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Socialismo y emancipación: experiencia cubana

Jesús García Brigos

En la comunidad científica actual cobra importancia el enfoque complejo de los procesos reales. En particular, la relación entre los fenómenos micro y macro sociales.

Este enfoque tiene raíces que se encuentran en el pensamiento filosófico de la antigüedad griega y oriental y tiene un importante punto de máximo en su desarrollo en la obra de Carlos Marx y Federico Engels.

La relación entre lo micro y lo macro en el desenvolvimiento de la vida social para el caso del proceso de construcción democrática que tiene lugar en Cuba a partir del primero de enero de 1959,debe ser abordada en diferentes proyecciones.

Una primera proyección, que renueva su importancia en la etapa actual, -por las características del objetivo proceso de globalización, para el caso cubano especialmente significativo por la desaparición del campo socialista y de la Unión Soviética-, es la concerniente a la ubicación del organismo social cubano en tanto expresión de lo micro, en el contexto externo en que se desenvuelve, expresión de lo macro en el desarrollo.

Esta interacción de lo interno y lo interno es importante ante todo, porque el proceso de construcción democrática cubano tiene sus raices en las luchas iniciadas en el siglo XIX, cuyos objetivos no pudieron materializarse por la oportunista intervención en 1898, de la entonces naciente potencia neocolonial que tenemos como vecino norteño.

La intervención norteamericana provocó una inflexión en el proceso emancipatorio de la nación cubana.

Surgida en un contexto neocolonial, la nación cubana continuaría su evolución durante casi sesenta años del siglo XX, dentro del complejo sistema de relaciones sociales que define el status de pais subdesarrollado, además peculiar periferia de los Estados Unidos, cuya última manifestación se dio en la dictadura del sargento taquígrafo devenido general por obra y gracia de un golpe de estado.

Contra esa dictadura se articula el movimiento revolucionario lidereado por Fidel Castro, que triunfa en su fase insurreccional el primero de enero de 1959.

Este movimiento, como se expresa en el programa expuesto en el conocido alegato de autodefensa "La historia me absolverá", se encaminaba a la emancipación de los individuos, como condición necesaria pero a la vez resultado imposible de alcanzar sin la emancipación de la nación, sin el restablecimiento de la dignidad por derecho conquistada en largos años de lucha, pero mancillada en decenios de dominio neocolonial.

La revolución triunfante en su fase insurreccional el primero de enero de 1959, lidereada por Fidel Castro, se dirigió en lo inmediato a restablecer un sistema democrático de organización del poder público, luego de años de sangrienta tiranía que costó cerca de 20 mil muertos y desaparecidos.

Pero desde los primeros momentos comenzó a manifestarse claramente que el restablecimiento de los principios democráticos en las condiciones de Cuba tenía que transcurrir obligatoriamente como establecimiento de una democracia popular, que culminara el proceso de liberación nacional interrumpido en 1898 con la intervención yanqui.

No era el "restablecimiento de la democracia" en el status existente antes del golpe de estado del 10 de marzo.

Tenía que ser en realidad el establecimiento de una nueva democracia que, ateniéndose a los más puros ideales – expresados tan bien por Abraham Lincoln en su célebre Oración de Gettysburg como el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo- , fuera efectivamente una forma de organización del poder público para conducir la construcción de un nuevo orden social. Y como tal tenía que ser, ante todo, un vehículo para transformar radicallmente la vida económica del país.

Se trataba de conformar una democracia popular que, con un fundamento marcadamente antiimperialista debido al peculiar status de país subdesarrollado neocolonia de los Estados Unidos que era necesario hacer desaparecer, devino rápidamente, catalizado por la coyuntura exterior, en un proceso de transformación socialista de la sociedad.

El primero de enero de 1959 se comienza a organizar la sociedad cubana mediante un complejo y contradictorio proceso de transformaciones, que destruye las estructuras políticas creadas por la dictadura (ejército y órganos de orden interior, dedicados a la represión de las masas populares) y restablece inicialmente estructura y principios de la organización democrático-liberal que habían sido alterados o anulados después del golpe de estado de 1952, los cuales en manos de las fuerzas revolucionarias irían adquiriendo aceleradamente nuevos contenidos, indispensables para cumplir los objetivos por los que se había luchado en la etapa marcada por el asalto al Cuartel Moncada el 26 de julio de 1953, expuestos claramente por el joven abogado Fidel Castro en su discurso de autodefensa en el juicio por esa acción conocido como "La Historia me absolverá".

La dialéctica entre los contenidos que se conferían en lo adelante a estructuras y mecanismos de las democracias liberales tradicionales, marcada sobre todo por la efectiva intervención popular que conformó el poder revolucionario, y estructuras y mecanismos nuevos creados por ese poder revolucionario precisamente para transformar la realidad social con la más amplia intervención popular, comienza a generar un modelo de democracia cubano, para satisfacer los intereses del pueblo cubano y dar respuesta, con su activa y creciente participación, a los problemas que se presentarían en las condiciones históricas en que este proceso de transformaciones se llevaría a cabo.

Se establece así un proceso de construcción popular que estará marcado por una compleja interacción entre lo micro y lo macro en el desarrollo social determinada por la esencia que define a la construcción socialista como inicio de la transformación comunista de la sociedad:

la relación individuo- sociedad en el ascenso hacia una fase en la cual el pleno y libre desarrollo de cada individuo como ser social, es condición y resultado a la vez del pleno y libre desarrollo de la sociedad como un todo.

En el caso cubano, además, marcado con significativa fuerza por la interacción del organismo social cubano con el contexto externo en que el mismo se desenvuelve.

La interacción entre lo micro y lo macro a partir del inicio de la construcción socialista se expresa en todas las facetas y esferas de la actividad social, y en diferentes planos de funcionamiento, como un proceso complejo y contradictorio.

La interacción con el contexto externo para el caso cubano se ha manifestado con particular importancia en lo concerniente a las esferas económica y política. Los efectos de la agresiva política de los Estados Unidos desde los primeros momentos posteriores al triunfo de Enero del 59, con su expresión en acciones armadas y agresiones de los más diversos géneros, tras la fachada de organizaciones contrarrevolucionarias desarrolladas a su ampara e incluso en su propio territorio, o el férreo bloqueo económico que ya anda por los cuarenta años, así como la ayuda recibida por los países del campo socialista y muy especialmente de la URSS, expresada a través de acciones políticas en la arena internacional, la colaboración militar, o las relaciones económicas justas que encontraron su expresión más sistémica en los marcos del Consejo de Ayuda Mútua Económica, marcan con diversos signos el desarrollo del socialismo cubano.

En lo esencialmente interno, sin pretender agotar el tema, para el caso cubano tenemos en un plano global general la compleja y contradictoria relación entre nuestro único partido, el Partido Comunista de Cuba, y los diferentes actores que intervienene en el proceso de construcción democrática- organos e instituciones de diversa naturaleza, y en definitiva los individuos como célula fundamental del sistema.

En el plano de la actividad económica,- asociada a la crisis que se desencadenó luego de la desaparición del campo socialista y de la URSS, y a las medidas adoptadas para enfrentar y recuperarnos de esa crisis,- la relación entre lo macro y lo micro ha adquirido nuevos contenidos y requiere particular atención, por ser ellos potenciales fuentes de conflictos, capaces de poner en peligro el rumbo socialista, único compatible con la existencia de la nación cubana.

Cuestiones tales como la relación entre la recuperación macroeconómica y su expresión en la vida cotidiana de la población, en un contexto marcado por la existencia de fuentes de satisfacción de las necesidades individuales no vinculadas en su esencia a mecanismos de reproducción de relaciones socializadoras socialistas, o la propia inserción de los sistemas productivos cubanos al contexto global de producción capitalista neoliberal, con las condiciones que ello impone al proceso productivo interno esencialmente en las fases de distribución (como momento de la producción) y del intercambio, son expresiones de la relación entre lo micro y lo macro en la actividad económica que plantean desafíos cruciales al proceso de construcción democrática socialista cubano.

Y precisamente para enfrentar esos desafíos, y encauzar la actividad económica como tarea de inmediata urgencia, la sociedad cubana cuenta con las potencialidades que le brinda su sistema de organización estatal, el sistema de Organos del Poder Popular, establecido desde 1976, luego de años de provisionalidad en las estructuras y mecanismos encargados de esta importante faceta de la actividad social, y de una experiencia en la provincia de Matanzas, en la búsqueda siempre de las vias y modos más adecuados para garantizar la más activa participación de los cubanos en el gobierno de la sociedad.

Los Organos del Poder Popular, como forma de organización estatal resultan esenciales en el desarrollo económico socialista, por el contenido propio de este instituto de poder- esencialmente, la universalidad de su alcance y la obligatoriedad de sus decisiones sobre todos los elementos del sistema social. Pero sobre todo y determinando la esencia de su labor en la sociedad, por la naturaleza que tiene que distinguir al Estado en el socialismo:
ser un vehículo de participación en el gobierno de la sociedad, participación concebida combinando los elementos de representación indispensables en cualquier sociedad moderna, con la participación directa del individuo en el proceso de gobierno estatal, como parte de un nuevo contenido de la política, y en particular de la labor de gobernar:

gobernar durante la transformación socialista de la sociedad tiene que concebirse e implementarse como un proceso en el cual los representantes electos reciben las opiniones y demandas de los electores y ciudadanos que atienden, y tienen que ser capaces de captar sus necesidades, para con ellas intervenir en los órganos que integran, elaborando políticas de gobierno sobre la base de la conciliación de los intereses de los individuos que representan con los más generales de la demarcación en la que desenvuelven su actividad y de la nación en general, participar en la implementación, cumplimiento y el control del cumplimiento de esas políticas de gobierno, pero, sobre todo, desarrollando una interacción con los electores y ciudadanos en general que representan, que propicie la cada vez más amplia intervención de estos en la labor de gobierno, que los "gobernados" cada vez en mayor medida "se gobiernen", como parte de un proceso de avance ininterrumpido hacia el autogobierno social comunista.

Así evoluciona la sociedad cubana, contando como pilar fundamental el sistema actual de democracia socialista, un modo de organización del poder público, que se encuentra en constante autorevisión y cambio, como elemento decisivo en el proceso de establecimiento de relaciones sociales de una nueva naturaleza:
Se trata de un tipo de organización del poder público que, como todos los que pueden existir durante la etapa de desarrollo de la sociedad dividida en clases, se establece en función de los intereses de una parte de la sociedad, en este caso de la mayoría interesada en el proceso de construcción de relaciones sociales de nuevo tipo.

Pero precisamente como faceta importante en esas relaciones sociales de nuevo tipo, se trata de un poder público que no pretende reproducir la existencia de una parte de la sociedad dirigiendo a otra.

La democracia socialista que se desarrolla en las condiciones de Cuba es un tipo de organización del poder público que tiene que perseguir como objetivo estratégico el autogobierno social, que cada individuo sea actor pleno del proceso de producción y reproducción de la vida social en su conjunto, en primer lugar del proceso de producción de la vida material que es su fundamento, substituyendo la situación de una parte de la sociedad dirigiendo la otra, por una dirección del proceso de desarrollo resultado de la acción coordinada y conciliada de individuos libres como seres sociales, esto es, en el sentido de que el pleno y libre desarrollo de cada individuo es condición y resultado del pleno y libre desarrollo de la sociedad en su conjunto. Continúa su desarrollo, en un constante proceso de autocrítica y perfeccionamiento, con los retos y los desafíos que se presentan a este modelo de desarrollo socialista, y las fortalezas que el mismo ha generado para propiciar su desarrollo en el sentido de la profundización del proceso emancipatorio que representa la transformación comunista de la sociedad.

 


Dr. Jesús García Brigos
Instituto de Filosofía
Ministerio de Ciencia y Tecnología
Grupo de Ciencia Política
Universidad de la Habana
     
   
   
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