La vanguardia es un sector conformado por las personas más avanzadas política e ideológicamente de una sociedad; sus acciones en la búsqueda de quebrar el viejo sistema dejan siempre saldos organizativos y de valiosas experiencias para el pueblo. Por lo general, los que conforman la vanguardia entienden la necesidad de organizarse en torno a una propuesta programática y a un instrumento (el partido) cuya organicidad, disciplina y dirección puede llevar las luchas del pueblo hasta los destinos planteados.

La propuesta del partido como instrumento transformador tiene como principio la educación y la agitación de las masas para instaurar la dictadura de los explotados y como consecuencia de ésta, la erradicación de las clases; sin embargo, en nuestro país, donde la revolución bolivariana como proceso dialéctico y de elevación de la conciencia de las masas se profundiza, la carencia de vanguardias organizadas se convierte en la gran debilidad de nuestro tiempo y aquellos que se asumen de avanzada por tener ciertas cualidades propias de la misma se encuentran en su mayoría inmersos en profundas desviaciones.

Una de las principales manifestaciones de las crisis de las vanguardias, es el “vanguardismo”. Esta desviación es consecuencia de la alienación de la propaganda capitalista y constituye un principio básico de una actitud pequeña burguesa. El vanguardismo se manifiesta en la defensa de la imagen de un grupo, secta o individualidad que antepone la figuración y el reconocimiento de sus acciones, por más benevolentes que sean, por encima de los intereses colectivos.

Los vanguardistas secuestran el protagonismo que necesita el pueblo para elevar su conciencia en la práctica y madurar en sus experiencias de frontal combate contra los intereses de su enemigo de clase; esta desviación de la lucha revolucionaria persigue la glorificación de las acciones de un grupo, secta o individualidad y el reconocimiento de sus logros que, en románticos discursos, suelen ceder de forma “caritativa” a las masas.

Esta visión reducida de la realidad desconoce el carácter fundamental de todo principio revolucionario: “la revolución la hacen los pueblos”; demostrando así estos grupos, su carencia de visión estratégica para la toma del poder y la comprensión de la lucha de las clases. Son muchos los grupos que padecen esta desviación y fue ésta la gran experiencia que asumimos como conclusión de la toma del lado A de educación de la Universidad de Carabobo.

Dicha actividad la resumimos como el secuestro de una actividad por parte de un colectivo (Fogata), cuyo protagonismo y pertenencia debió estar fundamentalmente en las manos del pueblo que asumió la Misión Sucre en estos espacios para poder concretarse la victoria.

Fogata, colectivo estudiantil que hace vida en la Universidad de Carabobo, asume de manera tajante la práctica del vanguardismo, no sólo en la experiencia pasada (toma de la facultad) sino como práctica general; es esta actitud la que retrasó la formación y la relación de identidad de las comunidades de Naguanagua respecto a los espacios tomados.

No se puede pretender construir un proyecto para los pobres, sino que los pobres construyen en manos decididas los destinos y la fortaleza de todo proyecto; el papel de las vanguardias es y debe ser acompañar al pueblo en el ejercicio concreto del poder; la formación para la construcción del socialismo, la organización y la agitación constituye el papel fundamental de las vanguardias en este momento histórico.

Ante esta conclusión asumimos como un error disputar esta acción vanguardista con un grupo que no estaba abierto al debate, ni a la preparación de las comunidades para que fueran ellas las que asumieran en el ejercicio del poder, la consecución de los objetivos planteados y como consecuencia de esta acción, una experiencia valiosa para la construcción del socialismo.