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* Dan Connell es editor de la publicación Middle East Report y autor de Thinking Revolution, Red Sea Press.

'Peace in Sudan Doubtful'

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Dudosa paz en Sudán

Dan Connell*

Nota informativa núm. 99 de MERIP, 19 de julio de 2002
Traducción: Beatriz Morales, CSCAweb (www.nodo50.org/csca)

'Interrumpidas a mediados de julio las negociaciones desarrolladas en Kenia entre el gobierno de Sudán y el rebelde Movimiento de Liberación del Pueblo de Sudán, funcionarios de NNUU y estadounidenses expresaron un optimismo sin límites respecto a que se pueda alcanzar un acuerdo para acabar con el conflicto más largo de África. En realidad, lo contrario es mucho más probable'.

Interrumpidas las negociaciones entre el gobierno de Sudán y el rebelde Movimiento de Liberación del Pueblo de Sudán (SPLM, en inglés) a fin de que ambas partes puedan consultar con sus dirigentes, funcionarios de Naciones Unidas (NNUU) y estadounidenses expresan un optimismo sin límites respecto a que se puede negociar un acuerdo para acabar el conflicto más largo y uno de los más sangrientos de África. En realidad, lo contrario es mucho más probable [1].

Casi con toda seguridad los enfrentamientos aumentarán hasta niveles aún desconocidos en una guerra que se calcula que desde 1983 ha costado dos millones de vidas y ha desplazado al menos a cuatro millones de sudaneses. Por desgracia, las conversaciones de paz de Kenia, rotas el 20 de julio y después vueltas a convocar en agosto, podrían contribuir a establecer una fase de intensificación de las hostilidades.

En Jartum, donde se encontraba para celebrar encuentros con funcionarios sudaneses, Kofi Annan, secretario general de NNUU, previó un acuerdo de paz al término de esta ronda de conversaciones, [concluida] el 20 de julio. "La paz va a llegar pronto", declaró a los periodistas en la capital de Sudán el 11 de julio. El subsecretario de Estado de EEUU, Walter Kansteiner, se hizo eco de estos sentimientos a su regreso a Washington finalizadas las conversaciones de Kenia. Sin embargo, ambas partes continúan muy alejadas respecto a los aspectos básicos que motivan la guerra civil y nada en los actuales contactos hace pensar que sus posturas se estén acercando.

Atrincherándose

Mientras la atención mundial está centrada en el papel de EEUU en el conflicto palestino-israelí, la Administración Bush se ha implicado mucho más activamente en el "proceso de paz" en Sudán. La postura estadounidense ha consistido en eludir las cuestiones espinosas en favor de medidas provisionales que contengan, si no detengan, la violencia, tanto como ha tratado de hacer con el conflicto palestino-israelí. Como en este conflicto, el resultado más probable en Sudán es que ambas partes considerarán el periodo de transición como una oportunidad de fortalecer posiciones negociadoras antes de pensar seriamente en un acuerdo final. Tanto el régimen de Jartum como el SPLM parecen convencidos de que pueden atrincherarse para conseguir ventaja sobre el otro, a pesar de la común percepción tanto en Europa como en EEUU de que este conflicto es una "guerra inganable". Entonces, ¿cuál es la realidad sobre el terreno?

Mientras es bien sabido el uso que hace el gobierno de los ingresos del petróleo para alimentar su arsenal e intensificar la guerra -y frecuentemente citado como una razón para buscar un acuerdo rápido-, lo que se sobreentiende menos es que los rebeldes también han mejorado sustancialmente su posición política y militar. Se han solventado escisiones fundamentales en la oposición, se ha llegado a nuevas alianzas, remediado puntos débiles organizativos, adquirido más armas, se ha adiestrado a nuevos reclutas y a muchos veteranos con un grado de sofisticación más elevado que nunca, se ha fortalecido y extendido la movilización de la sociedad civil dentro del territorio controlado por la guerrilla y en zonas controladas por el gobierno, etc.

La guerra de Sudán no es una situación estática, como podría parecer desde fuera. Tampoco es una guerra que se avenga fácilmente a un enfoque estructurado en torno a modestas medidas para afianzar la confianza o a motivos de queja preseleccionados. Más bien es una confrontación extremadamente fluida entre visiones enfrentadas respecto a qué significa ser sudanés, quién va a disfrutar de todos los frutos de la ciudadanía sudanesa y si aquellos que hasta el momento han sido excluidos por la fuerza van a seguir formado parte de Sudán. Los del sur -algunos de ellos cristianos- están desempeñando un papel fundamental en la revuelta contra Jartum, pero no son los únicos. Un cese de los enfrentamientos que no trate estas cuestiones profundas está abocado al fracaso.

Orígenes de la guerra

El ejército del SPLM surgió de motines militares en Sudán, cuando en 1983 militares descontentos llevaron sus tropas al monte para unirse a una revuelta que ya estaba en marcha. Los sudaneses del sur fueron ultrajados por las medidas del gobierno del norte para rescindir la limitada autonomía que habían obtenido en 1972 tras un primer periodo de guerra civil. La imposición de la sharia [ley] islámica a los cristianos y animistas del sur aquel año fue otro factor. Pero el origen de la confrontación está en décadas de enorme desproporción entre el desarrollo del arabizado norte y el negro y africano sur, primero por las fuerzas coloniales británicas y después por gobiernos sudaneses del norte dominados por los árabes, de los que el régimen Islámico del general Omar al-Bashir no es más que la última encarnación. Es una locura ignorar la historia y centrarse sólo mejorar agravios recientes, como ha hecho la Administración Bush.

Sudán se ha visto desgarrado por guerras civiles intermitentes casi desde el momento en que el país -el mayor de África- se independizó en 1956. La mayor parte del tercio sur del país se encuentra hoy bajo el control del SPLM, que ocupa también bolsas de territorio en el centro y este de Sudán en la montañas Nuba y en las colinas Inghssina. Los homólogos del SPLM en la Alianza Democrática Nacional (NDA, en inglés) cubren todo el espectro político. Los partidos tradicionales del norte desplazados por el Frente Islámico Nacional de al-Bashir tras su llegada al poder en 1989, como el pro-egipcio Partido Unionista Democrático (DUP, en inglés), cuyo dirigente, Mamad Mirghani, es el dirigente oficial del NDA, trabajan con el antes clandestino Partido Comunista y las Fuerzas de la Alianza de Sudán (SAF, en inglés), un grupo dirigido por oficiales militares desafectos, sindicatos y profesionales urbanos que se fundió recientemente con el SPLM para formar una fuerza única que integra norte-sur.

Así, lo que empezó como un conflicto entre el norte arabizado e islámico y el sur africano no islámico se ha convertido en una lucha entre el movimiento fundamentalista islámico en el centro del país y una variada alianza de pueblos y grupos políticos -islamistas, cristianos y animistas- que desafían al gobierno desde la periferia. Juntos, los aliados defienden la diversidad étnica y religiosa, y la redistribución del poder político y los recursos económicos entre lo que ellos denominan la "minoría marginada".

Una reciente visita a la zona de la base del NDA en el nordeste de Sudán, cerca de la costa del Mar Rojo, encontró a las guerrillas completamente preparadas para emprender desde ahí nuevas iniciativas militares, pero refrenadas debido a consideraciones políticas. Dos divisiones del SPLM altamente preparadas, que operan bajo el paraguas del NDA, están preparadas para atacar las estratégicas carretera y línea de ferrocarril entre Jartum y Port Sudán, a través de las cuales entran la mayoría de las importaciones al país, y para cortar el oleoducto a través del cual el gobierno exporta su reciente riqueza petrolífera. Lo único que hasta ahora ha impedido a los rebeldes emprender esas operaciones ha sido la presión de fuerzas externas, especialmente de Egipto, que ejerce una fuerte influencia sobre el DUP.

Esfuerzos de paz imperfectos

Los esfuerzos estadounidenses para distender el conflicto se han concentrado exclusivamente en los dos combatientes principales, el gobierno y el SPLM, con la exclusión de otros participantes de la NDA y sin referencia directa ni a problemas que quedan fuera de la dimensión norte-sur del conflicto (como los derechos de las minorías marginadas del norte, entre otros, los bejas, los fur y los nubios), ni a los sudaneses de todo el país que rechazan la política islámica del régimen actual.

A pesar del hecho de que el Departamento de Estado está subvencionando un programa autorizado por el Congreso de "creación de capacidades" para la NDA con un presupuesto de tres millones de dólares, ni siquiera se menciona a la alianza de oposición de partidos del norte y del sur en el extenso informe del enviado especial de Bush a Sudán, el ex-senador de Missouri John Danforth, presentado a la Casa Blanca en abril. Durante su misión de investigación en la región a principios de este año Danforth tampoco llego a visitar Eritrea, donde se encuentra el cuartel general de la NDA. El informe de Danforth sirve como base del borrador del denominado Plan Sudanés de Paz que los mediadores keniatas presentaron en las conversaciones que tienen lugar actualmente cerca de Nairobi .

La Iniciativa Danforth [-como así se conoce al informe del senador-] urgía a ambas partes a tomar medidas para mitigar el sufrimiento de los no-combatientes (un alto el fuego limitado, "días de calma" para permitir campañas de salud pública, acabar con los ataques directos a la población civil y una evaluación honesta de los asaltos de esclavos). El borrador del Plan Sudanés de Paz, -que Kenia puso sobre la mesa en [la localidad keniata de] Machakos y considerado en general como una iniciativa estadounidense canalizada a través de intermediarios keniatas- proponía que esas medidas se ampliaran a conceder un grado limitado de auto-gobierno al sur en nombre de la autodeterminación. Pero el plan no altera ni el carácter del propio régimen ni las estructuras con las que gobierna, y con las que controla la recién desarrollada riqueza petrolífera del país, que procede toda ella del sur. La zona en la que se planea aplicar la auto-administración se define como los tres Estados que comprendían la región del sur en 1956, cuando Sudán obtuvo su independencia, una zona mucho más pequeña que la zona discutida ahora por la oposición.

Los críticos aducen que el plan de Machakos es una repetición levemente disfrazada del acuerdo de paz de 1972, que acabó con el primer periodo de guerra civil dando a los sureños de esos Estados una autonomía limitada. Está construido, afirman, en torno al imperfecto concepto de "dos sistemas, un Estado", con un poder real detentado por quienes han estado dominando el país desde el principio y quienes pueden, más adelante, suprimir cualquiera de los limitados derechos que hoy conceden. En efecto, esto sería una tregua, no la resolución del conflicto. El plan de Machakos es un fracaso para la oposición, aunque los rebeldes se resisten a abandonar la mesa de negociación por temor a ser tildados de parias por la comunidad internacional.

Medidas más severas

Danforth considera como uno de sus éxitos clave la promoción de un alto el fuego regional a corto plazo alcanzado en marzo entre el régimen y el ejército del SPLM en las montañas Nuba. El 13 de julio un equipo militar internacional, dirigido por un general estadounidense retirado, llegó a Sudán para supervisar la protección de la población civil bajo el alto el fuego. Pero el acuerdo simplemente ha facilitado el movimiento de tropas del gobierno de una zona a otra para llevar a cabo la guerra contra el SPLM. En ese momento, un enfoque mas exhaustivo y útil insistiría en un acceso ilimitado de las campañas de ayuda humanitaria y de salud pública a poblaciones afectadas por la guerra y la sequía. En una aparente escisión con el Departamento de Estado, el funcionario de la Agencia estadounidense para Desarrollo Internacional (USAID, en inglés), Roger Winter, advirtió en la sesión del Congreso del 11 de julio de que decenas de miles de sudaneses del sur se enfrentan a morir de hambre si el régimen no deja de bloquear los suministros de ayuda.

Mientras tanto, la Administración Bush, en una ruptura con el lobby cristiano dominado por la derecha que ha presionado para que se comprometa en el proceso de paz de Sudán, mantiene su frialdad respecto al Plan Sudanés de Paz, que restringiría el acceso a mercados de capital estadounidenses de compañías que hacen negocios en Sudán, y emplearía otras medidas que atacan la posición económica del régimen en los mercados globales. La Administración Bush se ha opuesto firmemente a esta ley -diferentes versiones de la cual han sido aprobadas en ambas cámaras del Congreso- basándose en que establece un precedente para la politización de los mercados de capital. Reflejando quizá una inquietud similar, el líder de la mayoría del Senado, Tom Daschle, ha declinado designar encuentros para negociar un compromiso entre las versiones del proyecto de ley del Senado y de la Casa Blanca, significando que el Plan Sudanés de Paz puede verse estancado por normas de procedimiento. Con todo, el apoyo ahora a esta medida enviaría a Jartum un mensaje más claro y más severo de que EEUU busca una paz genuina y duradera.

Próximas batallas por el petróleo

Posiblemente sólo es cuestión de tiempo que las negociaciones de Kenia, como las negociaciones anteriores a ellas, fracasen ante recriminaciones mutuas y que ambas partes vuelva al campo de batalla para someter sus opuestas visiones a otra prueba sangrienta. De hecho, incluso mientras las conversaciones tenían lugar durante las últimas semanas ha seguido habiendo violentos enfrentamientos, incluyendo violaciones del alto el fuego de las montañas de Nuba. La conversaciones actuales se basan en una premisa errónea: que se puede construir una resolución de la guerra de Sudán en torno a gestos de reconciliación regional, sin una reestructuración integral -y, realmente, nacional.

Las principales batallas del próximo asalto, que se luchará durante los próximos seis a ocho meses, confluirán en torno al control de las vastas reservas de petróleo de Sudán. El gobierno tratará de incrementar su capacidad de poner petróleo en el mercado y los rebeldes tratarán de impedírselo. Los principales puntos de confrontación estarán en y alrededor de los propios campos petrolíferos, que se encuentran en un enclave controlado por el gobierno en el sur, y en el noreste donde los rebeldes tratarán de detener el flujo de petróleo a Port Sudan.

Si la Administración Bush desea de verdad promover una paz duradera en Sudán y no simplemente lograr un respiro para fomentar su "guerra contra el terrorismo" en la región, debe abandonar la descabellada idea de reconciliar a las partes en conflicto y abordar el mucho más difícil proyecto de reestructurar el propio país (cómo es gobernado, quién gobierna y qué significa ser un ciudadano). Esto es, con otra denominación, construir una nación.

Aquí el problema es el poder, no la ausencia de buena voluntad, y debe ser afrontado directamente. La Administración Bush y sus aliados europeos deben insistir en un acuerdo transitorio de poder compartido en el que estén representadas todas las partes y que aborde él mismo el reto de producir un Sudán democrático e igualitario en el que todos sus ciudadanos participen de forma igualitaria e imperiosa en el mantenimiento de su estabilidad. Todo lo que esté por debajo de esto es simplemente una fórmula para más baños de sangre.


Nota de CSCAweb:

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