Los militantes de Utopía // 4 de agosto de 2006

carta al camarada Fidel

Querido y entrañable amigo

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Comandante Fidel, en estas angustiosas horas que vivimos los revolucionarios del mundo, nosotros los utópicos, tus camaradas de siempre, tus eternos hermanos de lucha, te dedicamos estas líneas con todo el amor y con todo el fervor revolucionario con que los hijos le hablan a quien consideran su padre.

Temeraria fue tu posición esos días de septiembre del año 1953 cuando fuiste juzgado ante una camarilla de cobardes y lacayos por los heroicos hechos del 26 de julio, en los que tú e invaluables camaradas levantaron las armas y emprendieron la lucha contra una de las dictaduras más funestas que América Latina y el mundo hayan conocido; sabían que iniciaban una guerra en la que un David más pequeño que el David mitológico se enfrentaba a un Goliat mucho más grande, sabían que de fallar, pagarían con su vida el haber alzado su voz junto al pueblo, sin embargo, bajo tu guía no podían sentir miedo, su causa era la más justa, su ideal era el más puro y como tú mismo dijiste, no hay nada más grande que darlo todo por un ideal y además la vida.

Cuántos intentos por eliminarte y cuántos intentos por silenciarte desde aquel entonces. Pensaron que juzgándote por separado en la capilla de un hospital podrían anularte, pero tu magnánimo discurso rompió todas las barreras impuestas para encender esa llama libertaria y combativa en los corazones del pueblo. Nos enseñaste que la humanidad no tiene otro camino que la Revolución, que por más adversas que estén las condiciones siempre hay esperanza de vencer y sobre todo que el amor y la dignidad revolucionaria deben ser nuestras guías en el duro marchar de la lucha.

La Sierra se llenó de barbas. Atrás quedaba el Moncada, pero su respuesta más concreta, el mejor homenaje que pudo brindársele a los que allí cayeron, es la obra de la Revolución. La Reforma Agraria y la Urbana, la nacionalizacion de las empresas extranjeras, una tras otra se fueron cumpliendo las leyes de la Revolución, las medidas del pueblo en el poder.

Junto al hombre va la mujer, como madre, como esposa, como compañera, en el surco, en la fábrica y en la defensa. Las mujeres del pueblo tienen ahora otro destino. El imperialismo no podía resignarse a que el pueblo alcanzara y construyera el verdadero poder popular, trataron de destruir la obra de la Revolución, pero el pueblo en pie de guerra fue un Girón. En 72 horas dejó al enemigo fuera de combate, en 72 horas hombres y mujeres del pueblo cayeron para sustentar con su sangre la tierra de la primera Revolución Socialista de América. ¡Qué grandeza demostraste al cambiar a más de 1500 mercenarios por alimentos para el pueblo!, la misma grandeza que demuestras ante cada arremetida del imperialismo, dando siempre una digna respuesta cargada de amor.

Poco importa que el imperio quiera celebrar un proceso natural como propio, poco importa que los inmorales bailen y realicen orgías de perversión celebrando lo que ellos creen será tu muerte. Nuevamente se equivocan, como lo han hecho contigo los últimos 60 años. Sus ansias de poder, su sed de explotación no los deja ver que hace tiempo alcanzaste el estadio más alto al que puede aspirar un revolucionario, la inmortalidad en vida. Desde hace muchos años, Fidel, dejaste de ser un hombre de carne y hueso para ser una idea, un canto, un poema y un grito de guerra que llevamos en el corazón los revolucionarios del mundo, una bandera de lucha enarbolada por los explotados de los cinco continentes.

Haciendo referencia al Comandante Guevara, dijiste que era un hombre que no pertenecía a este tiempo, que era un hombre de los tiempos futuros, un digno ejemplo de lo que debe ser un revolucionario. Nosotros vamos mas allá y en ti vemos a ese hombre nuevo del que el Che tanto habló. Cuando nos pregunten cómo queremos que sean nuestros hijos y cómo soñamos que sean los revolucionarios, en una sola voz diremos QUE SEAN COMO FIDEL.

Cuando llegue el momento y la naturaleza disponga tu partida, millones continuaremos tu lucha, que es la nuestra, que es la de la humanidad; estaremos en la primera línea de batalla con el fusil en el hombro y con Fidel en el corazón.


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