Paremos la guerra contra Iraq


* Iñaki Gutiérrez de Terán es profesor de Lengua Árabe en la Universidad Autónoma de Madrid, traductor y miembro del Consejo de Redacción de la revista Nación Árabe.

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Pero esto no es lo peor

Iñaki Gutiérrez de Terán*

29 de marzo de 2003. CSCAweb (www.nodo50.org/csca)

"Sólo queda resistir y esgrimir las manos. Los ciudadanos iraquíes que han rechazado la infamia del plato de sopa norteamericana y resisten con escopetas viejas o simplemente con su indeferencia se merecen nuestro apoyo".

Hace más de un año, desde estas mismas páginas, escribíamos un artículo a propósito de la invasión de Afganistán con el título de "Y lo peor está por venir" [1]. Ahora, en plena campaña de agresión militar contra Iraq, cabría pensar que funestos pronósticos como éste y otros que se formularon por aquellas fechas han terminado por hacerse realidad. Sin embargo, no es del todo así: lo que está sucediendo ahora en Iraq es, por razones muy diversas, mucho peor que lo que sucedió en Afganistán pero, todavía, no es lo peor de lo peor. En el caso de Afganistán hubimos de hablar de miles de muertos y heridos y la devastación de un país ya de por sí devastado por la pobreza de su suelo y un borbotón incesante de contiendas cainitas. Luego, los talibanes fueron despojados del poder y se abrió una nueva era de progreso y libertad para los atribulados habitantes de un país poco dado a los lujos. Por supuesto, los mal pensados, los nihilistas y los recalcitrantes anti-todo dudamos entonces, con mucha convicción, de las grandes expectativas que se estaban abriendo ante Afganistán y dijimos que muy bien, esperemos unos meses y evaluemos los notables y encomiables cambios por venir. Los días han pasado, los meses se han vestido de año y las evidencias son las evidencias. Como nos temíamos, Afganistán se ve azotado por luchas intestinas dirigidas por señores de la guerra que no desean renunciar a ninguna ambición, la economía local ha vuelto a la tan moderna industria de las drogas y el gobierno central ni es gobierno ni es central. Y, de telón de fondo, las tropas estadounidenses han convertido el país en un inmenso campo de tiro en busca de los residuos "terroristas" y la resistencia organizada de unos talibanes que se permiten el lujo de hostigar al mismo ejército de ocupación. Nada ha cambiado significativamente en Afganistán. Sí, tras el ocaso de la política restrictiva y cavernícola de los talibanes, ahora hay muchas más niñas y mujeres escolarizadas y con derecho a asistencia sanitaria y a un puesto de trabajo que no suele haber. Pero seguimos sin noticias de un país libre, seguro y en paz más allá de las capciosas informaciones de nuestros corruptos y domesticados medios de comunicación, que en vez de hacer estudios serios y profundos sobre la situación real del mundo fijan la cámara en las anécdotas folclóricas. Afganistán, otro expediente del nuevo orden internacional que ha sido sellado con el membrete de "visto" y puesto en la bandeja de expedientes "a archivar por ahora".

En Iraq llevan camino de repetir la misma escenografía pero con resultados aún más nefastos porque nadie, ni los mismos cerebros grises del Pentágono y la Casa Blanca, pueden aventurar ahora qué puede ocurrir dentro de unos meses. Ni siquiera la pretendida campaña rápida, quirúrgica y determinante de la gran maquinaria de EEUU ha encontrado el camino expedito hacia Bagdad. Entrados ya en la segunda semana de guerra, los invasores norteamericanos y británicos siguen enfrascados en combates múltiples en torno a las grandes ciudades y los tertulianos comentaristas de medio mundo, que tan pronto pontifican sobre bioestratigrafía como derecho mercantil o gaya ciencia, han empezado a poner en duda la estrategia militar de Washington. Aún no sabemos cómo piensan encarar el asedio de Bagdad ni cómo se las van a arreglar para abrir el frente norte y acceder a Mosul y Kirkuk sin provocar una intervención turca en el Kurdistán y el consiguiente revuelo kurdo. Sí sabemos que la monotonía de bombas y misiles en las carnes de iraquíes inocentes no responde a un defecto de eficacia y habilidad quirúrgica: el diluvio de metralla, deliberadamente dirigido contra objetivos civiles, persigue lo de siempre, desmoronar voluntades y provocar la rendición por hastío. En esto, como en sus mentiras y su podrida grandilocuencia imperial, los estadounidenses no han inventado nada.

El día después

La cosa va, pues, para largo. No sólo porque la guerra se puede prolongar durante semanas con el lacerante coste de vidas y recursos iraquíes que esto supondrá sino porque el día de después va resultar dantesco. No parece que Washington haya hecho una lectura detenida de la historia reciente y pasada de Iraq. Si lo hubiese hecho, habría visto que los ejércitos extranjeros que han decidido instalarse en su territorio tuvieron que hacer frente al rechazo efectivo de buena parte de la población iraquí. Les ocurrió a los británicos, que acabaron lanzando bombas contra todos los grandes grupos confesionales y étnicos del país y le va a ocurrir a esa cosa de administración pseudocolonial que los generales estadounidenses desean imponer en Bagdad.

Por si fuera poco, los supuestos colaboradores de EEUU que se decía iban a surgir a millares en cuanto empezase la agresión no han aparecido aún; y los acólitos iraquíes del exterior ya comienzan a darse cuenta de para qué están. Muy tarde, porque muchos se lo habían avisado hace tiempo: a la hora de la verdad os van a tirar a la basura o como mucho os darán un cargo insigne de portafloreros, como han hecho tantas otras veces y como harán, en otro nivel, con detritus aliados varios, léase Aznar y otros entes. El ex banquero Ahmed Chalabi, líder del Congreso Nacional Iraquí y una de las cabezas visibles de la plataforma opositora organizada por Washington [2], se quejaba hace unos días de que los responsables estadounidenses le había relevado de su puesto de preeminencia dentro de la plataforma (se comentaba incluso que podría haber sido el presidente transitorio de Iraq asesorado por un alto comisionado militar de EEUU) con el pretexto de sus más que sospechosas actividades financieras. La verdad, según Chalabi, que fue condenado a veintidós años en ausencia en Jordania por malversación de fondos, es que se le ha arrumbado por razones más tangibles: los estadounidenses que tanto hablaron a Chalabi y el resto de opositores leales de un gobierno libre y democrático quieren controlar de cerca Iraq a través de un títere como el afgano Karazai, un apoyavasos que lea discursos prefabricados, hable y hable de libertad y etc y se vaya al campo los fines de semana o entre semana, qué más da. Todos estos amigos desinteresados de Washington se han dado cuenta de que no les van a dar cancha en el Iraq post Saddam Husein y se sienten, cuando menos, utilizados [3]. Uno de los principales ideólogos de esta oposición, Jalil Makiya, [4] proestadounidense furibundo y autoproclamado consejero de Bush para asuntos iraquíes, se lamentaba también en algún medio de comunicación angloparlante de que Washington había decidido prescindir del plan de acción elaborado por la oposición leal e imponer su modelo de gobierno directo. Bush quería consejeros y fámulos, no dirigentes ni líderes locales. La oposición, con los dos referentes kurdos Barazani y Talaban [5], se está empezando a dar cuenta ahora; incluso, el Consejo Superior de la Revolución Islámica (CSRII), otro de la plataforma opositora iraquí y que aglutina a buena parte de la resistencia chií, ha considerado la acción militar de EEUU una "agresión". No se sabe muy bien qué grado de seriedad habrá en las posturas públicas del CSRII pero no hay duda de que todo esto revela un malestar creciente entre los iraquíes cercanos a Washington. A lo mejor se sienten marginados y traicionados; a lo mejor la Casa Blanca ha terminado por darse cuenta de que ni tienen tanta influencia dentro de Iraq ni resultan tan de fiar. Pero ¿qué esperaban unos y otros?

La desilusión de estos opositores "buenos" mueve a compasión. Sólo sujetos ávidos de poder y protagonismo podrían pensar que Washington paga a viles traidores. En este punto, Chalabi, Makiya y compañía están recibiendo lo que merecen. Y más les valdría a Talabani y Barazni en sus refugios del Kurdistán iraquí hacer sus propias cuentas porque su futuro político es cuando menos incierto, sobre todo en estos días en los que los emisarios estadounidenses gestionan a sus espaldas el futuro del norte de Iraq con el ejército turco. Ahora bien, la estupidez sevicia de la Administración Bush en lo referente a su relación con los grupos de opositores americanófilos invita a pensar en que el núcleo duro de este imperio cerril es mucho más necio y por lo tanto peligroso de lo que parecen. Necio porque Bush y compañía se creyeron lo que les dijeron los opositores iraquíes afincados en EEUU sobre la buena predisposición de la población iraquí para recibir a los invasores con los brazos abiertos, banderitas, perritos calientes y fotos de Bush y su caterva jugando al golf para que se las firmen. Se dice que Makiya, que por cierto anda enredado en una polémica ideológica con Edward Said -a éste, igual que a los que se manifiestan aquí contra la guerra, le han llamado "compañero de viaje de Saddam"- llegó a decir a los responsables estadounidenses que los iraquíes conforman el único pueblo árabe dispuesto a colaborar de buen grado con las tropas del tío Sam. El pobre, a la vista de los hechos, no tenía ni idea o, quizás, sí la tenía y se la quiso botar de ocurrente con sus generosos huéspedes. El caso es que a resultas de análisis profundos y objetivos como los de Makiya y los informes de unos servicios secretos occidentales que pensaban que la gente de Iraq estaba tan harta de su régimen tiránico y la carga de las sanciones como para aprovechar cualquier oportunidad de revolverse, la maquinaria informativa de Washington y adláteres levantaron en los días anteriores a la intervención el mito de la guerra relámpago que en unos días llevaría a sus tropas a las puertas de Bagdad en medio del júbilo de la población. Es más, se llegó a decir que los militares estadounidenses se limitarían a apoyar a la resistencia popular en su lucha contra los matarifes del Baaz. Qué estúpidos: los iraquíes aborrecen a su régimen y desearían haberse librado de él hace lustros, pero eso no significa que estén dispuestos a entregarse a un poder de ocupación criminal, cínico y perverso.

Los colaboradores de Washington

Esta necedad, unida al impresionante potencial militar y económico de que dispone, convierte a la Administración Bush en un peligro mayúsculo. Un vistazo a la lista de los colaboradores iraquíes de Washington inspira pavor. Además de clérigos chiíes y hombres de negocios sunníes de dudosa impronta democrática, cuenta con militares que durante un tiempo participaron y dirigieron las tareas de represión orquestadas por el gobierno de Bagdad. Que hombres como los generales Samarrai y Jazaryi se encuentren entre los "asesores" militares de Washington entronca con una venerable tradición estadounidense que consiste en rodearse de personajes de la peor catadura para conseguir sus fines. La lista es larga y va desde Noriega a los militares de la contra nicaragüense pasando por Lon Nol en Camboya, Suharto en Indonesia y un largo etcétera de muchos conocido. Algunos como Noriega o Suharto acabaron siendo desplazados por los mismos que los habían encumbrado, otra de las características de la política exterior estadounidense que pone y depone según convenga a sus intereses de estado. Samarrai y Jazaryi tienen tanta responsabilidad en alguno de los crímenes del sistema iraquí como los militares incluidos en la lista negra que Washington piensa enarbolar ante un tribunal de justicia internacional por atentar contra los derechos humanos. Pero eso a los gerifaltes de Washington les da más bien igual; sólo les importa contar con nativos aleccionados para cumplir sus fines. Ay, otra vez los dichosos intereses nacionales de EEUU y la razón imperiosa de que sus ciudadanos vivan a gusto y seguros. Los demás, claro está, no importan, ni tampoco la moral, los valores humanos y el sentido de la justicia. Por eso, ya va siendo hora de prescindir del eufemismo según el cual numerosos gobiernos estadounidenses pueden llegar a confiar en personas poco recomendables para conseguir los fines loables de su política. Habría que decir que la gentuza del régimen de Washington busca a gentuza para asegurar sus propios fines. Muchos ciudadanos estadounidenses se han dado cuenta; pero la mayoría, por lo que parece, sigue en la inopia.

No sabemos cuánto puede tardar esta brutal agresión ni cuántos iraquíes van a morir en ella. Tememos que a medida que pasen los días los ataques se hagan más cruentos y mortíferos: se les agota el tiempo, tienen prisa, los mercados les meten prisa, los aliados públicos y secretos recelosos de sus opiniones públicas les meten prisa, los telediarios ­que no pueden aguantar tanta tensión informativa sin agotar al espectador- les meten prisa. Y la prisa, cuando se dispone de un arsenal fabuloso y mentes criminales, es sinónimo de destrucción. No pasa un minuto sin que se nos avise a todos del peligro de las armas químicas y biológicas iraquíes. De éstas, como de aquel sujeto que salió a comprar tabaco y ya no volvió jamás, no sabemos nada; pero sí sabemos de las armas demoledoras y deletéreas del ejército estadounidense y de que las razones de estado y el bienestar mundial y la seguridad y bla bla bla pueden justificar lo injustificable. EEUU se ha convertido en una fiera desbocada que va buscando de forma incesante víctimas propicias en quien explayar sus alardes de expansión y grandeza. No hay motivos para pensar que el fin de la campaña militar depare un gobierno democrático; al contrario, si el pueblo iraquí sigue mostrándose tan poco entusiasta con los militares ocupantes va a recibir doble ración de ricino. Tampoco hay por qué pensar que los iraquíes van a vivir mucho mejor que antes del embargo. Los proyectos de reconstrucción, asignados en su mayor parte a empresas estadounidenses, los van a pagar con su petróleo, lo mismo que los gastos de la contienda y las sanciones de guerra. Un negocio redondo para Washington, que como ya ocurriera en la guerra del Golfo de 1991 va a ganar, además de la proyección hegemónica, el control directo sobre más recursos energéticos y un largo etcétera, dinero contante y sonante. Y lo que es peor, esto no va a ser lo peor. Vendrán más Iraqs, más devastaciones, más bloqueos y más tragedia para mujeres, hombres y niños. Por eso, sólo queda resistir y esgrimir las manos. Los ciudadanos iraquíes que han rechazado la infamia del plato de sopa norteamericana y resisten con escopetas viejas o simplemente con su indeferencia se merecen nuestro apoyo. No luchan para defender a un régimen feroz sino que luchan para defenderse de la ignonimia, que es mucho más feroz. Esta administración Bush está implicando al mundo en una dinámica de consecuencias terribles entre las que la sensación de inseguridad y el síndrome de la ruleta rusa -¿quién viene ahora?- no son las menores. Una barbaridad que nos está llevando, sobre todo a los que cometen la osadía de decir que no, de peor en peor.


Notas:

1.- Véase en CSCAweb: Ignacio Gutiérrez de Terán: Y lo peor está por venir
2.- Véase en CSCAweb:
La oposición iraquí en el exilio
3.- Véase en CSCAweb:
Turquía y el negocio de la invasión de Iraq
4.- Véase en CSCAweb:
Edward Said: Desinformación sobre Iraq
5.- Véase en CSCAweb:
Máximos responsables de la oposición iraquí inician en Washington sus reuniones con la Administración Bush



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