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LOS ATAQUES CONTRA LONDRES DEL 7 DE JULIO DE 2005

* Tariq Ali es un veterano activista político desde los años sesenta, director de cine, novelista y autor. Sus libros más recientes son El choque de los fundamentalismos y Bush en Babilonia: La recolonization de Iraq.

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El precio de la ocupación

Tariq Ali*

The Guardian, 8 de julio de 2005 / CSCAweb, 13 de julio de 2005
Traducción de Natalia Litvina para CSCAweb

"Al principio de la reunión del G8, Blair sugirió que 'la pobreza es la causa del terrorismo'. No es así. La principal causa de esta violencia, es el daño infligido a los pueblos del mundo musulman. Y mientras esto no se reconozca, el terror va a continuar"

Durante la última fase del conflicto, el IRA apuntó al territorio británico: estuvo cerca de hacer explotar al gabinete de Margaret Thatcher en Brighton. Unos años más tarde, una bomba explotaba en el nº 10 del distrito financiero de Londres. No hubo ninguna duda sobre la identidad de los organizadores que desarrollaron los ataques o sus demandas. Todo aquello sucedió a pesar de los diferentes planes de Prevención de Actos Terroristas aprobados por la Camara de los Comunes.

Los que atentaron ayer en Londres son anónimos. Se presupone que aquellos que llevaron al cabo estos ataques están relacionados con al-Qaeda. Simplemente no lo sabemos. Al-Qaeda no es el único grupo terrorista que existe. Tiene sus rivales dentro de la diáspora musulmana. Pero es más seguro suponer que la causa de esas bombas es el apoyo de las guerras de los EEUU en Afganistán y en Iraq por parte del Partido Laborista y el primer ministro Blair.

Uno de los argumentos utilizados por Ken Livingstone, alcalde de Londres, cuando pedía a Tony Blair que no apoyara la guerra en Iraq fue profético: "el ataque contra Iraq inflamará la opinión internacional y pondrá en peligro la paz y la seguridad en todo el mundo. Londres, como una de las más importantes ciudades del mundo tiene mucho que perder con una guerra y puede ganar mucho con la paz, cooperación internacional y estabilidad global".

La mayoría de los londinenses (al igual que el resto del país) estaban en contra de la guerra en Iraq. Trágicamente, son ellos que han sufrido el golpe y han pagado el precio por la reelección de Blair y la continuación de la guerra.

Desde el 11-S he sostenido que la "guerra contra el terrorismo" es inmoral y contraproducente. Esta guerra premia el terrorismo de Estado -bombardeos, torturas, innumerables muertes de civiles en Afganistan e Iraq- contra los islamo-anarquistas, cuyo número es pequeño, pero su alcance es mortal. La solución entonces, al igual que ahora es política y no militar. La elite dirigente británica lo entendió perfectamente bien en el caso de Irlanda. Medidas de seguridad, leyes anti-terroristas aprobadas por el Parlamento, tarjetas de identidad, recortes de las libertades civiles... no podrán solucionar el problema. En todo caso servirían para empujar a los jóvenes musulmanes hacia la violencia.

La verdadera solución es poner fin a la ocupación de Iraq, Afganistan y Palestina de forma inmediata. Sólo porque estas tres guerras aparecen esporádicamente en los medios de comunicación y significan muy poco en la vida cotidiana de la mayoría de los europeos no quiere decir que despierten poca cólera y amargura en el mundo islámico y la diáspora. Mientras los políticos occidentales emprenden sus guerras y sus colegas en el mundo musulman guardan silencio, los jóvenes van a unirse a los grupos que realizan actos de venganza arbitrarios.

Al principio de la reunión del G8, Blair sugirió que "la pobreza es la causa del terrorismo". No es así. La principal causa de esta violencia es el daño infligido a los pueblos del mundo musulman. Y mientras esto no se reconozca, el terror va a continuar.