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Sudáfrica: La corrupción y el capitalismo

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La ‘corrupción’ se ha convertido en uno de los problemas claves que enfrenta el pueblo de Sudáfrica y el mundo, y es la razón por la que la Unión Nacional de Trabajadores Metalúrgicos de Sudáfrica (NUMSA) ha convocado una huelga general el 14 de octubre y se manifestará junto con otros sindicatos y la campaña Unidos Contra la Corrupción, de acuerdo a un programa progresivo de acción de masas.

La corrupción es un mal que hay que superar. La gente está harta de leer casi a diario que dinero que se suponía iba a crear empleo y mejorar la vida de los sudafricanos, especialmente de los más pobres, se desvía a cuentas bancarias de individuos codiciosos y empresas corruptas.

Se percibe con razón como un freno para el crecimiento económico y la creación de empleo y una de las principales razones de la falta de servicios públicos como escuelas, hospitales, agua y caminos para las comunidades pobres.
Pero, ¿qué es exactamente la «corrupción»? Wikipedia admite que: «No existe una definición aceptada a nivel mundial de la corrupción».

La palabra se usa para definir una gama muy amplia de delitos – soborno, fraude, malversación de fondos, lavado de dinero, fijación de precios, evasión fiscal, crimen organizado, flujos de capitales ilícitos, delincuencia cibernética y mala administración de los fondos públicos.

Se propaga cuando se le compra una «bebida fría» a un policía de tránsito para evitar una multa por exceso de velocidad o se acepta un soborno de Hitachi por concederle una licitación de 38.500  millones de Rands para construir las calderas para las nuevas centrales de Eskom, además de los crímenes que los corruptos cometen contra los denunciantes, desde la intimidación al chantaje y el asesinato.

Su significado es aún más confuso por los eufemismos utilizados para ocultar la corrupción. «Los sobornos se llaman rebajas. Las vacaciones gratis son llamados conferencias internacionales, o visitas a fábricas en el extranjero. Cuando te cobran de más, son «súper ganancias» en un mercado alcista. Cuando te despiden para conseguir mayores bonos para los directivos, lo llaman racionalización o ajuste de personal, y así hasta donde se quiera.

La campaña contra la corrupción es inusual, en la medida que está dirigida contra algo que nadie intenta defender. El único intento que he visto es un extraño artículo en la web News24, firmado por Rennie Naidoo: «Elogio de la corrupción «- de donde he citado los eufemismos anteriores – pero no es más que una visión cínica, y presumiblemente interesada, de que todo el mundo es corrupto, incluyendo los líderes de las iglesias y los dirigentes y delegados sindicales, así que ¿por qué hacer un alboroto de ello cuando todos comemos del mismo pesebre?

Es una versión de la vieja, falsa cantinela de que problemas como la corrupción y la criminalidad son simplemente consecuencia de nuestra imperfecta «naturaleza humana», y que, por lo tanto, es inútil intentar ponerles coto.

Lamentablemente, luego se mete en un intento sin sentido e irrelevante para distinguir entre «corrupción blanca» y «corrupción negra», implicando falsamente que la campaña contra la corrupción está dirigida contra objetivos raciales o políticos particulares. Ignora el hecho de que este es un fenómeno global, que trasciende las fronteras raciales o nacionales.

De vez en cuando los politólogos puntualizan que la corrupción puede «engrasar las ruedas de negocio» y que es una de las principales razones por la que Asia es más competitiva que el resto del mundo.

Afortunadamente, con la excepción de Peter Bruce (editor del periódico económico sudafricano Business Day) que defiende con regularidad los intereses de los cárteles de la industria de la construcción, tenemos pocos ideólogos pro-capitalistas en Sudáfrica que estén tan descaradamente a favor de la corrupción en público. Lo que dicen a puerta cerrada cuando están juntos y  políticos y funcionarios del gobierno se dan con ellos la gran vida, es harina de otro costal.

¿Por qué, cuando hay tantas pruebas de la gravedad de todas  las clases de corrupción antes señaladas, sirven para tan poco todas las leyes e instituciones que se supone que deben evitarla? ¿Por qué tan pocas personas son alguna vez condenadas y castigadas?

Si los actos de corrupción fuesen simplemente el resultado de la debilidad de ciertos individuo, producto de la ‘naturaleza humana’, seguramente habría muchas más condenas.

¿Cual es, entonces, la verdadera causa de la corrupción? Sus raíces no están en la responsabilidad individual o en  alguna «naturaleza humana» todavía no definida, sino en la naturaleza misma del sistema económico capitalista: se basa en el robo por parte de los capitalistas de la plusvalía creada por los trabajadores.

Como señaló Karl Marx en El Capital: «He demostrado, al tratar el valor, que todo trabajo debe dejar un excedente; de manera que al suponer que el consumo del obrero sea siempre el mismo, su trabajo debe crear, además de su subsistencia, un capital siempre mayor. Bajo el régimen de la propiedad privada, el excedente de mano de obra, esencialmente colectivo, pasa por completo, al igual que los ingresos, al propietario: pero, ¿cual es la diferencia entre esa apropiación encubierta y la usurpación fraudulenta de un bien común?

«La consecuencia de esa usurpación es que el obrero, cuya participación en el producto colectivo es confiscada por el empresario, siempre está al límite, mientras que el capitalista siempre obtiene beneficios … y la economía política, que defiende y aboga por ese régimen, es la teoría del robo, en la medida que la propiedad, cuyo respeto mantiene un estado similar de cosas, es la religión de la fuerza».

Las palabras ‘fraudulenta’ y ‘robo’ apuntan a la relación entre capitalismo y corrupción; el robo al trabajo es la base misma del sistema capitalista, que a su vez establece la agenda de la intención de los capitalistas de engañar y robar no solo a los trabajadores sino también a sus proveedores, sus clientes y a los capitalistas rivales. El único principio es: ¿de qué manera puedo maximizar mejor y más rápidamente mis beneficios, legal o ilegalmente?

En pocas palabras, el capitalismo se basa en el principio del «carácter sagrado de la propiedad privada». Pero hemos explicado anteriormente que la «propiedad privada» no es en realidad otra cosa que la plusvalía que los capitalistas han robado a los trabajadores, a los obreros. La propiedad privada no es otra cosa que el valor robado a los trabajadores. Ahí está el origen de la relación entre capitalismo y corrupción: ¡el capitalismo es propiedad privada, es robo, es corrupción!

Vemos, pues, que, en todo sistema capitalista el impulso humano psicológico dominante es competir para adquirir  propiedad privada, robar, ser corrupto, por cualquier medio necesario. Esta regla se aplica a todas las esferas de la vida humana, sin excepción.

Como el capitalismo se ha vuelto cada vez más monopolizado y la riqueza y el poder se concentran aún menos manos, crecen las oportunidades para la manipulación más despiadada del sistema con el fin de extraer aún más valor excedente del trabajo de los obreros y aumentar la cuota de mercado.

Los escándalos recientes en los que se han visto envueltas empresas como Hitachi y Eskom y la falsificación deliberada del cálculo de emisiones por Volkswagen son ejemplos obvios, pero no excepcionales. Son absolutamente típicos de la forma en que opera el capitalismo.

Incluso algunos capitalistas están alarmados por la magnitud del problema. Según Global Financial Integrity, una ONG estadounidense de investigación y asesoramiento, «se han producido transferencias ilícitas récord de capital por valor de 991.200 millones de dólares de los países en desarrollo y las economías emergentes en 2012, facilitando el crimen, la corrupción y la evasión fiscal».

Esta falta de moralidad se filtra hacia abajo al resto de la sociedad: al estado, el gobierno, la sociedad civil y, sí, las iglesias y los sindicatos. Lo describió muy bien en una entrevista Lal Singh, secretario general del Partido Comunista Ghadar de la India:

«El capitalismo ha llegado a una etapa en la que el poder económico y político está muy concentrado, y la autoridad pública actúa a favor de los intereses privados de una minoría de multimillonarios. Esto es cierto no sólo en nuestro país, la India, sino en todo el mundo … La dominación del afán de lucro privado y la creciente dominación de los monopolios capitalistas sobre todas las esferas de la vida es la causa principal del aumento exorbitante de la corrupción a una escala y un grado nunca vistos antes. El egoísmo ha sido elevado a la posición de la virtud más preciada … Una característica específica de la corrupción en nuestro país es que impregna la maquinaria estatal de arriba a abajo. Tenemos que pagar sobornos, incluso para obtener un permiso de conducir, para hacer una conexión para el suministro de agua o cualquier otro servicio básico. Esto constituye un robo adicional a las personas trabajadoras. Una carga económica más sobre sus sufridas espaldas.

«Además de ser explotados intensamente en el lugar de trabajo, robados en el mercado capitalista y exprimidos con nuevos impuestos y la inflación, los trabajadores y los campesinos se ven además agobiados por los sobornos que les exigen para conseguir aquello a lo que en realidad tienen derecho».

Todo ello suena muy familiar a los sudafricanos. Es también una buena respuesta al falso argumento de que la corrupción no es un problema que afecte a los trabajadores. La gran mayoría de las personas quieren compartir la riqueza de una manera justa y equitativa y no quieren más que lo que les corresponde en derecho. Pero se enfrentan a diario con desafíos: pagar un soborno a la policía de tránsito para evitar una multa, hacer un «regalo» al examinador del permiso de conducir para obtenerlo o al funcionario del servicio de vivienda para no quedar relegados en la lista de espera, o prometer votar al Partido X a cambio de una bolsa con alimentos?

La gente con pequeños negocios, que se enfrenta a enormes obstáculos en su camino colocados por sus grandes competidores comerciales, se ven tentados a ofrecer un soborno a un amigo concejal para asegurarse una licitación, a sabiendas de que los rivales están haciendo lo mismo.

La cultura del «yo primero» y «al infierno con todos los demás» amenaza con convertirse en universal y es imposible  curar una enfermedad que se transmite desde la clase capitalista que domina el Estado y la sociedad. Incluso ellos de vez en cuando se retuercen las manos con preocupación, como la ONG Global Financial Integrity antes citada y la Unión de Empresarios de Sudáfrica, pero son completamente impotentes a la hora de controlar o disciplinar su propio sistema.

Los marxistas apoyan cualquier medida para frenar la corrupción y castigar a los culpables de la misma, pero no se hacen ilusiones de acabar con ella en una sociedad capitalista.

La corrupción no es inevitable, sin embargo, porque el capitalismo no tiene por qué ser inevitable. Si podemos construir un partido revolucionario, un partido obrero de masas, sobre la base de un programa para la transformación socialista de la sociedad – una sociedad sin propiedad privada – entonces podremos librar a nuestras sociedades de la corrupción y establecer un nuevo orden mundial en el que la corrupción, la delincuencia y la explotación no tengan lugar.

Secretario General de la Unión Nacional de Trabajadores Metalúrgicos de Sudáfrica (NUMSA) .

Fuente:

http://www.dailymaverick.co.za/opinionista/2015-10-19-corruption-and-capitalism/

Traducción:Enrique García

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