Política
principal
economía | política
pensamiento
| marx siglo XXI
debates | eventos
institucional
| enlaces
Buscar


Debate sobre el artículo Democracia y socialismo: confrontación de ideas sin verdades "a priori" de Jesús García Brigos

Acerca de una interpretación del Manifiesto Comunista

Malime

21 de septiembre de 2000
"Ya es hora de que los comunistas expongan a la faz del mundo entero sus conceptos, sus objetivos y sus tendencias; que opongan a la leyenda del fantasma del comunismo un manifiesto de su propio partido".
Del Manifiesto Comunista, criticado por Juan Ramón Capella

El Manifiesto Comunista, también tiene una lectura socialdemócrata. El auge del neoliberalismo y el hundimiento ideológico y político de los partidos comunistas son una realidad objetiva, contrastable, que se impone sobre cualquier otra consideración.

El momento histórico que nos está tocando vivir, dominado por el capital financiero y monopolista internacional, es el más claro exponente del triunfo circunstancial de la ideología en que el capitalismo se asienta. Han conseguido imponer una definición confusa -observable incluso en algunos de los que se consideran teóricos marxistas-, aprovechando la actual fase de crecimiento económico capitalista para enmascarar la definición clásica marxista, "imperialismo", por los conceptos "globalización" y "mundialización".

El pensamiento de Marx está siendo tan clara como torpemente tergiversado. Si bien es cierto que los primeros en tergiversarlo fueron los teóricos de la socialdemocracia. Gentes que cumplieron su papel impidiendo la unidad de los trabajadores y el avance del proceso revolucionario, en ese momento histórico de eclosión de la economía capitalista y del reparto del mundo con la I Guerra Mundial. Esas gentes, con la agudización de la fase imperialista y del auge obrero y revolucionario a que ello dio lugar, terminaron abandonando el marxismo. Primero lucharon frenéticamente contra la interpretación leninista del marxismo. Lenin -merece la pena recordarlo- fue el teórico que más desarrolló la obra de Marx, sobre todo en lo relativo a la concepción del partido revolucionario llamado a dirigir el proceso transformador, y a la concepción clasista del estado capitalista y su democracia formal, a la que definió como la mejor envoltura para mantenerse la burguesía en el poder, así como de la crítica del capitalismo en su fase de máximo desarrollo, la fase imperialista.

"Modernos teóricos" del marxismo argumentan ahora sus críticas apoyándose en situaciones que según ellos no existían cuando Marx o no fueron tenidas en cuenta por éste. Y se refieren sobre todo al desarrollo técnico-científico y la complejidad en las relaciones de producción y otras consideraciones, que aun siendo ciertas, a mi modo de ver no sirven -como estos llamados teóricos pretenden- para cuestionar básicamente la teoría marxista. Empeñados para formular su crítica en insistir, "ingeniosamente", en el tiempo transcurrido desde que Marx escribió su obra, y disculpando a Marx, "benévolamente", por no haber previsto la posibilidad de que su teoría no fuese aplicada, dando lugar a un largo período capitalista..., estos "modernos teóricos", en vez de ampliar y mejorar la teoría marxista, como cabe hacerse dadas las nuevas realidades que el proceso histórico genera, antes incluso que poner normalmente en cuestión la obra de Marx, de lo que en realidad tratan es de revisarla y cambiarla astutamente, camino a sepultarla si pudieran. El PCI, vanguardia teórica del revisionismo con su eurocomunismo, seguido por los revisionistas en otros países, abandonó el marxismo y liquidó el partido. En nuestro país, también se ha empezado a dudar veladamente de la necesidad del partido comunista, para mejorar -dicen- el trabajo político en una sociedad moderna... Pero, primeramente, antes de liquidar la teoría, tienen que dedicarse, pacientemente y por todos los medios posibles, a desacreditarla, señalando como caduca a esa "antigua" teoría de Marx.

La crítica de la economía capitalista y su filosofía, cuando se hace verdaderamente tomando como base al materialismo dialéctico y el materialismo histórico es ante todo una crítica al estado capitalista, a las diferentes formas que históricamente adopta la clase dominante para mantenerse en el poder. Desde esa óptica objetiva, resulta irrefutable que la historia de la humanidad es la historia de la lucha de clases, del predominio de la clase dominante sobre la clase sometida. La forma de Estado que adopta el sistema en cada momento responde a las necesidades determinadas por el momento histórico, para mantenerse en el poder la clase dominante. Por lo tanto, todo proyecto que cuestiona el sistema capitalista tiene que cuestionar también a su Estado, ya sea en su forma de dominio directamente dictatorial o formalmente democrático. E igualmente tiene que cuestionar todos los aparatos que componen la maquinaria estatal burguesa, incluido su formalismo democrático, es decir, la delegación política que realizan los ciudadanos cuando delegan su responsabilidad política mediante el sufragio universal. Aparatos, unos y otros, que en esta fase de sometimiento, influyen poderosamente con sutiles y perversos métodos, de tal forma que atan las mentes con cadenas invisibles, persiguiendo que el ser productivo, sometido y generador a la vez de plusvalía, vote a partidos servidores del orden capitalista.

En el prefacio a la edición inglesa de 1.888 del Manifiesto Comunista, Engels, dice: "...en cada época histórica, el modo predominante de producción económica y de cambio y de organización social que de él se deriva necesariamente forman la base sobre la cual se levanta y la única que explica la historia política e intelectual de dicha época; que, por tanto (después de la disolución de la sociedad gentilicia), toda la historia de la humanidad ha sido una historia de lucha de clases, de lucha entre explotadores y explotados, entre clases dominantes y clases oprimidas; (...) - el proletariado - no puede ya emanciparse del yugo de la clase explotadora y dominante - la burguesía - sin emancipar, al mismo tiempo y para siempre, a toda la sociedad..."

Más adelante refiriéndose al capítulo II del Manifiesto dice: "Este pasaje tendrá que ser redactado hoy de distinta manera, (...) dadas las experiencias, primero, de la revolución de febrero y, después en mayor grado aun de la Comuna de París, (...) La Comuna ha demostrado, sobre todo, que la "la clase obrera no puede limitarse simplemente a tomar posesión de la máquina del Estado tal como está - el subrayado es mío - y servirse de ella para sus propios fines."

En plena época de la Comuna, el 12 de abril de 1.871, Marx en carta a Kugelman le comenta:
"...como próxima tentativa de la revolución francesa, no hacer pasar de unas manos a otras la máquina burocrático-militar, como venia sucediendo hasta ahora, sino demolerla, - los subrayados son míos - y esta es justamente la condición previa de toda verdadera revolución popular en el continente."

Y una vez demolida la maquinaria estatal burguesa, ¿con qué sustituirla? En su obra "La Guerra Civil en Francia", Marx lo explica: "La Comuna estaba formada por los consejeros municipales elegidos por sufragio universal en los diversos distritos de la ciudad. Eran responsables y revocables en todo momento - el subrayado es mío, (ese requisito es básico para que se pueda ejercer la democracia directa y participativa del pueblo) - (...) La Comuna no había de ser una corporación parlamentaria, sino una corporación de trabajo, ejecutiva y legislativa al mismo tiempo(...) En vez de decidir una vez cada tres o seis años que miembros de la clase dominante han de representar y aplastar al pueblo en el parlamento, el sufragio universal había de servir al pueblo, organizado en comunas - en Rusia, en sus orígenes, esa forma de democracia directa se realizó con el soviet, y en España, también en sus orígenes, durante la dictadura franquista, fueron las Comisiones Obreras - para encontrar obreros, inspectores y contables con destino a su empresa, de igual modo que el sufragio universal sirve a cualquier patrono para el mismo fin."

Carrillo destruyó la forma organizativa creativamente revolucionaria del PCE, sectorial y numérica, en cuanto los grupos de base, que permitían discutir y desarrollar la política del partido para su aplicación directa en las masas, y la vinculación directa de los militantes en las fábricas y los barrios, fueron barridos, liquidados, sustituidos por la territorialización existenmte en el PCE con agrupaciones heterogéneas y asamblearias -donde resulta imposible tratar los problemas específicos que puedan inquietar y formar a los militantes- a la vieja usanza socialdemócrata, pensada exclusivamente para servir de mero apoyo a la acción institucional, en la nueva fase de dominio capitalista, con su forma "democrática". Con ese cambio profundo, el PCE se inhabilitó e incapacitó para ejercer su papel, su influencia directa en la sociedad donde radica, en su medio natural de convivencia, en los centros de producción y de estudio, en los barrios, en los centros de cultura, ocio y deporte, en multitud de lugares donde el pueblo está y de forma espontanea se organiza.

Lenin desarrolló la teoría marxista, de lucha contra el sistema, viendo en las formas espontáneas de lucha el nuevo modelo democrático de participación directa que el pueblo en cada momento histórico crea. Esas formas organizativas de democracia directa, que primero surgen como bases de lucha para reivindicar soluciones a los problemas más inmediatos, un partido revolucionario las arropa para darles carácter organizativo y continuidad, de modo que no se autodisuelvan ante cada reivindicación concreta y por lo contrario sirvan para elevar a las masas y para dotarlas de contenido político anticapitalista, manteniéndolas como núcleos permanentes de organización y formación hasta el triunfo final. Esas formas de organización serán, con el paso del tiempo y una vez vuelta en favor del pueblo la correlación de fuerzas, los núcleos que se conviertan en formas de poder popular. Es decir, del nuevo poder convertido en dominante, que practica la democracia directa, que sustituye la práctica del Estado burgués, la delegación de la política del pueblo en una clase política que se sitúa por encima de éste y hace y deshace sin que el pueblo pueda controlarla y destituirla aunque se cometan las más atroces barbaridades contra sus intereses. Ese nuevo poder conquistado tiene que transformar inmediatamente la función estatal, concluir la resistencia burguesa a esa nueva realidad, y ponerse a administrar la nueva economía.

Para Marx, Engels y Lenin, el que propugnaran participar en las instituciones políticas burguesas, no lo hacían de modo alguno confiando en que a través de esa estructura estatal se pudiera administrar nunca el socialismo. Admitían, eso sí, que, en su tiempo, a través del sufragio universal se pudieran ganar unas elecciones y formar un gobierno popular, pero ello, era sólo una primera batalla ganada... Inmediatamente, ese gobierno, si se planteaba transformar la estructura económica y la superestructura capitalistas por otras socialistas, tenía que hacerlo no de ninguna manera dedicándose a perfeccionar la maquinaria estatal burguesa, sino sustituyéndola por lo que ellos denominaban el proletariado organizado como clase dominante, y que en la praxis, en diferentes momentos históricos, fueron adoptadas por la Comuna, y en sus orígenes por el Soviet, y, en cierto parecido, lo que fueron en España las Comisiones Obreras.

Innegablemente, la situación de nuestros día es otra. El actual momento político-social es mucho más complejo. Los poderosos medios de alienación de masas sumados a la desideologización hacen casi imposible que en los países altamente desarrollados una organización política verdaderamente transformadora pueda plantearse ganar a la vuelta de la esquina unas elecciones y formar un gobierno popular a través del sufragio universal. La única experiencia que tuvo lugar en Europa, de una transición pacífica de capitalismo a socialismo sucedió en Checoslovaquia en 1948 -si se puede llamar a ello pacífico, la gran movilización popular en la calle, para parar el intento de golpe de estado -. Pero, esa capacidad movilizadora no fue fruto de la improvisación, existía de antemano un potente movimiento popular organizado desde la calle, que también contribuyó a denunciar y evidenciar la falsedad del gobierno de unidad nacional, de mayoría burguesa.

Lo que sí cabe hacer revolucionariamente desde la representación popular en las instituciones burguesas es fundamentalmente de índole política e ideológica. Con la denuncia sistemática del modo en que la clase dominante rechaza las soluciones favorables a la mayoría social, y al mismo tiempo que se vincula esta acción política institucional con la acción de masas en la calle, se puede hacer agitación y propaganda de nuestras ideas desde esas tribunas. Es decir, se puede coordinar y combinar la acción política desde arriba y desde abajo, presionando al sistema, potenciando la organización y participación directa del pueblo en la política, contribuyendo a que la correlación de fuerzas sea cada más en favor del pueblo.

Que esos resultados no estén a la vuelta de la esquina, no quiere decir que tenga que ser otro el camino: una "tercera vía" por ejemplo... Otra cuestión es que por haber retrocedido ideológicamente tanto, hasta nos esté dando vergüenza identificarnos como comunistas que queremos construir el socialismo y el comunismo. Y de aquí que avergüence a muchos utilizar y no digamos que popularizar la terminología marxista. Pienso, por lo contrario, que tenemos que repetir insistente y nuevamente lo que dice el Manifiesto Comunista: "Que ya es hora de que los comunistas expongan a la faz del mundo entero sus conceptos, sus objetivos y sus tendencias; que opongan a la leyenda del fantasma del comunismo un manifiesto de su propio partido." Los subrayados son míos.

Ahora sí y posiblemente, lo que esté haciendo falta es la elaboración y popularización de un Manifiesto autocrítico, que encare los errores cometidos por los pseudo-comunistas, los comportamientos, acciones y problemas de partido que han originado la desconfianza y hecho caer las expectativas del pueblo en el socialismo y el comunismo. Se trataría de afrontar la incapacidad ideológica que ha permitido el derrumbe sin lucha del camino hacia el comunismo y el reforzamiento triunfante del primitivismo enraizado en la ideología liberal-capitalista, irracional, deshumanizada y depredadora, cuyo desarrollo está amenazando, con el aumento de la opresión, la explotación y la pobreza, la existencia misma de las condiciones de vida en el planeta, de todos los seres que lo habitan. La calle está esperando un Manifiesto puesto al día, una explicación que ponga en claro la monstruosidad de esa ideología que se basa en la más brutal ferocidad aparentemente competitiva, frente a la indefensión completa del individuo expoliado, aislado, insolidarizado con él mismo y con todos los demás, sometido a un poder superior que sólo cree en lo social que para él tiene la producción como medio para apropiarse de la plusvalía. Volver a explicar, en fin y constantemente, cómo esa horrenda ideología se contradice consigo misma, en cuanto reconoce la necesidad del trabajo social productivo e inmediatamente niega la propiedad social, sobre todo cuando defiende la propiedad privada de los medios creados colectivamente y de utilidad pública .

Falta volver a explicar una y otra vez y constantemente lo que la gente no nace con la lección aprendida. La lección emancipadora se aprende, y para eso hace falta quien la enseñe: que el progreso de la humanidad se debe ante todo al trabajo laborioso -multiplicable en libertad- y al desarrollo del pensamiento progresista, a los seres humanos preocupados por los problemas existentes en su medio. Han sido la acumulación del trabajo capitalizado, la creatividad técnica y de los descubridores e investigadores, mujeres y hombres profesionales del trabajo, la ciencia y la cultura, que han sabido crear respuestas, desarrollar fórmulas contra la adversidad, el atraso y los males que padece la humanidad, gentes igualmente inolvidables como los revolucionarios utópicos, que en cada fase de la historia han sabido conectar y movilizar al pueblo.

Falta explicar a las gentes que lo que les están proponiendo consiste en pedir al monstruo que se amanse y devenga en generoso...; pero ya son más de dos siglos que no ha sabido hacer otra cosa que, cercenar la propiedad más preciosa del ser humana: su capacidad intelectiva, apropiarse de los frutos del trabajo colectivo y del pensamiento progresista y de los resultados de la ciencia, para así engrosar su cuenta de resultados... Cuenta para le que no es una preocupación que en el mundo y los entornos más inmediatos, los seres humanos vivan angustiados la inseguridad del puesto de trabajo, mueran sin techo víctimas del hambre o las enfermedades. Los informes del PNUD, año tras año, al cabo de cerca de dos siglos (según la evaluación realizada) confirman el avance de la barbarie capitalista, certifican que la humanidad no saldrá del caos en que se encuentra y arrostraría inusitados peligros si no fuese capaz de superar el actual sistema.

Discúlpenme mi tal vez extensivo preámbulo. Me llevó a escribirlo mi irrefrenable deseo de entrar en polémica con la sinuosa revisión que parece querer hacer Capella del pensamiento y la teoría marxistas.

I.1. El "núcleo del Manifiesto" para Capella, se limita fundamentalmente, a reconocer la evidencia de la lucha de clases, la estructura económica que la da lugar y la necesidad de que la clase oprimida para poder liberarse, tiene que hacerse liberando a toda la sociedad. Si hasta aquí no tengo que decir nada en contra, si por lo contrario me preopcupa que Capella preste poca o nula atención a conceptos básicos del marxismo, tales como el carácter y la estructura revolucionaria de un partido comprometido con la teoría, y el carácter clasista del Estado de la democracia burguesa, que parecen no ser para él ideas centrales del núcleo. Cierto que en su cita (6) nos remite a considerar los prólogos de las ediciones alemana de 1883 e inglesa de 1888, coincidentes a la hora de resaltar que la historia de la humanidad es la historia de la lucha de clases. Y es precisamente en esta última edición inglesa, cuando Engels introduce un elemento para él de suma importancia; no reflejado en las anteriores ediciones: la Comuna de París. Tanta importancia concede al hecho que le induce a declarar que a la vista de esa experiencia el capítulo II del Manifiesto se tendría que haber redactado de diferente manera. Y así realiza una severa crítica a la Comuna por haber querido servirse de la maquinaria estatal burguesa para sus propios fines, en vez de hacer lo que Marx confiaba que hicieran los revolucionarios franceses, no intentar perfeccionarla sino destruirla para poder sustituirla completamente, tal como Marx refleja en su obra, La Guerra Civil en Francia, donde para él la Comuna es órgano de democracia directa y de poder proletario.

Capella elude tocar esas ideas centrales del núcleo, pasa sobre ellas como sobre ascuas, para, así, posicionarse sin más e inmediatamente en su cita (8) sobre el trasfondo crítico del marxismo. No analiza las circunstancias históricas de la Revolución de Octubre ni el hecho de que la burocracia impidiera o no desarrollar la práctica de la democracia directa, sino que, así y sin más, ataca el proceso como una cosa propia de "Estados doctrinarios", a los que acusa de haber realizado "La conversión del pensamiento vivo en un credo". En el mismo saco encierra a Althusser junto a M. Harnecker, a China, la URSS y Cuba. Exalta la democracia como un algo abstracto, todo un canto al pensamiento vivo, que no se entretiene en explicar qué es... Lo que para Capella tiene de doctrinario el Estado socialista y cómo no también tendrá que tenerlo el Estado capitalista, no se detiene a decirnos en qué consiste, qué es.

Según Capella, los que aun admitiendo errores realizaron la praxis marxista, conquistaron el poder y lo mantuvieron durante largos y difíciles años, no son otra cosa que gentes "dogmáticas", seres que convirtieron el marxismo en un "credo", "pseudo marxistas"... Para Capella, toda su crítica se detiene ahí; las teorías surgidas como aspectos innovadores del marxismo, criticables también por supuesto, como el marxismo-leninismo, no merecen dos líneas.

Poco dialécticos, lo mismo él que los que apuestan por sus textos, podríamos atrevernos a acusarles igualmente de doctrinarios y dogmáticos, pensando que del marxismo sólo les queda una liturgia adornada con innovadoras flores, que pronto se marchitan, que no sirven ni tan siquiera para adornar las tumbas de ese socialismo real, que ahora yace criminalmente sepultado en esos cementerios capitalistas de Rusia y demás países del este.

I.2. Fundamento y sobreestructura. En referencia a la superestructura que se realiza en el Manifiesto -que Capella la define de esa forma y tal vez esa sea su más valiosa innovación- Capella nos dice que: "Se trata de tesis muy generales sobre las sociedades humanas, de afirmaciones abarcantes de realidad histórica muy amplia, que... sólo tienen sentido (él no prejuzga que sean verdaderas o falsas) mientras la reflexión se mantenga en ese plano abstracto y general..." Para Capella, la superestructura política, es decir, el Estado que se configura en cada período histórico, es una cuestión abstracta... Y como es abstracta, el camino de Capella hacia las elucubraciones pseudo marxistas queda abierto... Cómo se puede pensar que el Estado es una cosa abstracta... De abstracto no tiene nada el aparato del Estado capitalista. A cuántos con sólo recodarlo le escocerán las espaldas... En cada período histórico, determinado por el grado de desarrollo productivo que da lugar a una determinada estructura económica, le corresponde la consiguiente superestructura política, concreta, que posibilita unas relaciones de producción acordes con los intereses de la clase dominante. El desarrollo productivo en cada período histórico ha dado lugar a diferentes formas de estado. Cuando al principio la producción era tan primitiva que no permitía excedentes, no había Estado tal como lo conocemos, existía el comunismo primitivo. A medida que la producción se fue desarrollando surgió el Estado, y fue adoptando formas determinadas, que reflejaban las contradicciones de la sociedad en ese momento, y que respondían a los intereses del grupo social dominante.

Ha sido, concretamente, el desarrollo productivo lo que dio lugar al estado esclavista, luego feudal y después capitalista, que en su actual fase imperialista es la antesala del socialismo. El desarrollo productivo, genera nuevas fuerzas productivas reales, que entran en contradicción con las relaciones de producción, y con la propia superestructura hasta entonces existente y provocan revoluciones protagonizadas por la nueva clase emergente.

Marx vio en la experiencia espontanea de la Comuna de París, la nueva superestructura en que debería asentarse el proletariado organizado como clase dominante. Lenin lo vio en la experiencia espontánea del soviet, y en España el PCE lo vio de alguna manera en los fermentos de las Comisiones Obreras, que aparecían como elementos de confrontación entre la forma dictatorial del Estado y la necesidad de libertades políticas. Para Marx, Engels y Lenin el estado proletario quedaría configurado a través de esas experiencias. En el caso concreto de Rusia, las fuerzas sociales hegemónicas, enfrentadas con el régimen zarista, la clase obrera y el campesinado, constituyeron sus correspondientes órganos de democracia directa a través de los soviets obrero y campesino. El poder del estado burgués, la Duma, fueron destruidos y reemplazados por el poder del pueblo organizado en los soviets.

En nuestro propio país, durante la dictadura, se dieron esas formas espontáneas de desenvolvimiento democrático directo y de futuro poder popular, con el surgimiento del sinnúmero de núcleos sociales constitutivos de las Comisiones Obreras. Un Movimiento Socio Político, que pudo ser en su desarrollo el eje de un futuro poder proletario y de su Estado -en su acepción marxista- y que a su vez sirvió de ejemplo para que otros sectores populares vieran en esa experiencia de democracia directa, una forma válida también para ellos. La idea tomada por diferentes sectores sociales permitió la constitución de Comisiones Campesinas, y dio lugar a un potente movimiento vecinal, estudiantil, intelectual e incluso militar a través de la UDM.

Desgraciadamente ese potente movimiento de participación, desarrollo de iniciativas y creatividad individuales y colectivas fue brutalmente sacrificado en aras del tipo de democracia "delegada" que ahora tenemos... No tiene nombre lo que hicieron cercenando esa fuente de vivencias solidarias, de vitalidad e inspiración populares al máximo enriquecidas.

Mirando al mañana, esas formas de organización, talleres populares sociales, culturales, educativos y políticos hubieran podido dar fundamento al sueño de transformar alguna vez la sociedad, si se hubieran visto como el germen de un futuro Estado socialista. Pero, se aceptó la llamada vía al socialismo, el supuesto camino a través del juego político institucional burgués, que no conduce jamás a la redención y sí a un permente estado de embrutecimiento humano cada vez más peligroso. Lo peor de todo es que para que así fuese, además de liquidar el papel político-social que los profesionales del trabajo y la cultura estaban jugando, se sepultó la memoria histórica y con ello la lección y la experiencia de lucha del pueblo. Aquella forma ejemplar de verdadera democracia directa, fue reemplazada a conciencia por el tipo de democracia formal, que se dice delegada por el hecho de poner una papeleta en las urnas cada cuatro años...

Sigamos con Capella. Juan Ramón, a mi modo de ver, utiliza su conocimiento academicista por no decir libresco del desarrollo histórico de la humanidad, para generar únicamente confusión, con su multitud de citas sobre el desarrollo productivo y humano, sobre las relaciones de producción diferentes en unas y otras zonas del planeta en cada momento histórico, resaltando particularidades no materiales, la mayor parte de las veces de índole moral, elevados saberes, etc., para él interpretadas como elementos determinantes de la superestructura. Sutilmente introduce como elementos de juicio valoraciones subjetivas de cada proceso histórico, que sitúa como determinantes del ser social. Fruto probablemente de su confusión se dedica a resaltar lo abstracto como cosa superior sobre lo material, y elude el meollo de la cuestión: el carácter de clase de la superestructura, la lucha contra ese estado de cosas y su reemplazamiento por el de la nueva mayoría social. Todo ello para inducirnos a la confusión, a pensar que dados los elementos de consciencia de la actual sociedad, la lucha por el socialismo es casi imposible.

I.3 El papel de los factores sobreestructurales. Su defensa del subjetivismo en la interpretación de la superestructura, en contraposición con la base materialista dialéctica del marxismo, pretende realizarla estigmatizando a los que no comulgan con su revisionismo. Dice:
"El entendimiento incorrecto de esta última tesis ha facilitado la conversión de cierto marxismo en una escolástica que se caracteriza por atribuir la causación de cualquier aspecto de las relaciones político-jurídicas o de la conciencia social a la "base" económica, evitando, además, la fatiga de la investigación." Nuestro reformista quiere hacernos creer, que la sojuzgación ideológica que padece la mayoría social explotada no tiene una base material y económica. De ello tenemos que deducir que existe una base "ideal" que hay que "investigar". La conciencia social que hoy tiene la sociedad, es producto de la influencia ideológica que el sistema ejerce sobre ella, y aunque la conciencia es una abstracción, de la realidad, esta está influenciada y condicionada por factores materiales. La falsa realidad virtual, sin explotados ni explotadores que hoy día la técnica fabrica, al servicio del capital, es material. Despoje al burgués de sus medios de alineación de masas, tanto los escritos, como los radiofónicos, televisivos, propagandísticos, de cultura, de todos aquellos medios que fomentan la sociedad de consumo, y entonces la verdadera realidad aparecerá en toda su dimensión. Si, además, esos poderes medíaticos estuvieran en poder del partido vanguardia, representante de la mayoría social, figúrese cual seria la conciencia social. El poder burgués, para mantenerse, tendría que apoyarse en otros aparatos del estado menos sutiles, y más descarados.

Ignorado el estado como núcleo básico del marxismo, situado este como una entelequia por encima de la sociedad, despojado de su elemento represor y sojuzgador, ¿para qué? realizar la crítica ideológica al estado y a su democracia formal. Nada de concepción marxista y leninista sobre el estado, esos son viejos dogmas, del pasado que no tienen cabida en las modernas sociedades, nos viene a decir Capella.

Por si quedara alguna duda de su base argumental idealista, pretende dárselas de materialista dialéctico, aunque reconoce que el Manifiesto no es el libro más apropiado para ello, por lo que nos recomienda que leamos a Sacristán Luzón. Dice: "El materialismo vulgar prescinde de la historia natural y social y considera lo que hay bajo la forma de objetos inertes, que se pueden contemplar más bien directamente. Pero los objetos no son así, sino cambiantes históricamente, tanto si son naturales, como producto humano." Efectivamente la dialéctica materialista nos enseña, que todo cambia, todo nace y muere en su forma, nada es igual en el tiempo, aunque nuestra visión superficial del fenómeno no lo perciba. La materia es real e independiente de nuestra visión o interpretación. Su interpretación sobre los objetos tiene un objetivo, justificar su base idealista de las relaciones humanas. Si los objetos cambian, como no van a cambiar los seres humanos con capacidad pensante, y las relaciones entre estos.

Esta pretendida referencia del materialismo dialéctico, no tiene nada de materialista, aunque algo de dialéctico. Hecha en este apartado, tiene un claro sentido argumental, es un claro disparo contra la concepción marxista y leninista sobre la superestructura. Contra la concepción clasista del estado en que se asienta su estructura económica. Nos invita ha aceptar el subjetivismo de la conciencia social impuesta, como una moderna realidad teórica, no prevista por Marx, al pragmatismo en política, en definitiva a aceptar las reglas del juego impuestas por el orden imperante.

Carente de base materialista la relación estructura, superestructura, podemos entender como termina este apartado diciendo: "todo lo que pueda explicarse por razones sólo internas a la sobreestructura no debe explicarse por la base." "Estos argumentos deberían bastar para evitar una interpretación dogmática de la metáfora (sic) sobre las relaciones entre base y sobreestructura." O lo que vendría a ser lo mismo dicho con otras palabras, cada estructura económica no se corresponde con una determinada superestructura política. Producto del desarrollo modernista, tenemos una superestructura interclasista, aceptada por el conjunto de la sociedad, que no es necesario cambiar. Ganemos democráticamente el plebiscito y construyamos el socialismo.

I.4. La "base" hoy: una corrección ecológica al Manifiesto. En este apartado, siguiendo su razonamiento revisionista, dice: "Hoy sabemos sin embargo que las relaciones de tipo ecológico entre grupos sociales y su medio son más básicos o fundamentales que las relaciones de producción." Para intentar dar base argumental marxista, recurre a una cita de Marx en La Crítica al programa de Gotha: "El trabajo no es la fuente de toda riqueza. La naturaleza es la fuente de los valores de uso, ni más ni menos que el trabajo." Evidentemente esa cita no niega, ni relega a segundo termino las relaciones de producción, por el efecto ecológico, las contradicciones fundamentales entre explotados y explotadores, siguen siendo las relaciones de producción. La referencia de Marx al valor de uso de una y otra fuente de riqueza, nada tiene que ver con las relaciones de producción.

Esa visión interclasista del problema ecológico le lleva a realizar la siguiente afirmación: "Lo que amenaza al sistema de relaciones necesarias entre seres humanos y su medio es la gran potencialidad del artificio interpuesto por la humanidad contemporánea en relación con la naturaleza..." No culpabiliza a los poseedores de los medios de producción del problema ecológico, culpabiliza al conjunto de la humanidad, es mas, antepone como prioritarias, las relaciones con la naturaleza - desde el actual sistema capitalista - a terminar con las relaciones de producción existentes, origen y causa fundamental del deterioro ecológico.

El colmo de su demagogia ecologista, no puede tener otro objetivo a fuer, de poner en solfa y credibilidad al marxismo, que no sea, otro que introducir un elemento divisorio entre el movimiento ecologista y los comunistas, cuando realiza la siguiente argumentación: "Esta problemática es previa - o más fundamental que - la de los sistemas económico-políticos de producción social. Reconocerlo obliga a una corrección importante del aspecto del "núcleo" del Manifiesto relativo a la base material de la humanidad..." Podemos dudar acaso, de que un mundo no capitalista, sin fronteras, donde las relaciones entre los pobladores del planeta, no se basen en la competitividad, en la explotación del hombre por el hombre, sino en la solidaridad y la cooperación dejarían de ser solidarios también con su entorno natural.

El problema ecológico, tiene esa peligrosa dimensión, gracias a la acción egoísta y depredadora del sistema capitalista. De una burguesía oligárquica que allí por donde pasa, arrasa. Que no tiene ninguna consideración sobre el presente y futuro de la humanidad. Que no admite controles ecológicos si estos afectan a su cuenta de resultados.

El dominio ideológico y cultural que ejerce sobre el conjunto de la sociedad, la hace a esta cómplice del deterioro ecológico. El afán consumista, es impuesto para la obtención del máximo de beneficios, y como medio de influencia y de dominio ideológico.

Es necesario, por lo tanto, unir a la batalla ideológica por el socialismo, la denuncia ecológica, como parte fundamental de la lucha. Uniendo y no dividiendo el movimiento emancipador del ecológico.

Influyendo en este, dotándole de conciencia socialista.

I.5. Explotados y explotadores: nuestra historia. Veamos la visión transcultural de Capella. Dice que: "En el modo de producción capitalista, las relaciones de explotación de unas personas por otras tienden a hacerse opacas y difíciles de seguir intelectualmente (la explotación no es "franca y descarada" como dicen precipitadamente los autores del manifiesto) y las relaciones de poder político entre explotadores y explotados que las afianzan ni son inmediatas o directas, ni son la única forma de coerción ejercida sobre los explotados." La explotación en la fase de desarrollo monopolista e imperialista, es franca y descarada, mucho más que en épocas anteriores, donde la prepotencia empresarial es brutal, con unos sindicatos domesticados, que cada vez tienden más a convertirse en empresas de servicios, donde las relaciones humanas son inexistentes. El explotado es un número más en el balance de resultados, y como a tal se le considera. Basta con fijarse en los expedientes de regulación, o en el desmantelamiento de fabricas para trasladarlas a países con costes laborales más reducidos, donde desaparece de forma grosera cualquier atisbo de consideración humana. Para cuadrar sus cuentas no importa que sobren o haya que destruir miles de puestos de trabajo. Sobra la gente convertida en números humanos anónimos que se quedan en la calle, muchos de ellos en situaciones trágicas, por la edad para poder acceder a un nuevo puesto de trabajo o para poder reciclarse. Los dramas humanos que esas actuaciones provocan, nada importan al moderno explotador. En la sociedad esclavista, el esclavo tenía que ser alimentado por el esclavista, para que no se le muriera. En el capitalismo, el explotador lo único que le preocupa es la compra de la fuerza de trabajo del explotado, lo que queda detrás, el cuerpo que le mantiene no es problema suyo, en el mercado laboral hay mucha fuerza de trabajo a la venta. Ya se encargan ellos de controlar ese mercado, con su correspondiente paro estructural.

En el capitalismo, las relaciones de poder político entre explotadores y explotados, se mantienen en todo momento, a través del estado con todos sus mecanismos. Claro, que si al estado no se le considera base del núcleo marxista, las relaciones de poder quedan difuminadas. El estado para Capella es neutral, sirve por igual a todos a explotados y a explotadores. En la sociedad esclavista y feudal, la función coercitiva estatal la ejercían directamente el esclavista y el señor feudal.

I.6. Explotación y plusvalía. En este apartado, Capella deja colgada una pregunta sobre la cual él no se pronuncia, pero que podemos adivinar si tenemos en cuenta su línea argumental descalificadora del Manifiesto por antiguo. Es una aportación más a la confusión sobre el sujeto histórico, y sobre la posibilidad de la revolución socialista en los países desarrollados, donde las poblaciones en general aparecen de forma interclasista, se sienten a gusto votando a partidos de derechas. La pregunta en cuestión es la siguiente: "Los trabajadores de las metrópolis capitalistas ¿constituyen -y hasta qué punto - un proletariado parasitario de las poblaciones de las zonas pobres del mundo? Capella plantea la pregunta en relación con la plusvalía relativa, que no duda tiene lugar en las metrópolis, pero que dice que "no es toda la verdad". Plantea cierta reprobación hacia los trabajadores por el consumo de bienes, como es el caso del petróleo obtenido de fuera de la metrópolis... Lo importante está en que, por un lado, induce a ver cierta complicidad de los trabajadores del primer mundo en la explotación del tercer mundo, y por otro lado, invita a justificar conformismos con relación a estos, por el reparto de la tarta mundial.

En la fase de desarrollo imperialista del capitalismo, resulta sumamente complejo determinar la cuota de plusvalía que se genera en cada fase del ciclo de una producción social a escala mundial.

Cuánto le corresponde asignar a los trabajadores de los países del tercer mundo y cuánto a los de las metrópolis. El determinar qué parte de cuota corresponde, no es objetivamente la preocupación de los explotados, ni muchos menos con esas dudas se debe inducir a la desconfianza internacionalista de los trabajadores. En todo caso lo que queda claro, es que el capital no regala salarios. Que la explotación se produce a escala mundial, y que la solución liberadora tiene que abarcar ese ámbito. Contra su malévola duda, la respuesta corresponde formularla, en primer lugar, con la denuncia ideológica y política de la fase actual del capitalismo, la fase imperialista. Hoy más que nunca tiene sentido aquel llamamiento final del Manifiesto:
¡Proletarios de todos los países, uníos! No podemos cuestionar aquellas tesis comunistas, argumentando la necesidad de "adecuación" ó -como los más descarados y francos desean- de que los partidos comunistas desaparezcan, dejando paso a agrupaciones heterogéneas y plurales de la izquierda, que no se rigen por la ideología marxista. Se debe trabajar por conseguir la unidad ideológica, política y organizativa de los comunistas a escala internacional: la Internacional Comunista tiene que restablecerse. En este momento histórico, donde funcionan las internacionales de las organizaciones defensoras del orden capitalista, liberal, conservador, incluso socialista, etc., la única que no existe es la Internacional Comunista. Hasta qué punto nos ha influido la ideología imperante, para tenernos aislados y divididos a escala planetaria. ¿Nos da vergüenza o nos da miedo constituir nuestra propia internacional, cuando se hace más necesaria que nunca para poder coordinar la lucha contra el imperialismo? I.7. El "productivismo" del Manifiesto Comunista y su "núcleo moral". Capella reprocha a Marx y Engels que creyeran que en la sociedad comunista se dará un tal desarrollo de las fuerzas productivas que permitirá bienes para todos, y al respecto pasa a cuestionar el carácter infinito de las materias energéticas empleadas que lo hagan posible. Finaliza el apartado con una conclusión de índole político-moral. Seguidamente se explaya en denunciar la cultura consumista "creciente sin mesura" del ser humano, como algo intrínseco de él, y no como una imposición de la cultura burguesa dominante. Su falta de análisis materialista dialéctico le lleva a ver los fenómenos de forma parcelada. Ignora la influencia nefasta de los medios ideológicos, propagandísticos, culturales en poder de la burguesía, para inducir al conjunto de la sociedad en su afán depredador. Es incapaz de comprender que la ideología imperante impone comportamientos humanos contrarios a los intereses propios de las gentes.

Su imaginación científica es tan poco imaginativa, que no ve más materias energéticas que las actualmente empleadas, cuando existen fuentes alternativas no contaminantes, que por su coste no se desarrollan, porque los capitalistas anteponen su tasa de beneficios inmediatos a proyectos de futuro, de los que se beneficiarán las futuras generaciones. El afán depredador de la burguesía impide un desarrollo económico sostenido.

¿Qué sentido tiene esa crítica en el Manifiesto? La única explicación hay que buscarla en la línea general de la crítica, descalificadora y tendiente a presentar a los autores del Manifiesto como unos soñadores utópicos. Queda claro que la pretensión no es otra que crear dudas respecto a la propuesta de la sociedad comunista y no otra cosa, porque si de verdad le interesara el comunismo, antes que descalificarlo aportaría alguna alternativa al "productivismo" de que acusa tan directamente a Marx.

II. La sociedad capitalista

Evolución de la sociedad capitalista.

En este apartado, Capella trata de desmontar la argumentación del Manifiesto, sobre la contradicción que genera el sistema productivo capitalista, al mantener aprisionadas a las fuerzas productivas, lo cual para salvarlas, es necesaria la revolución. Rechazando esta visión del Manifiesto, dice: "Pero hay también en el Manifiesto la suposición de que las fuerzas productivas (...) quedan crecientemente aprisionadas por las propias relaciones sociales que les han dado nacimiento. Esto es una concepción objetivista acerca de la necesidad de la explosión revolucionaria..." Las fuerzas productivas quedan evidentemente aprisionadas, en primer lugar, porque toda la riqueza creada no se emplea en beneficio del conjunto de la sociedad, ni de las fuerzas que la han creado, incluso una gran parte se dilapida o destruye. La plusvalía se la queda el capitalista. El objetivo lucrativo y especulativo del sistema impide el desarrollo de aquellas fuerzas productivas necesarias, para producir elementos necesarios para la sociedad, en vez de artículos superfluos, que si bien producen beneficios para el capitalista ni tan siquiera son los que básicamente contribuyen a un crecimiento sostenido.

La finalidad estrictamente lucrativa impide lo fundamental: el desarrollo progresista, humano, de las fuerzas productivas, en cuanto considera al factor principal, la persona trabajadora, no como un ser creativo y capaz de iniciativa, sino como una simple mercancía, un artículo que se compra en el mercado, y que se desecha cuando en las fases de sobreproducción se agotan los mercados, y las mercancías ya no se venden, o cuando esa mano de obra se ha quedado obsoleta, la cual se tira al basurero, como cualquier otra vieja herramienta.

Capella, siguiendo su línea descalificadora del Manifiesto, manifiesta lo siguiente: "La historia que corre entre la redacción del Manifiesto y nuestro tiempo ha mostrado falsa la creencia de sus autores, según la cual las relaciones sociales burguesas impedían el crecimiento ulterior de las fuerzas productivas." Nuestro moderno teórico, de repente se vuelve mecanicista y simplón. De repente se olvida del análisis materialista histórico, sobre la evolución de la sociedad; se olvida del papel progresista de las nuevas fuerzas emergentes surgidas en el seno del viejo sistema; se olvida de cómo esas fuerzas revolucionaban y acababan con el viejo orden, cuando este agotaba las posibilidades de desarrollo del conjunto de la sociedad. Se siente tan a gusto con el sojuzgamiento ideológico que es incapaz de mantener una coherencia con un mínimo de dialéctica.

Los autores del Manifiesto en ningún momento plantean otra cosa que la idea de que se puedan producir regularmente estancamientos serios de las fuerzas productivas; de otra manera, es decir, de haberse parado en seco el crecimiento de las fuerzas productivas la humanidad ni habría llegado a aquí, estaría todavía detenida y no en la primera revolución industrial sino en la edad de piedra. Ahora bien, también es cierto que en nuestra época de dominio burgués hemos visto cómo ese proceso de desarrollo de las fuerzas productivas se relantiza y baja con él la tasa de beneficios, reflejándose tanto en los aspectos puramente humanos, como en los que afectan al conjunto de la naturaleza. Socialismo o barbarie es, pues, una frase que sintetiza ese camino hacia el agotamiento sistemático de las fuerzas productivas bajo un sistema capitalista. Capella, debido a su visión estrecha y localista se ve impedido de abarcar la visión global del Manifiesto. Él vive en el primer mundo, no le aguijonean el hambre ni la falta de un techo, ni necesita soñar superada su miseria, además de que el sistema y por pensar como piensa le ira dejando migajas con las que alimentarse. El imperialismo, señor Capella, hay que estar ciego y sordo para no verlo, ahí esta el PNUD para certificarlo, está generando desigualdades horribles, limitando el desarrollo de las fuerzas productivas y dilapidando los bienes técnicos y naturales.

Usted, señor Capella, probablemente confunde desarrollo tecnológico con desarrollo humano, cuando, continuando la anterior cita dice lo siguiente: "En este intervalo han surgido ramas industriales enteras, nuevas ciencias, la producción en serie, la automatización y la informática. Precisamente, las fuerzas productivas han aumentado tanto que son también destructivas (la energía atómica, la agroquímica, etc.)" El desarrollo tecnológico no ha aumentado en muchos casos las fuerzas productivas, incluso en ocasiones las limita y destruye con cada avance tecnológico cuya aplicación salvaje provoca paro y depredación a nivel mundial. De otro lado es falso completamente que las fuerzas productivas hayan aumentado tanto que se han convertido en destructivas. Destructivo, señor Capella, es el sistema capitalista, nunca por sí mismas las fuerzas productivas, estas son recursos humanos y materiales, productos diversos, mercancías, herramientas, que el imperialismo utiliza según le interesa.

Los informes del Programa de Naciones Unidas para el desarrollo (PNUD), no dejan de evidenciar ese deterioro de las fuerzas productivas a nivel mundial. En el informe de 1996 se decía que: "358 personas poseen activos superiores a los ingresos de 2.300 millones de personas". En el informe de 1998 se decía que: "225 personas tienen una riqueza igual al ingreso del 47% más pobre de la población mundial" "Más de 2.000 millones de seres humanos no saldrán nunca de su situación de hambre y atraso." En el informe de 1999 se dice: que desde 1996 hasta ahora ya son sólo 200 las personas más ricas..., y que "La desigualdad se ha agravado tanto a escala mundial como dentro de los países". Y se dice, y aquí lo más importante, que "Las desigualdades han estado aumentando constantemente durante casi dos siglos...". "La desigualdad no hace exclusiones, aumentó gradualmente e igualmente en la mayoría de los países de la OCDE durante los años 80 y comienzos de los 90 (...) en mayor medida en el Reino Unido y los EE.UU". "Deutsch Telekom proyectó eliminar 20.000 empleos hacia el año 2000. Exxon anunció liquidaciones de puestos en masa debido a sus fusiones, compras y abandono de refinerías, pozos de petróleo y estaciones de servicio. Citigroup, una de las empresas de servicios más grande del país, proyectaba eliminar unos 10.400 puestos de trabajo 3.640 en EE.UU. y 6.760 en el extranjero). La Royal Dutch/Shell planeaba eliminar unos 10.500. Texaco, Conoco, Shell y Chevron reducirían miles de empleos. British Petroleum y Amoco proyectaban eliminar 6.000 empleos..."

Esos seres humanos que engloban esas estremecedoras cifras, son fuerzas productivas que no tienen un puesto de trabajo fijo, muchos de ellos no lo han podido tener nunca y probablemente, nunca lo tendrán. Tampoco lo son esas gentes ahogadas que aparecen flotando en nuestras costas, frustradas sus vidas huyendo del hambre, tras la búsqueda de un miserable y mal pagado puesto de trabajo.

Termina usted, señor Capella, dando fin a este apartado con una confesión y una frase entrecomillada: "momentos mesiánicos". Tendremos que entender que alude a los autores del Manifiesto, por la premonición de estos sobre la salida revolucionaria como única alternativa al sistema capitalista. Y que al mismo tiempo denota la demagogia de su critica, reconociendo que dice, lo que dice, pero que no sabe nada. Pues, termina así por las buenas: "Hasta el momento no disponemos de explicaciones teóricas satisfactorias acerca de los factores que inducen estos "aspectos mesiánicos"; lo único que podemos hacer es juntar nuestras fuerzas para no dejarlos escapar." Su final no puede ser más coherente con su crítica de medio pelo al Manifiesto. La praxis de su teoría crítica es imposible. No está mal de todas formas eso de juntar fuerzas, pero, en verdad, su propuesta, por llamarla de alguna manera, resulta un poco chapucera para un teórico de su altura.

Lo que tiene que hacer, para poder darse una explicación teórica satisfactoria, es releer a autores que sí supieron llevar su teoría a la practica. Pero deberá hacerlo con la sana intención de aprender y desarrollar esa teoría, para llevarla a la práctica en el actual momento político que nos toca vivir, no quedándose en criticarlos simplemente porque a usted le parezcan "antiguos".

Aprender de Lenin no le iría mal. Ayudarse a comprender la necesidad de cimentar un partido sólidamente unido en lo ideológico, político y organizativo. Desarrollar un programa político que nos permita luchar contra el capitalismo en su fase imperialista. Un programa que recoja los intereses de las clases populares, así como de sectores del propio bloque burgués, dañados por el predominio que ejerce en ese bloque la oligarquía financiera y monopolista, con la sana intención, además, de romper ese bloque. Una clarificación de la función histórica del estado y de la democracia. La concepción clasista del estado y de la democracia. Cómo aprovechar las posibilidades de actuación política que nos ofrece el aparato del Estado, no obstante sus limitaciones, para desde sus instituciones y desde la calle combinar la lucha e incorporar directamente al pueblo a la lucha política y propiciar el fortalecimiento organizativo de éste, sin cuyo requisito es imposible cualquier proyecto transformador. Tener una gran preocupación por buscar y estar atento a todas aquellas formas de democracia directa, que constantemente el pueblo crea de forma espontánea ante sus múltiples problemas, para ayudarlas a darles contenido político socialista, para dotarlas de continuidad orgánica.

Las condiciones objetivas para la transformación socialista se dan, la concentración capitalista está mucho más acentuada que en la época de Marx, Engels y Lenin. Las contradicciones interclasistas y entre el hombre, la sociedad, la producción y la naturaleza, tal como el propio PNUD refleja, son tremendas, horrendas incluso. El poder económico está concentrado en un reducido número de personas. Lo que falta es contribuir a que las condiciones subjetivas se desarrollen tárdese lo que se tarde, y ello no se terminará de culminar, sino existe un partido revolucionario profundamente humanístico, firmemente estructurado en lo ideológico, lo político y lo organizativo.

** Notas finales

Esta crítica del Sr Capella, figura en la edición de El Manifiesto Comunista realizada en el nº 2 de "Utopias libros", con motivo del 150 aniversario de su publicación. En la misma figura también un prologo del Sr Fernández Buey.

Se puede adquirir en las sedes del PCE.

En un reciente curso, realizado para militantes del PCM sobre El Manifiesto, ante las críticas de los asistentes sobre la base de su estudio propuesto bajo la formulación del Sr Capella, el coordinador del curso, Gerardo del Val, manifestó que el PCE no estaba de acuerdo con la interpretación de Capella, que esta servía para provocar la crítica por los estudiosos, lo cual evidentemente se consiguió en ese curso. Aunque es necesario aclarar, que ante el cierto revuelo que provocó el debate sobre Capella, el responsable de formación en Madrid propuso que se guardasen los papeles entregados de Capella, y se pasara directamente, sin más, al estudio del Manifiesto, sobre la base del texto realizado por Marx y Engels.


Malime. Publicado en la revista electrónica Rebelión, el 21 de septiembre de 2000
     
   
   
  principal | economía | política | pensamiento | marx siglo XXI | debates | eventos | institucional | enlaces