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Comentarios al trabajo de Luis Marcelo Yera

Malime

En busca del paradigma perdido de Marx y Engels, de Luís Marcelo Yera

Sin tener el necesario conocimiento sobre China y Vietnam, por los datos económicos que nos ofrecen la prensa internacional, podemos considerar que en esos países donde siguen hondeando banderas rojas, lo que impera es el sistema de producción y de mercado capitalista, aunque bajo la protección de una autocracia partidista que se dice comunista. Un socialismo, no dictatorial de clase, (desde la concepción marxista del estado), con un sistema económico capitalista.

No deberíamos poner a Cuba en el mismo nivel, dado que se sepa allí no existen aparatichis con intereses particulares por encima de los generales del pueblo. Que se sepa en Cuba, no sucede lo que se da en el propio partido comunista chino, la admisión de capitalistas como miembros del partido. Ni se mantiene a gente trabajadora traída del campo y hacinados en lúgubres dormitorios existentes en los propios centros de producción. Que se sepa, Cuba no exporta niños abandonados en orfanatos, para ser adoptados por familias extranjeras.

Tal vez lo que le falte a Cuba es avanzar más con medidas que posibiliten la democracia directa permanente, que permita a los trabajadores constituirse y organizarse como clase dominante, ejercer el poder desde los mismos centros de producción socializados. Administrándolos directamente sin directores impuestos desde arriba, eligiendo a los responsables y revocándolos cuando no respondan a las expectativas de confianza depositada en ellos. Eligiendo a sus delegados que les representen en las instituciones de los sectores productivos y en los órganos gubernativos locales. Y así, subiendo los escalones de gestión, el ascenso de la representación popular hasta los organismos superiores de máxima centralización productiva y gubernativa.

Si eso tuviera lugar, en Madrid, el conflicto surgido en el hospital Severo Ochoa con la destitución de los responsables médicos por el burócrata de la Comunidad de Madrid Lamela, (en su idea de desprestigiar la sanidad pública y fomentar la privatización) lo que provocó la repulsa de los médicos y trabajadores del hospital, no sería posible. Los miembros del hospital en vez de tener que movilizarse exigiendo su restitución, controlarían y revocarían si lo considerasen necesario a los responsables directivos. Tampoco sería necesario que protestasen los profesionales de otros hospitales y del colegio de médicos, ya que existiría una estructura de poder, donde desde su especificidad siguiendo la unidad dialéctica de lo productivo, lo social y lo gobernativo, estarían unidos bajo un poder popular, siguiendo la interpretación marxista y leninista del poder.

Como comenté soy un analfabeto en economía, (aunque algo he vivido como empleado y empresario sin explotados, solo explotándome a mí mismo, lo cual poca plusvalía me daba) pero las aportaciones sobre cambios graduales en el socialismo, partiendo de las realizadas por un teórico soviético de nombre, pero capitalista en su concepción sobre la función y ejercicio del poder, no me sirven como base de apoyo en la que sustentarse esa filosofía económica gradualista.

Si hay algo que nos enseña el materialismo histórico, es que en las épocas primitivas no fueron necesarios capitalistas para que el pueblo produjese y pudiese supervivir en aquellas difíciles condiciones, sino que las diversas diferencias sociales, las capas o clases sociales surgieron cuando el proceso de desarrollo productivo llegó a tal grado, que generó excedentes que no se consumían y necesitaban guardarse. Siendo los primeros guardadores de excedentes los sumos sacerdotes, antesala de los grandes guardadores y acumuladores de plusvalía social, la gran oligarquía financiera y multinacional.

Si aquellas comunidades primitivas supieron organizarse y desarrollarse, lo fue por el carácter tremendamente evidente materialista y solidario del trabajo, por aquel comunismo primito que permitía producir y consumir solidariamente. No entiendo por qué aquellos seres primitivos pudieron asumir directamente el trabajo y repartir su fruto y que ahora necesiten de directores impuestos desde las alturas, lo cual cercena algo fundamental, el trabajo consciente creativo del ser productivo liberado del trabajo enajenado. No entiendo por qué se admite cierta enajenación del trabajo productivo, que implica obedecer órdenes e impedir la realización y el desarrollo creativo del ser humano solidario y productivo. Nunca entenderé que desde el socialismo sea necesaria la separación de poder productivo y poder gubernativo. Dividir al ser humano en objeto de trabajo, y en miembro benefactor del socialismo, sin poder directo permanente, es una contradicción que solo se explica desde la ideología idealista. Me cuesta entender desde el análisis materialista y dialéctico esa separación, que solo es funcional en el proceso productivo y gubernativo solidario, pero nunca puede ser desde la interpretación filosófica materialista, basada en la concepción idealista de las clases superiores y las inferiores, basada en los mandados a dirigir y los mandados a obedecer. No debe bastar que se aluda a la complejidad tecnológica para justificar cuestiones de principios filosóficos. Tenemos que conocer que el ser humano se realiza en el trabajo, si verdaderamente es libre para poder realizarse, produciendo, proponiendo, eligiendo, controlando, revocando. Personalmente sé de algún compañero que entró a trabajar de botones en la empresa en que trabajé y llegó a asumir responsabilidades de dirección en una delegación territorial de la empresa. Por qué entonces no se puede formar y acceder a órganos de máxima dirección mediante la elección por los propios compañeros en un estado solidario sin explotadores, ni explotados.

No entiendo que se quiere interpretar de la obra de Marx al “...decir el desarrollo de las fuerzas productivas, siempre hereditario, representaba el hilo conductor, el sentido, en el desempeño ascensional de la sociedad,...” (el subrayado es personal). Porque, cuando surgió ese sentido de la herencia de las fuerzas productivas, si es que quiere servir de argumentación para justificar la separación entre poder productivo y poder gubernativo. Las crecientes necesidades materiales de los pueblos hasta ahora han sido determinadas por el sistema de dominio basado en la obtención del máximo de beneficios, por la ideología capitalista que impide un desarrollo armónico del proceso productivo y de las necesidades reales del conjunto de la población. Esa visión de las necesidades sería muy diferente si en vez de vivir una forma de vida tan falsa como la que nos impone el sistema capitalista, el ser humano, formado y comprensivo del mundo existencial, de su ser material humano y su relación con el resto del mundo material, le permitiera ejercer el poder y plantease el desarrollo armónico real.

Esa visión sobre las necesidades me recordó una polémica mantenida, aunque desde otro ángulo, con Juan Ramón Capella, en su comentario crítico del Manifiesto Comunista editado por el PCE con motivo del 150 aniversario. Intentaba presentar el Manifiesto como desfasado, culpabilizando a Marx por no haber previsto el desarrollo tecnológico, sus consecuencias ecológicas. Decía: “Lo que amenaza al sistema de relaciones necesarias entre los seres humanos y su medio es la gran potencialidad del artificio impuesto por la humanidad contemporánea en su relación con la naturaleza... Esta problemática es previa a –o más fundamental que- la de los sistemas económico-políticos de producción social. Reconocerlo obliga a una corrección importante del aspecto del “núcleo” del Manifiesto relativo a la base material de la historia humana,...” Capella culpabiliza a la humanidad contemporánea, no al sistema de dominio, pretende de esa forma interpretar la historia desde el egoísmo humano consumista y depredador, responsabilizándole del desastre que vivimos. Marx sin embargo antepone la base material, a la interpretación ambigua que nos ofrece Capella, por no decir idealista de una realidad que tiene nombre concreto. Es la ideología dominante capitalista la que tiene subyugado y alienado al conjunto de los trabajadores, no es el materialismo vulgar y contradictorio con el que quiere culpabilizar a la humanidad, al ser material que es el ser humano, a su vez parte de la naturaleza, para basar su reformismo. Separa el sistema económico-político de las relaciones de producción para mejor intentar imponer su “moderna” teoría confusionista sobre el marxismo.

No son cuestiones de herencias productivas, ni de herencias sobre necesidades humanas abstractas las que determinan en Cuba y en el mundo capitalista la actual realidad, sino que tenemos que considerarlas desde la crítica marxista, la provocada por la contradicción que genera la propiedad privada de los medios de producción y las relaciones de producción insolidarias con el propio carácter solidario y social del trabajo. Mientras que esa armonía entre ser productivo y el ser creativo humano no se logre en toda su plenitud, el socialismo vivirá en permanente amenaza y será imposible avanzar hacia el comunismo.

Tampoco debemos realizar una interpretación mecanicista de la historia con citas de etapas, fases, procesos o saltos de fases históricas, para justificar la necesidad de descubrir las etapas productivo-económicas del socialismo, desviándonos de los verdaderos objetivos a cubrir.

La interpretación sobre la cita del prologo a la edición del Manifiesto en ruso de 1882, debemos hacerla en el sentido que la hace. Aquella situación en Rusia de cierta forma muy desnaturalizada de la primitiva propiedad común de la tierra, no podía pasar por el simple hecho de la revolución a la fase que Marx interpreta como la fase comunista, donde el desarrollo productivo y moral de la nueva sociedad permite dar a cada uno según sus necesidades. Es decir la revolución tiene que pasar necesariamente por la fase socialista, que en su desarrollo permite que el estado como elemento coercitivo se vaya diluyendo hasta extinguirse en el comunismo porque las diferencias sociales desaparecen y ya no existe ninguna clase a la que reprimir. En ese sentido debemos entender la teoría económica de la fase socialista, dar a cada uno según lo que produce. Entiendo que ello al mismo tiempo implica no dar a cada ser productivo el producto total del bien generado, sino que una parte de la plusvalía generada no capitalista se invierte en las necesidades de desarrollo social y científico que permita un desarrollo armónico del conjunto del ser humano y su medio ecológico. Porque como bien se dice, de haberse producido la revolución en occidente, se habría producido un efecto que podría complementar la condicionada situación rusa y con la ayuda de los proletarios occidentales lograr la comunidad histórica de la tierra en Rusia, que no el comunismo, sería el punto de partida para avanzar hacia el comunismo.

En cuanto a los comentarios de Solodovnikov y Bogoslovski, interpretando que se rompió con los postulados teóricos de Marx y Engels, no es que se rompieran esos postulados que tienen un carácter genérico. Si bien es cierto que para que la revolución triunfe es necesaria la unidad dialéctica del factor objetivo y subjetivo, en Rusia a pesar de no darse las condiciones objetivas, es decir, un desarrollo productivo y una clase obrera en la que poder apoyarse la revolución, si se dio como en ningún otro país el factor subjetivo revolucionario, que permitió tal grado de organización que hizo objetiva la revolución, si bien fue suficiente para derrocar el zarismo y el capitalismo, no lo fue para poder administrar el socialismo. Algo mucho más complejo y necesitado de profesionalidad y cultura de un pueblo que le permitiera dirigir la producción y los servicios al día siguiente del triunfo. El llamado eslabón más débil del capitalismo, lo fue por el espíritu revolucionario conseguido, no porque el zarismo capitalista fuera menos represivo que los demás estados europeos. Los revolucionarios rusos, fundamentalmente los bolcheviques, ganaron la batalla ideológica que permitió el proyecto político revolucionario, algo que no lograron los revolucionarios europeos capitaneados y condicionados por los kautskianos socialdemócratas. Tal vez el único error que se pueda achacar a Lenin, fue el confiar en que en los países más desarrollados de Europa triunfase la revolución y permitieran ayudar a la consolidación de la revolución rusa, ganar tiempo, tiempo para que aquel atrasado pueblo adquiriese la necesaria cultura que le permitiera dirigir la productividad y gobernabilidad del país. Lo que se tradujo en un poder, soviético, pero sin el proletariado organizado como clase dominante en aquel inmenso y atrasado país, dirigido por los bolcheviques, y en el transcurso del tiempo esa dinámica tras la prematura muerte de Lenin, dar lugar a que se convirtiera en norma burocrática hasta el extremo conocido, que finalmente se saldó dando al traste con el socialismo. El burocratismo generó una clase o casta por encima del pueblo que para poder seguir desarrollándose sin trabas ideológicas del pasado, tuvo que retornar a la burocracia capitalista.

Aquella falsa realidad ha sido interpretada de diferentes formas, dando lugar a concepciones gradualistas o etapistas como la que impuso Carrillo en nuestro país, con su primero la “democracia” y luego el socialismo. Lo mismo que los reformistas rusos planteaban en febrero de 1917, primero la república democrática burguesa y luego el socialismo.

El compañero Luis Marcelo vuelve a insistir en este trabajo la misma idea que dio lugar a nuestra polémica tras “Repensar empresarialmente a Marx”, en el año 2001, sintetizada en la frase que reproduzco: “... el poder económico a los productores, a la vez que las empresas socialistas disfrutarían de esa fuerza inédita y responsable que da la unión corporativa cooperativizada y descentralizada, fuerza a mi juicio imprescindible en lo que respecta a crear las condiciones necesarias para la competitividad del sistema empresarial socialista , sostén de las aspiraciones sociales y solidarias de esta ideología”. (el subrayado evidentemente no es suyo)

Las diferencias filosóficas objetivas que enfrentan al socialismo y capitalismo respecto al trabajo, son las demostradas por el marxismo con el carácter solidario que atribuye al proceso productivo, mientras que el capitalismo basa el desarrollo productivo en la competitividad. No entiendo por qué el compañero Luis Marcelo sigue separando el poder administrativo productivo y el gobernativo, no plantea después de sus múltiples citas sobre la experiencia rusa la necesidad de recobrar en su totalidad el poder real de los trabajadores, la democracia directa permanente del pueblo, mediante consejos (soviet) de obreros, campesinos, de las demás actividades laborales, y se empeña en la competencia entre ellos, en vez del trabajo solidario que permite al ser productivo liberado del trabajo enajenado capitalista, se libere de todo tipo de enajenación, como la que supone supeditarse al poder gubernativo ejercido por la llamada clase política. Poder realizarse íntegramente personal y colectivamente mediante el trabajo individual y colectivo, en la libertad y democracia que permite la sociedad socialista.

sociedades cooperativas unidas han de regular la producción nacional con arreglo a un plan común, tomándola bajo su control y poniendo fin a la constante anarquía y a las convulsiones periódicas, consecuencias inevitables de la producción capitalista”.

“Sin embargo, los fundadores consideraron además como necesario un mecanismo jurídico que separara esta organización del Estado, al menos en la transición: el arriendo”.

Las sociedades cooperativas unidas a las que se refiere Marx, no lo son solo en el aspecto productivo, Marx dijo que el Estado no era algo colgado del cielo, al margen de la sociedad, sino que responde a las necesidades de la clase social en el poder. Si se realiza la revolución socialista, las empresas son expropiadas a los capitalistas, dejan de ser individuales, se convierten en sociedades cooperativas, de un estado que es cooperativo y solidario en toda su dimensión e interrelación, la unidad dialéctica que supone el proletariado organizado como clase dominante, produciendo y gobernando. Dirigiendo la producción y todo lo demás. La producción y los servicios a través del nuevo estado alternativo, que nada tiene que ver con el estado capitalista, con su falsa división de poderes. Los trabajadores libres promulgan leyes que ellos mismos ejecutan en su medio y a su nivel, mediante sus formas alternativas de poder que surgen en las fábricas, en el campo, en los lugares de servicio.

Si existe algún tipo de arriendo, lo es por la incapacidad organizativa y desarrollo productivo, necesario para poder asumir ese control, como se tuvo que permitir con la NEP, para que el pueblo en aquellas difíciles condiciones no muriera de hambre. Nunca se puede interpretar como una formula etapista del socialismo, ni intentar realizar elucubraciones economicistas como motor revolucionario.

Es responsabilidad de los comunistas, plantearse como objetivo prioritario el formar al pueblo para poder romper la hegemonía ideológica capitalista, realizar un proyecto estratégico y táctico que partiendo de la realidad económica y política del país e internacional, donde se plantee romper el bloque burgués en la actual fase súper-imperialista del capitalismo hegemonizado por la oligarquía financiera y multinacional. Atraerse a la revolución a los sectores pequeños burgueses dañados por el poder oligárquico. Una vez triunfante la revolución las grandes empresas podrán ser nacionalizadas, los pequeños servicios, el pequeño comercio en manos de los pequeños propietarios seguirán funcionando, todo ello permitirá el funcionamiento normal del conjunto del país. A medida que el desarrollo productivo y la nueva moral comunista se produzca, terminará también con los vestigios económicos capitalistas. Los pequeños servicios que ahora dependen del margen de maniobralidad que les permite el poder oligárquico, dependerán del pueblo mayoritario trabajador organizado como clase dominante, terminando finalmente con cualquier privilegio que pudiera quedar. Si el desarrollo productivo del socialismo permite una nueva moral y dar a cada uno según sus necesidades, es evidente que en ese proceso los privilegios pequeño burgueses habrán desaparecido.

No es cierto que en la obra de Marx y Lenin se admita en la fase de transición socialista al comunismo la fórmula económica de separación del Estado y la producción nacional. Dependerá en todo caso del grado de organización y formación del pueblo para poder ejercer el poder. No creo que asuste a los comunistas cubanos el enfrentarse en los centros de producción y de servicios ante posibles propuestas anarquizantes en el proceso productivo de elementos u organizaciones políticas no comunistas. Porque si fuera cierto, entonces tendríamos que preguntarnos a cuento de qué viene ese temor, qué clase de partido y militantes hay, de quien es el estado, del proletariado organizado como clase dominante o de un aparato marginal y burocrático, que se erige en salvador del pueblo, pero impidiendo al pueblo ejercer su responsabilidad. No debemos olvidar el fracaso de la URSS, cómo la constitución leninista soviética fue derogada por la impuesta el 11 de junio de 1936 donde el soviet solo quedó de nombre, el burocratismo del poder ejercido durante más de veinte años, se consagró mediante el sufragio universal, como sucede en las democracias burguesas, 300.000 electores cada equis años elegían un diputado al llamado “Soviet de la Unión”. Mientras los dirigidos a esperar la descomposición. Ese pueblo que no se sentía dueño de su fábrica, permitió que pasasen a manos capitalistas, confiando que los capitalistas les dieran los manjares de ese paraisaico mundo capitalista. Un pueblo impedido de sentirse realizado mediante el trabajo y el poder, viendo los privilegios de los aparatichis, soñó con esos artículos venidos de occidente como la verdadera necesidad a disfrutar y poder sentirse igualmente como se sentían realizados los aparatichis.

“A mi juicio, es pues deducible que la visión empresarial que tendrían hoy Marx y Engels del concepto de propiedad social para la transición, o sea, el mencionado quinto tipo de propiedad empresarial, es la de un único conglomerado autofinanciado conformado por corporaciones descentralizadas, integradas a su vez por empresas cooperativas agrupadas ramalmente, que se entregaría en arriendo permanente, y diferenciado por actividad, por el Estado Socialista (el propietario legal) a los productores (los propietarios económicos), arriendo que además abarcaría la tierra, y que al extinguirse a largo plazo dicho Estado a cuenta del crecimiento del Conglomerado que le sustituiría, la organización sugerida representaría definitivamente dicha propiedad social y el esquema organizativo general del modo socialista de producción, germen, en lo nacional, de la globalización socialista.” Es comprensible que después de esa separación que nuestro querido compañero hace del Estado y la actividad económica, llegue a esta creencia que nada tiene que ver con el marxismo y el leninismo. Debería preguntar ¿de quien es ese Estado alquilador?.

Llegado a este punto me resulta imposible e inútil seguir el comentario crítico.

“Muchos ministerios no significan más control, la realidad lo demuestra”. Es grave esto que dice, ¿ese Estado ha llegado a tal grado de burocratismo?. Puede estar seguro que si es como dice, ese estado al que considera real, con el tiempo llegará a ser tan real como lo fue el de la URSS, no se extinguirá lo extinguirán los ministriles.

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