Partido Comunista Revolucionario de Argentina // 18 de agosto de 2006

Frente a la explotación, la opresión y las guerras, producto del capitalismo en su fase imperialista

Crecen las luchas obreras, populares, democráticas y antiimperialistas y revolucionarias.

El desafío es llevar el actual auge de masas hacia la revolución

El rasgo más importante de la actual situación internacional es el empantanamiento del imperialismo yanqui y sus aliados en Irak. Esto condiciona toda la situación internacional. Los yanquis y sus aliados creyeron que contarían sin problemas con el petróleo iraquí, consolidando sus posiciones en la región, lo que les garantizaría la supremacía mundial en el siglo XXI. Se equivocaron. La heroica resistencia patriótica y popular iraquí ha asombrado al mundo con sus acciones, y ha estimulado la lucha obrera y popular, y de las naciones oprimidas por el imperialismo, en todo el mundo, y ha agudizado la disputa interimperialista.

Centenares de luchas obreras, populares, juveniles, antiimperialistas y revolucionarias recorren el mundo.

En Afganistán, las tropas de Estados Unidos y la OTAN encuentran una resistencia creciente. El pueblo palestino sigue demostrando su voluntad de lucha contra la ocupación israelí, por un estado palestino soberano, a pesar de las constantes agresiones, brutales bombardeos, detención de sus dirigentes, etc., lo que se manifestó en el triunfo electoral de Hamas. La heroica resistencia popular iraquí, la lucha del pueblo palestino, los avances de la resistencia afgana que ha recuperado gran parte del territorio, las posiciones soberanas de Irán en defensa de su desarrollo tecnológico, hacen de esa región un gran centro de tormentas popular y antiimperialista.

En Nepal, el levantamiento popular logró hacer ceder al régimen autocrático y represivo obteniendo importantes conquistas democráticas, en el marco de la lucha revolucionaria, antiimperialista y antifeudal que viene recorriendo a ese país: “El PC maoísta de ese país, que en pocos años de lucha armada controla más del 70% de su territorio (73 de sus 75 distritos) jugó un gran papel en ese movimiento de masas” (Informe del CC del PCR, 20/5/2006).

Francia ha sido conmovida por las rebeliones juveniles, primero de los barrios periféricos y después principalmente por los universitarios, que mantuvieron en vilo al gobierno reaccionario y frenaron el contrato del primer empleo, que pretendía legalizar lo que el sistema capitalista ofrece a los jóvenes: trabajo precarizado, ser mano de obra barata y descartable de los monopolios. Previamente el No, frenó el avance de la Constitución europea.

En los propios Estados Unidos millones de inmigrantes latinoamericanos salieron a las calles, en fechas tan significativas como la del Primero de Mayo, para hacer valer sus derechos y contra las leyes de Bush, que los considera delincuentes, expulsables. También allí crece el movimiento pacifista tomando como bandera los 2.500 soldados norteamericanos muertos y los más de 12.000 heridos reconocidos, reforzando los reclamos por el cese de la ocupación de Irak y la vuelta de las tropas.

La crisis económica mundial, que se anticipó con el “tequila” en México, y golpeó posteriormente al sudeste asiático, explotó en Rusia, Brasil, Turquía y la Argentina, y luego castigó duramente las economías de Japón, Estados Unidos y Europa, derrumbó el mito de la llamada “nueva economía”, con el que pretendieron mostrar la utopía de un capitalismo en crecimiento económico ininterrumpido basado en el desarrollo tecnológico. El posterior crecimiento económico se ha dado en condiciones de un altísimo y creciente endeudamiento de Estados Unidos. Los recientes temblores en las bolsas de valores del mundo, como rebote de las subas de los intereses en Estados Unidos y en Europa, muestran que la sobrevaluación del dólar, que opera como moneda patrón en todo el mundo, ha creado una situación potencialmente explosiva.

América Latina

El creciente empantanamiento de los yanquis en Irak y los países de esa región, ha dificultado las pretensiones yanquis en América Latina, estimulando las luchas que vienen sosteniendo los pueblos de nuestros países. Simultaneamente, crece el accionar de las otras potencias imperialistas que le disputan también en esta región.

Golpeado por el repudio que tuvo su política en la cumbre de Mar del Plata, con combativas manifestaciones de frente único encabezadas por el PCR, el gobierno de Bush ha ido maniobrando para revertir la situación global del continente. Se apoya especialmente en su alianza con el gobierno de Uribe en Colombia, busca firmar acuerdos de libre comercio por separado, país por país, para superar el repudio al ALCA, y trata de impedir nuevos triunfos electorales de gobiernos que pretendan forcejear contra su presión y chantaje.

Pese a su injerencia descarada en lo que siguen considerando su “patio trasero”, como el Plan Colombia (la cuarta “ayuda” militar yanqui en el mundo), no han podido sofocar la resistencia en ese país.

El triunfo de Evo Morales en Bolivia representó un golpe serio al imperialismo yanqui. Principalmente porque el movimiento popular boliviano, que tiene gloriosas experiencias de lucha, y que últimamente volteó a dos gobiernos e impuso la nacionalización de los hidrocarburos, el llamado a una reforma constitucional y medidas de reforma agraria, se ha seguido fortaleciendo. Madura en ese país una situación revolucionaria en la que aparece como un hecho relevante la participación protagónica de los pueblos originarios. Las consecuencias que traerá para el movimiento revolucionario continental la incorporación a la lucha revolucionaria de las grandes masas aimaras, quechuas, guaraníes y de otras nacionalidades y etnias son inmensas.

Los yanquis sufrieron una gran derrota en el golpe de Estado en Venezuela, cuyo proceso bolivariano recuperó PVDSA y da pasos en su preparación armada frente a las amenazas de provocación yanqui. En Ecuador el pueblo derrocó al gobierno de Gutiérrez y conquistó la cancelación del contrato de la Occidental Petroleum, golpeando también al tratado de libre comercio con los Estados Unidos. Miles de estudiantes chilenos, apoyados por docentes y por sus familias, dijeron no a la ley de educación y pusieron al desnudo la continuidad de la política económica y social de la dictadura pinochetista, en los gobiernos de la concertación. En Paraguay las movilizaciones campesinas son acompañadas ahora por obreros y estudiantes. Se suceden las luchas por la tierra en Brasil y de los pueblos originarios en Argentina.

Cuba sigue resistiendo y derrotando la continua agresión norteamericana. Los recientes acuerdos económicos conjuntos de Cuba, Venezuela y Bolivia, muestran la posibilidad de un intercambio sosteniendo la soberanía de los países, en oposición al ALCA y al margen de otros acuerdos como el MERCOSUR que también sirven a los intereses de las potencias imperialistas y sus monopolios. En Brasil, Uruguay, Paraguay y la Argentina, gobiernos “neodesarrollistas” con contradicciones de negocios con los yanquis por sus relaciones con otros centros imperialistas, se oponen al ALCA.

Todo demuestra que continúa el auge de luchas populares, democráticas, antiimperialistas y antiterratenientes, que se agudizan las disputas interimperialistas e intermonopolistas, y que están vivas las brasas de los grandes combates y levantamientos populares que han derrocado a numerosos gobiernos en la región: América Latina sigue siendo un gran centro de tormentas.

El empantanamiento yanqui en Irak, el crecimiento de las luchas obreras, populares, juveniles y antiimperialistas, y las debilidades intrínsecas del capitalismo norteamericano, han estimulado las contradicciones interiimperialistas e intermonopolistas. Fracasó el intento de Estados Unidos de establecer un mundo “unipolar”, como imaginó apenas producida la derrota de Bagdad. Se fortalecen las características de un mundo multipolar. Así lo muestran, entre otras cuestiones, el abandono realizado por varios países de la coalición invasora a Irak, o las posiciones del llamado “grupo de Shangai” en relación a los planes yanquis de agresión a Irán. De todas maneras esto no significa que haya que alentar ninguna ilusión de que alguna de esas potencias vayan a ir a la guerra con Estados Unidos y sus aliados para defender la independencia de Irak.

Revolución y contrarrevolución

El triunfo del capitalismo, a escala mundial, derrotando las revoluciones socialistas que habían llegado a imponerse en un tercio de la humanidad, provocó un agravamiento brutal de la explotación de la clase obrera; crisis que arrojaron a inmensas masas al hambre y la desocupación, y destruyen gigantescas fuerzas productivas; la opresión de las masas originarias y campesinas; el saqueo de los recursos y el atraso de las naciones oprimidas; las provocaciones, los campos de concentración como Guantánamo y las guerras. La reflexión sobre la historia del siglo pasado, se abre paso frente a las mentiras de la reacción, y es una necesidad para abordar el presente auge de masas, y su desemboque revolucionario.

En 1917, el triunfo de la gran Revolución de Octubre en Rusia, abrió una nueva etapa histórica. A partir de la insurrección y la guerra civil, con la dirección de Lenin y el Partido Bolchevique, millones de explotados realizaron una epopeya histórica en la que, por primera vez en la historia de la humanidad, el proletariado pudo sostener su dictadura, derrotando la resistencia de las clases derrotadas y el asalto imperialista, y comenzaron a construir una nueva sociedad, confiscando la tierra a los terratenientes y expropiando los medios de producción del gran capital.

Con ese gigantesco faro como punto de referencia, se produjeron gigantescos avances en la lucha antiimperialista y revolucionaria, que llevaron a la descolonización de más de 100 países, y a revoluciones socialistas en el Este europeo, en China y el sudeste asiático. Con el triunfo de la Revolución Cubana se instaló en América Latina, en las puertas del imperialismo yanqui, la primera revolución liberadora que resolvió las tareas inconclusas de la gesta emancipadora por la independencia del dominio colonial, con la reforma agraria y la expropiación de los monopolios imperialistas. Cuba significó para millones la posibilidad del socialismo hablado en castellano.

Los soviets en la revolución Rusa, las Comunas en la Revolución China, y otros órganos del poder revolucionario en otros países, dirigidos por el partido del proletariado, permitieron que centenares de millones de obreros y campesinos pudieran decidir qué y cómo se producía, y cómo se distribuía lo que se producía. Así se pudo resolver en un tiempo históricamente corto, comida, techo, vestido, salud y educación, para cientos de millones que habían sufrido la más brutal opresión, produciéndose un gran avance en su desarrollo político, económico, científico y cultural.

La revolución, el socialismo y el comunismo pasaron a ser una opción visible, real para los oprimidos de todo el mundo.

“En la URSS, perdida la democracia proletaria, al amparo de elaboraciones teóricas y políticas revisionistas, se dio la confluencia de los remanentes de las clases explotadoras y los seguidores del camino capitalista, una capa burocrática privilegiada, cada día más alejada del control de las masas, que inició el camino de la utilización de sus privilegios políticos para generar privilegios económicos y sociales. Estos nuevos elementos burgueses emboscados tenían en sus manos una porción del poder, del Partido y del Estado, y pasaron a la ofensiva luego de la muerte de Stalin ocurrida en 1953” (Programa del PCR, pág. 13).

El XX Congreso del PCUS, en 1956, produjo la revisión de las principales tesis marxistas leninistas. Y en 1957, el sector encabezado por Jruschov dio un golpe de Estado que garantizó la hegemonía de esa burguesía en el Partido, el Estado y la sociedad soviética.

En 1964 Mao Tsetung señaló que la Unión Soviética se había transformado en un país imperialista, socialista de palabra e imperialista en los hechos: socialimperialista. Aprendiendo de lo sucedido en la URSS, y ante el avance de los revisionistas burgueses en el PC de China, para evitar la restauración capitalista, Mao impulsó en 1966 la gran Revolución Cultural Proletaria. “Esta fue una lucha por el poder en las condiciones de la dictadura del proletariado. Lucha protagonizada por millones de mujeres y hombres, en el país más poblado de la tierra, para desalojar a los revisionistas burgueses, seguidores del camino capitalista, de las posiciones de poder que ocupaban en el PC, en el Estado y en las distintas organizaciones de la sociedad china. Millones de jóvenes, los guardias rojos, recorrían China reivindicando la dictadura del proletariado.

“En medio de esas turbulencias y torbellinos de masas en movimiento, se discutía todo, lo cotidiano y los grandes temas de la política. La democracia grande donde los obreros en las fábricas, los comuneros en el campo, los estudiantes en los colegios y universidades expresaban públicamente sus opiniones y tomaban partido sobre las dos línea que luchaban por el poder en China.

“La más profunda democracia que conociera la humanidad hasta nuestros días. “La Revolución Cultural Proletaria logró impedir la restauración capitalista por más de diez años pero fue derrotada. Con la muerte de Chou Enlai, Chu Te, y otros dirigentes, y principalmente con la muerte de Mao Tsetung, en 1976, los revisionistas burgueses que habían sido desplazados por la Revolución Cultural Proletaria de la mayoría de sus posiciones de poder que controlaban, capitaneados por Teng Siaoping, contragolpearon y pasaron a copar la dirección del Partido y del Estado en el Tercer Pleno del Comité Central del PC de China, en diciembre de 1978, y con esto fue derrotado el socialismo en el último país donde aún existía, cerrándose así una etapa en la que el proletariado llegó a dirigir una tercera parte de la población mundial” (Programa del PCR, pág. 14).

Una nueva etapa

Ha quedado atrás el período en el que el capitalismo triunfante se ilusionaba con haber abierto una nueva etapa, eterna, de dominio absoluto de la humanidad. La realidad de explotación, opresión y guerra del capitalismo imperialista, destruye con sus hechos los mitos con los que pretende ilusionar su propaganda. Se levantan crecientemente las masas obreras y populares y las naciones oprimidas, con sus luchas anticapitalistas y antiimperialistas. Crecen las fuerzas antiimperialistas, revolucionarias y proletarias. Los hechos vuelven a ratificar la justeza de la tesis leninista: vivimos la época del imperialismo y la revolución proletaria, en la que se entrelazan los movimientos de liberación nacional con el movimiento revolucionario del proletariado.

Llevó siglos a la burguesía consolidar su poder, siendo que se trataba del cambio de un poder opresor por otro, también opresor. El tránsito del capitalismo al socialismo llenará “toda una época histórica”, dijo Lenin. Será una época de revoluciones y contrarrevoluciones, por cuánto se trata de acabar con todas las formas de explotación y opresión. Era forzoso que el proletariado cometiera errores, incluso graves, y era antidialéctico creer que el Partido era monolítico y la Revolución y el poder proletario eran irreversibles.

La derrota del socialismo —y no su fracaso, como alardea la burguesía imperialista— cerró una etapa en le historia del movimiento obrero revolucionario, pero no significa que éste haya vuelto al punto de partida.

Cada etapa de ese largo proceso histórico permitió adquirir el conocimiento de leyes revolucionarias que tienen validez universal. Por eso el estudio de los nuevos fenómenos y las gigantescas transformaciones del mundo contemporáneo exigen, como hizo en su momento Lenin en la cuestión del Estado, “ante todo, (…) restaurar la verdadera doctrina de Marx”; y rescatar los aportes de Lenin al marxismo, especialmente los referidos a la teoría de la hegemonía proletaria en la revolución democrática, a las teorías del imperialismo, el Estado y el partido revolucionario. Y los aportes de Mao que tienen validez universal, particularmente sobre la revolución de nueva democracia y sobre la continuación de la revolución bajo las condiciones de la dictadura del proletariado.

El movimiento obrero contemporáneo enfrenta nuevos problemas que requieren una respuesta teórica creadora, a la luz del marxismo, teniendo a éste como guía y no como un catálogo de dogmas para aplicar a una realidad desconocida cuando se formularon aquellas tesis. Las razones del triunfo y de la derrota de las revoluciones socialistas deben ser estudiadas y analizadas con la ayuda del método que aplicó Marx para estudiar el éxito y la siguiente derrota de la Comuna de París en 1871.

Hoy no estamos las fuerzas antiimperialistas, revolucionarias y comunistas en el punto que estábamos en 1916. No solo por el gigantesco bagaje de experiencias atesorado en estos años, sino también porque somos millones los que luchamos con las banderas antiimperialistas, revolucionarias y del marxismo leninismo, en todo el mundo, para acabar con la opresión imperialista y la explotación del hombre por el hombre. Tampoco la burguesía imperialista ha podido mantener el triunfalismo que la emborrachó con la caída del muro de Berlín. Desde Irak, desde el Medio Oriente, desde América Latina, y en las grandes luchas en las entrañas del capitalismo, soplan nuevos vientos de combate popular y revolucionario.

La revolución en la Argentina

Kirchner, Lula, Tabaré Vázquez y otros gobiernos latinoamericanos llamados “desarrollistas democráticos” o “neodesarrollistas”, tienen la política de unirse con sectores de burguesía intermediaria y terratenientes asociados a otros imperialismos para “forcejear” con los yanquis (oponiéndose al ALCA, por ejemplo).

“La Argentina es un país dependiente oprimido por el imperialismo, disputado por varias potencias imperialistas, en el que predominan relaciones de producción capitalistas. Relaciones de producción trabadas y deformadas históricamente por la dominación imperialista y el mantenimiento del latifundio de origen precapitalista en el campo” (Programa del PCR de la Argentina).

En un país dependiente como el nuestro, son los terratenientes y la burguesía intermediaria los que actúan como “abrepuertas” de los intereses imperialistas y sus monopolios, y éstos actúan en política principalmente a través de ellos. Llamamos burguesía intermediaria a aquella que por su carácter de intermediaria del capital financiero, comercial o industrial imperialista, es un apéndice de éste. Su propia existencia depende del imperialismo y los monopolios, por lo que también es un instrumento de la opresión imperialista. La condición de burguesía intermediaria no la da su tamaño, grande o pequeño, sino su relación de subordinada y lacaya del imperialismo y los monopolios.

A su vez, en un país dependiente como el nuestro, disputado por varios imperialismos, es necesario diferenciar entre los distintos sectores de la burguesía intermediaria y de los terratenientes, pues siempre expresan contradicciones reales por estar unidos a diferentes imperialismos, y estas contradicciones pueden y deben ser aprovechadas para la lucha revolucionaria.

La contradicción fundamental que hay que resolver en la actual etapa histórica, y que determina el carácter de la revolución argentina, es la que opone: por un lado, el imperialismo, los terratenientes, la burguesía intermediaria y los reaccionarios que se subordinan a ellos; y, por otro lado, la clase obrera y demás asalariados, los semiproletarios, los campesinos pobres y medios, los pueblos originarios, la pequeñoburguesía, la mayoría de los estudiantes e intelectuales, los sectores patrióticos y democráticos de la burguesía urbana y rural, los soldados y la suboficialidad y oficialidad patriótica y democrática.

De las numerosas contradicciones existentes, solo esta es la principal, la que desempeña el papel determinante y define el carácter de la revolución argentina. En relación con ella, y con los enemigos estratégicos que definimos, determinamos en cada momento táctico hacia donde se dirige el golpe principal, teniendo presente la feroz disputa interimperialista por el control de la Argentina.

La contradicción fundamental de nuestra sociedad sólo puede resolverse mediante la revolución democrática popular, agraria y antiimperialista, en marcha ininterrumpida al socialismo.

Esta revolución comprende las tareas agrarias que no han sido resueltas históricamente y, también, las tareas antiimperialistas. Y es una revolución democrática popular porque sólo puede ser realizada por las amplias masas populares bajo la dirección de la clase obrera y su partido de vanguardia, para instaurar el poder de las distintas clases revolucionarias, lo que a su vez garantizará su perspectiva socialista y comunista.

La lucha por la hegemonía del proletariado es imposible sin una política permanente de frente único que apunte a conformar el bloque histórico de clases revolucionarias.

Impulsamos un movimiento revolucionario integral (como definió Mao Tsetung), que abarca la revolución democrática y la revolución socialista. Lo que implica comprender a fondo la diferencia y la relación entre ambas. Somos partidarios de la revolución ininterrumpida y por etapas, con la línea general de unir, sobre la base de la alianza de la clase obrera y el campesinado pobre y medio, a todas las fuerzas susceptibles de ser unidas para llevar hasta el fin la lucha contra el imperialismo, los terratenientes y el capital intermediario, realizando una revolución conducida por el proletariado.

Camino y perspectiva socialista

Hay un largo historial de combate de los pueblos de América Latina que deja enseñanzas para el camino por el que el actual auge de lucha de las masas pueda llegar, en cada país, a un desemboque revolucionario, que contribuya al conjunto de la región.

Es una enseñanza histórica que, frente a gobiernos que actúan como “gerentes” de las clases dominantes, en función de la dependencia y del latifundio, el camino es el de impulsar la unidad popular para la lucha social y política de las masas obreras y populares, sobre la base de la alianza obrero-campesina, la hegemonía de la clase obrera dirigida por una línea proletaria, y la independencia del combate popular revolucionario respecto de la lucha entre las fracciones de las clases dominantes, utilizando sus contradicciones a favor de la lucha popular.

Han reaparecido, con fuerza, viejas teorías reformistas que niegan la necesidad de destruir revolucionariamente el Estado oligárquico-imperialista, como condición para el triunfo de la revolución democrático popular, agraria y antiimperialista y su marcha ininterrumpida al socialismo. Esta propuesta reformista niega la experiencia histórica acumulada en Latinoamérica, y tiende a generar ilusiones en un camino pacífico, por lo general de acumulación de fuerzas parlamentarias, que ya ha demostrado que es un camino de derrota. Las derrotas de Perón en la Argentina, Allende en Chile, Goulart en Brasil, Velazco Alvarado en Perú, el MNR en Bolivia, y las distintas experiencias socialdemócratas de los 80, en las que se decía “preferir el tiempo a la sangre”, en los hechos, costaron mucha sangre y mucho tiempo a nuestros pueblos.

Hay también, en América Latina, un vasto historial de lucha obrera clasista, de combate por la tierra de los pueblos originarios y el campesinado, de rebeliones estudiantiles, de grandes batallas democráticas y antiimperialistas, de levantamientos populares que durante el auge de lucha de masas actual han volteado a numerosos gobiernos, hechos que marcan el camino para el avance de la lucha revolucionaria.

El gran desafío, para las fuerzas antiimperialistas, revolucionarias y proletarias, está abierto, y es llevar el actual auge de lucha de masas a un desemboque, apoyándose en la experiencia histórica, al triunfo de la revolución de liberación nacional y social en marcha ininterrumpida al socialismo.


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