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* Roni Ben Efrat, es editora de la publicación israelí de izquierda 'Challenge'

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Visiones del repliegue

Roni Ben Efrat*

Challenge /CSCAweb, 23 de septiembre de 2005
Traducido por Pablo Carbajosa para CSCAweb

"Pero, la gente de izquierdas de Israel, ¿sería posible que no vieran ellos? ¿Por qué no señalaban lo evidente? Tal vez podían haber despertado al fantasma que temen: el derecho palestino al retorno. No cabe duda de que los periodistas habrían necesitado cierto grado de valor y honestidad para contemplar los hechos de estos seis días con mayor perspectiva historica, de modo que su público puediera comenzar por fin a enfrentarse al origen del conflicto".

1. Repliegue a bombo y platillo

Los Seis Días a lágrima viva: así puede verse la evacuación por parte de Israel de 17 asentamientos en Gaza y 4 más en el norte de Cisjordania de mediados de agosto de 2005. El suceso ha sido como un maná caído del cielo para los medios de información locales, que elaboraron una historia de trauma nacional. A un lado figuraban los colonos, representantes del elevado ideal de compromiso con el "gran Israel", y que tan pronto gritaban "Judenrat" [1] a los soldados llegados para llevárselos como caían sobre ellos en un plañidero abrazo, esperándo así ganárselos, conseguir que se negaran a evacuarlos o dejar en su cabeza una imagen persistente del pecado que estaban cometiendo.

Del otro lado quedaban los soldados, avergonzados, dando largas al griterío, retirándose a alguna esquina recoleta en la que la cámara, ubicua, les encontraba llorando. Todo el mundo estaba destrozado, unos sin casa, y otros en su conciencia (una vez terminado todo, concedieron a los soldados una semana de vacaciones de propina, a lo que hay que sumar un seminario de dos días con psicólogos). La meta oculta de los medios consistía en conservar, a toda costa, los valores de "un pueblo unido", aunque su unidad fuera sólo la del dolor. El lema predominante en el campo de los colonos era: "Los judíos no expulsan a los judíos". Temblándoles las manos, los judíos lo hicieron. Entre el público televisivo había que contar con los refugiados palestinos. Del millón y un tercio de palestinos que viven tan solo en Gaza, los refugiados se cifran en 950.000. Al igual que los otros cuatro millones que se apiñan en Cisjordania, Jordania, Siria, Libano y otros lugares, ellos o bien sus padres o abuelos se vieron expulsados de su casas y aldeas en 1948. Todavía conservan las llaves. Cerca de 30.000 refugiados de Gaza fueron recientemente desahuciados cuando los israelíes cuando los israelíes demolieron con excavadoras en sus vecindarios de Rafah y Khan Yunis (una casa lo fue encima de sus moradores). Todos estos refugiados quedaron sin duda asombrados por la sensibilidad, delicadeza y humanidad demostrada por los soldados israelíes durante la retirada. No recordaban haber visto rostros atormentados por su conciencia durante sus desalojos. "¿Dónde están esos salvajes que nos han oprimido durante 38 años? ¿De dónde sacó tan de repente el ejército israelí tantos soldados y generales de corazón compasivo? ¡Maúllan como gatitos! ¡Lloran como niños! ¡Noble y hermosa cosa ir al exilio gracias a tal ejército!".

Avichai Sharon, miembro de "Romper el silencio" [2] respondió a la barahunda de los medios con una carta enviada a Haaretz el 16 de agosto. Examinó unas declaraciones de Dan Harel, general del Mando Norte de Israel. Harel había manifestado al periodista Ari Shavit, de Haaretz, "Creo que la mayoría de nuestros soldados saldrán de esto con algún rasguño.Todo el que haya llamado a una puerta se llevará algo que seguirá con él en años venideros. Recordará la cara del que le abrió la puerta a la que llamaba y la mirada de sus ojos. Y la madre tras la que se escondían dos niños".

Responde Avichai Sharon: "Pueden decirle al general que esté tranquilo. Sus soldados y comandantes tienen muchísimo práctica en eso de entrar en los hogares de familias que están en plena cena o irrumpir en sus vidas a la hora del alba. Sus soldades y oficiales ya conviven con escenas de madres que sujetan a niños llorosos mientras una veintena de soldados armados irrumpe a gritos. Ya hemos tenido experiencias parecidas, si bien con una importante diferencia: que las madres no entendían una palabra de lo que decíamos".

El periodista Shavit (que en los últimos años se ha paseado por todas las gamas del espectro político, encarnando algo así como el consenso israelí) se unió al carro al amplificar el trauma nacional. Si bien mencionó en numerosas ocasiones el mal inherente a la construcción de los asentamientos y la necesidad de deshacerse de ellos, no dudó en arrojar su ira profética contra la izquierda israelí. Desde el asentamiento de Netzer Hazani, condenado a desaparecer, escribió: "Las palomas humanistas no estaban aquí esta semana. Tal vez andaban ocupadas. Pero es un hecho de grave significado que quienes ofician de grandes rabinos de la moralidad civil israelí no considerasen conveniente hacer un gesto verdaderamente humano a los 8.000 conciudadanos que están siendo desalojados de sus hogares por la fuerza. Este hecho reorganiza el marco normativo de Israel. En breve tiempo, aprenderán que quien no se mantiene compasivamente junto a su pueblo en un momento de desastre pierde el derecho moral a predicarle sobre el desastre de otros" ("Cruel retirada", Haaretz, 18 de agosto de 2005).

"¿El desastre de otros?" Lo que más me asombró durante los seis días de retirada fue la ausencia casi por completo de cualquier referencia, en la televisión o en la prensa, al desastre de otros. Porque se produjo otro desalojo, de otro pueblo, en esta tierra hace 57 años, sólo que con algunas diferencias, entre ellas la asusencia de cobertura televisiva minuto a minuto. Aquí en el bochorno de agosto de 2005 nos sometieron a la visión de escenas de congoja y dolor. Pero, ¿qué hay de esa congoja y ese dolor, cuando no se compensa con 450.000 dólares por familia, cuando no te mudas a un hotel con aire acondicionado, cuando no te proporcionan alimentación ni colegios ni atención sanitaria, cuando nadie te ofrece disculpas? ¿No podría alguna lumbrera de los medios caer en ello? Hemos tenido aquí un pálido ejemplo. No hay más que llevarse las cámaras, hacer reales las lágrimas y multiplicarlas por un millón.

Una de las pocas personas que hicieron esa comparación fue el comentarista Amnon Abramovich del Segundo Canal de Israel: "Si hubiera existido este tipo de cobertura mediática en 1948", afirmó, "el Estado [de Israel] no habría llegado a existir". Otra excepción fue Danny Rubinstein en Haaretz: "El pueblo palestino en su conjunto vive el desalojo sufrido por la mitad de su población...En este contexto es posible ver el estallido de rabia de aquellos palestinos a quienes se les preguntó si no albergaban siquiera una pizca de simpatía por los colonos de Gush Katif y el norte de Samaría (Cisjordania) que han perdido sus hogares. Pues no, ni muestran simpatía ni comprensión alguna. ("El otro desalojo" Haaretz August 15.)

Otra cosa que me anonadó fue el abuso de imágenes del Holocausto y la degradación de términos como "destrucción", "desalojo" y "liquidación". El exilio no es nada nuevo. Sabemos a qué se parece. Estremece por su silencio. Los desahuciados sujetan la lengua frente a los desahuciadores. No los vilipendian. Saben que eso significaría una bala en la cabeza. Un judío no discute con un nazi.

Tanto la izquierda como la derecha tenían razones para evitar acordarse de 1948. Los colonos están ciegos a este respecto. Han mantenido un modo de mirar selectivo durante décadas. Había 8.000 judíos viviendo en 108 km.2, mientras un millón y un tercio de palestinos se apiñaban en 252. Utilizaban ocho veces más agua que sus vecinos (por no hablar de la calidad de la misma). Habían crecido acostumbrados a no mirar los míseros campos que podían verse fácilmente desde sus jardines. Un pueblo que no existe no puede sufrir. A este respecto representaban una versión extrema de un consenso nacional más amplio, para el que los palestinos no tienen mayor existencia.

Pero, la gente de izquierdas de Israel, ¿sería posible que no vieran ellos? ¿Por qué no señalaban lo evidente? Tal vez podían haber despertado al fantasma que temen: el derecho palestino al retorno. No cabe duda de que los periodistas habrían necesitado cierto grado de valor y honestidad para contemplar los hechos de estos seis días con mayor perspectiva historica, de modo que su público puediera comenzar por fin a enfrentarse al origen del conflicto. Pero esta oportunidad se perdió en una orgía de histeria de masas escenificada, para el que los reporteros prepararon sus lágrimas de cocodrilo a fin de evitar acabar rociados de pluma y brea. Regidos por el consenso, lo fortalecieron.

2. Un mito desinflado: el colono imbatible

La rapidez y facilidad con la que se llevó a cabo la desconexión resultaron sorprendentes.

Se deshizo un mito, el de que Israel no puede evacuar a los colonos. Pero hay otro mito que también se ha venido abajo, otro mito que el primer ministro Ariel Sharon había labrado trabajosamente: que el proceso resultaría muy difícil, tanto que nadie suscitaría nunca jamás la posibilidad de otros repliegues en el resto de Cisjordania. La evacuación se realizó en seis días. Las únicas muertes se produjeron fuera del escenario de la acción: un colono se prendió fuego y otros dos otros asesinaron a ocho palestinos en Shfaram y Shiloh. Los reservistas de entre los colonos entregaron sus armas provenientes del Ejército antes del comienzo de la operación, dando a entender de este modo que no habría guerra civil. Parecía, desde luego, como si hubieran llegado a un acuerdo con el ejército: dejad que pataleemos, que demos gritos y lloremos, y nos atendremos a las reglas. La dirección de los colonos intentó echar a Sharon -y no cabe duda de que éste era el milagro por el rogaban- pero no sucedió. Tal vez de eso trate el el segundo acto.

Todo sucedió con tanta rapidez debido a que los colonos se habían aislado no sólo de la sociedad laica, sino también de sus pares ortodoxos. La época del Gran Israel y sus fieles adictos había pasado y ellos se negaban a creerlo. Yonatan Bassi, que encabezó la Administración para la Desconexión (que los colonos denominan Judenrat), procede del corazón del sionismo religioso y explica la ruptura del siguiente modo:

"Desde la guerra de los Seis Días y aún con mayor intensidad desde la guerra del Yom Kippur, la opinión pública nacional-religiosa ha experimentado un proceso peligroso. Ha rechazado el elemento racional frente al irracional. En lugar de seguir a[l profesor Yeshayahu] Leibowitz y comprender que el concepto de am sgula [pueblo 'elegido', 'atesorado' o 'especial'; véase Deuteronomio 7:6] es una exigencia, se alinearon con el rabino Rabbi Kook y creyeron que el am sgula es una promesa, que tenemos el comienzo de la redención, que nos han prometido que la tercera comunidad no será destruida, que estamos en camino hacia el Tercer Templo.

"Creo que uno de los resultados más importantes de la desconexión es que obligará al movimiento sionista religioso a volver a hacer consideraciones racionales. Se producirá una gran crisis y supondrá un gran golpe a su fe. Es posible que vbeamos una "haredización" (un desplazamiento hacia la ultraortodoxia), por un lado, y el abandono de la religión por otra. Pero al final creo que volveremos al equilibrio correcto entre la base racional y la base irracional, entre lo metafísico y lo físico" (Haaretz, 8 de julio de 2005).

Yair Sheleg, especialista en los colonos, dice algo semejante:

"El sistema de valores israelí es producto de un equilibrio entre el fervor nacional y la sobria prudencia política. Sin ello, y sin el reconocimiento de la autoridad del liderazgo elegido, la nación corre el riesgo de desmoronarse desde dentro antes incluso de hacerse trizas por fuera. El espíritu de Bnei Akiva [movimiento del sionismo religioso] preservaba el fervor nacional, pero perturbaba lo que lo equilibra, la prudencia política. Lo que es más, con el tiempo se ha rebelado contra la autoridad del liderazgo ("La batalla de los 'judíos' contra los 'israelíes,'" Haaretz, 22 de agosto). Su visión mítica de la historia, arguye Sheleg, condujo a los colonos a ignorar tanto a los palestinos como a la comunidad internacional. Pensaron también que estaban autorizados a dictar la política sobre el asunto más caro a sus corazones: la colonización de "Yesha" (acrónimo de Judea, Samaría y Gaza).

En realidad, escribe Sheleg, después de 1967 la derecha religiosa llevó a cabo un pacto entre caballeros con la izquierda liberal: vosotros nos dejáis el campo libre para asentarnos en Yesha y nosotros respetamos lo que tengáis que decir por lo que respecta al modo de vida de Israel.

Mientras el estamento político israelí siguió adherido a la política de no reconocer a la OLP, pensó que estaba haciendo buen uso de los colonos. No sólo bloquearon cualquier posibilidad de arreglo territorial sino que adoptaron un papel cada vez más importante en el Ejército. Explotando su fervor mesiánico, la Fuerza de Defensa Israelí (FDI), los adiestró para que ingresaran en el Cuerpo de Oficiales, reclutando yeshivot (escuelas talmúdicas) enteras como unidades militares. Su lealtad quedó dividida entre el rabino y el Ejército, pero durante décadas éstos mantuvieron una visión conjunta. Los soldados-yeshiva tuvieron un papel destacado en las dos "intifadas". Tenían un interés directo en salvaguardar los asentamientos y aplastar a los palestinos.

El cómodo lazo con toda la dirección israelí es algo a lo que los colonos les cuesta hoy renunciar. El origen de la ruptura reside en un sentimiento de insulto, experimentado por quienes otrora sentían una pertenencia que ya no tienen. Se han desconectado igualmente de buena parte del Likud. Ariel Sharon, su apoyo y sostén a lo largo de todos estos año, el hombre que siempre se saltaba las reglas en su nombre, que les libraba de las trabas burocráticas, que hacía la vista gorda a sus desmanes antipalestinos, a la ocupación de tierras y la apropiación del agua, este mismo Arik Sharon les deja ahora en la estacada. Ellos, que se creían superiores -por encima de los débiles y autoindulgentes tipos seculares que perdían el tiempo en los cafés de Tel Aviv, por encima de la pobretona clase obrera judía que veía en silencio cómo manaba un dineral hacia los asentamientos, por encima de los políticos a los que mareaban con sus demandas, se sienten hoy como un imperio caído.

Creían que un milagro impediría la retirada y esta fe no les dejó consultar el mapa. Creían que los compatriotas que se oponían a la retirada inundarían los asentamientos por centenares de miles en el Día del Juicio, que los soldados se negarían en masa a llevar a cabo la temida orden, que el Estadodescubriría dónde se encuentra el poder real. Pero el milagro no se materializó. No sólo les abandonó su Dios sino también las otras dos corrientes principales de la ortodoxia israelí. La jefatura espiritual de Shas (el partido favorecido por los judíos ortodoxos procedentes de países árabes y su descendencia), el rabino Ovadiah Yosef, decretó que el estudio de la Torá tenía prioridad por encima de la lucha por los asentamientos. Los dirigentes askenazis ortodoxos decidieron que los colonos habían exagerado la importancia de asentarse en tierra de Israel. Otros mandamientos hay, afirmaron, que no son menos vitales.

Sharon no tiene intención alguna de clausurar los grandes bloques de asentamientos de Cisjordania y Jerusalén. Seguirán siendo un obstáculo para la paz. Simplemente se ha retirado de zonas que representaban un riesgo estratégico. Sin embargo, algo ha sucedido. Se ha pasado una página. El mito del poder de los colonos ha quedado destruido. Se ha mostrado que son débiles e ingenuos, acaso hasta ligeramente ridículos. Es poco probable que vuelvan a engañar a alguien de nuevo, como no sea a sí mismos. No podemos concluir a partir de ello que el Estado de Israel haya dado un giro hacia a la sensatez. Por el contrario, es la insensatez la que ha cambiado de rumbo, como queda en evidencia en el consenso para mantener los bloques de asentamientos y dejar tranquilos los emplazamientos ilegales "de momento". También se pone de manifiesto en la actividad constructora que se está llevando a cabo en la zona llamada E-1: comunicará el asentamiento de Maaleh Adumim con Jerusalén, a la vez que separa (cantonaliza) el norte de Cisjordania del sur.

Cierto, sin duda: 8.000 de los 440.000 colonos israelíes (contando los de Jerusalén) se han movido de su sitio, pero la ceguera que dió lugar en origen al proyecto de los asentamientos - la falta de imaginación política de este rincón de Oriente Medio- sigue persistiendo.

Notas:

1. Judenrat: Término alemán para designar a los "consejos judíos". Dichos consejos actuaban como intermediarios para seguir los dictados de los alemanes, y en última instancia se ocupaban de cumplir con las cuotas de judíos enviados a los campos de exterminio.
2. Shovrim shtika: Grupo de soldados israelíes que han presentado ante la opinión pública una exposición y página web en la que se muestran actuaciones del ejército (sin olvidar las suyas propias) contra civiles inocentes en los Territorios Ocupados. (
www.breakingthesilence.org.il/index_en.asp)