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El potencial desestabilizador de la juventud en Madrid, capital del imperio español

Luciano Alzaga

Ponencia presentada en el II Encontro Internacional Civilização ou barbárie - Os desafios do mundo contemporâneo. Serpa 2007, 5, 6 y 7 de octubre.

Juventud, Transición Democrática y desmovilización

"Las drogas destruyen movimientos y personas. El capitalismo necesita esclavos sonrientes", recordaba una pancarta colgada en el centro social okupado La Alarma de Madrid, ese espacio donde confluyeron multitud de iniciativas juveniles y movilizaciones durante varios meses, hasta el 25 de julio de 2007, cuando fue desalojado por la policía.

Las drogas han sido históricamente un arma del estado para destruir a aquellos elementos que han supuesto una amenaza para el mismo. En Buenos Aires lo tienen claro: “Ese pako (pasta base) a $1 (0,3 euros) no puede ser ganancia si debe repartirse entre laboratorios, distribuidores, "mayoristas", punteros o dealers, policías y políticos: ¿por qué no sería patrocinado por el departamento de estado norteamericano, como lo denuncian las FARC de Colombia?” (1).

No por casualidad apareció en los años 80 en las barriadas populares de Madrid la heroína mortal que poco a poco fue consumiendo la rebeldía. “El caballo llenó el barrio de fantasmas”, cantaba Hechos Contra el Decoro.

Actualmente, el estado español se sitúa a la cabeza europea de consumo de cocaína, un narcótico que ha sustituido a la heroína por su efecto igualmente hipnotizador pero menos agresivo. Las drogas desde hace muchos años son una buena fuente de negocio en el estado español, pero además han representado un arma para enfrentar la lucha popular, para anestesiarla. Madrid se ahoga bajo las luces de las discotecas todos los fines de semana con miles de jóvenes consumiendo drogas de diseño, algo que también ocurre aunque con menos intensidad en multitud de ámbitos militantes. Por poner un ejemplo, en los primeros años del 2000 el speed hizo estragos provocando peleas entre activistas y desgastando espacios, como el del movimiento antifascista.

Las drogas, la llamada "movida madrileña", las discotecas... fueron un elemento fundamental de desmovilización que acompañó a la "Transición Democrática" de finales de los 70. Un proceso que tuvo lugar en un contexto de enorme movilización obrera. Muchos autores apuntan que la Transición fue una maniobra política que pretendía hacer frente al estallido de la lucha obrera que empezó a tomar forma ya en los años 60. En concreto, en 1966 tuvo lugar un auge huelguístico en todo el estado, produciéndose 150 huelgas obreras, entre ellas 60 en Gipuzkoa, 32 en Asturies y 16 en Bizkaia. En 1967 se produjeron 402 huelgas, 298 de ellas en solidaridad con los detenidos del franquismo, mostrando una implicación del movimiento obrero más allá del ámbito meramente laboral. A mediados de los setenta se produjo una crisis económica que fue el principio del fin de los estados de bienestar y conllevó, entre otras cosas, una disminución de la movilización social y el recorte de derechos laborales en buena parte del mundo. Sin embargo, en el estado español la burguesía continuó perdiendo plusvalía y los poderes fácticos temieron una explosión revolucionaria. Fue entonces cuando empezaron a sentar las bases de la 'transición democrática', o lo que es lo mismo, la continuidad del franquismo por otras vías.

La política neoliberal que diseñó la burguesía españolista en la Transición cubría principalmente 3 ejes:

1. Fomentar la privatización de las empresas, abriendo la puerta a la precarización radical del empleo, los contratos basura. En junio de 1981 se firmó el primer compromiso tripartito entre el gobierno, la plataforma empresarial CEOE y los sindicatos UGT y CCOO. El Acuerdo Nacional sobre Empleo pretendía "principalmente fomentar la creación de puestos de trabajo", a través de, entre otras cosas, fortalecer la inversión privada. Precisamente la participación de las cúpulas sindicales en este tipo de acuerdos no fue algo casual; al mismo tiempo se empezó a impulsar la depuración interna, echando a los obreros más combativos y convirtiendo el sindicalismo tradicionalmente rebelde en un instrumento de la patronal para desmovilizar a la clase obrera y convencerla ideológicamente de las ventajas del "capitalismo democrático".

2. Asegurar la unidad de España, que busca mantener el poder omnímodo de la oligarquía española, asegurando un marco territorial de explotación y acumulación capitalista y negando el derecho a la soberanía nacional de los diferentes pueblos que forman el Estado español. Según la Constitución Monárquica de 1978, serían las fuerzas armadas las encargadas de garantizar la unidad territorial. Además, para sostener esta política se mantuvo en el poder la figura de la monarquía, que simboliza la existencia el Reino de España, con el monarca Juan Carlos I como Jefe del Estado español, nombrado precisamente por el dictador fascista Franco como su sucesor en 1969, un dato poco recordado en la televisión contemporánea.

3. Liquidar el movimiento antiimperialista, liberando trabas para el saqueo exterior y mejorando la imagen de los países imperialistas con los que se empezaban a hacer negocios. Nuevamente el colaboracionismo de las cúpulas dirigentes de la izquierda fue fundamental en esta tarea. La militante republicana Ángeles Maestro señaló el 12 de noviembre de 2006 en la XVI Marcha contra las Bases de la OTAN en Torrejón (Madrid), que "esta Marcha a Torrejón se inició hace ahora 25 años, en 1981, convocada en ese momento por los movimientos sociales de la izquierda revolucionaria. La dirección del PCE hizo todo lo posible para boicotear esa movilización, prohibiendo a su militancia asistir. Sin duda el tema de la OTAN es uno de los grandes temas ocultados de la Transición, y a las pruebas me remito, porque si la principal fuerza de entonces fue capaz de boicotear la lucha tradicionalmente antiimperialista de los pueblos del estado español, es evidente que prueba que uno de los puntales de los Pactos de la Moncloa fue la entrada de España en la OTAN y la colaboración y no beligerancia por parte de la izquierda".(2)

El marco jurídico general que enmarcaría la política impulsada en la Transición fue la Constitución de 1978.

La paulatina desmovilización, la depuración de las bases combativas y la degradación de las ideas transformadoras representaron la dinámica existente durante los años 80, profundizada con el golpe ideológico que conllevó la desaparición de la URSS en los 90. La televisión privada, las empresas de trabajo temporal, la represión permanente a los focos de resistencia populares y la llegada del PP al poder en 1996, exaltando al Rey y al neoliberalismo estadounidense, camparon a sus anchas agitando la bandera de la victoria capitalista.

Siglo XXI, entramos en la fase de la recomposición

La explosión del movimiento antiglobalización en 1999 (Seattle) abrió una nueva etapa de movilizaciones a nivel mundial que también afectó al estado español. En el primer semestre del 2002 España presidió la Unión Europea y eso sería motivo de grandes movilizaciones en Barcelona (500.000 personas), Madrid (20.000 personas) y Sevilla (50.000 personas).

Poco después, el -según muchos autores- autoatentado del 11 de septiembre y las consiguientes manifestaciones antiguerra luego de las invasiones a Afganistán e Irak, movilizaron a decenas de miles de personas en todo el Estado español. La afluencia a las marchas contra el ataque a Irak fue especialmente relevante en Madrid, si bien éstas estaban impregnadas por el oportunismo electoralista de la izquierda parlamentaria, los sindicatos amarillos y la gente "progresista" de la "cultura", cuyas principales figuras sostenían sonrientes las pancartas de cabecera para aparecer al día siguiente en las portadas de los periódicos o en la TV.

El 11 de marzo de 2004 fue un punto clave en la fase de reestructuración de la disidencia popular. Decenas de miles de personas desobedecieron el discurso oficial del Gobierno (con Aznar como presidente) que señalaba a la organización vasca ETA como responsable de los atentados en los trenes de Atocha y se echaban a la calle para denunciar las mentiras mediáticas y bajo el sentimiento: "las bombas de Irak cayeron en Madrid". Se oyeron con fuerza las protestas frente a la sede del PP en Madrid. Apenas 3 días después de los atentados, Aznar perdió las elecciones.

Se vivían días de agitación y si bien meses después nuevamente la tranquilidad recuperó su reinado (inevitable en una coyuntura donde la socialdemocracia encabezaba la movilización), algo comenzaba a despertar en Madrid. Cientos de jóvenes habían vivido sus primeras experiencias de lucha en la calle, corriendo y esquivando las porras policiales, cortando las calles céntricas más comerciales y gritando "lo llaman democracia y no lo es" o "luchar, crear, poder popular". Se empezaba a forjar nuevamente la cultura de la protesta, más allá de las intenciones de una izquierda parlamentaria que piensa en términos cortoplacistas y con el objetivo esencial de ganarle las elecciones al PP.

Desde entonces multitud de jóvenes han protagonizado protestas en la capital del imperio español. En 2005, 5000 jóvenes convocados por la Coordinadora Antifascista de Madrid se manifestaron reivindicando como "luchadores por la libertad" a los 5 últimos fusilados del franquismo, el 27 de septiembre de 1975. El hecho de los fusilamientos sirvió de puente entre el sistema franquista y el sistema "democrático" actual, ya que el Rey y jefe de estado actual fue en aquel entonces co-responsable de los sucedido.

El movimiento por la vivienda digna convocó manifestaciones "ilegales" de miles de jóvenes en la primavera del 2006, siendo objeto de violenta represión policial pero señalando al mismo tiempo que la precarización de la vida empieza a generar focos de protesta cada vez más intensos.

Este movimiento ha continuado activo en el 2007, uniéndose a él en la manifestación del 7 de marzo el movimiento okupa con un bloque propio, para "defender una postura frente al problema de la especulación desde la perspectiva de la lucha contra el capitalismo: la okupación".(3) No por casualidad se han multiplicado en los últimos 2 años en Madrid la okupación de viviendas, asi como de edificios para la creación de centros sociales, que sirven para la realización de asambleas, actos políticos, conciertos, actividades artísticas, etc.

Traición y desconfianza en las organizaciones políticas

Sin duda, está siendo y será determinante para el proceso de recomposición de las luchas en el estado español (y en Madrid en particular) la irrupción de quienes no habían nacido cuando tuvo lugar la Transición y por lo tanto no se sienten rehenes de ella. Como sí ocurre con multitud de luchadores que vivieron y participaron en la resistencia antifranquista, sobre todo en sus últimos años, y luego se sintieron traicionados y abandonaron la lucha, o bien se instalaron en el sistema. Cosa que quizá se ve mejor desde fuera.

En abril del 2006, tres organizaciones (Colectivos de Jóvenes Comunistas, estudiantes de Corriente Roja e Izquierda Castellana) elaboraron un “Manifiesto joven por la III República”, en el que además de reivindicar la lucha antimonárquica, por la autodeterminación de los pueblos y por el socialismo, se afirmaba que “nosotros, los jóvenes, tenemos la obligación de replantearnos el marco político que nos ha venido dado por la historia y construir el futuro con un criterio propio sin ataduras del pasado”.(4)

Buena parte de la juventud que hoy en día se suma a la lucha no hereda el sentimiento derrotista de los años 80 y 90, pero sí asume una desconfianza natural hacia la estructura del partido y en general de la organización política o el sindicato, producto de la concepción de enfrentarse a un sistema neoliberal que, precisamente, las generaciones pasadas terminaron aceptando tras ser traicionadas por las cúpulas dirigentes de los partidos de izquierda y los sindicatos. Tanto ha sido así que el poder ha conseguido decir que "la izquierda" está representada en el parlamento, por la sencilla razón de que las principales organizaciones que fueron protagonistas en la crisis de la dictadura franquista (PCE, PSOE, CCOO, UGT) están hoy respaldando las políticas patronales o impulsándolas activamente.

Así mismo, las llamadas "redes sociales" de la etapa antiglobalización y en general la extensión de las estructuras horizontales muestran un sentir juvenil actual que rechaza la jerarquía como forma de organización, achacando precisamente a esta fórmula la falta de democracia que derivó en políticas antipopulares impulsadas por el movimiento de izquierda años atrás.

En esta etapa de recomposición organizativa e ideológica, existe por tanto una simpatía hacia el asamblearismo en tanto que son espacios de participación masiva, mucho más lentos en la acción política, y con resultados quizás menos visibles, pero más democráticos.

El reto de la lucha contra la precariedad laboral

Reforma laboral tras reforma laboral, firmadas por el gobierno, la patronal y los sindicatos oficialistas, se ha desarrollado una política que asegura por un lado el blindaje del empleo precario, es decir, que no pueda recuperar condiciones de estabilidad y dignidad, y con posibilidad de despido prácticamente gratuito. Y por otro lado se está atacando los reductos del empleo tradicionalmente estable: tal es el caso de empresas como Seat, Phillips, Braun, Iberia, Delphi...

Los jóvenes soportan las condiciones más duras de precariedad, pero todo indica que en el futuro tampoco podrán mejorar sus condiciones de trabajo, ya que los espacios de estabilidad tienden a desaparecer.

Así mismo, la desconfianza hacia las organizaciones también afecta a la estructura sindical, en general muy desacreditada, y los sindicatos combativos actuales están lejos de llegar con fluidez a los sectores juveniles, no sólo por la dificultad de enfrentar esta tarea hoy en día sino también por sus propias contradicciones y carencias. Con todo, se están desarrollando experiencias valiosas de lucha contra la precariedad, impulsadas por pequeños sindicatos, con huelgas y protestas en empresas como Mercadona (Sevilla), Bocata (Barcelona), Pizza Móvil (Galiza), etc.

El reto se sitúa en lograr estabilizar una dinámica de lucha en los centros de trabajo que permita a los jóvenes organizarse a mayor escala y combatir la precarización galopante. En Madrid varios sindicatos, entre ellos CNT, impulsan experiencias de lucha con participación juvenil, como ha ocurrido recientemente en la empresa de trabajo temporal Seprotem o el restaurante El Padre.

Pérdida de miedo hacia el estado y sus instrumentos represivos

El pasado 28 de julio de 2006, unos 800 trabajadores de Iberia, personal de tierra, ocuparon las pistas del Aeropuerto de Barcelona provocando con ello la paralización total de vuelos, tanto de salida como de entrada. Marcos Arenas, delegado sindical de CGT valoraba que “es cierto que hay mucha gente muy dócil, que nadie se mueve por nadie, etc, pero aquí hemos visto que cuando se llega a un extremo, gente no sindicada y 'pasiva' de repente invade las pistas de un aeropuerto o se lanza a la calle en los astilleros. Claro, porque ¿qué nos queda? También podemos callarnos, bajar la cabeza, irnos a casa y cobrar el paro hasta que se acabe, pero no todos están dispuestos a hacer eso.”(5)

En Madrid, el movimiento de okupación revitaliza actualmente el sentimiento de desobediencia hacia el estado. Se producen desalojos pero las asambleas juveniles vuelven a okupar edificios y viviendas, asumiendo el coste legal que se pueda ocasionar. En el centro social okupado La Alarma, en julio de 2007 decenas de jóvenes hicieron guardias por las noches una vez que ya se había dictado la orden de desalojo, con el objetivo de resistir pacíficamente la entrada de la policía al edificio y demostrar que hay sectores en la sociedad dispuestos a sufrir consecuencias represivas para defender los espacios liberados. La policía logró desgastar a los activistas y finalmente consumó el desalojo, pero el mensaje fue transmitido con nitidez.

El pensador y militante vasco Iñaki Gil de San Vicente da a este tema una base teórica: “Sumergidos en el engañoso universo mental de la 'igualdad de derechos' entre personas que sin embargo son objetivamente desiguales, en este pozo hediondo, toda okupación es un ataque de los 'fracasados y vagos' contra el derecho de su propietario a disponer de lo que es suyo porque se lo merece por ser un 'triunfador', al margen de quién lo haya construido, en qué estado se encuentre y para qué se use, si se usa. Hundidos en la alienación de la propiedad intocable, okupar un solar vacío para hacer un jardín de infancia, okupar un latifundio, una fábrica o una universidad, hacer esto es negar lo esencial de la libertad de su propietario. Los okupantes, jóvenes, vecinos, campesinos, obreros..., saben esto pero necesitan ese espacio, y se arriesgan a la represión. Con toda la razón y toda la buena voluntad del mundo inician una tarea de emancipación cotidiana, asamblearia y crítica, pero no llegan al fondo del problema, el de la liquidación de la propiedad, es decir, el de la recuperación de lo construido y su devolución al pueblo que lo ha creado. No estoy negando o minimizando los méritos revolucionarios y emancipadores de la ocupación, al contrario. Toda ocupación, lo mismo que toda cooperativa o que toda huelga lleva en sí los gérmenes del socialismo porque indica la dirección en la que avanzar y los métodos que hay que aplicar. Pero toda ocupación se agota en sí misma si no avanza prácticamente a la devolución al pueblo, a la recuperación por este, de lo que se ha okupado”.(6)

Así mismo, en enero de 2007, la juventud autoorganizada de la localidad de Alcorcón (Madrid) enfrentó la campaña informativa de los medios de masas que convirtió una pelea puntual en un “conflicto entre bandas con tintes raciales”. Hizo frente a la amenaza de los grupos nazis por actuar en la zona, aguantó la presión policial que anunciaba que reprimiría con chalecos antibalas puestos, y pasó por encima de la prohibición del ayuntamiento y de la manipulación mediática convocando una concentración “por la convivencia pacífica y contra el racismo”, que finalmente se consiguió llevar a cabo, si bien fue atacada por la policía poco después, fuera del alcance de los teleobjetivos y de las cámaras de televisión. (7)

El movimiento por una vivienda digna, con un fuerte componente de desobediencia; las decenas de acciones de solidaridad, driblando a menudo la legalidad, por los 5 estudiantes detenidos en 2001 en una manifestación contra la LOU (Ley Orgánica Universitaria); o la extensión de acciones nocturnas inutilizando cerraduras de empresas inmobiliarias o de trabajo temporal, son algunos ejemplos de que la juventud empieza a recuperar pequeños mecanismos de desobediencia ideológica y a actuar en consecuencia.

El potencial desestabilizador de la juventud

Nos adentramos en una etapa marcada por los primeros síntomas de una fuerte crisis económica, provocada entre otras cosas por el desbocado negocio de la vivienda y el suelo, y sus correlatos financieros, la cual prevé la proliferación de protestas en multitud de ámbitos sociales.

Los siguientes 10 años pueden definir un escenario cualitativamente distinto al actual si los movimientos sociales logran avivar una generación de luchadores que recupere el espíritu combativo derrotado en la mal llamada Transición Democrática. Una generación que sepa recuperar la experiencia organizativa de la lucha de masas desarrollada históricamente en el estado español y deseche las fórmulas de acción que impiden la independencia de clase, la autonomía y la autoconciencia de la gente con respecto de la izquierda institucional, izquierda que sólo ha logrado generar desmovilización y cultura del enfrentamiento, sobre todo cuando ven peligrar sus privilegios, ya sean cargos electorales, puestos de funcionarios, viajes pagados a congresos, que le publiquen en los grandes medios, o tan sólo evitar la posibilidad de que les confundan con “terroristas”.

Madrid es la capital de los grandes negocios para el Estado español y para América Latina, y por esa razón es también un espejo donde miran otros pueblos para valorar la situación de la lucha de clases. Fortalecer la protesta organizada en Madrid, es mostrar un enemigo más debilitado en el resto del estado español y en otros lugares de fuera.

En este sentido, la aparición de una generación juvenil con voz propia, es decir, con capacidad de construir lucha con sus propias manos sin verse ahogada por el poder adulto y por los vicios de experiencias anteriores fracasadas, puede representar un peligro potencial para la armonía social impuesta. Más si tenemos en cuenta que en Madrid se aceita la maquinaria de represión hacia Euskal Herria, por tanto construir un contrapeso (no sólo en Madrid, aunque en especial, sino también en muchos otros lugares), puede ayudar a desfigurar por la izquierda a España como marco territorial capitalista, como muro de contención burgués.

Los que hemos militado en los años 60, 70, 80, en el Estado español o en América Latina, tenemos una serie de convencimientos que nos es difícil superar. Muchos creemos que lo que fueron métodos correctos en 1917 en Rusia o en 1959 en Cuba, tienen que ser correctos también ahora y para siempre. Pienso que ni Lenin ni el Che estarían hoy de acuerdo con eso. Estoy convencido de que lo que sigue teniendo vigencia y sigue siendo válido es la idea anticapitalista, de un mundo sin explotadores ni explotados. Pero los métodos pueden ser, y de hecho son, muy variados: lo demuestran los piqueteros argentinos, los indígenas bolivianos y ecuatorianos, los Sin tierra de Brasil.

Los jóvenes de la asamblea del Centro Social Okupado La Traba de Madrid, lo expresan con claridad: “Okupamos porque creemos que okupar es recuperar lo que nos pertenece, lo que pertenece a la mayoría de la población, la que trabaja por un miserable salario construyendo los edificios donde vivimos y amasando el pan que comemos, y que sin embargo luego no es dueña de lo que produce (más bien cada día nos cobran más por todo). A penas somos dueños de nuestros propios cuerpos, que nos obligan a poner a disposición de empresarios y banqueros que se llenan los bolsillos a nuestra costa. Okupar es, sencillamente, recuperar lo que nos han quitado. Okupamos porque queremos atacar el pilar principal del sistema capitalista: la propiedad privada (que por encima de los cuentos de hadas es la excusa para enriquecer más a quienes más tienen y ahogar a quienes menos tienen).”(8)

Creo que no debemos buscar jóvenes obedientes, estratificados, si no fomentar su creatividad, que demuestran tener y mucha. Debemos ayudar con nuestra experiencia en aspectos concretos, entregando base teórica gracias a nuestras lecturas, tratando de evitar que cometan nuestros errores, pero sin imponer los métodos. En caso contrario caemos, fatalmente, en la misma actitud de nuestros padres y mayores.

Los próximos años están potencialmente marcados por el boceto de un proyecto de lucha anticapitalista que, de esbozarse, tendrá a la juventud como protagonista, como siempre ha sido.

* Luciano Álzaga es periodista y miembro del Colectivo Editorial de La Haine

Notas

1.Periódico En la calle, "La Pasta tiene que le cante (y la banKe)", 26.10.2005, http://www.lahaine.org/index.php?p=10396

2.La Haine, La Plataforma & Radio ELO, "Cobertura: XVI Marcha a Torrejón. Fuera tropas españolas de Líbano y Afganistán. OTAN No, bases fuera", 12.11.2006, http://www.lahaine.org/index.php?p=18444

3.Bloque de okupación, "Bloque por la okupación en la manifestación por la vivienda digna de este sábado 24", 21.03.2007, http://www.lahaine.org/index.php?p=21299

4."Manifiesto Joven por la III República", Abril del 2006, www.nodo50.org/republica/docs/manifiestojovenrepublica.pdf

5."Marcos Arenas, delegado sindical en el aeropuerto de El Prat: 'Los trabajadores pasaron por encima de los sindicatos oficiales'", 03.08.2006, http://www.lahaine.org/index.php?p=16303

6.Iñaki Gil de San Vicente, "El derecho/necesidad a la ocupación y recuperación", 20.04.2005, http://www.lahaine.org/index.php?p=7160

7."El brote antifascista de Alcorcón", 07.02.2007, http://www.lahaine.org/index.php?p=20393

8.Colectivo 8 de marzo, "Un desalojo, otra okupación: El Colectivo 8 de marzo realiza una nueva okupación, ahora en el distrito de Arganzuela", 14.04.2007, http://www.csolatraba.nuevaradio.org/articulo.php?p=5

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