Sergio // 7 de septiembre de 2005

La Nueva Etapa de la Revolución Bolivariana y las Tareas de los Revolucionarios

Después de 6 años de revolución democrática, es vital que los revolucionarios nos tomemos un tiempo para analizar el momento histórico que estamos viviendo y las nuevas formas de lucha que ha asumido el enemigo y las que nosotros tendremos que asumir.

El malestar popular en torno a la mayoría del Gobierno y a la vez el respaldo irreductible del Pueblo al compañero Presidente Chávez, es digno de revisión. Para nadie que trabaje en el seno del Pueblo es un secreto que cada vez son más fuertes las críticas a las prácticas gubernamentales y a las contradicciones entre el discurso y práctica del Presidente y el discurso y práctica del Gobierno y de los partidos que lo ocupan. Hace dos años se hablaba de que el Gobierno estaba infiltrado por contrarrevolucionarios. Hoy se habla de los reformistas y los revolucionarios. Es decir, ya el pueblo no identifica a la derecha dentro del Gobierno como infiltrados sino como tendencias, cambio que nos indica el salto cualitativo que ha dado el movimiento popular.

Las últimas elecciones nacionales dejan muchas señales históricas. No haremos un análisis detallado, pues escapa de la intención de este escrito. Sólo tomaremos los elementos más importantes, a nuestro juicio.

En primer lugar el porcentaje de abstención que asciende a más del 70%. No podemos explicar este porcentaje como histórico, pues estamos en un proceso en donde ha cambiado notablemente la conciencia política y la participación del Pueblo, especialmente en las dinámicas locales. Por lo que nos queda como conclusión que muy buena parte de la abstención se debió a un descontento con los líderes y partidos que pretenden representar al Pueblo.

Lo segundo a resaltar es el porcentaje de votos nulos, por encima del 17% a nivel nacional. De seguro una cantidad de estos será por equivocación al rellenar los óvalos, pero la mayoría obedece, nuevamente a un descontento con la dirigencia.

Lo tercero a resaltar es el papel que cumplieron los partidos políticos del proceso que no participaron dentro de las morochas, especialmente el PCV (y muchas fuerzas que los apoyaron y utilizaron su tarjeta), quien logró posicionarse como segunda fuerza electoral en 4 estados de Venezuela incluyendo Caracas.

La fórmula matemática de las morochas se terminó imponiendo al interés de los votantes, al eliminar, de hecho, la representación de las minorías regionales no consideradas en esta alianza. Sin embargo, algo importante ocurrió en este proceso: Se rompió la hegemonía electoral del MVR dentro de los seguidores del proceso (habría que preguntarle al MVR si quiere y dejará que el resto de los sectores del Proceso participen dentro de las morochas o debemos apoyar a sus candidatos con los ojos cerrados y declinar los del movimiento popular).

Esta ruptura es apenas lógica si notamos el distanciamiento del discurso del Presidente y el Pueblo por un lado, y el de la mayoría de los dirigentes del MVR, PPT y Podemos por el otro. Mientras unos hablan de profundizar el proceso, del Socialismo, etc, otros se la pasan hablando de los cargos, de las elecciones, de las morochas, etc.

Cada vez, la democracia representativa, frente a la democracia participativa, toma menos importancia estratégica y por tanto, las asambleas populares, las organizaciones sociales, el ejercicio de poder por parte del Pueblo toma más importancia que las elecciones democrático burguesas. No negamos la participación electoral como una forma de lucha más, solo le damos su justa dimensión en la coyuntura actual.

El tema que comienza a asumir el Pueblo como agenda de discusión es el del Poder. Ya el cuento de que cualquier cosa que hace algún funcionario del estado es Poder Popular se desvanece. La burocracia califica de Poder Popular desde las misiones hasta darle mejores motos a las Policías regionales. Una verdadera confusión intencional sobre el concepto de Poder y de quién hace la revolución.

Hoy se comienzan a debatir dos tesis, La revolución la hacen buenos gerentes desde el Estado, dándole poder al Pueblo y liberándolo de los embates del Capitalismo que ellos identifiquen, o La revolución la hace el Pueblo.

La Revolución de los gerentes se desdibuja en el descontento popular porque no existe relación importante entre el ejercicio de poder de la burocracia y la necesidad del Pueblo de ser constructor de su propio destino. La participación dentro de esta tesis es caritativa, decorativa y en el mejor de los casos, un acto altruista de algún funcionario. No es la base de la construcción del nuevo estado revolucionario y del hombre nuevo.

El Poder popular como discurso lo usa buena parte de la clase dirigente como el eslogan dentro del cual el Pueblo debe sentirse a gusto con las políticas que estos trazan. Se ha llegado al colmo de plantear que armar mejor a la policía es más poder para el Pueblo, en donde Poder Popular ya no es constituir las milicias y armar al Pueblo, sino armar mejor a los que históricamente lo han reprimido.

Mientras el poder en la revolución se limite a una clase dirigente y al Pueblo solo le quede el papel de observador de los cambios, será reversible el proceso e inevitable la corrupción, el abuso de poder y la desviación de la dirección revolucionaria.

V. I. Lenin planteaba que para evitar la burocratización de los funcionarios, estos debían ser rotados frecuentemente por el Pueblo. Lo importante de esta enseñanza es que sólo el control del Pueblo sobre el Estado (y no sobre este estado burgués sino sobre el nuevo estado) puede garantizar la eficacia y eficiencia de la burocracia para alcanzar los objetivos que se trace la revolución. No es una consigna romántica la consigna “El Pueblo es quien hace la Revolución”, es una consigna objetiva, histórica e incluso, pragmática.

Marx escribió refiriéndose al papel de los revolucionarios ante el Estado Burgués, “todas las revoluciones hasta el día de hoy se han encargado de perfeccionar el Estado y de lo que se trata es de destruirlo”. Nuevamente cometemos el mismo error cuando, como revolucionarios en cargos de Gobierno, no asumimos la imposibilidad de destruir el Estado actual y construir el nuevo Estado con la “revolución de los Gerentes”, y no empujamos en dirección de la irreversibilidad del Proceso, que no es otra que la construcción del Poder popular, a través de prácticas sociales que entren en contradicción con el sistema y por tanto con el Estado, y terminen imponiéndose a este y destruyéndolo.

Por supuesto, existe un temor justificado en que el Proceso se descontrole y pierda el carácter central de su dirección, por lo que se asume este Estado Burgués como el instrumento para dar dirección a la revolución, formar al Pueblo política e ideológicamente, construir una democracia participativa y protagónica, conspirar contra el imperialismo, etc. Y todo esto repetimos, con el Estado Burgués, con sus funcionarios, con sus procedimientos, con su lógica. Asumimos la buena voluntad y la capacidad de cada uno de los funcionarios de sortear las trabas burocráticas, legales, procedimentales y culturales de este Estado para hacer la revolución. Luego, al no obtener los resultados esperados, asumimos que es un problema de hombres (no estructural), y no de la imposibilidad de asumir el Estado Burgués como el partido de la Revolución. He aquí la principal debilidad del proceso, la falta de partido revolucionario.

El partido revolucionario es un instrumento de lucha contra el Capital y para la construcción del Socialismo, que a diferencia del Estado Burgués, está conformado por la vanguardia revolucionaria del Pueblo. Es un instrumento conspirativo contra el capital y el imperialismo. Es un instrumento de democracia popular, ya que crea una red de estructuras sociales que permiten el debate y de él salen sus líneas de trabajo. Pero especialmente es un instrumento educativo, para contribuir a la formación del Pueblo con sus mejores experiencias y aquellas experiencias históricas de lucha de los pueblos del mundo. Por lo tanto, el partido de la revolución es hasta hoy el instrumento más avanzado construido por el hombre para luchar contra la explotación y contra la enajenación.

En Venezuela ocurre que en 6 años (sin contar los anteriores) los revolucionarios, los marxistas, no hemos sido capaces de ponernos de acuerdo para crear una tendencia revolucionaria (que es el primer paso para constituir un partido revolucionario), en parte por el sectarismo y en parte por una postura anarquista pequeño burguesa de muchos colectivos e individualidades que reniegan del partido por las malas experiencias que algunos tipos de partidos dejaron en la izquierda venezolana. La principal razón que sostienen estas posturas es la negación a subordinarse a las dediciones democráticas de las mayorías, es decir, al centralismo democrático, en donde la minoría se subordina a la mayoría. Decimos en un lugar “yo me subordino sólo ante Chávez”, expresión que pareciera un tanto disciplinada pero ¿Acaso Chávez estará en el barrio, fábrica o Universidad decidiendo que debemos hacer para mejorar nuestras condiciones?, no, estaremos diferentes colectivos, ante los cuales no nos subordinamos. Si una asamblea aprueba algo contrario a lo planteado por nosotros, nos retiramos y dividimos el espacio para crear otro. Y en esto hemos transcurrido como revolucionarios todos estos años. No niego con esto la necesidad de depuración de las filas de un organismo, solo que la división y/o el chantaje con esta no puede ser nuestra divisa.

Con todo este breve análisis tratamos de demostrar que existe una creciente necesidad de nuevas referencias políticas, programáticas y morales, y que los revolucionarios no podemos seguir creyendo en que desde el Estado haremos la revolución, en ausencia de partidos y de Pueblo. En otras palabras, las corrientes revolucionarias debemos recuperar la vocación de poder y fomentarla en el seno del Pueblo. Si entendemos la necesidad de ejercicio de poder por parte del Pueblo como prioridad de nuestro programa de lucha, la unidad se irá construyendo progresivamente, y la política y a las alianzas tácticas y estratégicas abrirán paso ante el sectarismo. Si trabajamos con una visión a largo plazo y tenemos tiempo, veremos nacer el partido revolucionario en la revolución democrática.

Es en este contexto que vemos con buenos ojos la propuesta que están haciendo un conjunto de colectivos y organizaciones políticas para que se conforme el bloque popular revolucionario y que éste asuma la construcción de un programa de lucha y de profundización de la revolución, así como la escuela de formación política ideológica de dicho frente.

También respaldamos la propuesta de que este frente aproveche la coyuntura electoral para promover candidatos del seno del movimiento popular, no solamente para obtener algunos espacios en la Asamblea Nacional, sino para poner en el debate nuestras propuestas y obligar a que el resto de los candidatos fijen posición sobre las posturas de nuestros colectivos.

En todo caso, de no avanzar en la construcción de tan necesario frente o bloque, seguiremos a merced del oportunismo por un lado, y del imperialismo por el otro, arriesgando el destino de la revolución.

Sergio Sánchez Utopía/Corriente Marxista Bolivariana


Subscríbete en Diario Utopía

Lista de correos donde recibirás información diaria. Sólo tienes que colocar tu correo electrónico y presionar la tecla Enter.

Visitas: