Mundo Árabe

 

Publicado en Nación Árabe, núm. 44, Primavera de 2001

Sudán

Sudán: iniciativas para todos los gustos

N.Á.

El nuevo gobierno de al-Bashir que pretende ser de "base amplia", pero en el que predominan los militares y del que han sido casi completamente alejados los islamistas afectos a Hasan al-Turabi -aunque se han integrado los Hermanos Musulmanes y otros partidos menores- se ha estrenado con mal pie. Un accidente de aviación en el sur acabó con la vida del viceministro de Defensa, Ibrahim Shams al-Din y 14 oficiales de alto rango. Shams al-Din había sido el hombre del presidente en el ejército, responsable de las operaciones militares en el Sur y se disponía a inspeccionar las zonas petrolíferas, precisamente las zonas en las que el gobierno de Jartum está desplazando a poblaciones enteras para asegurar la extracción de petróleo, según el Relator de la Comisión de Derechos Humanos de NNUU para Sudán.

La guerra continúa en el frente oriental junto a la frontera con Eritrea: el dirigente del Ejército Popular de Liberación de Sudán (EPLS) , John Garang, además de no detener las acciones bélicas y de negarse a dialogar mientras no se ponga en libertad a su nuevo aliado al-Turabi (en virtud del pacto "contra natura" firmado con su Congreso Popular Nacional -CNP) ha hecho un llamamiento a crear un "frente nacional amplio" con la oposición (CNP, el Umma de al-Sadeq al-Mahdi, y al-Tagammo al-Dimuqrati) y a ejecutar el "Memorándum de Entendimiento" firmado con Turabi, que en teoría supone el final de la histórica rivalidad entre el movimiento del sur y el movimiento islámico, acuerdo que incluye la resistencia popular pacífica contra el régimen, la pluralidad religiosa, cultural y política y el derecho a la autodeterminación del sur; un llamamiento a acabar con la guerra, a crear una democracia auténtica, a suprimir el Estado de excepción, a recuperar las libertades básicas, a la alternancia política e incluso a discutir de separación entre religión y Estado.

Entre tantas mediaciones para resolver la guerra y la crisis política sudanesa alguna debería dar frutos: la iniciativa libio-egipcia está paralizada, quizás por diferencias entre ambos países sobre la solución política total o por presiones de EEUU, que no ve con buenos ojos un posible arreglo regional y menos aún si se encuentra de por medio Libia, aunque en principio está prevista una Conferencia de todas las partes sudanesas para mayo. Al mismo tiempo, en la reciente visita del presidente egipcio Hosni Mubarak a EEUU éste habría mediado entre Jartum y Washington, y de hecho se espera el nombramiento de un embajador sudanés en Washington. Otra es la sempiterna iniciativa de la Autoridad Gubernamental para el Desarrollo y la Lucha contra la Sequía en África Oriental (IGAD): la reunión de los ministros de AAEE de la organización reunidos en Roma el pasado mes de marzo con sus socios occidentales invitó una vez más a un alto el fuego y a enviar observadores internacionales al sur: el presidente de Kenia, Daniel Arap Moi, presidente de la Comisión del IGAD encargada del dossier de la paz en Sudán planteó la autonomía para el sur, propuesta que Jartum ha prometido estudiar, además de proponer una cumbre entre Kenia, Etiopía, Eritrea, Uganda y Sudán. Y, por último, otra iniciativa de pacto nacional y estabilidad política, esta vez de la mano de intelectuales sudaneses, quienes propugnan asentar el concepto de unidad nacional como base para la estabilidad política y el desarrollo social y celebrar una Conferencia nacional general con todas las fuerzas políticas, con un alto el fuego de todas las partes armadas, y todo ello con el objetivo de evitar una internacionalización del conflicto que supondría una injerencia extranjera.

Precisamente esto es lo que parece estar pensando la Administración norteamericana: congresistas demócratas y republicanos han creado una Comisión Especial sobre Sudán y han solicitado al presidente George Bush que nombre un enviado especial para Sudán (nombres que se barajan: James Baker y Richard Hollbrok). Parecen además decididos a mantener las sanciones hasta acabar con la guerra pero además quieren proponer al Congreso que condene la exportación de petróleo sudanés -fundamentalmente por compañías europeas- con la excusa de que con sus beneficios se compra armamento, y que condene la práctica de la esclavitud en el país. Esta comisión sigue acusando a Jartum de dar refugio a grupos terroristas. Pero la Administración norteamericana no está sóla en esto: la Unión Europea mantiene un diálogo con Jartum sobre derechos humanos, pacificación y democratización, y señala que ha habido un retroceso en estos terrenos en el país y que hay más presos políticos que antes. Y entre esos presos políticos, además de dirigentes de al-Tagammu al-Dimuqrati, detenidos tras celebrar una reunión con diplomáticos norteamericanos, uno muy especial: el otrora todopoderoso sheyj Hasan al-Turabi, encarcelado en febrero pasado tras la firma del memorándum con Garang. Hay numerosas mediaciones para que al-Turabi sea puesto en libertad, algo que se espera ocurra antes del 30 de junio, fecha del aniversario de la "Revolución de Salvación", el golpe de Estado de 1989 protagonizado por al-Bashir.

La detención de la jefatura del CNP y la ilegalización de sus actividades han provocado disturbios en varias universidades del país donde al-Turabi es muy popular; pero además ha habido detenciones de dirigentes de las Fuerzas de Defensa Popular, las milicias creadas por el movimiento islámico y tan poderosas como el ejército. La crisis alimenticia en el sur, de la que el gobierno culpa al EPLS y el peligro de hambruna al que se exponen unos tres millones de sudaneses ha sido denunciado por el Programa Mundial de Alimentos de NNUU. Mientras, Sudán intenta mejorar la cooperación económica con los países de la Comunidad de Estados del Sahara y del Sahel (COMESSA), buscar vías de desarrollo y la lucha contra la pobreza. Ardua tarea.