Una nación rehén
Denis Halliday* y Hans Von Sponeck*
Texto publicado en The Guardian,
29 de noviembre de 2001
Traducción CSCAweb (http://www.nodo50.org/csca)
"Nos horrorizan las
perspectivas de una nueva guerra comandada por EEUU contra Iraq.
Las implicaciones de ese 'poner fin a un negocio inacabado' en
Iraq son demasiado graves como para que la comunidad internacional
las ignore. Esperamos que el gobierno de EEUU no ignore los avisos
de los líderes del Próximo Oriente y de todos los
que nos preocupamos por los derechos humanos. Lo que más
necesitamos ahora es lanzar un ataque contra la injusticia, no
contra el pueblo iraquí".
La política norteamericana hacia Iraq está cambiando.
Es evidente que Washington quiere poner fin a 11 años
de una política de contención del régimen
iraquí que únicamente sirve a sus propios intereses,
y dar un giro hacia una política conducente a la sustitución
de Saddam Hussein y su gobierno por la fuerza.
La política actual de sanciones económicas ha
destrozado a la sociedad iraquí y ha causado la muerte
a miles de personas, jóvenes y ancianos. Organizaciones
de prestigio internacional como Cáritas, UNICEF o Save
the Children elaboran a diario informes que lo prueban. Un
giro hacia una política de cambio por la fuerza incrementará
este sufrimiento.
Los creadores de esta política no deberían dar
por sentado que pueden mantener contentos a sus votantes simplemente
con manifestar su desprecio por quienes se oponen a su política.
El problema no es la incapacidad de la opinión pública
para comprender lo que de verdad está ocurriendo, tal
y como le gusta sugerir a la ex Secretaria de Estado norteamericana
Madeleine Albright. Justamente, lo contrario. La gente de la
calle comprende muy bien lo que ocurre, conoce lo que se esconde
detrás de esta política. No debemos olvidar las
francas declaraciones de Henry Kissinger cuando afirmó
que "el petróleo es un bien demasiado importante
como para dejarlo en manos de los árabes".
¿Durante cuánto tiempo podrán los gobiernos
democráticamente elegidos justificar el mantenimiento
de políticas que castigan al pueblo iraquí por
algo de lo que no es responsable, mediante el mantenimiento de
unas sanciones económicas que les convierten en blanco
de las mismas con la esperanza de que los que sobrevivan podrán
derrocar al régimen? ¿Es que el derecho internacional
solamente se aplica a los perdedores? ¿O es que el Consejo
de Seguridad de NNUU únicamente sirve a los poderosos?
El Reino Unido y EEUU, como miembros permanentes del CS, saben
perfectamente bien que el embargo de NNUU incumple los convenios
de derechos humanos de NNUU, las convenciones de Ginebra y La
Haya, y otras disposiciones del derecho internacional. Afirmar
que Washington y Londres, más que ninguna otra entidad,
han escrito durante la última década el capítulo
de Iraq en la historia de las tragedias evitables no es ser anti-británico
ni anti-norteamericano.
Tras su victoria en la Guerra del Golfo en 1991, EEUU y el
Reino Unido han mantenido una política de castigo deliberado.
Ambos gobiernos se han negado a que el Consejo de Seguridad de
NNUU cumpla con su obligación de evaluar el impacto de
la política de sanciones sobre la población civil.
Lo sabemos por experiencia, porque ambos gobiernos intentaron
evitar de manera continuada que informásemos al CS sobre
este tema. Buena prueba de esta política es el límite
anual por persona (verdaderamente lamentable) de $ 170 destinados
a material humanitario impuesto por el Reino Unido y EEUU durante
los tres primeros años del programa "petróleo
por alimentos".
Hemos comprobado sobre el terreno los efectos [de las sanciones]
y no podemos comprender cómo el embajador norteamericano
James Cunningham pudo mirar a sus colegas a la cara el año
pasado y decir que "Nosotros (el gobierno de EEUU) estamos
satisfechos de que el programa petróleo por alimentos
esté cubriendo las necesidades del pueblo iraquí".
Además del tema de los alimentos y medicinas, la cuestión
verdaderamente crucial hoy por hoy es que los beneficios procedentes
de la venta del petróleo iraquí sean destinados
a la reconstrucción de la infraestructura civil destruida
durante la guerra del Golfo.
Los ingresos por la venta de petróleo destinados a
cubrir las necesidades mínimas del pueblo iraquí
son verdaderamente inadecuados, y a pesar de ello 30 centavos
de dólar (ahora 25) de cada dólar procedente del
petróleo iraquí explotado entre 1996 y el año
2000 fueron desviados por el Consejo de Seguridad de NNUU (siguiendo
la iniciativa del Reino Unido y EEUU) como compensación
por las pérdidas que supuestamente había causado
la invasión iraquí de Kuwait. De haber sido destinado
a los iraquíes, este dinero podría haber salvado
muchas vidas.
La incómoda verdad es que Occidente mantiene al pueblo
iraquí como rehén para asegurarse de que Saddam
Hussein va a obedecer las siempre cambiantes exigencias [occidentales].
Estados Unidos y el Reino Unido han evitado una y otra vez que
el Secretario General de NNUU adopte el papel de mediador (papel
que a él le gustaría adoptar).
La imprecisión de las resoluciones de NNUU sobre Iraq
(o "ambigüedad constructiva", tal y como la denominan
norteamericanos y británicos) es vista por los gobiernos
de EEUU y el Reino Unido como un arma útil a la hora de
tratar con este tipo de conflicto. EEUU y el Reino Unido rechazan
cualquier tipo de crítica, señalando que el pueblo
iraquí está siendo castigado por Bagdad. Si esto
es cierto, ¿por qué entonces les castigamos aún
más?
El informe más reciente del Secretario General de NNUU
en octubre de 2001 asegura que el bloqueo que los gobiernos de
EEUU y el Reino Unido ejercen sobre 4 mil millones de dólares
de ayuda humanitaria es, con mucho, el principal obstáculo
para la puesta en práctica del programa de "petróleo
por alimentos". El informe dice también que, por
el contrario, la distribución de ayuda humanitaria realizada
por el gobierno iraquí es plenamente satisfactoria (al
igual que cuando nosotros estábamos a la cabeza de este
programa). La muerte de entre 5.000 y 6.000 niños al mes
se debe en su mayor parte al agua contaminada, a la falta de
medicinas, y a la malnutrición. El responsable de la tragedia
no es Bagdad, sino el retraso en la concesión de permisos
por parte de los gobiernos norteamericano y británico
sobre el traslado de equipos y material.
La expectación que rodea a los ataques norteamericanos
sobre Iraq no permite crear las condiciones necesarias dentro
del Consejo de Seguridad de NNUU para que se desarrollen las
discusiones pertinentes relativas al futuro de las sanciones
económicas. La propuesta presentada a iniciativa del Reino
Unido este año sobre las denominadas "sanciones inteligentes"
no volverá a ponerse sobre la mesa. Demasiada gente se
ha dado cuenta de que lo que en la superficie se presentaba como
una mejora para la población civil es en realidad un intento
por mantener activos los principales elementos de la actual política
de sanciones: ni inversiones extranjeras, ni el derecho de que
los iraquíes controlen sus propios beneficios derivados
de la explotación del petróleo.
La propuesta sugería el cierre de las fronteras iraquíes,
estrangulando al pueblo iraquí. En el actual clima político,
Washington cree que una extensión técnica de los
términos actuales es el paso más oportuno en la
actualidad. El hecho de que esta medida condene a más
iraquíes a la muerte y la pobreza más absoluta
se toma como algo inevitable.
Nuestras descripciones no se basan en conjeturas. Son hechos
innegables que conocemos porque trabajábamos desde dentro.
Nos parece increíble que el pueblo iraquí tenga
que seguir pagando el precio del lucrativo negocio de venta de
armas y el juego político. Recordemos las palabras de
Martín Luther King: "Llega un momento en el que guardar
silencio es una traición. Ese momento ha llegado".
Queremos animar a la gente para que proteste contra las políticas
carentes de escrúpulos y contra la espantosa desinformación
que sobre Iraq nos ofrecen los que tanto saben de esto, y que
al mismo tiempo están dispuestos a sacrificar vidas humanas
con argumentos falsos y maliciosos.
El Departamento de Defensa norteamericano y Richard Butler
(antiguo jefe del equipo de inspección de NNUU en Bagdad)
preferirían que Iraq hubiese estado detrás de la
crisis del ántrax. Pero han tenido que reconocer que su
origen estaba en el interior de EEUU.
Los servicios de inteligencia norteamericanos y británicos
saben muy bien que Iraq es un país cualitativamente desarmado;
tampoco se han olvidado de que el anterior Secretario de Defensa,
William Powell, le comentó al Presidente Bush en enero
que "Iraq ya no constituye una amenaza militar para sus
vecinos". El mismo mensaje ha sido transmitido por antiguos
inspectores de NNUU. Claro que admitir esto supondría
acabar por completo con la política de NNUU tal y como
ha sido desarrollada y mantenida por los gobiernos de EEUU y
el Reino Unido.
Nos horrorizan las perspectivas de una nueva guerra comandada
por EEUU contra Iraq. Las implicaciones de ese "poner fin
a un negocio inacabado" en Iraq son demasiado graves como
para que la comunidad internacional las ignore. Esperamos que
el gobierno de EEUU no ignore los avisos de los líderes
del Próximo Oriente y de todos los que nos preocupamos
por los derechos humanos. Lo que más necesitamos ahora
es lanzar un ataque contra la injusticia, no contra el pueblo
iraquí.
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