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Palestina


Este texto ha sido remitido al CSCA por sus autores para su difusión en castellano

Publicado en la revista de The Alternative Information Center News from Within, núm. 8, enero de 2002, con el título original de "Theses on globalisation and the Palestinian resistance" www.alternativenews.org

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Imperialismo, globalización capitalista y cuestión palestina

Nassar Ibrahim y Majed Nassar

Traducción: CSCAweb (www.nodo50.org/csca), 8 de febrero de 2002

El negativo papel de Israel no se limita a la ocupación de Palestina y a la negación de los derechos nacionales palestinos; incluye también una dimensión regional y mundial: Israel sirve en Oriente Medio como punta de lanza de las fuerzas imperialistas y de su proyecto de globalización capitalista, dejando ver con su política la cara más desagradable y violenta del proceso de globalización

No cabe duda que el movimiento antiglobalización ha ido ganando apoyos durante la última década. Dicho apoyo ha conducido a que a menudo se produzcan estallidos públicos muy explosivos, principalmente en Seattle en 1999, pero con igual ferocidad en Washington, Génova o Los Ángeles. En gran medida -debido a esta descarga de frustración- el discurso globalizador se va estableciendo cada vez más como un concepto analítico importante dentro de un amplio espectro de dimensiones económicas y culturales, al tiempo que sociólogos y politólogos intentan alcanzar al movimiento popular contra la globalización.

En conjunto, el apoyo popular a la antiglobalización y el desarrollo de un marco teórico que sirva al movimiento han derivado para la creación de un marco organizativo que constituye un reto para la dinámica de un mercado mundial que está controlado por las corporaciones multinacionales. El movimiento antiglobalización es un lucha contra las políticas globales de las corporaciones multinacionales que hacen que aumenten las contradicciones sociales a nivel nacional, internacional, y entre Norte y Sur. Las políticas globalizadoras amenazan al medio ambiente y han hecho que aumenten los índices de pobreza y de ignorancia, creando condiciones para que se estallen conflictos de base cultural y religiosa.

La globalización es un producto de la revolución que se ha producido en el campo de la información y las comunicaciones y que tiene un impacto considerable en los ámbitos de la economía, la política, y la cultura. Es un proceso explotado por el capital y los países desarrollados para promover el dominio en la escena global de las corporaciones multinacionales. Al mismo tiempo, las motivaciones materiales e ideológicas de los países occidentales desarrollados siguen respondiendo a prácticas imperialistas que intentan imponer un modelo social y cultural occidental que los poderes occidentales consideran el "punto de destino" de todas las culturas y naciones.

La dominación combinada ejercida por las corporaciones multinacionales y el imperialismo occidental tiene como resultado el control sobre otros Estados, al tiempo que subyuga características nacionales, culturales y sociales ajenas a las propias. Al mismo tiempo, la política de dominación crea dentro de las naciones y culturas que caen víctimas las condiciones para que se de una violencia destructiva y surja el conflicto que lleven al mundo a un ciclo de guerra y autodestrucción.

El marco del debate sobre la globalización permite que se examine el papel del imperialismo en relación a las fuerzas económicas de la modernidad en general, y más concretamente de las corporaciones multinacionales. En este sentido, al tiempo que la globalización es frecuentemente descrita como un proceso por el cual el Estado cede ante las exigencias de las corporaciones multinacionales, la globalización/antiglobalización ofrece un marco conceptual que permite analizar la relación entre los intereses comerciales y las ambiciones imperialistas que operan sobre la base del servicio mutuo. En este sentido, es posible comprobar que los objetivos del capitalismo y del imperialismo son inseparables: los intereses comerciales de las multinacionales y las ambiciones imperialistas de los poderes occidentales se apoyan mutuamente. Buena prueba de ello es el hecho de que diariamente se desarrollan fuerzas desiguales dentro del ámbito de las relaciones internacionales. Otro ejemplo son los acuerdos GATT, o las diversas guerras que libra EEUU. Igualmente, tenemos conferencias internacionales como la conferencia contra el racismo y la cumbre sobre medio ambiente, o en la prácticas obstruccionistas de EEUU en NNUU.

Hay una necesidad urgente de resistir este proceso social, moral, y culturalmente con el fin de proteger la riqueza de la humanidad. Dicha resistencia no debe consistir necesariamente en el rechazo del desarrollo científico y tecnológico que de hecho pueden, y deben, servir a todas las naciones y pueblos, categorías y clases sociales. Ningún avance en estos campos debe pertenecer a una nación, cultura, o grupo corporativo concretos que se dediquen a obtener beneficios a costa de la pobreza y miseria de miles de millones de personas.

La cuestión palestina es uno de los ejemplos más trágicos del proceso de globalización en su manifestación imperialista.

El papel de Israel en el proyecto globalizador

Tras el fin de la Primera Guerra Mundial, Gran Bretaña inició, con la Declaración Balfour de 1917, el proceso que conduciría al establecimiento de un hogar nacional judío en Palestina. Durante su mandato sobre Palestina, los británicos apoyaron al movimiento sionista, un proyecto colonial etnocéntrico y racista. Mediante la imposición de su Mandato sobre Palestina siguiendo los acuerdos de Sykes-Picot de 1916, Gran Bretaña protegió al movimiento sionista y le brindó su apoyo político. Terminada la Segunda Guerra Mundial, Gran Bretaña ya había preparado el terreno para que el sionismo se apoderara de Palestina, después de haber conspirado para reprimir a la resistencia palestina durante 30 años.

Tras el fin de la II Guerra Mundial y el ascenso de EEUU como líder de los regímenes capitalistas, la protección del proyecto sionista pasó a manos norteamericanas. Durante 1917 y 1948, grupos sionistas armado iniciaron una guerra contra los palestinos, estableciendo finalmente el Estado de Israel sobre el 78% del territorio palestino. 19 años después, en junio de 1967, Israel atacó a los países árabes y ocupó la totalidad de Palestina, el Sinaí egipcio, y los Altos del Golán.

Como resultado, más de un millón de palestinos fueron expulsados de sus hogares y tierras y se convirtieron en refugiados, yendo a parar a campamentos de refugiados en otros países árabes (Jordania, Siria, Líbano). La población palestina refugiada alcanza hoy los 4 millones de personas, a quienes Israel niega el derecho de volver a su tierra, violando el derecho internacional y las resoluciones del Consejo de Seguridad de NNUU.

A pesar de que todas estas acciones coloniales fueron legitimadas en nombre del bienestar y la seguridad del pueblo judío, los poderes occidentales actuaron en una fase crucial para la formación de las relaciones globales de poder. Su política sirvió de puente para que los poderes occidentales pudieran proteger los intereses del capitalismo global en Oriente Medio.

Como tal, Israel fue establecido como parte de un proyecto imperialista en la región, utilizando la tragedia del pueblo judío para legitimar sus fines. En este sentido, la mayor parte de la población judía es víctima de este mismo proyecto colonial en Oriente Medio. No iba en beneficio de los judíos ganarse la hostilidad de los países árabes ni expulsar a los palestinos; la tragedia judía que acaeció en Europa no justifica que los palestinos tuvieran que convertirse en víctimas de las ambiciones colonialistas europeas.

En la división global del trabajo, el Estado de Israel se convirtió en el policía del imperialismo y, como tal, tenía tres tareas que cumplir: controlar los recursos árabes (en particular el petróleo), actuar como baluarte contra cualquier cambio revolucionario que pueda producirse en un país árabe, y hacer frente al avance del comunismo en Oriente Medio, por aquel entonces representado por la URSS.

La tragedia palestina es consecuencia de una política imperialista globalizadora basada en la opresión, la ocupación, y el apoyo ilimitado que recibe Israel en su agresión regional. Los palestinos son víctimas de este proceso e Israel se ha convertido en instrumento para controlar la región mediante la negación de los derechos humanos, la ocupación y la agresión militar.

La concepción sionista combina la visión de Israel como un Estado exclusivamente judío y la visión de Israel como expresión del modelo demográfico y cultural occidental. Como Estado excluyente, Israel es la negación permanente de la existencia de los palestinos como nación. Consecuentemente, el reconocimiento de los derechos del pueblo palestinos representa una amenaza para la existencia colonial de Israel. Como expresión de un modelo occidental, Israel obliga a los países capitalistas a reconocer que la política israelí es defensiva y protege los valores y el estilo de vida occidentales, que ofrecen un punto de resistencia frente al "Oriente bárbaro" y el "terrorismo árabe". El apoyo político y material que incondicionalmente le brinda EEUU, así como otros países capitalistas, sirve para reforzar una estrategia que tiene como objetivo el reforzamiento de su propio control global.

El negativo papel de Israel no se limita a la ocupación de Palestina y la negación de los derechos palestinos, sino que incluye la dimensión regional e incluso global: Israel sirve en la región como punta de lanza de las fuerzas imperialistas y de su proyecto de globalización capitalista, dejando ver con su política la cara más desagradable y violenta del proceso de globalización. Todo ello se evidencia en la continua agresión que ejerce Israel sobre los países árabes y en las relaciones que mantiene con algunos de los regímenes dictatoriales más crueles y racista, como el régimen del apartheid en Sudáfrica o las dictaduras fascistas de Latinoamérica y los señores de la guerra en África.

La alianza entre Israel y el imperialismo no es accidental, y tampoco tienen una motivación religiosa o emocional. No es una respuesta a la tragedia sufrida por los judíos en Europa. Al contrario: la alianza entre Israel y Occidente es expresión de que Israel defiende las ambiciones e intereses políticos, económicos y militares de la política global norteamericana. En este sentido, Israel contribuye a reforzar el continuo rechazo norteamericano hacia los derechos del pueblo palestino. Igualmente, Israel contribuye a que los países de la zona se mantengan bajo la dominación militar y política occidental.

La negación de la existencia palestina se intenta conseguir mediante la estrategia colonial israelí de la práctica de la limpieza étnica, la segregación ejercida de forma sistemática, la negación de derechos civiles y humanos elementales, y la eliminación de los palestinos de la Historia. La historia israelí del proceso de colonización hunde sus raíces en una mitología religiosa que justifica la invasión y ocupación de Palestina y al mismo tiempo rechaza hechos históricos, tales como la limpieza étnica llevada a cabo en Palestina durante la década de 1940 y 1950.

Actualmente, todas las formas de resistencia política y militar palestinas contra la ocupación israelí se describen como prácticas terroristas a las que hay que poner fin por cualquier medio, negando en consecuencia la válida presencia de los palestinos como seres humanos que tienen una serie de derechos en cuanto que personas.

Para los medios de comunicación occidentales, la agresión israelí, las guerras y las masacres son descritas con referencias al "derecho a la autodefensa" ejercido por un "democrático Israel". En esta presentación de los hechos, Israel es un símbolo de la civilización y la democracia y tiene derecho a marcar los límites de la justicia y el castigo, así como a ejercer la autoridad sobre quienes no le obedezcan.

Al mismo tiempo, los medios de comunicación occidentales crean una imagen distorsionada de los árabes y los palestinos en el imaginario colectivo occidental. Los medios crean una serie de estereotipos que fomentan el odio y el rencor, en un proceso que degrada las creencias culturales y religiosas árabes y crea las condiciones para que se produzca un "choque de culturas".

En resumen, la negación por parte israelí del pueblo palestino encaja con la distorsión de la imagen árabe que tiene lugar en los medios de comunicación occidentales globales. Ambos aspectos ponen de manifiesto la existencia de una dimensión racista que niega la particularidad del Otro, le niega sus derechos humanos esenciales, sus características culturales, y en definitiva su experiencia humana.

El proceso de paz árabe-israelí y la globalización

Basándose en su poder militar, el apoyo que tiene de EEUU, y la percepción del mundo árabe como algo primitivo, la visión israelí de la paz se ha puesto en práctica a lo largo de un proceso en el que Israel tiene el privilegio exclusivo de dictar las condiciones para la paz, incluyendo el alcance (si es que puede hablarse de alguno) de hasta dónde podrán reconocerse los derechos del pueblo palestino.

La visión israelí se fundamenta sobre la lista de los "no": no al derecho al retorno, no a un reconocimiento de los derechos históricos y políticos de los palestinos de Jerusalén, no al desmantelamiento de los asentamientos, no a un Estado palestino soberano.

Con el fin de dictar su propia visión de la paz, Israel está plenamente dispuesto a degradar las vidas de los palestinos limitando su libertad de movimientos, mediante el asesinato y las detenciones, los bloqueos, la destrucción de hogares y de la riqueza agrícola. Israel no busca la paz, sino la rendición.

El proceso de paz que comenzó en la conferencia de Madrid a principios de los noventa se inscribió en el marco de la alianza norteamericana-israelí, y siguió adelante gracias a la caída de la URSS y el resultado de la Guerra del Golfo. En el proceso, la visión norteamericana de la era post-soviética como un Nuevo Orden Mundial encajaba con el deseo israelí de que existiera un Nuevo Oriente Medio.

El proceso de Madrid tuvo continuidad en una serie de conferencias económicas en Casablanca, Doha, Amman y El Cairo que tenían como objetivo la reestructuración económica de Oriente Medio y el Norte de África, iniciando el tránsito de las naciones de la zona desde los ya decrépitos regímenes nacionales hacia economías liberalizadas integradas en el mercado global. El objetivo de las conferencias mencionadas era poner fin al conflicto árabe-israelí y palestino-israelí mediante la aceptación de los intereses políticos y económicos de EEUU e Israel.

Las directrices eran dobles: por un lado, aceptar políticamente a Israel sin obligare a aceptar las peticiones palestinas, al tiempo que se imponía un proceso de liberalización socio-económica en los países árabes. El símbolo económico de todo este proceso fue el fin del boicot que directa o indirectamente los Estados árabes practicaban contra Israel. La culminación del proceso de Oslo, durante el cual las elites palestinas en el exilio aceptaron condiciones que eran rechazadas por el pueblo palestino en el interior era requisito para la apertura de mercados de Oriente Medio, Asia Central y del Sur hacia Israel. El proceso ofreció a Israel la posibilidad de contar con mano de obra barata palestina en las zonas de libre comercio que se crearían en los Territorios Ocupados.

La segunda Intifada palestina es reflejo de la voluntad y el espíritu de resistencia y el rechazo de este proyecto. El pueblo palestino propone una idea de la paz como opción estratégica basada en las resoluciones de NNUU que exigen una retirada completa israelí a las fronteras del 4 de junio de 1967, con el consiguiente establecimiento de un Estado palestino independiente junto al Estado de Israel y la puesta en marcha del proceso de repatriación de los palestinos del exilio.

Palestina y el movimiento antiglobalización

Junto con el proceso de liberalización de las economías nacionales, la puesta en práctica de los programas de ajuste estructural y los dictados de la paz con Israel como rendición política, todas las demás contradicciones internas del proceso globalizador se dan en Oriente Medio. Incluimos aquí el ascenso del Islam político, el estallido de conflictos religiosos y de base cultural, la intervención de fuerzas militares imperialistas y el creciente descontento popular que se deja sentir en todos los países árabes.

La heroica resistencia de las fuerzas patrióticas palestinas frente al proyecto imperialista se encuentra en la base de la resistencia frente a todos estos procesos. Sin embargo, los palestinos se enfrentan de un modo trágico al asesinato de sus líderes políticos, la demolición de hogares, o la destrucción de su infraestructura. Los patéticos esfuerzos de los líderes árabes y de los mediadores europeos son un ejemplo amargo, al intentar que los palestinos acepten un acuerdo que les niega la soberanía y la independencia.

El papel del movimiento antiglobalización no debe consistir simplemente en desear que la lucha palestina tenga éxito, sino en compartir esa lucha y contribuir a su victoria. Es obligación del movimiento antiglobalización levantar la bandera en defensa de los derechos palestinos, de la libertad, y la independencia como expresión de compromiso con una alternativa a la globalización neoliberal.



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