Utopía // 21 de febrero de 2005

Ideas para el debate

La Revolución Bolivariana en grave peligro: ¿qué hacer?

La Revolución Bolivariana atraviesa por un difícil trance. No comprenderlo significa un grave riesgo para su consolidación y profundización. Quienes se erigen como sus líderes, actualmente se deleitan peligrosamente en las inestables aguas del triunfo, mientras el enemigo asimila sus derrotas electorales, reacomoda sus tácticas y se prepara para las nuevas ofensivas. Intentar atraerlo hacia el campo de las transformaciones democráticas constituye una postura infantil desde el punto de vista político, así como una extrema flaqueza ideológica.

Dos son las principales amenazas de la Revolución Bolivariana: el imperio norteamericano, cuyo principal exponente es el gobierno fascista de George W. Bush; y la derecha dentro del proceso, que si bien rompió organizativamente con los viejos partidos políticos de la oligarquía, AD y Copei, aún es portadora de la herencia ideológica cultivada por ambas maquinarias sobre la conciencia colectiva y, especialmente, sobre las élites políticas acostumbradas a autoproclamarse representantes del pueblo.

Se trata de una nueva casta disfrazada de bolivariana que usurpa los cargos de representación popular, obstaculiza desde los ministerios las transformaciones inherentes a la Revolución Democrática, pacta con empresarios de la IV República, reproduce las prácticas del burocratismo y la corrupción, coquetea y negocia con las reminiscencias de la oposición, restaura en Pdvsa a cerebros fundamentales de la meritocracia y hace llamados a la reacción a participar en el proceso democrático, mientras excluye y hostiga a los verdaderos revolucionarios y hace cuanto esté a su alcance por sabotear la participación y el protagonismo del pueblo.

Es la misma gente que, en virtud de su acentuado espíritu anti-marxista y anti-comunista, es capaz de llegar a acuerdos con la reacción internacional y el gobierno fascista de Álvaro Uribe Vélez, de Colombia.

Es el mismo grupo que se abraza y sonríe con Chávez, a la vez que prepara sus artefactos políticos, financieros y organizativos para buscar una salida política a la crisis, pero sin el liderazgo del Presidente. En resumen, es lo que se ha denominado el chavismo sin Chávez.

Lo más grave es que, a más de seis años en el poder, el presidente Chávez no ha concretado las principales medidas económicas de una Revolución Democrática.

1) La revolución agraria se diluye actualmente en una campaña efímera ante los ojos de los pobres del campo, como lo es el reparto de tierras.

Experiencias como ésta, impulsadas por Rómulo Betancourt y sus sucesores desde 1960, desarmaron políticamente a los campesinos sin tierras, al anular sus movilizaciones de clase y alimentar su desarraigo económico. El pequeño labrador, asediado por el hambre, la ignorancia política y su propia desorganización como clase, en muchos casos vendió la parcela, se convirtió en peón de ricos hacendados o migró a las grandes ciudades a rumiar su miseria y la traición del liderazgo político partidista, mientras una nueva capa social y política de empresarios rurales se adueñaba del crédito, la tecnología y el control del mercado para retomar el control de la propiedad de la tierra.

2) La industrialización, que el presidente Chávez ha definido persistentemente como Desarrollo Endógeno, continúa limitada a la exportación de materias primas sin transformar -principalmente del petróleo. Paradójicamente seguimos otorgando concesiones a multinacionales como Exxon, Mobil y Chevron en el área de exploración, perforación y explotación de hidrocarburos, incluido el gas.

3) La nacionalización de la banca privada está lejos de ocurrir. Mientras tanto, los banqueros determinan nuestras políticas monetaria, crediticia y financiera, así como regulan las tasas de interés. Además, ejercen un férreo control sobre el Banco Central de Venezuela, formalmente propiedad de la nación.

Las organizaciones revolucionarias que suscribimos la presente declaración, hablamos como corriente marxista en proceso de integración política-ideológica y organizativa. Ya no es posible guardar silencio ni mantener un bajo perfil ante el acontecer político nacional e internacional. La Revolución Bolivariana está seriamente amenazada y la élite burocrática y corrupta que la controla y dirige mantiene prisionero al Presidente en el Palacio de Miraflores, alejándolo cada vez más de su pueblo y negociando a sus espaldas la suerte del proceso democrático.

¿Cuáles son nuestras tares inmediatas?

En primer lugar, asumirnos públicamente como corriente ideológica marxista. Esto no como mera declaración formal; la práctica será nuestro principal camino a la verdad. En la vida cotidiana, en la ubicación concreta de la lucha de clases, en la confrontación entre explotados y explotadores, es donde podremos demostrar nuestros rasgos de marxistas. El marxismo nos servirá como arma teórica para analizar los conflictos desencadenados en la sociedad capitalista actual y nos permitirá ubicarnos al lado de los explotados.

Si en la lucha diaria coincidimos con los explotadores, es que algo anda mal entre nosotros, es que somos marxistas de palabra y oportunistas y reformistas de hecho. Ser marxista no significa imponerle nuestras creencias al Pueblo, es más bien trabajar como parte de él, explicando las causas de nuestra miseria, la forma de asumir la lucha y la táctica apropiada en cada situación concreta.

En segundo lugar, admitir que el sujeto transformador en la Revolución Democrática es el Pueblo. Creer que la revolución la hacen los líderes, los aparatos burocráticos, es un grave error de perspectiva. Precisamente en los países donde ha fracasado o se ha estancado la revolución socialista, los partidos han menospreciado a la clase trabajadora y a las masas pobres de la ciudad y del campo, convirtiéndolas en apéndices del partido o del Estado. La burocracia sustitutiva del poder popular ha incidido en la derrota de la revolución socialista, al desmovilizar y desmoralizar al pobre. Si actuamos como marxistas, debemos entender que el pueblo es el propio hacedor de la historia.

Cuando destacados revolucionarios nos critican por no darle importancia a alcanzar los cargos burocráticos por encima de cualquier otra consideración, desdibujan nuestro papel como pueblo, nos desarman políticamente y nos inducen a jugar el papel de oportunistas.

Por ello, llamamos a redoblar la participación en las luchas diarias, a organizar el poder popular, a configurar programas de lucha propios y a actuar con independencia y autonomía ante el Estado y los partidos que dicen apoyar al Presidente. Nuestros objetivos y los de estas maquinarias electorales son diferentes. Luchamos por superar nuestro estado de pobreza, por encontrar un modelo de sociedad diferente, en tanto que los aparatos burocráticos que rodean a Chávez actúan como empresas mercantiles y fábricas de mentiras

En este momento adquiere singular importancia la lucha ideológica. Esta debe ser abierta, contundente, pedagógica, irreverente. No asumirla así nos convertiría en cómplices de una burocracia corrupta y reaccionaria que intenta, por todos los medios, enterrar los sueños de la gran mayoría de los venezolanos marginados, excluidos y explotados a favor del gran capital.

Venezuela, febrero de 2005

-  Coordinadora Simón Bolívar
-  Comuneros
-  Gayones
-  Utopía


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