Iraq


*Hans von Sponeck fue coordinador humanitario de NNUU en Iraq desde 1998 hasta el año 2000

Artículo publicado en Middle East International, 21 de diciembre de 2001, con el título: "Iraq: the political alternative".

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Iraq


Iraq: una solución política

Hans von Sponeck*

Middle East International. Traducción de Beatriz Morales para CSCAweb (www.nodo50.org/csca), 29 de enero de 2002

Frente a la opción de EEUU de cambio de régimen interno en Iraq por medio de una nueva intervención militar, Hans von Sponeck, ex coordinador general de Naciones Unidas para Iraq, plantea la vía de la negociación política entre Iraq y el Consejo de Seguridad (CS) como única alternativa para evitar un empeoramiento aún mayor de la situación general en Oriente Medio: "Iraq y Palestina ya no son problemas que pueden ser tratados por separado. Tratar de solucionar uno sin el otro será la garantía de que la paz no vuelve a la región".

En octubre de 1998 el Congreso de EEUU definió la política estadounidense respecto a Iraq y aprobó el Acta de Liberación de Iraq. Esta ley contiene un pasaje que confirma que el objetivo último de las autoridades estadounidenses es acabar con Sadam Hussein y con su gobierno, lo cual sitúa en su perspectiva real el tira y afloja que mantienen los Departamentos de Estado y de Defensa [en relación a la resolución de la cuestión iraquí]. Con el reciente abandono por parte de la Administración estadounidense de la política de contención de Iraq, la cuestión ya no es si Iraq debe ser o no el siguiente país de la lista [a ser atacado], sino cómo se puede justificar esto y cómo hacer que lo acepten los gobiernos de Oriente Medio y los denominados "socios de coalición", especialmente los europeos. La opinión pública estadounidense no supone un problema: la mayoría de la población o bien desconoce el problema y por lo tanto no le interesa, o bien está traumatizada por las humillantes atrocidades del 11 de septiembre y está de acuerdo con el remedio de una respuesta militar.

No puede haber discrepancia en que los autores de los ataques del 11 de septiembre deben ser llevados ante la justicia. Pero carece de pruebas la escalada retórica de los últimos meses llevada a cabo por los políticos estadounidenses y sus apologistas en los medios de comunicación que acusa a Iraq de apoyar el terrorismo internacional: ni un solo incidente puede ser relacionado con Iraq, desde los ataques a las embajadas estadounidenses de Nairobi y Dar es-Salam a los ataques al Word Trade Center de 1993 y 2001, y la epidemia de ántrax ha resultado ser un asunto interno de EEUU. Es más, las agencias de inteligencia estadounidenses saben que Iraq ya no posee los sistemas armamentísticos que le permitiría utilizar la capacidad de fabricar armas de destrucción masiva que aún tiene gracias a los científicos iraquíes. Pero reconocerlo obligaría a dar un paso más para acabar con toda la interesada política estadounidense respecto a Iraq.

No existen soluciones militares

Por lo tanto, los "argumentos" estadounidenses para atacar a Iraq no son en absoluto convincentes, y la lista de quienes previenen contra una acción militar aumenta de día en día. El canciller Schroder advirtió recientemente en el parlamento alemán que elegir nuevos objetivos en Oriente Medio sería un fracaso y dirigentes de Oriente Medio (entre los que se encuentran el rey Abdulá de Jordania; los presidentes Mubarak y Asad; Amr Musa, el secretario general de la Liga Árabe; el ex-jefe de la inteligencia saudí, Turki Ibn Faisal; e incluso los dos líderes kurdos del norte de Iraq, Masud Barzani [del PDK] y Jalal Talabani [de la UPK]) se hacen eco de tal preocupación.

Las autoridades estadounidenses no pueden ignorar tales temores: sin aliados no se puede ganar la larga batalla contra el terrorismo. Un ataque a Iraq pondría en peligro frágiles coaliciones, y no contribuiría en nada a eliminar las causas del conflicto en Oriente Medio: soluciones rápidas con hardware militar no producirán el software civil necesario para la paz y la estabilidad.

Once años de una interesada política estadounidense de sanciones económicas contra Iraq no han acabado con Sadam Hussein, el aliado de los años ochenta, sino que han destruido una sociedad y causado la muerte a miles de iraquíes. Numerosos informes realizados por muy reputadas organizaciones internacionales contienen pruebas del daño imputable a las sanciones. Afirmar esto no significa pasar por alto las violaciones de derechos humanos llevadas a cabo por las autoridades iraquíes. Sin embargo, la falta nacional de respeto a ley no justifica la falta internacional de respeto a la ley. En el caso de Iraq, simplemente se ha ignorado la Carta [de NNUU] de los Derechos Humanos y otras leyes del derecho internacional, creandose así condiciones para un doble castigo a civiles inocentes.

Una solución negociada

La pregunta que exige una respuesta inmediata es ¿qué tipo de mapa de carreteras internacional se requiere en relación a Iraq para que la situación se enderezca?

Ante todo, hay que dar a Iraq la oportunidad de que pueda comparecer en el lugar adecuado, es decir, ante el CS de NNUU. Esto sólo será posible cuando EEUU de alguna muestra de habilidad política y empiece a hablar con su adversario. El viceprimer ministro iraquí Tareq Aziz se ha prestado en numerosas ocasiones a un diálogo respecto a cualquier asunto. No se debe rechazar por más tiempo. NNUU dispone de suficiente cantidad de información de los servicios de inteligencia respecto a cuestiones militares y políticas iraquíes como para evaluar la sinceridad de la voluntad de diálogo de Iraq.

El reiteradamente pospuesto encuentro entre el gobierno de Iraq y el secretario general de NNUU -que finalmente tuvo lugar en Nueva York el 26 de febrero [de 2001]- fue un buen punto de partida. En esa ocasión los iraquíes presentaron a Kofi Annan un exhaustivo y detallado informe relativo a todas las cuestiones pendientes, desde los desaparecidos kuwaitíes y las propiedades robadas [durante la Guerra del Golfo], a las compensaciones e indemnizaciones. Aun cuando esa propuesta fuera limitada, no debería haber sido rechazado por EEUU y Gran Bretaña considerándola "nada nuevo". Podría haber sido un útil punto de partida para las conversaciones. Lamentablemente, tras este primer encuentro, el secretario general fue amordazado por la insistencia estadounidense y británica de que sus estrategias bilaterales debían ser aceptadas antes que pudieran reanudarse las conversaciones multilaterales. Desde entonces, no ha habido más encuentros y se continúa en un punto muerto, con el subsiguiente coste exorbitante en vidas humanas.

Por los mismos motivos no ha salido mejor parado el papel negociador del rey Abdulá de Jordania aprobado en la Cumbre de la Liga Árabe de marzo en Amán. Hay que dar una oportunidad a ambas iniciativas, la de NNUU y la árabe. Medidas de este tipo, afianzadoras de confianza, prepararían el terreno para "reflexiones profundas y lenguaje claro" en la próxima Cumbre Árabe de Beirut de 2002 y en el Consejo de Seguridad. De hecho, el rey Abdulá ha visitado Kuwait y ya no debe posponer por más tiempo su visita a Bagdad.

La necesidad de diálogo

Se debería recordar a quienes afirman que esto constituiría una victoria propagandística para Sadam Hussein que la solución de este importante conflicto internacional es una condición previa para evitar una crisis global cada vez más grave. También deberían entender que la solución de este conflicto no tiene que ver con salvar imágenes políticas, sino con salvar vidas humanas. Lo urgente ahora para la comunidad internacional es acabar con una de las principales injusticias de nuestro tiempo.

El programa "petróleo por alimentos" -la ya caduca cuerda de salvamento para la población civil iraquí- acaba de ser renovado por otros seis meses por el Consejo de Seguridad, sin que se haya llegado a un acuerdo para mejorar las condiciones en las que se aplica. Sus graves limitaciones en términos de financiación y de alcance determinan que la población civil siga siendo una sociedad que vive de dádivas. La gente seguirá muriendo prematuramente, y aquellos que sobrevivan afrontarán más penalidades y privaciones. Según UNICEF, a principios de 2001 la tasa de mortalidad de niños iraquíes menores de cinco años había aumentado un 160% respecto a 1990, el mayor incremento de los 188 países inspeccionados por UNICEF. ¿Acaso tan solo este dato no debería ser un fuerte factor de motivación para que el CS intensificara sus esfuerzos a fin de encontrar una solución política?

Dado que EEUU tiene el objetivo declarado de derrocar a Sadam Hussein, no se puede esperar que Washington esté deseoso de negociar bilateralmente con Bagdad. Pero los estadounidenses también saben que la destitución de gobernantes no puede formar parte de la agenda multilateral de NNUU. Ello supone una dilema para EEUU, un dilema que sólo se podrá resolver si acepta una discusión sobre el borrador de resolución para la reanudación de las inspecciones de armamento y el levantamiento de sanciones que fue presentado por el gobierno ruso al CS el pasado junio [de 2001]. Esta propuesta prevé la vuelta de los inspectores de armamento a Iraq solicitada por la Administración Bush y el levantamiento de las sanciones económicas al cabo de 60 días. El gobierno iraquí ni ha aceptado ni rechazado la propuesta [rusa].

Esta oportunidad constituye una alternativa política a una nueva confrontación militar con Iraq. No debe ser desperdiciada. Amigos y aliados de EEUU y Gran Bretaña no deberían eludir la obligación de desempeñar su papel y de hacerlo de forma responsable y perseverante. No será fácil. Este es un llamamiento a la Unión Europea, que hasta el momento tan solo ha participado en el debate sobre Iraq con una limitada implicación, y ello tanto como institución, como Estados miembros individuales. También es un llamamiento a los amigos de Iraq -además de Rusia- para que recalquen ante Iraq que su colaboración con esta propuesta puede ser el principio de un proceso global para normalizar las relaciones con los Estados vecinos e iniciar su reconstrucción nacional a cambio de aceptar nuevamente el control y la verificación armamentísticos, y el mantenimiento del embargo militar, tanto sobre el propio Iraq como comprador potencial de armas, como sobre sus posibles países exportadores.

Semejante enfoque también sería una importante contribución al más amplio proceso de paz en Oriente Medio. Iraq y Palestina ya no son problemas que pueden ser tratados por separado. Tratar de solucionar uno sin el otro será la garantía de que la paz no vuelve a la región. La única conclusión posible es que la comunidad internacional -incluido EEUU- debe aceptar una intervención desde varios frentes como un primer paso para resolver las crisis en Oriente Medio. La base de este enfoque debería ser el diálogo y las negociaciones, no la confrontación militar.



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