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*Neve Gordon enseña en el Departamento de Ciencia Política de la Universidad Ben Gurion, Israel

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Palestina


La deriva fascista de Israel

Neve Gordon*

The Center for Policy Análisis on Palestine (CPAP)-The Jerusalem Fund
Information Brief núm. 86, 4 de febrero de 2002
Traducción: CSCAweb (www.nodo50.org/csca), 12-02-2002

"Hoy por hoy, el peligro más grave al que se enfrenta Israel no es la AP, ni siquiera Hamas o el Jihad, sino una amenaza interna: el fascismo. La Administración Bush ha vuelto a mostrar su apoyo al gobierno de Sharon, permitiendo así a las fuerzas israelíes no solo atacar a la AP, sino silenciar a cualquier movimiento de oposición interna. La cuestión más importante a la que ningún extranjero parece prestar atención es que la democracia en Israel está siendo atacada"

"Para Israel, el 11 de septiembre fue un milagro de Navidad". Así se pronunciaba recientemente un analista político en el diario Ha'aretz, citando a responsables de la administración israelí. En este cínico mundo, los miles de muertos norteamericanos habidos se consideran un don del cielo, llana y sencillamente porque su muerte ha contribuido a que la presión internacional se desplace de los hombros de Israel para situarse sobre los palestinos, al tiempo que ha permitido al gobierno israelí continuar con su política regional sin que nada se lo impida. De hecho, durante los últimos meses EEUU ha apoyado firmemente todas y cada una de las acciones israelíes.

El gobierno del primer ministro israelí Ariel Sharon se ha aprovechado de este giro dado por la Administración Bush, y está decidido a hacer estragos en la Autoridad Palestina (AP), impidiendo la creación a corto plazo de un Estado palestino independiente. Los acontecimientos más recientes sugieren que a Sharon le interesa derrocar al presidente de la AP, Yaser Arafat, con la esperanza de precipitar un conflicto palestino interno o incluso de provocar una guerra civil. Según esta lógica perversa, Israel podría entonces instaurar un gobierno títere al tiempo que cambiaría la demarcación territorial de Cisjordania: la historia de Líbano se repite.

Silenciar a la oposición

Mientras el ciclo de violencia sigue cobrándose vidas, muchos israelíes han perdido la capacidad de pensar con claridad. Según una encuesta reciente aparecida en uno de los principales periódicos del país (Yediot Aharonot), el 74% de los israelíes está a favor de la política de asesinatos del gobierno. Pero, a la hora de responder a la pregunta de si creen que los asesinatos son efectivos o no, un 45% de los entrevistados respondió que los asesinatos contribuyen a que aumente el terrorismo palestino, un 31% afirmó que no tienen efecto alguno sobre el terrorismo, y solamente un 22% respondió que la mencionada política contribuía a disuadir a los terroristas. Casi la mitad de los israelíes creen que la reacción gubernamental frente al terrorismo perjudica sus propios intereses, y sin embargo siguen apoyado los asesinatos.

Todo lo anterior indica que existe una especie de instinto visceral que se ha apoderado de la psique nacional, marginando y reprimiendo toda forma de reflexión política. Ya en la República, Platón advertía sobre el dominio de los sentimientos y las emociones en la esfera pública, argumentando que tal situación era característica del nacimiento de un poder despótico. Dentro de muchos años, la gente se preguntará cómo es que una población entera no se dio cuenta de lo que estaba pasando.

Lo que queda del pacifismo israelí ha intentado reagruparse en forma de oposición viable. Semanalmente, hay manifestaciones delante de la casa del primer ministro y cientos de personas han roto el bloqueo militar para llevar provisiones a los pueblos palestinos; éstas son solo algunas de las actividades que se están llevando a cabo. Sin embargo, ninguna de ellas ha podido desafiar la hegemonía el espíritu bélico predominante.

Existen numerosas razones por las que los pacifistas israelíes no han tenido apenas influencia en el escenario político. Si bien muchos analistas hablan de un descenso dramático de activistas en el seno de las filas pacifistas a causa de la decepción que les ha causado Arafat, nadie habla del efecto que la deriva fascista de Israel ha tenido en la escena política. Hoy por hoy, el peligro más grave al que se enfrenta Israel no es la AP, ni siquiera Hamas o el Jihad, sino una amenaza interna: el fascismo.

La deriva fascista en el ámbito de la política puede adoptar formas diversas, algunas más evidentes que otras. Quizás la más visible sea el dramático cambio que se ha producido en el paisaje israelí, actualmente cubierto de miles de carteles, posters, pegatinas y graffiti que repiten eslóganes como "Sin árabes no habrá ataques", "Expulsemos a Arafat", "Kahane tenía razón", o "Los criminales de Oslo deberían sentarse ante la Justicia". Parece como si a los israelíes no les sorprendiera ni les asustara el hecho de que Yitzak Rabin, primer ministro asesinado, haya sido criminalizado por su propio pueblo.

Los servicios secretos israelíes interceptan rutinariamente correos electrónicos enviados por grupos pacifistas y a menudo impide la celebración de reuniones solidarias o manifestaciones en Cisjordania, declarando amplias zonas de los Territorios como "zona militar cerrada". Los pacifistas militantes reciben "invitaciones" para reunirse con los servicios secretos, que les "avisan" sobre la naturaleza de sus actividades. Durante meses, la Franja de Gaza ha permanecido completamente cerrada para los pacifistas israelíes (incluidos los miembros del Parlamento israelí), y solamente se permite la entrada en la zona a colonos judíos, periodistas, y soldados.

La tortura, prohibida finalmente en septiembre de 1999 tras una larga lucha de una década que se libró en el Tribunal Supremo, ha vuelto a escena con más ímpetu que nunca. Según el Comité Israelí Contra la Tortura, mecanismos como los arrestos sin que el detenido conozca los cargos que se le imputan ni las pruebas existentes en su contra han sustituido no solo a los métodos ilegales de tortura por otros nuevos, sino que, además, el maltrato, la brutalidad policial, las miserables condiciones carcelarias y la prohibición de contar con un consejero legal adecuado son ahora prácticas muy extendidas. B'tselem, nombre con el que se conoce al Centro Israelí de Derechos Humanos en los Territorios Ocupados, ha documentado recientemente casos de tortura contra menores palestinos, y la Asociación de Derechos Civiles ha apelado al Tribunal Supremo contra la novedosa práctica de mantener a los sospechosos detenidos incomunicados.

Desde septiembre de 2000, los medios de comunicación israelíes, conocidos por su vertiente crítica, han venido repitiendo los argumentos oficiales. Mientras los líderes de la oposición judía y los grupos pacifistas apenas tienen la oportunidad de difundir sus posiciones, los medios de comunicación ayudan al gobierno de manera activa, no solo al legitimar sus acciones, sino al deslegitimar a los ciudadanos palestinos israelíes.

La exclusión de cerca de una quinta parte de la población israelí ha tenido lugar atacando a sus líderes. Los miembros judíos del gabinete de gobierno y otros miembros del Parlamento hablan frecuentemente de los representantes árabes como agentes de Arafat, colaboradores, o miembros de una quinta columna [árabe]. Para unirse a la fanfarria, los medios de comunicación no solo se refieren a ellos como el "Otro", sino que además les presentan como "enemigos", lo cual sirve para justificar el acoso al que continuamente se ven sometidos.

Durante el pasado año, seis de los diez parlamentarios árabes en la Knesset, miembros de partidos de la oposición, han sido sometidos a investigaciones policiales por haber hecho declaraciones "anti-israelíes" en mítines políticos, e incluso uno de ellos [Azmi Bishara] ha perdido su inmunidad parlamentaria. Al mismo tiempo, al no entrevistar a los líderes árabes, la radio estatal israelí les impide expresar sus quejas y reivindicaciones, lo cual a su vez sirve para justificar el acoso al que se ven sometidos en la actualidad.

La oposición israelí a la ocupación

Durante las últimas semanas, se han producido una serie de incidentes que sugieren que, a pesar de todo, la cantinela nacionalista está empezando a fracturarse.

En primer lugar, los principales medios de comunicación hablaron por primera vez de "crímenes de guerra" después de que 58 hogares fueran derruidos en Rafah el pasado 10 de enero [de 2002], dejando al menos a 500 personas en la calle en mitad de un invierno muy frío; 300 de ellos eran niños. Varias entrevistas y artículos sugerían que los soldados deberían desobedecer órdenes que les exijan llevar a cabo actos ilegales.

El segundo (y probablemente el más importante) acto de resistencia ha sido protagonizado por 50 oficiales del ejército que anunciaron, en una carta publicada el 25 de enero en los medios israelíes, que no seguirían prestando servicio en los Territorios Ocupados. Menos de dos semanas después de que la carta fuera publicada, otros 150 soldados ya han añadido su firma a la misma, incluyendo sargentos, tenientes, capitanes, e incluso algunos coroneles.

Coincidiendo con todo esto, miles de israelíes han enviado mensajes de apoyo a los soldados por medio de una línea telefónica especial, donando fondos para ayudar a los soldados a publicar anuncios similares en periódicos locales. Un grupo de mujeres está preparando una petición en la que se afirma que los soldados reservistas no son los únicos en cargar con el peso de la ocupación, al tiempo que un grupo de estudiantes de secundaria que recibirán este verano la orden de incorporarse a filas ya ha anunciado que no servirán en los Territorios Ocupados.

Lo que distingue a la carta de los soldados israelíes y le da fuerza, el hecho de que hayan provocado una reacción tan significativa tanto dentro del estamento militar como en el conjunto de la sociedad, es precisamente el tipo de personas que han puesto en marcha la iniciativa. No son radicales de izquierda, sino jóvenes vinculados con el centro del poder político en Israel. Son miembros de una elite social que se caracteriza por "haber sido educados en los principios del sionismo, del sacrificio personal y la generosidad que siempre han servido en primera línea de combate, y que han sido los primeros en llevar a cabo cualquier misión para proteger y reforzar al Estado de Israel". Es más: ellos han experimentado en primera persona los efectos de la ocupación, y nadie puede decirles que no saben lo que ocurre en los Territorios.

Por último, Israel se enfrenta a una crisis económica, con una cifra de desempleo oficial cercana al diez por ciento y una previsión de crecimiento negativo en el año 2002. En las últimas semanas, esta información se ha utilizado para criticar la ocupación mediante la publicación de estudios que demuestran la desproporción existente en la financiación de los asentamientos judíos en Gaza y Cisjordania, y de artículos de opinión en los que se critica el alto coste de mantenimiento de estos asentamientos.

A pesar de los ejemplos anteriormente citados de resistencia frente a la política de Sharon, parece que se avecinan tiempos peores. La Administración Bush ha vuelto a mostrar su apoyo al gobierno de Sharon, permitiendo así a las fuerzas israelíes no sólo atacar a la AP, sino también silenciar cualquier movimiento de oposición interna. La cuestión más importante a la que ningún extranjero parece prestar atención es que la democracia en Israel está siendo atacada.



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