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El pensamiento roto

Carlo Frabetti - 20/3/2011

¿Qué tienen en común la aceptación -aunque sea por omisión- de la invasión de Libia, las protestas contra las centrales nucleares, las mesas de convergencia ciudadana y el apoyo al juez Garzón? Que en todos estos casos (y en muchos más) se confunden los efectos con las causas y/o los pretextos con los propósitos. No pretendo comparar entre sí los cuatro ejemplos citados, y mucho menos equipararlos; sus niveles de gravedad y sus implicaciones son muy diferentes; pero las reacciones irracionales, aunque a menudo bienintencionadas, que provocan en muchas personas son muy similares.

Para llamar “valiente” o “defensor de la democracia” a un juez sin escrúpulos que, en su oportunismo indecoroso y en su enfermizo afán de notoriedad emprende ocasionalmente una causa justa, hay que ser tan necio como para elogiar a Hitler porque era vegetariano, como argumenté en su momento. Para celebrar la convergencia de los corderos con los lobos, hay que ser un lobo o un cordero muy despistado. Y pedir el cierre de las centrales nucleares es como pedir el cierre del Corte Inglés (mucho más peligroso que Garoña, por cierto): con los actuales niveles de consumo y de consumismo, ambas desmesuras son inevitables, por no decir imprescindibles, y si los ecologistas (entre los que me cuento) no fueran tan propensos al bucolismo ingenuo, centrarían sus esfuerzos en luchar por el decrecimiento y el vegetarianismo. Los verdaderos centros de contaminación global y de destrucción masiva son las fábricas de automóviles y las granjas industriales.

Y quienes desde la izquierda relativizan -o contemplan en silencio- la invasión de Libia, son los mismos que gritaban “Ni Bush ni Sadam” o “Ni OTAN ni Milosevic”, ratificando con su aparente superación de un planteamiento ingenuamente binario ese mismo binarismo ingenuo que aparentaban superar. ¿Cuántas nuevas tropelías de la Organización Terrorista del Atlántico Norte serán necesarias para que la izquierda timorata reconstruya su pensamiento, roto por las bombas de fragmentación del discurso dominante?

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Vuelven los ninís

Carlo Frabetti - 24/3/2011

En 2002, unos meses antes de la invasión de Iraq, escribí un breve artículo titulado Sadam y la mortadela (http://www.lahaine.org/index.php?p=21336) que, cambiando algunos nombres propios y con algún leve retoque, podría haber escrito hoy mismo. Este era el texto:

Como todos los vegetarianos (y muchos que aún no lo son), considero el carnivorismo inmoral y reaccionario. Entre otras cosas, porque con el grano y la soja que consume el ganado estadounidense se podría alimentar a toda la humanidad (para producir un kilo de proteína animal se necesitan unos diez kilos de proteína vegetal).

Pero si una hipotética potencia fundamentalista bombardeara a los países productores de embutidos, no me manifestaría bajo el lema “Ni bombas ni mortadela”, pese a estar en contra de la mortadela.

También estoy en contra de Sadam (como de casi todos los gobernantes del mundo, dicho sea de paso), pero creo que para desfilar tras una pancarta en la que pone “Ni Bush ni Sadam” hay que ser un bobo o un político sin escrúpulos a la caza del voto de ese bobo.

Sadam no amenaza a nadie, y si es mal gobernante le corresponde al pueblo iraquí deshacerse de él, por las urnas o por otros medios, como nos corresponde a nosotros, los italianos y los españoles, deshacernos de Berlusconi y de Aznar respectivamente.

Bush, con su embargo genocida, mata a un niño iraquí cada seis minutos, y planea -tiene decidida ya- una invasión que provocaría cientos de miles de víctimas más. Equipararlo a Sadam es como comparar a Herodes con un bocadillo de mortadela.

Hasta aquí la soflama de 2002. Y a los nuevos ninís, los de “Ni OTAN ni Gaddafi”, hay que añadir ahora a los descerebrados que comparan a los rebeldes libios con los republicanos españoles en su desesperada demanda de ayuda internacional. Con una izquierda así, la derecha puede dormir tranquila.

La Haine

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