Utopía // 14 de junio de 2005

El camino a la transformación económica

La Cogestión y el Control Obrero en la Construcción del Socialismo del Siglo XXI

Los Apamates de Mayo, César Rengifo (JPEG)

Las experiencias de cogestión que se vienen desarrollando con el apoyo del gobierno bolivariano, son resultado de la ardua lucha que han emprendido los trabajadores de distintas fábricas, desde el pasado paro petrolero de 2002. La propuesta de la cogestión se refiere a que el control de estas empresas pase a ser compartida. En el sistema capitalista, el control de la empresa viene determinado por el porcentaje de acciones que se posean. Existen en estos momentos pues, varios modelos de cogestión, donde la propiedad de las empresas, ahora se comparte entre los trabajadores, el Estado y, en la mayoría de los casos, el propietario, en distintas relaciones de porcentajes. Entonces, los cambios en las relaciones de producción que se están ensayando se centran en que parte de la utilidad de la empresa ya no se queda en manos de una persona o un grupo de accionistas ajenos al trabajo, sino que se reparte entre las partes que conforman la empresa, con lo que por primera vez, los trabajadores no sólo tienen participación directa de este capital sino que, dependiendo del % de acciones que posean, también pueden tener participación en la toma de decisiones de la empresa.

Es necesario destacar que la cogestión no es una construcción socialista. Es una modalidad económica capitalista ya que se mantienen las relaciones de producción, a saber, la propiedad privada de los medios de producción (propiedad de la fábrica, de la tierra), el control de la producción por parte del patrón (y más ampliamente del mercado) y la división social del trabajo. En el socialismo no existen estas relaciones sociales de producción.

Para comprender mejor el carácter de cada tipo de construcción económica debemos partir de comprender, a grandes rasgos, el papel del trabajo y el origen de la llamada “utilidad”.

Se repite continuamente y hasta por destacados revolucionarios que si la utilidad de la empresa es repartida entre todos los trabajadores no existe la explotación. Esta afirmación parte de la premisa de que el trabajo es un producto privado y no un producto social como afirmaba C. Marx. Un buen y sintético ejemplo del carácter social del trabajo es, “el trabajo realizado en el hogar para que cada trabajador o trabajadora y su familia pueda comer cada día, pueda vestirse y pueda volver a día siguiente a ser explotado a la empresa, también es un trabajo impago. Suele denominarse TRABAJO DOMESTICO. En la sociedad capitalista -centralmente machista y patriarcal- ese trabajo doméstico suelen realizarlo LAS MUJERES... El capitalista no paga ese trabajo pero se sirve de el”. [1]

Esta misma lógica se aplica a la maestra de la escuela pública que recibe un sueldo miserable por cuidar los hijos del trabajador, o el chofer que transporta al trabajador de la casa a la fábrica y vive en condiciones de miseria. Es decir, la riqueza obtenida del comercio de la mercancía producida en una empresa no solo está conformada por la plusvalía de cada obrero de la misma fábrica, sino también por la plusvalía de toda la sociedad. Por este motivo es que el trabajo es un producto social y a toda la sociedad le corresponde la riqueza que deriva de este.

De nada sirve que liberemos a un grupo de trabajadores de sus patrones capitalista, que se apropiaban de su trabajo, si ahora estos nuevos trabajadores se apropian del trabajo de toda la sociedad.

Por tanto, en el capitalismo, tanto en las cooperativas como en la cogestión, los excedentes de la empresa no se socializan, solo se reparte en más manos que antes. Lo cierto es que estas figuras (cooperativa y cogestión), que por cierto no son nuevas, no transforman las relaciones de producción capitalistas. Siguen habiendo explotados y explotadores, aún cuando su organigrama sea totalmente horizontal.

Lo más terrible aún es que los estímulos para el aumento de la producción que reciben los trabajadores son esencialmente, estímulos materiales (el reparto de la utilidad a final de año) y no estímulos morales, como debe ser en una sociedad socialista. No negamos con esto que en la transición no sean necesarios lo estímulos materiales. El asunto es que cuando se transforman en “el propulsor de la producción, tienden a adquirir fisonomía propia y a imponer su dinámica independiente en el conjunto de las relaciones sociales” [2]

Este es el problema principal del tipo de cooperativismo que se viene desarrollando y del tipo de cogestión que se puede desarrollar. Si antes el obrero no percibía el fruto de su trabajo, ahora percibe el de su trabajo y el de la sociedad y este reparto de utilidad es lo que lo estimula a producir más. Ya no es un trabajador, ahora es un empresario, en cuanto a intereses de clase se refiere. Es decir, se desclasa, transformándose en un nuevo empresario, en un nuevo capitalista.

Debemos entonces, romper con la propiedad privada si queremos realmente construir una sociedad socialista y no reproducir el orden ni la ideología del capital. Un paso para romper con este esquema, es plantearnos la socialización de los excedentes. Así como los medios de producción deben pertenecer a todos y no al dueño(s) de una empresa, la riqueza que genera nuestra sociedad debe igualmente retribuirse al Pueblo en beneficios sociales, en vez de ser capitalizadas en nuevas manos. Esta es pues, parte de la esencia del socialismo. En este sentido, debemos alertar sobre ciertas tesis que plantean que el objetivo último de la cogestión es la autogestión, en donde la propiedad pasa en su totalidad a manos de los trabajadores de esa empresa y por tanto, las utilidades son repartidas íntegramente en esos trabajadores. Aquí está la trampa del sistema capitalista, ya que se niega que el trabajo es un producto social y por tanto los excedentes deben socializarse íntegramente, por lo que el tema central de la cogestión como transición al socialismo no es el tema de la propiedad para ese grupo de trabajadores, sino la propiedad para el pueblo y el control de la empresa en manos de los trabajadores.

Por esto sostenemos que si vemos la cogestión como transición al socialismo, el paso último debe ser el control obrero, no la autogestión, ya que esta se basa en la propiedad privada de los medios de producción y por tanto reproduce la lógica del capitalismo.

El otro tema importante son las condiciones de trabajo que cada trabajador tiene en las cooperativas y en la cogestión, en donde se están usando estas construcciones económicas como vía para la flexibilización laboral, con el argumento de que ahora no son trabajadores sino empresarios.

Es por estos motivos que debemos hablar de la cogestión revolucionaria, aquella donde los excedentes que les corresponden a los trabajadores en función de sus acciones se socialicen y no se repartan, cual empresa capitalista entre sus accionistas, y se tienda aumento del control obrero de la empresa. Aquí está una de las diferencias más importantes de la cogestión capitalista y la cogestión revolucionaria.

Los modelos de cooperativismo y de cogestión, sin formación ideológica y acompañamiento revolucionario de por medio, vienen a facilitar el camino para la desviación hacia el sistema capitalista. De aquí surge la necesidad de evaluar hasta dónde estamos preparados para aplicarlos, sin caer en los deseos de capitalizar y enriquecerse cada vez más, como el sistema capitalista se ha encargado de enseñarnos a pensar cada día de nuestras vidas.

En Venezuela debemos propender a un solo propietario, el Pueblo como uno solo.

La Planificación socialista

Lo contrario al modelo del libre mercado es la planificación. Si el mercado se mueve por intereses económicos, la planificación socialista de la economía se mueve por el interés social. Por lo que es tarea vital de la revolución identificar cuales son aquellas estructuras del sistema capitalista que estamos heredando y que reproducen el egoísmo, la competencia, el individualismo, y sustituir estas estructuras con nuevas estructuras que fomenten un orden socialista, en lo económico pero también en lo socio-cultural.

En el Cooperativismo y Cogestión Capitalistas continúan primando las condiciones arbitrarias del mercado en la toma de decisiones y no las necesidades reales de los pueblos, aun cuando la cooperativa o la fábrica cogestionada estén conformadas por miembros de la comunidad. Es por esto que la construcción de la economía socialista pasa por la planificación de la misma y del uso de los excedentes de las empresas cogestionadas.

Ahora bien, en el momento que comenzamos a hablar de socialización de los excedentes, surgen dos interrogantes; Donde se socializa y quien decide el uso que se les da.

La socialización de los excedentes pasa, en primer lugar, por la creación de un ente centralizador del excedente, un fondo para la cogestión que sea controlado por los trabajadores. Este fondo debe tener como función primordial, el desarrollo de las fuerzas productivas (desarrollo endógeno) dado nuestro nivel de dependencia y por tanto debilidad ante el imperio. El desarrollo de las fuerzas productivas es la tarea más urgente en que deben empeñarse los trabajadores. Este fondo es una herramienta que tiene el sector más avanzado de los trabajadores, el movimiento cogestionario, para profundizar la revolución y construir la sociedad socialista. Este fondo debe usarse con vocación de poder, como herramienta para luchar contra el imperialismo, contra la oposición transnacional y contra el reformismo en el seno del chavismo.

Sin la maduración en el seno de los trabajadores de la necesidad de socializar el excedente para beneficio de la sociedad entera, esta propuesta no se sustentará en el tiempo y no tendrá quién la defienda. La labor de los revolucionarios es entonces, la formación político-ideológica de los trabajadores, así como el acompañamiento de este proceso.

Además del fondo antes mencionado, debe existir un espacio que discuta y decida dónde y cómo se van a socializar esos recursos en función de la transformación social y económica del país, en otras palabras, una instancia que asuma la vanguardia de la construcción de la economía socialista, que trace una dirección estratégica de la producción y que además ayude a la organización de los trabajadores de las empresas que no se hayan sumado al movimiento cogestionario.

En este sentido, proponemos la conformación de un Consejo de Planificación Socialista, donde los trabajadores organizados hagan efectivo y de manera centralizada el poder que concentran en sus manos, no sólo sobre el proceso productivo, sino sobre el uso de las riquezas que su trabajo genera. Este consejo debe estar conformado por cuatro actores, las instituciones del Estado vinculadas al tema de la producción, los trabajadores de las empresas cogestionadas, el sector militar y las comunidades, representadas en sus organizaciones sociales. De esta manera se garantiza que en este ente prive el interés social en la toma de las decisiones, rompiendo así con la vieja estructura del Estado burgués.

La industria petrolera, las industrias básicas y las energéticas, han “socializado” sus excedentes por años a través del aparato burocrático del Estado, sin haber, con esto, repercutido de manera importante en beneficio social. Esto nos dice que el Estado heredado no va a ser capaz de garantizar el carácter socialista de la planificación, por lo que la transformación socialista de la sociedad implica la transformación del Estado y puesta en servicio para la construcción socialista, pero esta tarea no se puede llevar a cabo sin la participación de Pueblo organizado, los trabajadores y el resto de los sectores sociales.

La experiencia que recientemente se comenzó a acumular en las empresas cogestionadas, otorgan al proceso revolucionario un salto cualitativo, en tanto estas empresas sean tomadas como espacios para la preparación política de la clase trabajadora y de debate sobre la sociedad que queremos y estamos construyendo.

Los sindicatos, en la construcción del Socialismo, deben pasar de ser organizaciones que luchan sólo por las reivindicaciones laborales, a ser los garantes del proceso de transformación de las relaciones de producción, desde el modelo de cogestión hacia el auténtico control obrero. Mientras una empresa esté bajo cogestión, seguirá existiendo la lucha de clases a lo interno de la empresa, por lo que se necesitan los sindicatos para garantizar la transformación de las empresas cogestionadas. Ellos deben contribuir a la consolidación de la conciencia de clase en los trabajadores, de manera de que no pierdan el carácter revolucionario al hacerse nuevos empresarios, sino que estos avancen hacia el socialismo. Los sindicatos deben convertirse en guardianes de la construcción del Socialismo.

Ahora, todo este proceso adolece de una organización política de esa vanguardia de la que hemos hablado. Esta es una de las mayores debilidades del proceso, la carencia del partido revolucionario quien debe asumir el papel de dirección política de la revolución, apoyando la labor de las organizaciones sociales a través de la formación político-ideológica y la generación de cuadros revolucionarios en su seno. El papel del partido nunca había sido más importante como en esta etapa de profundización de la revolución y construcción del socialismo, en donde la falta de cuadros políticos que asuman los espacios de dirección dentro y fuera del Estado para transformar a este, para facilitar la comprensión de la teoría revolucionaria en el seno del Pueblo, genera una dispersión de esfuerzos y una falta de visión estratégica en muchísimos espacios, dentro y fuera del estado, redundando en desmoralización en el seno del Pueblo.

La construcción socialista no se puede hacer al margen del estado. Necesitamos de el, ya sea para utilizar todos sus recursos como para destruir las herramientas que la burguesía, durante años, ha utilizado para mantenernos subyugados. El estado debe seguir siendo un organismo de control y represión, pero ya no de la mayoría, sino de aquella minoría que trate de subvertir el orden revolucionario que estamos construyendo. Debemos desechar de una vez las ilusiones de que esta revolución la podemos hacer todos juntos, explotadores y explotados y que la misma es y será pacífica. En la medida que avancemos en la construcción del socialismo científico, irán aumentando las contradicciones entre la burguesía nacional y transnacional y los revolucionario, y cada vez estará más presente la violencia, por lo cual, la preparación para el ejercicio de esta, también debe ser una tarea de los trabajadores.

Una vez más, urge la construcción de una corriente marxista en el seno del movimiento revolucionario Venezolano.

CON EL PODER POPULAR PROFUNDICEMOS LA REVOLUCIÓN DEMOCRÁTICA Y AVANCEMOS HACIA EL SOCIALISMO CIENTÍFICO

Comuneros – Gayones – Proceso – Utopía Corriente Marxista Bolivariana

Notas:

[1] Néstor Kohan, Introducción al pensamiento Marxista

[2] Che Guevara: Economía y política en la transición al socialismo, capítulo I, Carlos Tablada


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