acción, a la transformación social radical del hombre y sus relaciones a fin de crear una cultura verdaderamente humanista, abierta al mundo y resistente a la pérdida de su identidad, o sea, una cultura de resistencia esencialmente antimperialista(21).
Entre el humanismo como valor y los restantes valores, sobre todo los éticos, existe una entrañable compenetración.
Los valores en el pensamiento marxista cubano muestran una marcada connotación humanista, en tanto se levantan como raseros y paradigmas de la conducta humana. Brotan de la cultura y se integran en ella como sólido haz, donde están conjugados sentimientos, razón, ser y deber ser.

El humanismo en el pensamiento marxista cubano aparece apoyado y entronizado en la cultura y la historia. Tiene el objetivo de lograr relaciones humanas superiores y capaces de perfeccionar al humano constantemente. Tiene en la moral un instrumento para su realización. La igualdad es principio medular.

Los valores con marcada carga humanista más significativos en el pensamiento marxista cubano durante la primera mitad del siglo XX son: la justicia social, la dignidad, la responsabilidad, la honradez, el patriotismo, el latinoamericanismo y el antimperialismo. Aparecen también, pero no con tanta reiteración otros valores, como: la abnegación, la bondad, la belleza, la tolerancia, la sencillez, el coraje y el decoro. Con todos ellos la meta es la desalienación y perfeccionamiento humanos.

Los marxistas cubanos no sólo tienen los valores éticos como rasero y fuerza propulsora, sino como parte de su conducta diaria. Esta que puede ser resumida con unas palabras de Fidel Castro: "tuvimos nuestros primeros contactos con los comunistas cuando éramos estudiantes universitarios. Y aquella actitud, aquella abnegación, aquel ejemplo que daban en todas partes los comunistas nos impresionaba profundamente y contribuía a crear un clima de prestigio y de influencia para el Partido Comunista"(22).

La justicia social. Este valor concentra en sí la aspiración de igualdad, equidad y cordialidad apoyada en una paz fecunda. Recoge la relación igualitaria entre los humanos en las leyes, la política y todas las manifestaciones de la vida humana a partir de la igualdad con respecto a los medios de producción y de su posesión colectiva.

La justicia social constituye el aspecto fundamental del ideal social marxista cubano. Desde muy temprano queda sentado el mandato de no olvidarla nunca e inspirar al humano a conquistarla. Se tiene como fundamento de la unidad de una América Latina libre y como medio para eliminar las tristezas, dificultades y pesares humanales. (23)

La sociedad socialista es tenida como la única donde se moralizan las ideas y costumbres. En ella es donde junto al mejoramiento de las condiciones de vida y de trabajo y a la eliminación de la pobreza como fuente de vicios, se obtiene como resultado la justicia social. Se afirma que no volverá a haber paz, ni tranquilidad hasta que no haya trabajo para todos y se establezca la justicia socia.

Acorde con la pretensión de justicia social, es un fin importante el logro de la igualdad entre las razas. El problema racial es comprendido como una injusticia y un modo de alienación. La lucha contra esta discriminación incluye la aprobación de las características de los humanos de otras razas. El respeto a sus manifestaciones artísticas y costumbres es muestra elemental de la aceptación del derecho a vivir de los humanos de otro color de pies. Con ello el humanismo como valor básico y universal se enlaza dialécticamente a la pretensión de crear una cultura humanista, que en Cuba tiene posibilidades de mayor riqueza por ser mestiza.

La dignidad humanal, como valor de fuerte carga ética, es comprendida ante todo como el derecho del humano a la conservación de su integridad individual y al respeto que merece por el simple hecho de ser humano. Es incompatible con cualquier acto de degradación o discriminación humanas. Estos hechos inhumanos han de ser repudiados por todo aquel que posea sensibilidad.

El logro de la dignidad humanal es un objetivo de los marxistas cubanos. Ella será realizada en una sociedad "sin explotadores ni explotados, en que no haya un humano que se humille delante de otro"(24). Los jóvenes son llamados a conquistarla con sus fuerzas mozas puestas de cara al porvenir y se recalca que: "Juventud que permanece insensible ante los que pisotean la dignidad humana, es vejez prematura."(25)

No pocas veces la dignidad es entendida como el respeto a sí mismo. Así ocurre cuando en 1925 se convoca a todo humano digno a no participar en la manifestación de agradecimiento a los Estados Unidos por la devolución de la Isla de Pinos, ya que ese país sólo había hecho lo que tenía que hacer. También sucede de un modo similar al ser destacada la obra del músico mexicano Silvestre Revueltas y su búsqueda constante de la calidad, pues entendió siempre "la tarea artística con la más exigente dignidad" (26). La obra humanal es tenida como de mayor calidad y méritos cuando ha estado presente la dignidad y limpieza moral de su creador.

La responsabilidad. Este valor aparece de modo implícito en la mayoría de las obras de los pensadores estudiados en esta ocasión. Es entendida como la capacidad humanal de pensar antes de actuar y de responder con el cumplimiento consciente de las tareas, metas y exigencias del momento. Es una obligación moral. Es la suficiencia de cada cual de valorar su conducta desde el punto de vista del beneficio o perjuicio para la sociedad, de la correspondencia o no con las normas sociales, de la toma de conciencia del deber y su realización.

Como aspecto significativo del humanismo en el pensamiento marxista cubano, la responsabilidad se despliega en la actividad humanal y mediante ella. No es concebida solamente como una acción racional. En ella se produce la simbiosis del intelecto y los sentimientos, con los cuales una vez más se unen lo individual y lo social. Aparece relacionada al momento presente, a la necesidad histórica. El humano, si es revolucionario, ha de acatar responsablemente la exigencia del momento; si se amilana es que no ha comprendido su responsabilidad. De ésta no basta conocerla, sino comprenderla y actuar en correspondencia con ella.

En cuanto a la solución de la necesidad histórica de transformar la sociedad, la responsabilidad es vista unida al deber. Ambos se aprecian a través del lente clasista, por lo que recaen sobre los humanos obreros junto a todos los de avanzada.

El estudio de la situación social del país es marco para el pedido de depurar la responsabilidad de los males que sufre el pueblo cubano y sancionar a los culpables. El responsable de realizar esa tarea revolucionaria es el propio pueblo. Para ello se pide una definición política asumida responsablemente: a favor o en contra del pueblo. La primera opción encamina a los humanos a convertir su cultura en escenario emancipador humanal. En ese lado caben los intelectuales capaces de entregar una obra de altos quilates, concebida para perfeccionar al humano y escoltada por la limpieza moral. Con esas características fueron nombradas varias figuras, entre ellas, Manuel Navarro Luna, César Vallejo y Fernando de los Ríos.

Frecuentemente la responsabilidad aparece relacionada con el humano intelectual por sus mayores posibilidades para captar las exigencias del momento y por su preparación para conducir la transformación social. Ello no presupone abandono de la obra creadora, sino su empleo para calar la sociedad y con ello reflejar a los humanos y enriquecerlos espiritualmente. Especial llamado recibe el poeta, quien con su palabra tiene la libertad de adentrarse en la vida social o de alejarse de ella. Se le recuerda que "la responsabilidad, como siempre, se acrece con la libertad" (27), con las cuales ha de asumir el mandato de su tiempo de crear una poesía cada vez de mayor calidad y capaz de impulsar al humano a acciones revolucionarias y humanistas.

La universidad, como institución generadora de nuevos profesionales, concentra en sí responsabilidad en cuanto al futuro de la patria. Esta misión suya propicia amplias reflexiones. Desde inicios de los años 20 se comienza a exigir su transformación a fin de propiciar la graduación de intelectuales defensores de la patria, la justicia social y los obreros. Los futuros egresados son designados responsables de la difusión de los problemas de su país y de que las amplias masas tomen conciencia de las exigencias sociales.

El pedido de formar estudiantes responsables está presente entre los marxistas cubanos. El medio considerado como idóneo es el activismo clasista. Mediante él son desarrolladas sus posibilidades y se despierta su sensibilidad. Por consiguiente, queda establecida una correlación entre la participación, el compromiso y la responsabilidad. En todo este proceso es decisiva la concienciación del porqué de la acción realizada.

La honradez. Este valor aparece vinculado a la sinceridad y resistencia frente a los vicios, corrupción y sobornos. Está presente en estrecha relación con la lucha revolucionaria y las acciones justas, por cuanto en una sociedad corrupta todo humano honrado deviene revolucionario, tal y como todo revolucionario ha de tener la honradez entre sus valores. La referencia a ella aparece con mayor frecuencia al señalar su presencia en algún humano que es paradigmático por haberse entregado al beneficio y superación de la humanidad. Largo es el listado que conforman los pensadores marxistas cubanos. En él están Rafael Trejo, José Giral, Lázaro Peña, (28) entre otros.

El hecho de enarbolar la honradez como un valor-meta posee una extraordinaria significación superadora. La importancia crece en la sociedad cubana de entonces donde pululaban la corrupción y la inmoralidad en la mayoría de las dependencias oficiales, donde el robo y el contrabando estaban organizados y era algo común el despilfarro del dinero del pueblo.

El patriotismo. Este valor es entendido como la disposición del humano para contribuir con el bienestar y defensa de la patria y de cada uno de sus elementos por separado, es decir, sus habitantes, cultura, naturaleza. Su solidez está en la "firme e inquebrantable decisión de sacar a Cuba de la opresión económica y política en que vive, para que sea libre y soberana, gobernada por los cubanos, reparando hasta la última injusticia (...)"(29).

Los conocimientos de la historia y la cultura patrias son entendidos como un medio eficaz para transformar el patriotismo de un amor instintivo en uno plenamente consciente. Esa simbiosis de sentimiento y razón es revertida en orgullo por la patria con sus símbolos, héroes, costumbres. Simultáneamente el patriotismo se concibe como la compatibilidad entre el querer a lo propio y la fraternidad con los pueblos del mundo. De tal modo, el patriotismo y el internacionalismo se complementan.

El antimperialismo. Este valor es entendido como la repulsión a la injerencia y hegemonía imperialistas, sobre todo norteamericanas, las cuales son causa de muchos de los graves problemas del humano, no sólo cubano.
Quien se caracteriza por ser antimperialista, es altamente admirado. Los marxistas cubanos mencionan a una gran cantidad de hombres poseedores de este valor. Una muestra son Enrique José Varona, de quien se subraya su opinión contraria a lo que afectara a Cuba y su oposición al entreguismo de los gobernantes, y Pablo de la Torriente-Brau, quien, como muchos estudiantes de la universidad de La Habana a inicios de los años 30, se enfrentó frontalmente a la tiranía machadista y al imperialismo norteamericano. En esa lista están asimismo humanos de otras latitudes, como Mohandas K. Gandhi y su lucha contra la opresión imperialista británica a su país.

El carácter antihumano de la penetración norteamericana es condenado. Su antihumanismo es apreciado en el apoyo a los gobiernos reaccionarios y violentos, que empeoran las condiciones de vida y trabajo de las masas populares y someten a pueblos enteros a una brutal explotación, en la cual intervienen las propias fuerzas imperialistas.

El antimperialismo aparece vinculado al patriotismo. El vínculo está sobre la base de la preocupación ante la tendencia llevada por las fuerzas entreguistas de convertir a Cuba en colonia de los Estados Unidos. Se comprende que un nuevo coloniaje significaría la destrucción total de todos los rasgos de su cultura.

Como constante defensa de la patria, (de sus humanos y cultura), el antimperialismo aparece asociado a la intención de disminuir la egresión de profesionales cubanos en universidades norteamericanas. Este valor se muestra asimismo en la lucha por reducir la circulación en Cuba de periódicos de los Estados Unidos editados en español. La reducción de los diarios de debe a que mostraban deformadamente la vida de los pueblos latinoamericanos. A ellos mismos los imperialistas norteamericanos pretendían reblandecer hasta lograr de ellos una aceptación mansa del poder yanqui (30).

El antimperialismo es la lucha contra la penetración norteamericana. Esta y la monoproducción son los dos mayores problemas que afectaban a Cuba durante la etapa neocolonial. A la creciente penetración imperialista yanqui es asociada la explotación a los obreros y campesinos. Los marxistas cubanos subrayan su lucha de ellos como coincidente con la necesidad histórica del país. La coincidencia está dada en la aspiración de lograr la total independencia de la patria y crear una sociedad sin explotación social. El desarrollo de la conciencia antimperialista es recalcado como una tarea decisiva.

Una manifestación de antimperialismo altamente reconocida en el pensamiento marxista cubano desde su surgimiento y hasta mediados del siglo XX, es la condena al creciente traspaso a manos extranjeras de la industria azucarera. Esta actividad industrial es entonces el principal renglón económico cubano. Es manifiesto el repudio a las presiones norteamericanas sobre el gobierno cubano mediante el incremento o disminución de las cuotas azucareras. Con respecto a esta esfera productiva es señalado como elemento negativo que el personal profesional existente entonces en Cuba es primordialmente norteamericano o formado en el país norteño. Al mismo tiempo, está presente el rechazo al comercio desigual.

En el pensamiento objeto de estudio el antimperialismo como valor de profundo raigambre popular no aparece limitado a la defensa de Cuba. Su extensión alcanza la solidaridad con el propio pueblo norteamericano. Una muestra de ello es que a principios de siglo Carlos Baliño denuncia el trabajo antihumano de 11 a 15 horas en las plantaciones de remolacha. En esos lugares participaban niñas y niños de 6 a 10 años de edad y madres con bebitos en los brazos. La denuncia recoge asimismo el hacinamiento. En esos albergues miserables cercanos a las plantaciones vivían familias enteras (31).

El antimperialismo como valor movilizador de amplia connotación está relacionado con la defensa de América Latina. Es destacado que el imperialismo yanqui nunca ha respondido a los intereses latinoamericanos. Un ejemplo es la afirmación de que la política de los gobernantes de los Estados Unidos es una amenaza para América Latina, pues con buenas o malas formas, la garra imperialista oprimiría igualmente.

El latinoamericanismo. Es amor, respeto y dedicación por América Latina. Todo ello en su conjunto constituye un valor cualificador de los humanos mediante sus aspiraciones con respecto a los pueblos hermanados por la historia y la cultura. Aparece diseminado en todo el pensamiento objeto de estudio. Constituye la complementación del antimperialismo y una conjugación creadora de patriotismo e internacionalismo. Ser catalogado de latinoamericanista significa ser poseedor de un espíritu defensor de América Latina, de su historia, cultura, independencia, progreso. Es destacado que sólo de la victoria frente al imperialismo pueden salir gobiernos legítimos y populares, que han de eliminar los vestigios feudales, lograr una verdadera democracia popular y consolidar la solidaridad latinoamericana.

El latinoamericanismo es un llamado constante a la unidad latinoamericana para defender su integridad y para lograr, consolidar y conservar una nueva sociedad verdaderamente humana. Los humanos, cuyo ideal es alcanzar esta unidad, son ubicados en un alto sitial, como ocurre con Manuel Sanguily y otros más.

Aparece la confianza en el logro de la total unidad latinoamericana en el futuro. Las características propias de cada pueblo le imprimen autenticidad a la obra. Del humano artista es estimada altamente su capacidad de calar en las intimidades humanales. De ellos se destacan sus posibilidades de traducir los lamentos y esperanzas, sobre todo de los humildes. Ello le da a la obra acento propio e inconfundible. La autenticidad surge de todo lo común a los latinoamericanos. El humano latinoamericanista recalca lo común. El extranjerista sólo mira lo diferente.

La belleza. Como valor de connotación estética es fuente de alegría y placer espiritual. Ella es reconocida en la naturaleza y en la cultura. Los pensadores marxistas objetos de estudio la destacan como producto de la actividad humana y la observan en las obras nobles y ennoblecedoras. Entre esos tipos de obras ubican la lucha revolucionaria y la búsqueda constante de la superación del humano. Encuentran la belleza asimismo en la conducta de quien entrega todo de sí en aras del beneficio y mejoramiento humanos. Como ejemplo de ese tipo de hombres aparece Pablo de la Torriente-Brau, cuya actitud y obra en la defensa contra el fascismo en España es calificada como que "jamás de modo tan bello y tan perfecto fue servida una fe"(32).

El ideal humanista que recorre el pensamiento objeto de estudio es el logro de un mundo de justicia y belleza, donde el humano pueda dedicarse a lo bello, lo bueno y lo verdadero, porque tendrá libertad y posibilidad para desarrollar su individualidad. Basadas ambas en el conocimiento y en la oportunidad de cumplir ideas e ideales. Se recomienda que la obra encaminada a superar al humano ha de ser justa y de ennoblecedora belleza, así debe ser la función de la universidad y todas las instituciones sociales, incluido el Estado. La estética, la ética y la política se unen.

La patria es el suelo donde se fragua el humanismo. Él, como valor básico y universal representa la unidad ético-estético-política. El coraje, la valentía, la bondad, la abnegación son aprobados como bellos y destacable moralmente si están al servicio de la patria y demuestran su connotación humanista. Todos ellos revelan su esencia con la mediación del amor, así como de los sueños y anhelos que sobre él son tejidos patrióticamente.

A modo de conclusiones: El humanismo como categoría filosófica puede ser tratado desde varios puntos de vista. Uno de ellos es el relacionado con los valores en su acepción más amplia y abarcadora.

El humanismo es un valor porque representa una significación socialmente positiva. Este rasgo se debe a varios aspectos: representa una tendencia a la satisfacción de las necesidades del humano, por lo cual estimula su actuación superadora y lo encamina al progreso, no sólo individual, sino social. Debido a todo ello y a su significación en cuanto a la lucha por la conservación del ser humano, puede ser un atractivo con marcado carácter preferencial, lo cual constituye un ideal.

El humanismo posee una significación básica y universal por su estrecha relación con los diferentes tipos de valores y su ubicación primaria. No existe valor ajeno a la humanización y a la desalienación.

El estudio del humanismo como valor estimula la toma de conciencia acerca de su importancia y contribuye a atribuirle la condición de valor de valores. El devenir y ascensión de la humanidad dependen en grado máximo de la concienciación del humanismo como valor. Este proceso es imposible sin la transformación radical de las relaciones sociales, pero ese cambio por sí solo no conduce a la necesaria concienciación. Ella ha de ser resultado de un trabajo especial y minuciosamente pensado. La cuestión clave no está en pensarlo, ni en actualizarlo teóricamente en correspondencia con los cambios de todo tipo que ocurren. La tarea difícil es llevarlo a la práctica y ajustarlo a las exigencias de los nuevos tiempos sin perder su esencia desalienante. Esta debe reforzarse perennemente.

Al humanismo no se puede limitar. Este siempre ha de romper barreras en su conformación teórica o práctica. A su vez ha de verse como un todo armónico. El fraccionamiento es fatal para su concepción y mucho más para su realización mediante normas, leyes o medidas de cualquier índole. Es importante la toma de conciencia de la significación del humanismo por parte de cada individuo, así como de su condición de valor básico y universal. Esta idea aparece implícitamente en el pensamiento marxista cubano de la primera mitad del siglo XX.

La mayor cantidad de los valores presentes en el pensamiento marxista cubano son éticos y políticos, aunque también hay una considerable presencia de estéticos. Todos ellos tienen en común su vínculo con el modo de comportamiento de hombres y mujeres. Estos tres tipos de valores se funden en la conducta de los humanos. Su base de desarrollo es la cultura y el decursar histórico de la patria.

En el pensamiento marxista cubano la condición de valor básico y universal del humanismo se observa en la marcada connotación humanista de los valores de otro tipo, fundamentalmente éticos, políticos y estéticos. Con todos ellos los pensadores marxistas cubanos persiguen una cultura verdaderamente humana y una historia que sea el camino ascendente del hombre en la conquista de sus fuerzas, muchas veces desconocidas por él mismo. Este ascenso incesante es un propósito para desalienar no a individuos aislados, ni a pequeños grupos de humanos. La desalienación buscada es para los grandes grupos de mujeres y hombres trabajadores.

El humanismo como valor en el pensamiento marxista cubano es la manifestación del reconocimiento del humano como máximo valor y la aspiración de crear una patria superior no por sus riquezas materiales, importantes también, sino, y ante todo, por la grandeza de sus humanos: mujeres y hombres en igualdad de condición y fraternales relaciones.


REFERENCIAS Y NOTAS

(1) Ver Corliss Lamont. El humanismo como una filosofía, Buenos Aires, Editorial Claridad, 1956, 260 p., p. 30.
(2) Ver Xavier Cacho. Humanismo y utopía, en El humanismo como inspiración de valores. Cuaderno de filosofía, no. 18, Universidad Iberoamericana, México D.F., 1993, p. 11-18; Pablo Guadarrama G. Humanismo y socialismo en la óptica del pensamiento marxista en América Latina, en Humanismo, marxismo y postmodernidad, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1998.
(3) Este modo de concebir el humanismo tiene similitud con el criterio de varios autores. Ver: Nicola Abbagnano. Diccionario de filosofía, La Habana, Edición Revolucionaria, 1963, p. 629; Pablo Guadarrama G. Humanismo y autenticidad en el pensamiento latinoamericano, UCLV-INCCA, 1997, p. 20.
(4) Ver José Ramón Fabelo. Práctica, conocimiento y valoración, La Habana: Editorial de Ciencias Sociales, 1989, p. 32, 59.
(5) Ver José R. Fabelo. Formación de valores en las nuevas generaciones en la Cuba actual. - - p. 35-46. - - Revista Bimestre Cubana, La Habana, No. 3, Julio-diciembre, 1995.
(6) Zaira Rodríguez Ugido. Ciencia y valor. - - p. 13-30. - - En Filosofía y Ciencia, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1985, p. 29.
(7) Ver María Isabel Domínguez. La formación de valores en la Cuba de los años 90: un enfoque social. - - p. 28-45. - - En la formación de valores en las nuevas generaciones. La Habana: Editorial de Ciencias Sociales, 1996, p. 41. Ver, además, Educación y valores éticos para la democracia. - - p. 357-412. - - en Educación, valores y democracia. Madrid, OEI, 1998, 409 p. Ver también Zaira Rodríguerz Ugido. Ciencia y valor, en Filosofía y ciencia, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1985, p. 15.
(8) Ver Jaume Trilla Bernet. Educación y valores controvertidos, elementos para un planteamiento normativo sobre la neutralidad en las instituciones educativas. - - p. 203-233. En Educación, valores y democracia, edic. cit., p. 215. Ver Milagros Ortiz Zabela. Relaciones empíricas entre personalidad, autoritarismo y valores, Murcia, Universidad de Murcia, 1985, 116 p., p. 45. Ver, además, Enciclopedia Microsoft ® Encarta ® 2000. © 1993-1999 Microsoft Corporation.
(9) Ver Fernando González. Un análisis psicológicos de los valores: su lugar e importancia en el mundo subjetivo. - - p. 46-57. - - En La formación de valores en las nuevas generaciones, Editorial de Ciencias Sociales, 1996, p. 46.
(10) Ver Luís R. López Bombino y otros. Etica Marxista-leninista, La Habana, MES, s..f., 2 t., t.1, 468 p. P. 209.
(11) Ver Fidel Castro. Discurso en la sesión inaugural de la Cumbre Sur. Granma, La Habana, 14 de abril del 2000, p. 4.
(12) Ver Pablo Gguadarrama.Humannismo vs. enajenación, más allá del debate teórico. - - p. 1-13. - - En Humanismo, marxismo y postmodernidad. La Habana: Editorial de Ciencias Sociales, 1998.
(13) Esta idea es de Leopoldo Zea. Fue citada por Rafael Plá en Virtudes y desaciertos de una fórmula humanística. - - p. 36-45. - - En Revista Cubana de Ciencias Sociales, No. 16. - - La Habana, ene.-abr. 1988.
(14) Ver Edgar Roig Ramírez. Repensando el humanismo. - - p. 21-24. - - En revista de Filosofía de Costa Rica, No. 80, 1995, p. 22.
(15) Ver Pablo Guadarrama. Razones de las confluencias y divergencias del pensamiento latinoamericano con el humanismo socialista. Anuario Hispano-Cubano de Filosofia http://www filosofia.org/pcero.htm
(16) Ver Alberto Benegas Lynch. La "justicia social" como antíteisis de la justicia. - - p. 27-37. - - En Contribuciones, No. 3. - - Buenos Aires. - - jul.-sep. 2000.
(17) Esta es también aspiración de Robaldo C. Daniel, ver de él Modelo pedagógico humanista. http://www.nalejandria.com/akademeia/humanista/#D
(18) José Martí. A María Mantilla, 2 de feb., de 1895. Obras Completas, t. 20, p 212.
(19) Ver Ernesto Domínguez. Ciencia y humanismo. - - p. 19 23. - - En El humanismo como inspiración de valores, México, DF: Universidad Iberoamericana, 1993.
(20) Marx. Crítica al Programa de Gotha, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1975, p.33. Lenin enfatiza que la humanización total de la sociedad no se hará de repente por el simple hecho de la expropiación de los capitalistas. Ver V.I.Lenin, El Estado y la revolución, Obras Escogidas en 3 t., t. 2, Moscú, Editorial Progreso, 1960, p. 369.
(21) Se comparte el criterio de Roberto Hernández en cuanto a la esencia antimperialista de la cultura de resistencia en Cuba a partir del siglo XX. Ver Roberto Hernández Biosca. Violencia cultural vs. cultura de resistencia. Honda, No. 2, La Habana, 2000, p. 9.
(22) Fidel Castro. Jamás podrá olvidarse el papel de ese Partido Comunista. Discurso por el cincuenta aniversario del primer Partido Marxista-Leninista de Cuba, Granma, La Habana, 25 de agosto de 1975, p. 2
(23) Ver Carlos Baliño. Profecía falsa, en Documentos y artículos, edic. cit., p. 47; Julio A. Mella. Los cazadores de negros resucitan en Santa Clara, en Documentos y artículos, edic. cit., p. 167; de él mismo, Hacia la internacional americana, ibídem, p. 212; Rubén Martínez Villena. Gonfalón, en Poesía y prosa, edic. cit., p. 82, entre otros.
(24) Carlos Baliño.Verdades socialistas, en Documentos y artículos, edic. cit., p. 125.
(25) Raúl Roa. Aún es tiempo, en Retorno a la alborada, edic. cit., p. 298.
(26) Juan Marinello. Discurso a los escritores venezolanos, en Ensayos, edic. cit., p. 144. Ver también, Julio A. Mella. A los estudiantes y hombres libres, en Documentos y artículos, edic. cit., p. 171.
(27) Juan Marinello. Hazaña y triunfo americano de Nicolás Guillén, en Ensayos, edic. cit., p. 81. Ver también, de él mismo: Discurso en la plática de La Habana, en Cuba: cultura, edic. cit., p. 229. Ver, además, Carlos R. Rodríguez. En el aniversario de Rubén Martínez Villena, en Letra con filo, edic. cit., t. 3, p. 322.
(28) Ver Julio A. Mella. Por la creación de revolucionarios profesionales, en Documentos y artículos, edic. cit., p. 266 y La lucha revolucionaria contra el imperialismo, ibídem, p. 364. Ver de Raúl Roa. Rafael Trejo y el 30 de septiembre, en Retorno a la alborada, edic. cit., p. 9 y Los diez días que conmovieron a Franco, en Bohemia, No. 42, La Habana, 1943, p. 329. Ver de Blas Roca. Lázaro Peña, líder obrero; en Mediodía, No. 70, La Habana, 1938, p. 6.
(29) Blas Roca. A Carlos Mendieta, 23 de noviembre de 1935, Archivo Nacional, Legajo 5, No. 63. Ver de él mismo: El problema de los colonos, en La Palabra, La Habana, 29 de enero de 1935, p. 3. Ver de R. Martínez Villena. Gonfalón, en Poesía y prosa, edic. cit., p. 83.
(30) Ver de Carlos R. Rodríguez. El tesoro de nuestras tradiciones ideológicas, en Letra con filo, edic. cit., t. 3, p. 465.
(31) Ver Carlos Baliño. El nuevo negro americano, en Documentos y artículos, edic. cit., p. 179.
(32) Juan Marinello. Letra y sangre en Pablo, en Cuba: cultura, edic. cit., p. 535.


Freddy Varona Domínguez. Instituto Superior Pedagógico de Holguín

     
   
   
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