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Cuba: Gobernabilidad, democracia y una nueva ciencia política

Jesús García Brigos

La participación popular, en tanto que intervención en la vida política de la sociedad, es un concepto íntimamente ligado a los de democracia y gobernabilidad.

El más puro ideal democrático concibe los ciudadanos atentos a la cosa pública, informados y activos en los procesos políticos, capaces de tomar partido en las principales decisiones de esa esfera integradora que es la esfera política, en la que se toma noción de las reales necesidades sociales y se organizan y dirigen los recursos humanos y materiales para satisfacerlas en la medida de las posibilidades y de los objetivos del proyecto social en cuestión.

La participación popular es un concepto indispensable en particular para abordar en toda su riqueza teórica y práctica fenómenos tan importantes como el proceso de transformación que tiene lugar en la relación sociedad civil - Estado a partir del cambio que inicia una revolución socialista, y con ello, del sentido que adquieren categorías tales como gobernabilidad y democracia en las nuevas condiciones.

Gobernabilidad y democracia tienen que expresar nuevos contenidos en realidades como la existente en la Cuba de hoy y requieren ser abordados en consecuencia con la práctica política en esas realidades.

Esto además, en la realidad concreta de Cuba adquiere matices peculiares, al tratarse de un proceso de construcción socialista a partir de la condición de país subdesarrollado y en medio del más férreo bloqueo económico y amenazas constantes del exterior en el sentido de impedir el ejercicio soberano de sus derechos como Nación independiente.

La ciencia política, al estudiar el proceso de aprehensión (identificación, valoración,...) de las necesidades sociales (de un grupo, sector, estrato, clase, organismo social...) y de organización y dirección de los recursos de los actores sociales (individuos, grupos, organizaciones, partidos, aparato estatal,...) para dar respuesta a esas necesidades, teniendo en cuenta las posibilidades y los objetivos del proyecto social en cuestión, tiene en general, pero muy en especial en estas nuevas condiciones, la responsabilidad de captar en su permanente desarrollo, y fijar en un sistema armónico y funcional de conceptos y leyes, las nuevas esencias del desenvolvimiento humana en esta esfera de actividad, para cumplir en definitiva el papel de guía eficiente y eficaz en el proceso de desarrollo social.

Presentar una modesta contribución en este sentido es el objetivo de las ideas que exponemos en las páginas que siguen.

Categorías para un proceso social esencialmente diferente: Gobernabilidad y Democracia en la transformación comunista.

La categoría gobernabilidad ha ganado fuerza en los medios políticos durante los últimos tiempos, muestra de lo cual es la atención que recibe al ser concebida incluso como tema central de reuniones intergubernamentales hasta el más alto nivel . (1)

Concepto estrechamente relacionado en la literatura politológica y en la actividad política en general con el de democracia, resulta de suma importancia práctica su desarrollo.

En primer término para enfrentar el conservadurismo presente en los enfoques predominantes, bastante próximos con frecuencia a los intereses de la derecha neoliberal. Y en este sentido es indispensable su apropiación por parte de las fuerzas progresistas. Pero en general, por el valor heurístico y práctico- metodológico que encierra para el tratamiento de los procesos de desarrollo social.

Para los cubanos específicamente, pensamos que tiene una importancia práctica incuestionable.

Estratégicamente, en lo concerniente a la consolidación del proyecto emprendido hace más de cuarenta años. En lo inmediato, para la salida de la crisis económica del Periodo Especial sin que la misma devenga en crisis social, o tenga secuelas negativas irreversibles en la orientación del modelo socialista de desarrollo.

En estas páginas intentaremos brindar una aproximación al tratamiento del concepto gobernabilidad. Lo hacemos a través de los elementos que brindan las contradicciones dialécticas, por las posibilidades heurísticas de las mismas y con el ánimo de contribuir a la comprensión de la importancia de esta herramienta teórica en función del desarrollo de la ciencia y la práctica políticas.

Por la propia esencia de la política como actividad integradora respecto a las esferas y facetas de la actividad social, la política como ciencia necesita de instrumentos teóricos capaces de captar y plasmar la complejidad de su objeto, ante todo de los importantes tránsitos entre niveles de aprehensión diferentes y comportamientos de los sujetos, y la multilateralidad de los fenómenos analizados. Y por ello en la elaboración del sistema de elementos que la individualizan, se precisa acudir a conceptos y categorías de otras ciencias, adentrarse en las matemáticas, y, por supuesto sin descuidar los mejores resultados del desarrollo filosófico. Tal es el caso de los desarrollos teóricos acerca de las contradicciones dialécticas alcanzados en el seno del materialismo dialéctico. Esto se pone de relieve sobre todo cuando se trata de profundizar en el contenido y la interrelación de conceptos, a la vez que de cumplir con el objetivo esencial del análisis de un caso individual en su desarrollo, de la manifestación en el mismo de las regularidades del desarrollo social a la vez que de las especificidades del tránsito al socialismo como proceso particular de desarrollo histórico.

Las categorías gobernabilidad y contradicción dialéctica.

Se ha señalado en el marco de las investigaciones sobre teoría del conocimiento que "solo la construcción de una casa comienza siempre por sus cimientos; en la construcción de una ciencia ocurre con mucha frecuencia que esos cimientos aparecen bastante tarde". Habría necesariamente que agregar a ello, que dichos cimientos no son, ni con mucho, rígidamente definitivos, inconmovibles, estáticos. Esto es válido, por supuesto, con relación a las teorías científicas y los conceptos en ellas presentes, componentes esenciales del cuerpo de una ciencia.

En las ciencias más directamente dirigidas a facetas de la forma social de movimiento de la materia, por las peculiaridades de los procesos conducentes al establecimiento de cada una de ellas como actividad independiente, con identidad propia, y, determinado en última instancia por la propia complejidad de los respectivos objetos de estudio, el proceso de "cimentación", como todo el proceso de desarrollo del cuerpo teórico en general, presenta rasgos que no pueden ser descuidados, ante todo en aras de preservar el contenido práctico que para la actividad cotidiana tienen estas ciencias. Entre ellos resulta significativo el modo en que se expresa en estas manifestaciones del conocimiento humano la tendencia integradora presente en todo el proceso del conocimiento científico, a través de la constante asimilación, en particular por la política, de categorías y contenidos de otras ciencias, que adquieren personalidad propia en el nuevo contexto epistemológico.

Ideas ligadas a las categorías gobernabilidad y contradicción se encuentran presentes en toda la historia del pensamiento teórico, en todas las etapas del desarrollo del proceso del conocimiento científico desde la Antigüedad hasta nuestros días. Con diferentes matices y proyecciones se hallan en Heráclito y Platón, o en Albert Einstein, Norbert Wienner, Steven Weinberg, Carl Sagan y Samuel P. Huntington. Podemos distinguir un hilo conductor muy importante en todas las etapas que, además, vincula muy estrechamente estos conceptos:

la gobernabilidad, vinculada al cambio, al movimiento con un fin, su control y dirección, al desarrollo, a la estabilidad contrapuesta al caos, al intercambio entre partes de la realidad objetiva

y

la contradicción asociada a la diferencia, a la diversidad coexistente en un todo, a la oposición, la lucha, el cambio, el movimiento, el desarrollo.

Y si profundizamos, desde siempre los elementos del contenido del concepto de contradicción se encuentran en una posición de fundamento, por lo que resultan de inestimable valor metodológico para el desarrollo del concepto de gobernabilidad y para la acción práctico- transformadora vinculada al mismo.

Son hitos indiscutibles,- en un corte gnoseológico- metodológico del desarrollo de los conceptos gobernabilidad y contradicción,- el surgimiento de la cibernética moderna (1947-48) y todo el desarrollo ulterior de la teoría de la información, y de la teoría del control y dirección de sistemas, para todo lo referente al concepto de gobernabilidad, y el surgimiento del marxismo, con las ideas de Marx, Engels y el ulterior desarrollo brindado por Lenin y otras figuras más cercanas a nuestro tiempo, en lo referente al concepto de contradicción.

Sin el objetivo de extendernos sobre estos análisis, haremos solo unas breves acotaciones que consideramos esenciales en el tratamiento más específico de los conceptos gobernabilidad y contradicción en su interrelacción.

En primer lugar, ambos expresan la diversidad de los objetos y procesos de la realidad objetiva, a la vez que la interrelación, la intervinculación, la interacción universalmente existente entre dichos objetos y procesos, en su expresión en forma de tendencias diferentes en el movimiento en su sentido más amplio.

En segundo lugar, el grado de generalidad de estos conceptos los compromete con el análisis multilateral de las facetas de la realidad que ellos pretenden plasmar en su contenido, propiciando así dicho análisis. De tal modo se da la necesidad y la posibilidad de trabajo con conceptos tales como información, entropía, interacción, homeostasis, y los sistemas teóricos a ellos vinculados, en el indispensable tránsito desde y hacia lo particular y lo individual de los procesos reales.

La gobernabilidad como concepto está asociada a la estabilidad de los sistemas dinámicos complejos,- con aptitud incluso para el autodesarrollo-, en el sentido de la regulación y control de su desenvolvimiento. Estabilidad como conservación de la cualidad esencial del sistema, en tanto que condición para el desarrollo progresivo de dicha cualidad, a la vez que resultado de dicho desarrollo.

La contradicción en su concepción materialista- dialéctica, es un tipo específico de interacción que tiene la peculiaridad de darse como una determinada relación objetiva de oposición entre elementos de un sistema dado, con diferente orientación, con diferentes tendencias, a la cual es inherente mutua suposición, mutua penetración de las partes y las tendencias que caracterizan la interacción, de los elementos que la portan: relación entre contrarios dialécticos. La relación peculiar que existe entre los elementos y tendencias que conforman una contradicción dialéctica deviene en una unidad objetiva entre dichos elementos, una unidad de orden, de naturaleza totalmente diferente a la simple fusión de partes, a la simple unión como indiferenciación; es una unidad dinámica peculiar que, por su naturaleza diferente, es fundamento de los procesos reales del desarrollo a través de los diferentes estadios por los que atraviesa durante su evolución esta unidad: el proceso de resolución de la contradicción dialéctica como elemento del contenido de las fuentes y fuerzas motrices de los procesos reales de desarrollo.

La gobernabilidad en los sistemas y las contradicciones dialécticas son elementos objetivos de la realidad. Como conceptos constituyen piedras angulares de sistemas teóricos de alcance universal, y se hallan íntimamente relacionados en modo tal que el aparato conceptual vinculado a la teoría de las contradicciones resulta una herramienta muy importante para la profundización en lo concerniente a la naturaleza y peculiaridades de la gobernabilidad en los sistemas complejos.

La gobernabilidad en el movimiento social: gobernabilidad política.

A partir de la comprensión del lugar que ocupan las contradicciones dialécticas en el desarrollo de un sistema dado, se puede ver el papel de las mismas en el fundamento objetivo de la gobernabilidad como faceta del movimiento social.

Para ello se hace necesario profundizar en las peculiaridades de las contradicciones en la forma social de movimiento de la materia. Y tener claros contenidos fundamentales dentro del importante aspecto de la teoría de las contradicciones dialécticas que constituye la tipología de este tipo de interacción.

En primer lugar es necesario distinguir las contradicciones esenciales, como aquellas que en los marcos de un sistema abierto dado poseen la máxima autonomía relativa, unidad, actividad, influencia sobre el desenvolvimiento del sistema como un todo. En la medida que se trata de un sistema con capacidad superior de homeostasis, se hace preponderante dentro del conjunto de las contradicciones presentes, en particular dentro de las esenciales, el papel de las contradicciones internas al sistema, sin que ello nos pueda inducir a ignorar la acción de las externas, cuestión esta especialmente importante durante el desarrollo de los sistemas sociales y su análisis.

Entre las contradicciones esenciales es necesario distinguir la contradicción fundamental, como aquella responsable de la naturaleza del sistema o proceso en cuestión, la generadora en última instancia de todo el sistema de contradicciones peculiar al proceso u objeto de que se trate. Un cambio en la naturaleza del sistema o proceso responderá necesariamente a un cambio en la contradicción fundamental.

Dicha contradicción a su vez no permanece estática: evoluciona, se va resolviendo vinculada a la solución del sistema de contradicciones dialécticas generado y, en general conformado en torno a ella.

Precisamente el "orden de solución" de este sistema en el sentido del desarrollo progresivo, está asociado a la conservación de la cualidad que lo identifica integralmente. Y ese orden está definido siempre por una contradicción del mismo que pasa a primer plano. Tal contradicción, -que puede ser una contradicción dialéctica compleja, formada por la interacción de varias de las contradicciones esenciales del sistema-, es la contradicción principal de la fase o etapa de desarrollo en cuestión.

Cuando estamos en el campo del movimiento social, las leyes y contradicciones, tan objetivas como en las restantes formas de movimiento de la materia, se realizan - y las contradicciones dialécticas se resuelven - en y a través de la actividad de los hombres. Y con ello entra a jugar un papel el elemento subjetivo de dicha actividad, el factor consciente, con el cual se revela la actuación de un tipo de contradicciones exclusivo de la forma social de movimiento de la materia: las contradicciones antagónicas, expresión de antagonismos cuya acción es muy importante tener en cuenta a la hora de analizar el orden, la estabilidad y el desarrollo en los sistemas sociales.

En el concepto de gobernabilidad se plasma en general la acción de control y dirección de los sistemas por un cierto agente, a través de la diferenciación más o menos sustancial entre el sistema "gobernable", y el elemento actor efectivo de la acción.

Cuando vemos la gobernabilidad en términos de contradicciones dialécticas para el caso de los sistemas sociales, el contenido se devela asociado al proceso de resolución del sistema de tales contradicciones para el organismo social en cuestión, tanto las internas como las externas; al desenvolvimiento ordenado de dicho proceso en el sentido del aumento de la estabilidad del sistema dado, vinculada ésta al paso a estadios superiores, más aptos para el autodesarrollo.

La expresión conceptual de la cualidad de gobernabilidad recoge así el vínculo objetivo con la naturaleza de la contradicción principal del sistema, como una cualidad conformada con su núcleo en esta contradicción esencial. De este modo resulta una expresión más completa de la dialéctica entre el todo y las partes, y de la dialéctica entre lo externo y lo interno en el ordenamiento del proceso de desarrollo en cuestión, lo cual es determinante en la comprensión de las peculiaridades sociales de esta cualidad universal de los sistemas complejos.

Con esto no hemos pretendido dar una definición de gobernabilidad, aunque sí plantear una posición en el tratamiento de este concepto, que pensamos aporta ante todo valor práctico- metodológico para el tratamiento de la actividad social en sentido amplio, y en particular de la actividad política, desde posiciones marxistas- leninistas consecuentes, que es decir, ni anquilosadas- dogmáticas, ni eclécticas y liberales.

La gobernabilidad es una propiedad objetiva de los sistemas complejos abiertos, determinada por las relaciones entre sus elementos componentes, y caracteriza el modo en que las mismas se desenvuelven, favoreciendo la conservación de la integridad estructural y funcional del sistema. En los sistemas con aptitud para el autodesarrollo, la gobernabilidad caracteriza la dialéctica entre la estabilidad referida y la capacidad del paso a estadios superiores, con mayor grado de homeostasis y, en consecuencia, de aptitud de autorregulación, autocontrol, autodirección del desarrollo en sentido progresivo. La gobernabilidad está condicionada objetivamente por el desenvolvimiento de las contradicciones esenciales de un sistema dado, que en el caso del movimiento social pueden ser expresión de antagonismos y, con ello el modo de solución plasmarse en conflictos, que no siempre tienen salida progresiva para el desarrollo del sistema dado.

El concepto de gobernabilidad requiere ser más trabajado desde las posiciones marxistas- leninistas en el mundo actual donde tanto se ha proclamado el fin de la validez de estas ideas, para el tan necesario enriquecimiento del fundamento de una ideología y una práctica revolucionarias que aún tiene mucho que hacer, nutriéndose de las experiencias, corrigiendo los errores y desviaciones, y enriqueciéndose ante todo con la aprehensión científica de las nuevas realidades; requiere ser hecho más nuestro, frente al patrimonio exclusivo que pretenden abrogarse otros enfoques, con una clara intención conservadora.

Hoy este concepto se presenta orientando buena parte de las preocupaciones de los gobiernos de América Latina. En un inicio, al menos en cuanto a la práctica política en esta región, tuvo un sesgo claramente conservador. Esto ocurrió en general, precisamente por su relación con el concepto de democracia, y los enfoques dominantes al respecto, sobre todo luego del derrumbe del socialismo como sistema. Y no nos atreveríamos a lanzar campanas al vuelo a favor de que hayan ocurrido cambios substanciales en el sentido de pérdida de conservadurismo en el tratamiento del concepto de Gobernabilidad en los marcos de la teoría y la práctica políticas.

Se advierte como, tornándose un fenómeno más complejo en los últimos años por el sentido objetivo asumido por los procesos de desarrollo social en particular en nuestra área, se da a la gobernabilidad como concepto de la actividad política un contenido que apunta a objetivos tales como la "construcción" de Estados de alta legitimidad dentro de los cánones de la democracia occidental, capaces de asimilar y representar, expresar la diversidad de su sociedad civil, de generar políticas de largo plazo que trasciendan los marcos del mandato de un ejecutivo en particular y, ligado a todo lo anterior, el logro de una dinámica social en la que los antagonismos se resuelvan sin devenir en conflictos o, en caso extremo, los conflictos sin llegar a confrontaciones lascerantes o crisis; una dinámica social en la que los ciudadanos encuentren espacios para la participación en los asuntos públicos, para la acción en la generación de las políticas públicas y en la fiscalización de su ejecución, dentro de ciertos límites. Pero en ello, nos encontramos generalmente con enfoques cuya salida a procesos de progreso social real es cuestionable, por lo cuestionable en la teoría e inaceptable en la práctica política que es identificar la gobernabilidad con la renuncia a la aniquilación de los opuestos antagónicos, asumiendo sin más su derecho a coexistir mediante pactos "democráticos".

La gobernabilidad en el contexto globalizador- mundializador unipolar actual, no puede ser vista en abstracto como un fenómeno de búsqueda de unidad interna, en medio de diferencias sociales abismales dentro de cada una de nuestras sociedades tercermundistas, y entre ellas y el primer mundo "desarrollado"; sociedades que se desenvuelven al amparo de las democracias "representativas" burguesas bajo la orientación de paradigmas impuestos, ajenos a sus realidades, dentro de una "unidad de orden superior" que cada día se acerca más a una cruel destrucción de las identidades, por los efectos de un mundo cada vez más globalizado en el cual la soberanía real y la propia existencia del Estado- Nación como concepto y como práctica, pierden validez y se transforman de formas tan diversas y sutiles como efectivas, respondiendo tanto a necesiddes objetivas del progreso humano en el sentido más amplio como a los intereses más conservadores.

La gobernabilidad y el desarrollo de la democracia socialista.

La gobernabilidad, como apuntábamos anteriormente, se encuentra vinculada a la contradicción principal del sistema. En su proyección como faceta de la actividad política vinculada a la estabilidad del régimen existente, al ejercicio del poder político, y, finalmente, a los logros del objetivo del sistema, se encuentra estrechamente vinculada a la implementación de un nuevo modo de gobernar, del contenido de este proceso y las vías y formas en que el mismo se materializa en la actividad del sistema histórico- concreto.

El concepto de gobierno y del contenido de la actividad de gobernar está tan establecido como precisado de cambios y desarrollos substanciales. La concepción que identifica reduccionistamente la acción de gobernar con la administrativa, es una expresión de la reminiscencia en el pensamiento político de la denominada doctrina de separación de los poderes. Y esta doctrina, con lo positivo que puede portar en cuanto a la necesaria especialización de actividades en la sociedad moderna, no es precisamente, por su esencia clasista, algo que pueda copiarse, aún inconscientemente, durante la transformación socialista de la sociedad.

Dicha doctrina atribuye al parlamento la función legislativa, entendida como elaboración de normas generales. En la misma se deja al ejecutivo la actividad de gobierno, entendida como la tarea de resolver el caso concreto y particular dentro del cuadro general establecido por la legislación. Estas facetas prácticas son expresión de una esencia conceptual en cuanto a los verdaderos actores del proceso de dirección social, en cuanto a los verdaderos sujetos de poder.

Hay muchas cuestiones importantes a analizar con respecto a la conceptualización de la función de gobernar desde el inicio mismo del proceso de transformación socialista de la sociedad.

No se pueden olvidar cuestiones esenciales respecto al lugar del Estado en la sociedad, como instrumento de dominación de clase; no se puede tampoco desconocer que, en consecuencia con esa esencia, la organización del aparato estatal en el tipo histórico capitalista, alcanza una cumbre en el desarrollo, y que con el socialismo se ha de entrar en un proceso s u i g é n e r i s en el cual el Estado, manteniendo su naturaleza de instrumento de dominación, marcha por los cauces de un fortalecimiento tal que lo lleve a su extinción con esa cualidad esencial.

Pero esa extinción no es un acto instantáneo, ni una ruptura metafísica en un paso del Estado al "no Estado". como resultado de lo cual "junto con el agua sucia..." se arroje todo lo positivo alcanzado durante el desarrollo anterior, o se ignoren todos los análisis reveladores de las debilidades que precisamente el desarrollo humano se tiene que disponer a superar.

La esencia de todo se encuentra en la concepción y consecuente implementación del contenido y lugar de la política como forma de actividad específica de la sociedad dividida en clases, ya a partir del inicio de la transformación socialista.

En una sociedad inmersa en un proceso de transformación socialista, la acción de gobernar se debe expresar como un complejo proceso, parte de formas nuevas para el nuevo contenido de la política. La acción de gobernar implica dirigir, con una centralización históricamente adecuada, e incluye, indiscutiblemente, la labor de administrar los recursos de la sociedad en su sentido más amplio. Pero ha de adquirir matices que le den un contenido substancialmente diferente desde que se pone como objetivo estratégico del organismo social el alcance del "reino de la libertad".

Con los mismos principios para todos los niveles y estructuras que conforman el sistema estatal de un organismo social con orientación socialista, es muy importante durante el análisis del contenido de la acción de gobernar el papel de los representantes electos, independientemente de las estructuras concretas que funcionen en cada caso.

El proceso de gobernar se puede caracterizar con el origen en el acto sistemático y permanente de oir las demandas y captar las necesidades de los electores y de toda la población que representa y atiende la persona electa; participar, como miembro de la Asamblea que integra, en la conciliación de los intereses que de ello se deriven, con los más generales según el caso, de lo cual se derivarán políticas de Gobierno. El representante electo toma parte en esas políticas desde su concepción, y posteriormente, cumpliéndolas, haciéndolas cumplir y controlando su cumplimiento a través de su labor en la Asamblea que integra, y sus órganos. Y, finalmente, como resultado de todo lo anterior, ese representante tiene que ser capaz de conducir al conjunto de individuos que representa, a sus electores y a la población en general de su radio de acción, a la actuación en función de sus necesidades y del progreso de la sociedad en su conjunto.

La tarea del representante electo es en definitiva gobernar en el sentido antes apuntado, haciendo que las masas gobiernen, que los gobernados cada vez en mayor medida "se gobiernen".

La función de gobernar a partir de la construcción del socialismo se halla vinculada a contenidos nuevos de la labor de los representantes electos, igual que se halla vinculada a un sentido nuevo de la participación popular. Se trata de los pasos indispensables para la transformación de la acción de gobernar como parte de la acción de dirección política de la vida social, en la labor de gobernar como contenido de la autodirección social, del autogobierno social comunista.

Gobernar comprende la acción de administrar los recursos del Estado y, a través de ello, administrar la sociedad; pero es además, y por encima de todo, una faceta importante de la acción de conducir un modelo de desarrollo en el cual no son elites en el poder las que toman las decisiones que afectan a toda la sociedad, sino que esa facultad tiene que ser cada vez más masiva a todo el organismo social; un modelo en el cual no se busca dirigir con el apoyo de las masas y bajo una determinada legitimación ideológica, sino se aspira a lograr alcanzar la dirección de los individuos como seres sociales por sí mismos, en un proceso de renovación permanente de la autoridad, que legitime los modos, métodos y vías de realización de esta actividad específica dentro de la conducción del desarrollo social.

En consecuencia, la gobernabilidad durante un proceso de transformación socialista resulta determinada en su esencia por la realización de las potencialidades que brinda el tipo de régimen político en establecimiento, a la relación radicalmente diferente entre los sujetos y los objetos de la dirección, al vínculo entre gobernantes y gobernados, a las peculiaridades nuevas de la interacción entre las tendencias al gobierno y al autogobierno social como componentes contradictorias pero intrínsecas a un sistema democrático representativo.

De ello la importancia que para el análisis de la gobernabilidad en tal organismo social tiene la profundización en las características concretas de su sistema de gobierno representativo.

Gobernabilidad y Democracia son facetas del contenido de esos sistemas inseparablemente unidas entre si por la esencia misma del proyecto en desarrollo: la participación popular en la conducción del proceso social.

Una revolución socialista tiene la doble tarea de destruir todo lo negativo vinculado al régimen anterior y a la vez construir un nuevo orden social. Y dentro del conjunto de tareas constructivas debe ser un problema cardinal desde los primeros momentos, la organización del nuevo sistema estatal y su correspondiente Gobierno de la sociedad.

Durante el desarrollo de la democracia política socialista es importante que las estructuras creadas desde los primeros momentos se dirijan cada vez más a ampliar la base popular de la gestión de Gobierno.

Dentro de ello, el Estado ya como institución especializada dentro de ese nuevo estado socialista tiene un papel especial muy importante por el carácter de obligatoriedad y de universalidad de sus acciones y porque a través de sus órganos de Gobierno dirige la administración de la sociedad.

Pero además, el Estado socialista tiene que cumplir una misión histórica que lo diferencia de todos los anteriores, y le plantea tareas, funciones y atribuciones esencialmente nuevas: por vez primera, sin perder su carácter de instrumento de dominio de clase, el Estado socialista no puede perseguir perpetuarse como instrumento de dominio, colocado "por encima de la sociedad".

Notas:

1 Estado socialista es, como todo Estado, un instrumento de dominación. Pero con la peculiaridad de que, a diferencia de los tipos históricos anteriores, no persigue perpetuarse en esa condición. El Estado, durante todo el proceso de transformación socialista, se tiene que plantear, como tarea consubstancial a la esencia de las clases que representa, el propiciar y garantizar la participación cada vez más amplia de los trabajadores - y, progresivamente, de toda la sociedad- en las tareas que le son inherentes. Resulta así, por su nueva esencia, a la vez instrumento de dominación y de negación de esa condición, en tanto que vehículo de participación popular en el complejo proceso de conducción del desarrollo social socialista, en particular mediante el avance hacia el autogobierno social.

El Estado socialista se fortalece como tal en la medida que se va uniendo cada vez más con el resto de la sociedad: la esencia del Estado socialista es ser un vehículo de participación del pueblo trabajador-- y progresivamente de toda la sociedad-- en el control y dirección de la actividad social, muy especialmente de la actividad económica.

A diferencia de las "tradicionales" democracias, -cuya esencia es en definitiva, a nuestro modo de ver las experiencias, y apropiándonos de palabras de uno de sus teóricos modernos importantes, el brindar "oportunidades regulares para el cambio de los líderes políticos", sin pretender realmente nada más en lo concerniente a la relación gobernantes- gobernados, -una democracia socialista tiene que garantizar ante todo el acceso a los órganos de poder estatal de representantes efectivos y eficientes del pueblo, y que ellos desde dichos órganos garanticen el Gobierno de la sociedad con la cualidad que se requiere durante la etapa de tránsito formacional que constituye el socialismo, con el contenido que apuntamos antes de la actividad de gobernar, cuyo objetivo estratégico es el paso del gobierno como actividad política al autogobierno social comunista.

Todo lo que en el sistema de la democracia socialista no contribuya, o deje de contribuir en la medida necesaria históricamente, a garantizar el objetivo último de la actividad política durante el socialismo, cual es su propia negación respecto a la esencia que lo define hasta esos momentos inclusive, pone en juego en definitiva el paso de dicho sistema a estadios superiores de desarrollo, más aptos para el autodesarrollo y en consecuencia más estables, condición s i n e q u a n o n de la gobernabilidad como elemento de la actividad política. Y será en última instancia negación misma del propio proceso de transformación socialista de la sociedad.

 


Dr. Jesús Pastor García Brigos
Instituto de Filosofía, CITMA, Cuba.
     
   
   
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