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Sobre la reforma universitaria en Cuba y America Latina

Armando Hart Dávalos

Fidel Castro, en "La historia me absolverá" señaló como prioridades del programa de la Revolución, el derecho al trabajo, a la tierra, a la vivienda, a la educación y a la cultura y a garantizar la democracia más amplia, la soberanía y la independencia del país. Asimismo caracterizó la composición social de la nación al referirse a las diversas capas y sectores sociales a las que la Revolución exhortaba al combate contra la opresión.

En su definición de pueblo "si de lucha se trata", aparecen esencialmente los sectores trabajadores, explotados y desposeídos del campo y la ciudad y las capas intelectuales. Subrayó el papel de la escuela cubana y de la tradición pedagógica de nuestro pueblo y exaltó la labor de nuestros educadores que recogieron y perpetuaron el sentimiento patriótico de la enseñanza en Cuba.

Fidel hizo, a su vez, una apelación a la tradición cultural universal que amparaba el derecho de nuestro pueblo a derrocar por la fuerza la tiranía y a desarrollar una revolución martiana. El 1º de enero de 1959 alcanzó la victoria con un abrumador apoyo popular.

A partir de esta composición de clase, de las tradiciones de lucha forjadas en tenaz resistencia y combate por la abolición de la esclavitud y la independencia nacional y antimperialista con una cultura de alcance universal, los programas educaciones, culturales y científicos se colocaron en el vórtice de las aspiraciones y necesidades inmediatas desde 1959. Con estas premisas se desarrollaron cambios profundos en la educación y la cultura que habrían de ser el fundamento de las reformas en todos los niveles de la enseñanza. Las mismas se plantearon, entre otros objetivos, los siguientes:

° La alfabetización de toda la población que no había tenido posibilidades de acceso a la enseñanza y la ampliación de los servicios docentes en todos los niveles. Es decir, lo primero a tomar en cuenta era la necesidad de una ampliación cuantitativa de la educación cubana, incorporando importantes masas de población que no habían tenido acceso a la enseñanza, lo cual se logró desde los primeros años. Al propio tiempo que se garantizaba la continuidad a los que ya habían alcanzado ciertos grados de escolaridad emprender la organización de cursos para obreros, campesinos y trabajadores en general a fin de que pudieran alcanzar niveles superiores.

° Una instrucción y educación que sirviera al desarrollo económico-social del país y a los objetivos de la liberación y enfrentamiento al imperialismo y a los enemigos de la Patria.

° La educación y la instrucción nacional tenía que alcanzar altos niveles de calidad y para ello fue necesario basarse en la historia pedagógica, científica y espiritual de Cuba, América Latina y enlazarse con las ideas más universales. Estas últimas estaban presentes entonces y ahora en el pensamiento martiano y la mejor aspiración socialista. Se inspiraban en lo pedagógico en la vinculación del estudio con el trabajo y del conocimiento científico con la investigación, así como en la formación de los sentimientos en la solidaridad y en la orientación científica del pensamiento.

La existencia de casi un millón de analfabetos y el bajo nivel escolar general del país exigía comenzar con la Campaña de Alfabetización y la extensión de la enseñanza primaria, media y superior a aquellos que no habían tenido posibilidades de abarcarlas. Se inició un amplio plan de becas en todos los niveles de enseñanza que comenzaron por los brigadistas alfabetizadores de la histórica campaña de 1961. Se ampliaron las tareas educativas a las mujeres, a los trabajadores de diversos oficios indispensables para la Revolución.

El esfuerzo generado entonces tiene dos fechas simbólicas: el 22 de diciembre de 1961, cuando concluimos exitosamente la alfabetización y se había extendido ya la enseñanza primaria a toda la población y abierto posibilidades para cursar la educación media y secundaria a quienes poseían conocimientos indispensables para ello.

La segunda fue el 10 de enero de 1962, en que proclamamos la reforma universitaria en homenaje a sus grandes precursores, en especial a Julio Antonio Mella, su símbolo más alto que desde los inicios de los años 20 había levantado esa bandera. Se inició con estas dos fechas un movimiento cultural en nuestro país que recorre 40 años de historia cubana.

A propósito del 40 aniversario de la Campaña de Alfabetización y de la Reforma Universitaria es necesaria una reflexión acerca de su significación para hoy. Lo más importante está contenido en las palabras de Fidel el 22 de diciembre de 1961 al proclamar a Cuba territorio libre de analfabetismo. (Cito) Las masas hicieron suya esta lucha, todas las organizaciones de masas hicieron suya esta bandera y sólo así habría sido posible ganar esta batalla.

Es punto esencial no sólo de la alfabetización, sino del desarrollo de la reforma de la enseñanza en todos los niveles, entre ellos, desde luego, la universitaria.

¿Cómo hacer estos análisis y extraer conclusiones válidas para hoy? Esta es la pregunta principal que estamos en el deber de hacernos. Es, desde luego, mucho más complejo, pero lo es porque se necesita un nivel de cultura más alto al que teníamos en el 61 y 62: la masividad ha de ir acompañada de la calidad. No habrá una sin la otra, lo esencial se halla en que si no empleamos un método que llegue a las masas, a maestros, alumnos y al pueblo en general, no se podrán cumplir estos objetivos. Hoy tenemos la ventaja de disponer de amplias masas educadas por la Revolución.

Las reformas académicas en aquellos años iniciales, con raíces culturales en el intenso movimiento popular de masas que desde los tiempos de Julio Antonio Mella movilizaron la conciencia universitaria, y en especial de los estudiantes, tuvieron en la FEU y en las organizaciones juveniles su fuente más importante de influencia política y moral. El estudiantado se situó en la vanguardia de las reformas.

Siempre es difícil brindar la relación de nombres que participaron tan activamente en aquella gesta, Debo mencionar algunos, pero sé que me quedo muy corto porque hay muchos compañeros más que también merecen estar en esta lista. Entre los estudiantes permítaseme recordar dos nombres: José Rebellón y Ricardo Alarcón. Entre el profesorado, mención especial merecen para mí Carlos Rafael Rodríguez, Regino Boti, Pedro Cañas Abril, Héctor Garcini, José Altzshuler, Abelardo Moreno, Manuel Aguilera Barciela, Roberto Soto del Rey, Gaspar Jorge García Galló, Diosdado Pérez Franco, Ruth Daisy Henríquez, José Antonio Portuondo, Juan Marinello y Salvador Vilaseca. También quiero recordar a Juan Mier Febles, quien nos ayudó en aquellos años en la política a seguir en las universidades.

Se insistía en el carácter científico de los estudios universitarios y de abrir carreras de esta índole y de las de la tecnología y, a la vez, tomar en las Humanidades un rumbo orientado por las ideas de Marx, Engels y Lenin y ampliarlas en lo posible.

La Revolución, que ya había proclamado su carácter socialista el 16 de abril de 1961, subrayó la necesidad de la educación laboral, el trabajo físico, el deporte, la preparación intelectual y la formación científica. Todos estos elementos forman parte de la educación integral que marcaba nuestras aspiraciones de reformas.

Al transcurrir 40 años de aquellos grandes acontecimientos sociales y culturales nos satisface recordar la historia, pero más nos agrada partir de ella para crear la nueva historia. Por estas razones, nos preguntamos cuáles son sus enseñanzas y orientaciones válidas para la reforma que hoy necesariamente tenemos que hacer.

Han pasado cuatro décadas ¿cuál es nuestro deber con las reformas universitarias del siglo XX para los que vivirán bien entrado el XXI, por ejemplo para cuando se cumplan 40 años más? ¿Cómo deberá ser la para entonces, la educación, la política y la cultura que nuestros descendientes disfrutarán y tendrán la responsabilidad de orientar?

¿Qué debemos hacer hoy para que sea de pleno y total disfrute de los cubanos que tendrán la oportunidad de vivir en esa época? En mi opinión, es necesario alcanzar algunos objetivos que considero esenciales:

° Lograr una educación y una cultura íntimamente relacionadas con el movimiento social, político y moral de la nación y de proyección latinoamericana y universal.

° Afianzar una cultura general integral y masiva, a lo que precisamente se viene refiriendo, con insistencia, el compañero Fidel. No hay cuestión moral, filosófica, jurídica o política de mayor interés, en especial para las universidades, que profundizar en las formas prácticas de lograr la integralidad de la cultura y su masividad y, por tanto, la necesidad de relacionarla con el movimiento popular. Es la más importante responsabilidad que aprecio tenemos los universitarios con la Patria que recibimos de nuestros antecesores y con la que legaremos a nuestros sucesores.

Para contribuir eficazmente al logro de esos objetivos estratégicos considero necesario que la Universidad de La Habana y todos los centros de este carácter del país promuevan una investigación con el rigor necesario alrededor del significado de la cultura general integral y masiva que está planteando Fidel. Son las instituciones de nivel superior las que tienen mayor responsabilidad en este empeño de investigación.

Voy a compartir con ustedes algunas reflexiones a modo de incitación a profundizar en el tema. Empecemos con una clave esencial: la idea martiana de que (...)Todo, como el diamante,/Antes que luz es carbón. Marx lo expresó cuando afirmó: (...) los hombres no sólo sentirán de nuevo y en creciente grado su unidad con la naturaleza, sino que la comprenderán más, y más inconcebible será esa idea absurda y antinatural de la antítesis entre el espíritu y la materia, el hombre y la naturaleza, el alma y el cuerpo, idea que empieza a difundirse por Europa a raíz de la decadencia de la antigüedad clásica y que adquiere su máximo desenvolvimiento en el cristianismo.

Precisamente en el divorcio entre lo que se llamó materia y lo que se denominó espíritu radica la esencia más profunda de la fragmentación cultural y de la incomprensión y limitaciones acerca de la cultura general integral.

Para analizar el significado y alcance de la cultura general integral hagámoslo a partir de combatir la idea reaccionaria contenida en la expresión choque de culturas.

El concepto de choque de culturas presupone considerar a la humanidad —como ha ocurrido a través de los siglos— dividida en civilizaciones hostiles. En la centuria que comienza estamos obligados a estudiar las raíces de este drama histórico. Hay un saber universal acumulado y necesidades derivadas de las situaciones económicas, políticas y sociales mundiales que orienta y obliga a ello. Se nos impone abordar el dilema de humanidad o muerte que tenemos ante nosotros con un enfoque genuinamente ecuménico. Hay que situarse por encima de las rivalidades que han sido fomentadas y alimentadas por los explotadores de todos los tiempos.

Martí afirmó: Dígase hombre y se han dicho todos los derechos, y ese todos los derechos es lo que hay que proclamar y luchar por conseguirlos. Solamente se puede hacer asumiendo los valores esenciales de la cultura universal. ¿Y, cuál es la esencia de ella?

La historia intelectual de nuestro país enseña el camino de la integralidad: la justicia constituye el valor primigenio y fundamental de la cultura. Ahí están sus orígenes. Todas las mixtificaciones o adulteraciones que a lo largo de la historia han tenido lugar sobre el concepto de cultura tienen que ver con el hecho de haberse manejado siempre, consciente o inconscientemente, con criterios parciales en defensa de intereses de grupos y clases sociales privilegiadas. En tales limitaciones se aprecia la causa de fondo del déficit de las civilizaciones clasistas de cada época histórica. Las restricciones y condicionamientos a la aplicación del ideal de justicia fijan los límites de toda cultura en particular.

En los tiempos de la decadencia del imperio romano y el ascenso del cristianismo, el ideal de la justicia en la tierra alcanzó su más alta expresión hasta entonces. Sin embargo, en aquella época, y durante siglos, se presentó como una aspiración que para la inmensa mayoría podía ser solo alcanzada en lo que llamamos más allá, es decir, fuera de el reino de este mundo. El monoteísmo surgido entonces es, quizás, el más remoto antecedente de una aspiración a la cultura general integral, pero fue planteado en un plano metafísico, es decir, ajeno a las realidades concretas del hombre. Siglos más tarde, el capitalismo con su desarrollo, propició la aparición de ramas diferenciadas en la ciencia favoreciendo la especialización. Esta fue una forma de progreso, pero se hizo en detrimento de los nexos esenciales entre todas ellas. Hoy debemos buscar la integralidad sobre el principio de que la ciencia es una sola y se divide a los efectos del conocimiento específico de cada una de ellas.

Para confirmar estas ideas y que las mismas sirvan para la orientación de nuestra acción política, es necesario introducirnos en el tema de los métodos de investigación. Podemos orientarnos por el materialismo de Marx tal como lo definió Engels cuando dijo que los descubrimientos del autor de "El Capital" consistían en haber planteado un método de estudio e investigación, y de Lenin cuando señaló que se trataba de una guía para la acción. Asimismo, los métodos electivos de la tradición filosófica cubana y en particular de Luz y Caballero, cuando proclamó "todas las escuelas y ninguna escuela, he ahí la escuela", nos pueden servir de métodos esenciales para nuestro trabajo.

Se elige para algo, es decir, con un objetivo. Obviamente debemos elegir a favor de la justicia y con el objetivo del triunfo definitivo de la solidaridad y el amor contenidos en la expresión martiana que aspiraba a la victoria definitiva de la fórmula del amor triunfante. Esto lo podemos hacer porque hemos socializado los fundamentales medios de producción, y ha de hacerse, para ser eficaz, con el apoyo de la educación, la cultura y la política culta y sobre el fundamento de que la práctica es prueba definitiva de la verdad.

La fragmentación burguesa imperialista tiene su expresión intelectual en el rechazo y subestimación de la integralidad de la cultura. Esto sólo puede ser entendido sobre el fundamento de situar la justicia como el más elevado valor cultural y promover la solidaridad humana. Es factible a partir del principio enunciado por José Martí de que el secreto de lo humano está en la facultad de asociarse. Defensa de la justicia y estímulo a la asociación de los hombres a favor de ella es una luz en el camino de Cuba y el socialismo.

Para tales propósitos, es importante subrayar la diferencia de fondo de la historia del movimiento cultural de nuestra América y el de la civilización europea. Analícese lo siguiente:

La cultura del viejo continente, surgida desde la antigüedad, creció y se desarrolló a través de una larguísima evolución intelectual y científica de varios milenios enmarcada por la historia de las sociedades clasistas donde predominaban los sistemas de explotación del hombre por el hombre.

En diversos períodos, con duras y enconadas luchas revolucionarias, esa cultura alcanzó altos planos liberadores como, por ejemplo, en los tiempos en que se forjaron los ideales de la revolución francesa en los siglo anteriores a 1789, cuando se generó, en el siglo XIX, la gran aspiración socialista. Fue esta última el escalón más alto a que llegó la cultura europea. Su más elevada conclusión filosófica la formularon Marx y Engels, en especial, cuando postularon que la foilosofía se había ocupado hasta ellos en describir el mundo, y de lo que se trataba era de transformarla. Es decir, la cima de esa historia filosófica fue cuando se proyectó hacia el análisis concreto de la transformación del mundo a favor de la justicia. Al no alcanzar su plena materialización el ideal socialista, la cultura europea está hoy en el proceso de decadencia.

La historia cultural de Cuba es diferente. Recibimos lo mejor y más elaborado de la europea y del mundo entero pero, a la vez, la transformamos, recreamos y enriquecemos orientándola en dirección a los intereses de los pobres de Cuba, América Latina, el Caribe y el mundo; lo hicimos a partir de enfrentarnos a la dominación clasista de una sociedad colonial y esclavista y a las pretensiones e imposiciones del imperialismo; nacimos culturalmente en lucha abierta y directa contra los sistemas de explotación. En la raíz misma de nuestra cultura, y en especial de nuestra filosofía, se halla la vocación de acción social y política. Por eso, frente a la fragmentación que genera la globalización neoliberal, Cuba presenta la idea de la integralidad de la cultura que sitúa a la justicia en su más alto valor. Sólo de esta manera podremos coronar la Edad Moderna con principios éticos, es la forma de hacer revolución en el siglo XXI.

En la génesis de la historia cultural del hombre hace miles de años se halla la justicia como su principal categoría, fue el peldaño esencial y decisivo del movimiento cultural. Esto tiene fundamento científico e incluso antropológico confirmado con el análisis y valiosas observaciones de los más importantes pensadores e investigadores de las ciencias sicológicas y en sus conclusiones científicas y filosóficas.

La cultura no es sólo una categoría de la superestructura, es una infraestructura humana, es decir, lo que se ha llamado segunda naturaleza. No se trata, exclusivamente, de una formulación derivada de nuestras nobles aspiraciones, sino de una verdad científica y filosófica incuestionable para todos aquellos grandes sabios que pensaron y estudiaron con lucidez sobre los orígenes de la evolución cultural y su larga historia, he ahí las raíces del valor universal de lo que llamamos cultura. Asumiéndola a plenitud, el Apóstol llamó a insertar el mundo en nuestras repúblicas y que el tronco fuera de nuestras repúblicas. Con la brújula de su pensamiento y la guía de su heroicidad y ejemplo, asumimos la síntesis de ciencia y amor que hay en la cultura de esta excepcional figura, a quien la conciencia de Nuestra América —presente en la sensibilidad poética de Gabriela Mistral— caracterizó como el hombre más puro de la raza.

No habrá nadie excluido. Nadie rechazado. No habrá ningún valor perdido ni habrá heroicidad dejada de reconocer. No habrá ninguna tragedia o maldad que se oculte. Ni ninguna injusticia a denunciar que se olvide. No habrá impiedad ni siquiera para el impío. No habrá nada justo que se deje de exaltar.

Esta hermosa tradición de pensamiento universal que se plateaba ayudar con la independencia de Cuba y las Antillas al equilibrio del mundo, sin excluir a ningún pueblo y que incluso invitaba al de Norteamérica a unirse en tan elevado propósito tiene fundamentos geográficos, económicos, sociales y culturales. No se trataba exclusivamente de una aspiración ideal. José Martí la postuló sobre el presupuesto de que en Cuba y las Antillas se iban a cruzar el comercio de los continentes. Señaló la importancia de Cuba y las Antillas conoció y estudió acerca de la cuenca del Caribe e incluso del canal de Panamá, entonces en aspiración.

Hoy, al igual que hace cuarenta años, cualquier reforma universitaria que emprendamos tiene que tomar muy en cuenta las realidades de nuestro tiempo, en medio de una impresionante revolución científico-técnica y afincada en una singular tradición cultural y política desde los tiempos forjadores de la nación cubana hasta nuestros días. Para esto, hagamos una síntesis histórica.

Las reformas universitarias, a partir de sus antecedentes en 1918 en la Ciudad de Córdoba, Argentina, están insertadas en la historia del movimiento de las ideas políticas y sociales del siglo XX. Aparecieron paralelamente al triunfo del leninismo y puede afirmarse que las fuentes más originales de nuestro socialismo se hallan, con los antecedentes martianos, en las reformas de Córdoba y en las ideas de la interpretación leninista del pensamiento de Marx y Engels.

Este año se conmemora el centenario de la república neocolonial. Es propiamente lo que conmemoramos, porque nuestra República nació el 10 de abril de 1869 en la manigua redentora, y debemos reflexionar sobre este proceso transcurrido y extraer valiosas enseñanzas para la centuria que comienza. Para ello es indispensable plantearse por nuestra intelectualidad cuáles son las coordenadas principales de la historia de esa centuria. Sin estudiar esas coordenadas es imposible precisar qué fue el siglo XX de manera cabal.

Para analizar cualquier tiempo histórico es preciso partir de los hechos fundamentales y de las ideas esenciales en el contenido. Es necesario el análisis de acontecimientos y personalidades que sean verdaderas cumbres de ese tiempo.

En el siglo XX cubano las figuras más consecuentes con la cubanía, fueron leales a la línea esencial de la trama histórica; otras lo fueron en parte, y otras fueron inconsecuentes o ajenas a la misma. Hay que analizarlas a todos, pero con la regla de oro de las líneas sustantivas de la historia revolucionaria cubana en ese siglo. Todos los acontecimientos y personajes sin excepción deben ser estudiados. Sólo así podremos interpretar a cada figura o suceso histórico en su grandeza o limitaciones.

El siglo XX comienza con la intervención norteamericana, continúa con la Constitución de 1901 y la Enmienda Platt. Las luchas antimperialistas y la frustración que significaron aquellos sucesos desembocaron en el combate revolucionario contra la tiranía de Machado. La revolución desencadenada en los años 20 y 30 y que a partir de la huelga de agosto de 1933 derrocó a la tiranía, es suceso de magno alcance. El ciclo revolucionario iniciado en los años 20 se cerró con la proclamación de la Constitución del 40, que rigió durante doce años, y constituye el documento jurídico más importante y de mayor valor histórico de la Cuba neocolonial.

La riqueza de nuestro movimiento intelectual en la primera mitad de aquella centuria está dada por haber generado un conjunto de ideas políticas y culturales en general que, tomadas de la tradición martiana y cubana del siglo XIX las enlazó con lo más avanzado del pensamiento universal. Precisamente uno de los méritos fundamentales del pensamiento socialista cubano del siglo XX fue que junto a la defensa de los intereses laborales y sindicales de los trabajadores fue fiel a la tradición cubana del siglo XIX y, en especial, de Martí.

El ideal socialista del siglo XX no se divorció, sino que por el contrario se articuló con la tradición cultural del XIX, esto permitió enriquecer las ideas socialistas en Cuba. Estas son ideas básicas a partir de las cuales es necesario estudiar todo lo que vale sin tampoco excluir, dónde tuvo limitaciones o deficiencias, precisamente porque el saldo es extraordinariamente positivo. Sin una visión de conjunto no podemos comprender jamás la riqueza de aquel siglo, y la profundidad del pensamiento cubano, revolucionario, patriótico y antimperialista.

Es preciso estudiar todos los personajes importantes del período sin excepción incluyendo a Machado y Batista. Siempre he recordado que un gran compañero recientemente fallecido, José Tabares, estaba investigando y escribiendo acerca de la historia de Batista y me he sentido incitado a solicitar la información que ya tenía a fin de promover que otros compañeros la continúen para que así se pueda comprender la estrecha alianza del lumpen con el imperialismo en la neocolonia. Invito a la investigación de la historia del siglo XX a partir de las ideas contenidas en la lucha contra la Enmienda Platt, en la Protesta de los Trece y en las ideas de la reforma de Córdoba, tal como se manifestaron en Cuba en donde muy pronto se comprendió que no bastaba con transformaciones académicas, sino que era necesaria la revolución social, y así se fundó el Partido Comunista y la Liga Antimperialista. Los exhorto a realizar ese análisis a partir del pensamiento del Directorio Revolucionario del 28 y del 30, del Ala Izquierda Estudiantil y de las ideas de Antonio Guiteras; los exhorto a estudiarlo sobre el fundamento, en el campo del arte, de la influencia en Cuba del Movimiento de Arte Moderno, de la Sociedad Nuestro Tiempo y del Grupo Orígenes. Todo lo que nos acerque a estos valores es y será valioso, todo lo que nos aleje será retraso.

La cultura cubana en su acepción más profundamente ética tiene y tendrá, como hemos señalado, su rasgo esencial y distintivo en la justicia. El golpe de estado perpetrado por Batista y auspiciado por Estados Unidos generó una lucha revolucionaria iniciada el 26 de julio de 1953, continuada el 30 de noviembre y el 2 de diciembre de 1956, la cual condujo a la victoria de la revolución el 1º de enero de 1959 y a la proclamación de su carácter socialista el 16 de abril de 1961. Posteriormente, los últimos 40 años de la centuria están marcados por los combates cubanos a favor de las aspiraciones socialistas.

Este es el hilo conductor esencial del siglo XX, y sin las ideas contenidas en sus eslabones principales no hay posibilidad de entender los fundamentos de la riqueza cultural cubana en la centuria concluida.

Manteniendo la resistencia y enfrentamiento al imperialismo recrudecido con el doble bloqueo que supuso la caída de la URSS y los países socialistas de Europa y la pérdida de esos mercados, arribamos con la revolución victoriosa al nuevo milenio.

Debemos trabajar con la vista puesta en unir con amor e inteligencia todos los componentes sociales que constituyen la mayoría de América. Como antecedentes de estos principios está la tradición educacional, política y cultural de nuestra América que viene desde la época de Simón Rodríguez, el maestro de El Libertador, y aún de antes; ella se expresa en la aspiración a la integración de nuestras patrias. La esencia de esta cultura tiene fundamentación y raíces sociales en el objetivo de la liberación humana y de la justicia con alcance universal, es lo que se ha llamado la cultura de emancipación. Una caracterización de la misma está expresada en este pensamiento de José Martí: Con los oprimidos había que hacer causa común para afianzar el sistema opuesto a los intereses y hábitos de mando de los opresores. (fin de la cita).

Así fue como muchos universitarios de las décadas anteriores al triunfo de la Revolución llegamos al pensamiento socialista y dadas las dificultades existentes en aquella época, pienso que haber vencido muestra la validez del pensamiento de Marx y Engels, porque a pesar de tales dificultades, asumimos el más radical ideario socialista que está en Fidel y en el Che. Desde luego, disponemos del esclarecimiento que nos brinda la cultura de emancipación de nuestra América, cuya más alta expresión teórica se halla en José Martí.

Precisamente, su aporte singular a la historia de las ideas políticas universales se fundamentó en iluminar y esclarecer con su inmensa cultura y erudición las formas prácticas de hacer política a favor de los intereses de las grandes mayorías y de la nación en su conjunto. Ejemplo y experiencia de gran significación internacional; superó la vieja divisa reaccionaria de divide y vencerás y el postulado anticientífico e inmoral de que el fin justifica los medios lo sustituyó por el principio humanista radical de unir para vencer. Fundó así lo que hemos llamado la cultura de hacer política.

Sobre la base de la tradición de estas enseñanzas martianas, Fidel Castro, en la segunda mitad del siglo XX forjó la unidad de nuestro pueblo para hacer la revolución, mantenerla, desarrollarla y vencer los inmensos obstáculos que le oponían el imperialismo y las condiciones internacionales. No es fácil encontrar en la historia de los países occidentales políticos de la estatura de Fidel Castro y de su maestro, el héroe de Dos Ríos. Esto se fundamenta en los principios éticos de valer universal de nuestra cultura y posee sólida argumentación filosófica que resulta indispensable estudiar con mayor profundidad en nuestro país y ampliar su conocimiento universal.

Para subrayar sus fundamentos lógicos tomemos, como punto de partida, el análisis de la tesis reaccionaria contenida en divide y vencerás. Ella ha sido, como se sabe, el principio aplicado en la dilatada historia política de las sociedades clasistas desde Roma –con su divisa divide et impera– pasando por Maquiavelo, que fue el más profundo analista político de los tiempos en que el capitalismo emergía en el seno de la sociedad feudal, hasta la política imperialista en nuestros días. Una máxima que recorre la historia de la civilización euro-norteamericana.

La vieja divisa de dividir para vencer ha tenido en el pluripartidismo su expresión política. Actualmente, las exigencias para alcanzar la cohesión nacional como única política sensata para América Latina, determinan que la inmensa masa de electores no asista a las urnas y mantenga una gran apatía hacia los procesos electorales. La corrupción y el entreguismo a los intereses extranjeros y explotadores en general dominan la política que ha degenerado en politiquería. La Cuba de los años 50 mostró de forma descarnada, como hemos señalado, este fenómeno. La generación del centenario emergió en la lucha contra la corrupción política, el bandidismo de los gobiernos corrompidos y los crímenes de Batista. Hoy se trata de un fenómeno universal. Hoy en el mundo, y en especial en América, la crisis del pluripartidismo se hace cada vez más evidente. Al pluripartidismo sólo le queda hacerle la autopsia y despedirle el duelo.

La política basada en la idea de dividir para vencer ha entrado en crisis porque no es eficaz para un mundo globalizado que necesita integrar esfuerzos con el objetivo de enfrentar los dramáticos desafíos que tiene ante sí. La defensa de intereses individuales, de grupos o de clases sociales ha descansado siempre en fragmentar a todos los que se le opongan. Si se plantea una aspiración que resulte de interés para toda la humanidad, cualquier forma que divida será contraproducente. Los propósitos altruistas a escala universal, como lo reclama el siglo XXI, sólo pueden lograrse sobre el principio de unir para vencer. La consigna reaccionaria, por tanto, debe ser superada por una cultura superior de ejercitar la política.

La manera en que podemos asumir la experiencia martiana y fidelista para enfrentar estos problemas está en dejar atrás todo sectarismo, promover la unión en empeños comunes, situar los objetivos inmediatos más importantes y que, en todo caso, sean las personas, individualmente, las que se alejen por su propia voluntad del propósito unificador. Quedarán así aisladas. La necesidad de la unidad y la cohesión nacional reclaman nuevas formas de democracia, esto no excluye el esclarecimiento cultural profundo, por el contrario, lo exige.

La necesidad de la unidad y la cohesión nacional reclaman nuevas formas de democracia. Cuba encontró a partir del pensamiento de Julio Antonio Mella y los que propiciaron, desde los tiempos ya remotos de Córdoba, reformas universitarias radicales y las halló en el entronque de estos principios con las ideas que venían de Lenin. Esto, desde luego, sobre el fundamento de la tradición y el pensamiento de José Martí.

La historia nos muestra que en la tercera década del siglo XX, Julio Antonio Mella y los que asumieron el ideal socialista y antimperialista ayudaron a rescatar las ideas martianas que habían sido escamoteadas o mutiladas en el período inicial de la república neocolonial. Hoy, cuando ha tenido lugar la caída del socialismo real y el mundo marcha, o está ya en medio del caos provocado por el imperio, tiene lugar un fenómeno a la inversa. Es precisamente la tradición política y filosófica de nuestro país, la que puede y debe ayudar a fortalecer las ideas del socialismo en lo nacional y a contribuir a rescatarlas internacionalmente.

La tradición cubana que se expresa con nitidez en José Martí, especialmente en una hora como la presente, nos permite entender mejor las concepciones de Marx y lo que significa la aspiración socialista. Desde esta perspectiva, el análisis nos lleva como tarea inmediata a asumir la historia de Cuba, América y el mundo de una manera consecuente con los ideales de Marx, Engels, Bolívar y Martí. Si estudiamos las esencias de estos grandes podríamos analizar con rigor la crisis de la civilización burguesa imperialista que está a nuestra vista y encontrar caminos de solución. Sólo con el análisis de sus ideas sustantivas es posible arribar a una conclusión científica y realista que oriente nuestra acción de manera eficaz. En esto incluyo, de forma especial, el estudio de la legión de pensadores y próceres de nuestra América y de todo el mundo, y también en la mejor tradición popular y democrática del pueblo de Estados Unidos.

Como un homenaje a Julio Antonio Mella y a todos los que lucharon desde la Universidad por las radicales transformaciones que el país demandaba, hacemos nuestro el desafío planteado por Fidel de hacer de nuestro pueblo no sólo el más instruído, sino también el más culto integralmente.

Desde el crucero del mundo, Cuba llama al encuentro solidario de las civilizaciones para alcanzar la genuina y superior cultura universal y situando a la justicia como primigenio y fundamental valor cultural.

Para entender y asumir el carácter del desafío que tenemos en el siglo XXI definamos lo universal como complejo de identidades y garanticemos el derecho de cada identidad humana y social a una mas elevada civilización material y una superior vida espiritual, y ya que en los conflictos generados a partir de los acontecimientos del 11 de septiembre se ha apelado a Dios por tirios y troyanos para pretender justificar los peores crímenes, les recordamos a los máximos representantes de la barbarie civilizada en el "establishment" norteamericano algo de la sabiduría popular: Dios ciega a quien quiere perder.

Frente a la idea reaccionaria de choque de culturas postulamos la idea martiana de que Patria es humanidad, es aquella porción de la humanidad que vemos más de cerca, y en que nos tocó vivir. Por eso, hoy no sólo proclamamos Patria o Muerte, sino que hacemos, además, un llamamiento a partir de nuestro fervor martiano, fidelista y cubano con el cual concluimos nuestras palabras. Humanidad o muerte, Patria o muerte, Venceremos.


Algunos comentarios más de Armando Hart Dávalos en la Mesa Redonda sobre la Reforma Universitaria en la Televisión Cubana del 10 de enero de 2002

Es importante subrayar que las demandas de reformas académicas universitarias iban acompañadas en la conciencia intelectual del país con las exigencias de la reforma general de la enseñanza que entonces veníamos también promoviendo, y que junto a esto se hallaban las aspiraciones de reforma agraria, los reclamos de trabajo para todos y, por tanto, la superación del desempleo y la miseria. De igual manera, estaba presente en aquellos años en la conciencia intelectual de la vanguardia revolucionaria la necesidad de la reforma urbana. A todo esto se unía el reclamo de superar radicalmente el gigantesco déficit en la salud pública que existía en nuestro país. Cuando recorríamos campos y ciudades en los primeros días de enero de 1959, el pueblo nos pedía maestros y médicos. Ya la revolución se los ha dado y continúa haciéndolo.

En el orden académico universitario se aspiraba a que los hijos de los trabajadores ingresaran en las universidades, es decir, que no fueran instituciones para las minorías privilegiadas. Se aspiraba, también, a darle una orientación científica fundamentada en la mejor tradición pedagógica cubana y ampliar las carreras de este carácter junto a las tecnológicas, como así se hizo. Al propio tiempo, se aspiraba a situar el pensamiento socialista como orientación fundamental en la enseñanza universitaria y, en especial, de las Humanidades.

Siempre es difícil brindar la relación de nombres que participaron activamente en aquella gesta, debo mencionar algunos, pero sé que me quedo muy corto porque hay muchos compañeros más que también merecen estar en esta lista. Entre los estudiantes permítaseme recordar dos nombres: José Rebellón y Ricardo Alarcón. Entre el profesorado, mención especial merecen para mí Carlos Rafael Rodríguez, Regino Boti, Pedro Cañas Abril, Héctor Garcini, José Altzshuler, Abelardo Moreno, Manuel Aguilera Barciela, Roberto Soto del Rey, Gaspar Jorge García Galló, Diosdado Pérez Franco, Ruth Daisy Henríquez, José Antonio Portuondo, Juan Marinello y Salvador Vilaseca. También quiero recordar a Juan Mier Febles, quien nos ayudó en aquellos años en la política a seguir en las universidades.

Orientando desde la dirección del gobierno estaban el Presidente Osvaldo Dorticós y, desde luego, Fidel Castro, que se mantenía al tanto de la marcha de todo este trabajo.

Lo esencial de la reforma universitaria cubana y lo que la hizo perdurar, está en que respondía a necesidades académicas de transformación radical de los métodos y contenidos de la enseñanza y, a la vez, que trascendía lo específicamente docente para convertirse en una exigencia político social de vasto alcance. Las ideas de reformas docentes y académicas -como se ha insistido- venían de la más profunda tradición cubana desde los tiempos de José Agustín Caballero, Félix Varela, José de la Luz y Caballero y José Martí, entre otros.

A partir de los reclamos de la reforma en Córdoba, Argentina, en 1918, se extendieron por América Latina y llegaron a Cuba las ideas socialistas del siglo XX. Esto fue paralelo al ascenso del leninismo en los años de la revolución de octubre y, por consiguiente, de la interpretación de Lenin del pensamiento de Marx y Engels. Pero la raíz netamente latinoamericana de las ideas socialistas en Cuba viene por el intenso movimiento de ideas que nos representamos, inicialmente, con los nombres de José Ingenieros, Aníbal Ponce, José Carlos Mariátegui y Julio Antonio Mella, convertidos estos dos últimos en forjadores del movimiento comunista latinoamericano. Es decir, las reformas de que hablamos están insertadas en la raíz más profunda de las corrientes socialistas de Latinoamérica.

En nuestro país, todo esto se enlaza con el programa antimperialista y de redención latinoamericana y universal de José Martí. El artífice inicial de tal articulación fue, como se sabe, Julio Antonio Mella, quien fundó el Partido Comunista de Cuba en 1925, la Liga Antimperialista y la Universidad Popular José Martí, antecesora de nuestra Universidad para Todos.

Hoy lo más trascendente de las reformas universitarias está en que nos enlazan con la mejor tradición progresista de la educación y la cultura latinoamericanas, nos enlaza históricamente con el movimiento iniciado en Córdoba en 1918, por eso, desde aquí enviamos un saludo a los universitarios argentinos y los invitamos a actualizarnos todos en esta historia. Argentina, Cuba y nuestra América lo necesitan.


11 de enero de 2002. Mesa Redonda en la Televisión Cubana

Armando Hart Dávalos. Director de la Oficina del Programa Martiano

     
   
   
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