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El chavismo no debería ser el problema si tuviera una coherencia ideológica que lo unificase

Malime

Estaba leyendo El chavismo sin Chávez: El otro peligro para la revolución bolivariana, y me producía envidia oir a través de la pluma de Luciano Alzaga la experiencia personal que ha vivido en su viaje a Venezuela. Ese nuevo mundo con experiencias tan interesantes como las que están sucediendo en Cuba, Venezuela, Bolivia, y otros países no las he podido ver diréctamente, solo por comentarios de amigos y en Internet, lo que me límita a la hora de interpretarlas con la objetividad que se merecen..

Pero volvamos al tema de ese trabajo. Alzaga se lamentas de la opinión de James Petras, también leí su comentario y personalmente coincido con las preocupaciones que manifiesta. Admiro el humanismo y compromiso de Chávez, pero tampoco lo divinizo, es un mortal aunque él crea en Dios y tal vez ello le lleve a mantener su idealismo revolucionario, lo mismo que creí en mis años mozos cuando me consideraba cristiano comunista, porque así interpretaba el cristianismo primitivo, que nada tenía que ver con el catolicismo que se estableció después del pacto con Constantino El Grande.

Como persona que trato de interpretar el mundo desde una concepción materialista y dialéctica, tengo que desconfiar en primer lugar de mí mismo, consciente de los errores que constantemente comento. Y desde esa idea me lleva a verme y vernos como seres sociales, parte del complejo mundo material en el que vivimos, nos desarrollamos y nos transformamos, desde nuestra manifestación como materia pensante, física y biológica. Solo una verdadera democracia, donde los seres sociales liberados de los condicionantes que nos hacen súbditos y sojuzgados, con participación permanente y control de abajo hacia arriba, podremos superar los errores que como seres humanos cometemos y por los condicionantes que nosotros mismos nos creamos, y asi entre todos ayudarnos con nuestras críticas y autocríticas a poder superar los errores que cometemos.

Sigo con mucho interés el proceso bolivariano, en lo que más coincido con ese proceso, es con el trabajo de educación y participación popular a través de las Misiones. Sin conocimiento, sin la necesaria formación por parte del pueblo, con base científica que nos permita una comprensión objetiva de la realidad estamos abocados al desastre, a pesar de las graves contradicciones que el capitalismo en su fase superimperialista comete. Confío en que desde la actual realidad, se gane tiempo para que el pueblo adquiera la necesaria formación que le permita ser protagonista de su revolución, y poder administrar directamente el poder, “sin reyes, ni tribunos”, organizado con su propia estructura de poder, que evidentemente nada tiene que ver con la capitalista, ya sea en su formalismo republicano o monárquico.

El chavismo no debería ser el problema, como dice Alzaga, si tuviera una coherencia ideológica que los unificase. No podemos creer que el espíritu santo ilumine a todos como a Chávez, para que entonces todos sean buenos chavistas. Como comentó William Izarra, en esos procesos surgen muchos "cogollos" oportunistas que solo pueden ser neutralizados desde la organización consciente del pueblo.

En algún momento la estructura del estado capitalista tendrá que ser liquidada para imponer la que de forma paralela se está creando, pero nunca podrán convivir eternamente el capitalismo y el socialismo. En cuanto el pueblo mayoritariamente se haya constituido en clase dominante, podrá asumir el poder, socializar y administrar las fábricas expropiadas a los capitalistas. Entonces se invertirá la pirámide, tendrá una amplia base, muchos hombros en los que apoyarse. Solo podrán subir a la cúspide los que el pueblo designe y controle de forma real y permanente.

Discrepo de Chávez de que todo vale, en un “todo revuelto” de personas y organizaciones diversas, con concepciones ideológicas, que aunque se basen en el buen deseo de ir al socialismo, a la hora de poner en práctica las medidas estratégicas y tácticas, al final terminan incluso como lamentablemente sucedió en la reciente guerra civil española en enfrentamientos, sobre todo entre los anarquistas y los que se consideraban marxistas. Ese buen deseo, que ya nos manifestó en Madrid de una internacional de grupos y personas a nivel incluso individual, sin mayor base que el buen deseo de unos y otros de parar al imperialismo, no se podrá desarrollar si no existe antes una internacional de partidos con una concepción científica de la existencia, con un dominio del método de análisis que nos permita analizar la realidad y desde ella contribuir a la unidad de la dispersa izquierda. Baste la experiencia de nuestro país y del resto, con multitud de grupos y grupúsculos en constante surgimiento y desaparición, fruto de lo que digo, de la falta de influencia que se puede ejercer desde una organización con coherencia ideológica y base científica.

Veremos si esos intelectuales bajan de su pedestal y buscan las formas de insertarse en el pueblo, de contribuir a su formación en vez de pedirle como a lo sumo se ha venido haciendo, elaborando y firmando panfletos críticos contra determinadas acciones del imperialismo o de los gobiernos, pidiéndoles desde su púlpito que les sigan a las movilizaciones que en algunas ocasiones convocan. Veremos si son capaces de desarrollar misiones educativas en los barrios populares, si son capaces de penetrar en los lugares donde tienen origen las contradicciones de clase. Es mucho pedir, tendrían que constituirse en organización política empeñada en hacer lo que hicieron los grandes intelectuales teóricos que supieron realizar una crítica científica del capitalismo y plantear una guía a desarrollar en cada lugar y momento para la revolución socialista. Veremos si los dogmas de fe dan paso a la elaboración científica y cultural, si de hecho desaparecen los dioses y tribunos y todos somos pueblo que nos necesitamos desde nuestros limitados conocimientos. Si somos capaces de comportamos como seres sociales conscientes, en vez, de cómo un ilustrado comunista me dijo: “que el era comunista por una cuestión moral”. Efectivamente aquel moralista, que con su buen saber y sueldo no se consideraba necesitado de los demás seres más oprimidos y sojuzgados que él para ser y sentirse un verdadero comunista, vivia como un pequeño burgués.

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